tag:blogger.com,1999:blog-74380309362500432452024-03-25T10:58:05.204-03:00Relatos OscurosLa luz tiende a cegarnos, sin dejarnos ver lo obvio.Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.comBlogger130125tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-45535534949414581262024-03-02T02:40:00.007-03:002024-03-02T06:18:36.178-03:00UN DISPARO IMPOSIBLE<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl5l9svNd2xvJFzFK6_X0Wusk1lsS4hQrSpb9x5Hf7YuAJA7TTTkKvRyZk7c_QA9xlm0SkUz1byh2knYZdrz8KJLxYByUzNGtR7OTQBfogMRwYYTbspFggZEySw4GGUvm8ZqiAnP90jDogD1uRDGvb0sIipSWUbDQ3BHmxW4FuIPuvwxxMi2Oix0EP6YRD/s1936/El%20disparo%20imposible.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1936" data-original-width="1676" height="398" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl5l9svNd2xvJFzFK6_X0Wusk1lsS4hQrSpb9x5Hf7YuAJA7TTTkKvRyZk7c_QA9xlm0SkUz1byh2knYZdrz8KJLxYByUzNGtR7OTQBfogMRwYYTbspFggZEySw4GGUvm8ZqiAnP90jDogD1uRDGvb0sIipSWUbDQ3BHmxW4FuIPuvwxxMi2Oix0EP6YRD/w345-h398/El%20disparo%20imposible.jpg" width="345" /></a></div><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi nombre es Gustavo Golmayo y soy médico forense. Por once años trabajé en la pequeña morgue de El Amparo, el pueblo en que crecí, luego me trasladaron al Hospital Municipal de Santa Fe, donde trabajo en la actualidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Ha pasado mucho tiempo, y en todos estos años he realizado cientos sino miles de autopsias. Algunas no requieren de mucho análisis, otras son verdaderos desafíos, pero hay una con la que me sentí como un novato a pesar de que ya tenía varios años ejerciendo mi profesión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Todo lo que había aprendido en la universidad parecía no servirme de nada ante aquel cadáver. Hoy ya no soy el mismo, y ya aprendí la lección que no me enseñaron mis profesores, y es que hay casos que no se pueden analizar con las herramientas clásicas. Son sucesos que escapan a todo lo que conocemos a través de la razón, eventos que son propios de los asuntos de la fe. Una fe que puede ser en la existencia de un ser supremo, bondadoso, que nos observa y nos protege desde el cielo. O puedo ser más bien una creencia, la creencia de que existe algo oscuro acechando entre las sombras; una fuerza maligna que dibuja figuras que tienen las mismas formas que nuestras pesadillas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Aquel cuerpo que tenía frente a mí era el de un hombre de cuarenta años llamado Ramón Q., que había fallecido a causa de un disparo. Una bala de un rifle había ingresado por su pómulo izquierdo para luego volarle los sesos destrozándole parte del cráneo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Las autopsias de balística requieren ilustraciones precisas, en las que se describe el trayecto del proyectil. Dichos estudios ayudan a reconstruir la escena para así poder descifrar si se trató de una cuestión de legítima defensa o si, por el contrario, fue un crimen a sangre fría.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Según el informe, Ramón ingresó al campo de Facundo P. a medianoche, y éste último, despertado por los ladridos de sus perros, salió de su casa y le disparó desde seis metros de distancia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Facundo había sido detenido, y estaba esperando en su celda por un juicio con mínimas esperanzas de salir airoso. Su víctima, Ramón, estaba frente a mí con todo su cerebro a la vista, o más bien lo que aún quedaba de él tras el disparo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Tenía varias heridas en el cuerpo, pero ninguna de gravedad. Parecía que había estado en algún enfrentamiento, hasta que tuvo una muerte inmediata al recibir el disparo. Por otro lado, había que analizar a Facundo y ver si él mostraba signos de una pelea, así como si sus análisis de sangre daban positivos en alguna sustancia. Aquellos no eran mis asuntos, yo debía enfocarme en el cadáver de Ramón, pero allí estaba mi problema. Era un asunto que por más que lo pensara una y otra vez, no podía explicar cómo había sucedido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La bala que acabó con su vida había ingresado con una inclinación por su rostro y salió con una inclinación diferente de su cráneo. Según las muestras, la bala había cambiado unos noventa grados hacia arriba. Dicho de otro modo: la bala dobló dentro de su cara y se dirigió hacia la tapa de sus sesos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo no podía entregar un informe con tal hecho que parecía salido de un cuento de fantasía. Una bala, y menos de ese calibre, no podría ser desviada de ese modo ni siquiera al chocar con un hueso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Comencé todo el estudio desde un principio y arribé a las mismas conclusiones. Habían pasado varios días y yo seguía sin presentar el informe, hasta que recibí una llamada del comisario para preguntarme por los resultados. Ante su insistencia le hablé de la situación; le dije lo que sucedía y decidimos encontrarnos para tomar un café.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Intenté explicarle de un modo preciso todo el asunto, pero él estaba más apurado por una autopsia sin importar lo que ésta dijera. Lo único que quería era que yo comprobase que el balazo había sido causado por el rifle de Facundo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La verdad, sentí que el comisario tenía demasiado apuro por incriminar al acusado. Más allá de lo que sucediera en el juicio y qué otras pruebas se presentaran, yo debía realizar bien mi trabajo; debía entregar el informe de una autopsia en la que todo cuadre con lo que aparentemente había sucedido, y que cualquiera que las leyera pudiera comprender la situación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fue entonces que pensé que lo mejor sería interiorizarme más en el caso, pensando que tal vez había algo que podría explicar la falla en la autopsia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El comisario me terminó contando, no con muchas ganas ni detalle, lo que él sabía. Me dijo que Facundo había visto a Ramón intentando ingresar en su casa y le había disparado, no cerca de su casa, lo que habría supuesto una mayor amenaza para él y su familia, sino a diez metros de esta, cerca de su gallinero. Si bien el cuerpo de Ramón tenía heridas que podrían ser símbolo de un enfrentamiento entre los dos hombres, Facundo estaba intacto. Le había disparado al instante en que lo vio, y esas heridas que el difunto presentaba serían anteriores al encuentro entre esos dos sujetos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Le pregunté al comisario sobre quién había sido Ramón Q., y me dijo que era un pobre hombre. Quienes lo conocían decían que tenía problemas psicológicos, y que llevaba varios meses desaparecido. El comisario tenía la teoría de que estaba extraviado, y buscaba un lugar donde refugiarse cuando Facundo lo mató.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Puesto de ese modo, cualquiera pensaría que actuó de manera precipitada, y era justo que pagase por lo cometido. Pero aún estaba el asunto de la bala.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Regresé a la morgue y volví a analizar los orificios de entrada y salida del proyectil. En realidad, la salida fue devastadora, le había hecho un orificio del tamaño de mi puño, por el que volaron trozos de cerebro y de huesos. Puse aquello en el informe, pero no podía terminarlo. De ninguna manera iba a poner mi firma en algo que no cuadraba, en algo que yo ni siquiera creía posible.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">A la semana siguiente el comisario volvió a llamarme por teléfono; su poca paciencia se estaba agotando, y entonces decidí averiguar más sobre esa noche hablando con la única persona que pensé que podría estar con ganas de contármelo todo, el único testigo: Facundo P.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era algo irregular, por supuesto, mi trabajo no consiste en hablar con los acusados para que me expliquen lo sucedido, al contrario, son mis estudios científicos los que aportan pruebas irrefutables en los juicios. Pero yo tenía en mis manos un cadáver que me llenaba de dudas, y sin importar lo que me pedía el comisario, deseaba hacer un informe completo. Me dirigí a la jefatura de policía y, aunque el comisario no estaba muy a gusto con la idea, tuve un encuentro con el acusado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Un oficial me dirigió al sótano, donde se encontraban las celdas, y me llevó hasta aquella en la que estaba Facundo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El hombre estaba deshecho; se notaba que no pertenecía a ese sitio oscuro en el que apenas corría un aire viciado. Sus manos temblaban, y debía secar sus lágrimas ante cada pregunta que le hacía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al principio se mostró reacio a contar lo sucedido; algo cínico diría. Me contó que vivía con su mujer y sus dos hijos pequeños, pero ellos se quedaron en la casa cuando él salió para ver por qué ladraban los perros. Salió con su rifle en mano, como era su costumbre, y mientras apuntaba con una linterna preguntó si había alguien allí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Le pedí más detalles, entonces me dijo, sin siquiera mirarme, que sus perros siguieron ladrando hasta que uno de ellos gimió. Luego gimió otro, y finalmente el tercero huyó, pasando por al lado suyo. Él siguió avanzando hacia el lugar de donde provenían los ruidos y allí vio a Ramón junto al corral de las gallinas. Entonces le apuntó con su arma. Como Ramón continuaba allí, le disparó. Fue un tiro preciso que lo mató al instante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Le pregunté por sus perros, si habían muerto, y también qué ocurrió con el que había huido. Facundo alzó la mirada, y me di cuenta de que ningún policía o abogado le había preguntado por ellos. Me dijo que los dos primeros habían fallecido, y que su mujer le había contado que el que había huido regresó tras una semana desaparecido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Yo no estoy aquí para juzgarte, Facundo ―le dije―. Estoy aquí porque hay algo que no me cierra; podría decirse que vine por motivos puramente científicos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Él se apoyó en los barrotes de la celda y me miró con una sonrisa amable:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Esta es una de esas ocasiones que escapan a su ciencia, buen hombre. Lo que sucedió esa noche es uno de esos asuntos de Dios y el Diablo; en este caso, del segundo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pedí a un guardia si me permitía ingresar para hablar mejor con Facundo. Era obvio que no era un hombre peligroso, y me dejaron pasar para sentarme allí junto a él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Le dije de nuevo que necesitaba que me contara todo lo que ocurrió esa noche, que cualquier detalle podría ser importante. Yo le iba a creer, porque el cadáver que tuve enfrente durante dos semanas tenía algo que no lograba explicar; lo único que podría justificar una trayectoria imposible como la que realizó esa bala era un evento igual de imposible.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Entonces Facundo asintió y se secó una vez más las lágrimas, luego se inclinó hacia mí y me clavó la mirada.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me dijo entonces algo que yo ya estaba comenzando a suponer: Ramón no era un hombre normal. De hecho, no era un hombre cuando él le disparó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Lo primero que había visto esa noche fue los cadáveres de sus dos perros. Estaban desechos; algo los había cortado por la mitad. Al acercarse más logró ver al causante, un ser que estaba parado en las cuatro extremidades, desnudo y cubierto de pelos. Su cuerpo no era el de un humano, tenía brazos y piernas deformes, orejas puntiagudas y un hocico alargado con enormes colmillos llenos de sangre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Él le disparó directamente en el rostro, y aquella criatura cayó al suelo. Pero al morir, comenzó a cambiar de forma, hasta convertirse en el ser humano que yo había recibido en la morgue.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Comprendí que, en ese cambio, cuando el cráneo de Ramón tomó la forma de un hombre, los orificios de entrada y de salida de la bala dejaron de tener la misma dirección, dejaron de estar alineados.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de la conversación regresé de inmediato al hospital para terminar la autopsia, pero ya no pude ver al cadáver de Ramón de la misma manera. Frente a mí había un cuerpo de alguien que no tenía la culpa de lo que le había pasado, un hombre que, por algún motivo había huido de su casa, o se había extraviado, y quién sabe cómo fue que aquella noche se convirtió en la bestia que atacó el hogar de Facundo con intención de alimentarse de los animales. Era un ser maldito, y Facundo también debió pagar por aquella maldición, pero pagaría con años en prisión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Terminé entonces con la autopsia lo antes posible, explicando que la bala se había desviado, aunque sin aclarar cuánto. Me dediqué más a explicar que el cadáver tenía sangre de los dos perros que mató, tanto en las manos como en los dientes. Entregué el informe a la policía y no pude hacer mucho más para ayudar a Facundo. Poco después supe que le redujeron la sentencia porque evidentemente Ramón estaba desquiciado al momento del enfrentamiento.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En el pueblo no tardó en correrse la voz de lo ocurrido, y aunque algunos piensan mal de Facundo, la mayoría lo consideran un héroe por lo que hizo; no solo por haber defendido su campo y a su familia de aquella criatura, sino porque desde que aquello ocurrió, disminuyeron las muertes de gallinas y otros animales de granja en el pueblo de El Amparo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-52084699477645529562024-02-27T20:25:00.001-03:002024-02-27T20:42:26.603-03:00JUNTOS HASTA LA MUERTE<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPzkoCGghwTDRApOoMkahv3rM5OOxAApTPvxTu2Wm56uoO-2gVb5VMROxQmTuSbaBOSuqVfxU8Zq4H7NEavwvSmiRnpUNiZTcSDFAesIJ22BZE5eWJGrJYWqq8zR_8wN5S_fgL0sfIyRLVMc8liMv9pV8gCpi0z9mlHs2GZWTXrFK_iR-1juK0iocqe8nE/s720/Juntos%20hasta%20la%20muerte.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="683" data-original-width="720" height="376" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPzkoCGghwTDRApOoMkahv3rM5OOxAApTPvxTu2Wm56uoO-2gVb5VMROxQmTuSbaBOSuqVfxU8Zq4H7NEavwvSmiRnpUNiZTcSDFAesIJ22BZE5eWJGrJYWqq8zR_8wN5S_fgL0sfIyRLVMc8liMv9pV8gCpi0z9mlHs2GZWTXrFK_iR-1juK0iocqe8nE/w396-h376/Juntos%20hasta%20la%20muerte.jpg" width="396" /></a></div><span style="text-align: center;"><div style="text-align: center;">Escrito con la colaboración de Raquel Pines</div></span></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi nombre es Gustavo Golmayo y soy médico forense. Por once años trabajé en la pequeña morgue de El Amparo, el pueblo en que crecí, luego me trasladaron al Hospital Municipal de Santa Fe, donde trabajo en la actualidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Son muchas las leyendas que se cuentan en los pueblos aislados como El Amparo, y gran parte de ellas están relacionadas con las morgues de dichos pueblos. Pero entre tantas leyendas, hay una que ha cautivado los corazones de todos los pueblerinos, una que ocurrió cuando yo recién comenzaba a ejercer, y esa es la historia de Rocío y Joel.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Rocío F. provenía de la familia más adinerada de la zona. Su bisabuelo es considerado uno de los fundadores del lugar, ya que cuando llegó al país, El Amparo apenas tenía unos cientos de habitantes. Al poco tiempo de mudarse donó dinero para la construcción de caminos, una escuela, y hasta abrió su chequera cuantas veces fue necesario para construir la capilla que aún sigue firme, y que yo podía ver desde la ventana de la morgue. El padre de Rocío, el señor Norberto F., duplicó la fortuna que heredó con un negocio propio, comercializando maquinaria agrícola. No hay productor en los alrededores digno de llamarse así que no sea equipado por él. Rocío estaba destinada a estudiar en una gran universidad para continuar con un posgrado en Europa y así hacerse cargo de la empresa familiar, o al menos eso era lo que su padre tenía escrito para ella.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Joel M. estaba en el estrato social diametralmente opuesto. Era hijo de una mujer que había llegado de Camerún en circunstancias poco claras. La mujer llegó siendo apenas mayor de edad, y trabajó para un anciano que vivía solo y que criaba cabras de Angora. Un año después quedó encinta. No se le conoció jamás pareja alguna, y muchos creen que el anciano criador de cabras era el padre biológico de Joel, pero éste jamás le dio su apellido. Poco después el hombre falleció, y Joel y su madre se quedaron a vivir solos en esa vieja casa. El señor F. prometió ser capaz de cualquier cosa antes que ver a su hija de la mano de aquel muchacho; un muchacho pobre, producto de una unión ilegítima, y hasta hijo de una mujer de la que se decía practicaba magia vudú…, pero a decir verdad nada de eso molestaba al padre de Rocío; quienes lo escucharon hablar aseguran que lo que él no soportaba era el color de piel del joven. Es que Joel era idéntico a su madre, y ambos parecían tallados en ébano, con cabellos tan enrulados como el de las cabras que criaban.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El padre de Rocío había hablado muy en serio cuando prometió que haría cualquier cosa por evitar la unión, pero Rocío estaba igual de convencida, y una mañana manifestó que deseaba casarse con su novio contra todo obstáculo, y era inútil tratar de evitarlo. El Señor F. la escuchó con atención, y al día siguiente dio un giro de trescientos sesenta grados e invitó a Joel a cenar. Así es, trescientos sesenta, pues todos creyeron que él había cambiado de parecer, pero jamás lo hizo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La noche en que la pareja sería declarada formalmente, el Señor F. sacó uno de sus mejores vinos de su bodega privada. El joven no estaba acostumbrado a beber, y en poco tiempo comenzó a perder sus facultades mentales y motrices. El Señor F. lo invitó entonces a fumar un cigarro mientras brindaban con un whisky de etiqueta negra que guardaba en su oficina. Conozco ese lugar, he ido en una oportunidad, y puedo imaginar toda la escena: el escritorio de tres metros de largo que te hace sentir pequeño, los muebles y adornos brillantes que intentaban mostrar lujos que a mi parecer eran de mal gusto, y en medio de la pared, una cabeza de un ciervo rojo de catorce puntas. Estuvieron una hora conversando a solas hasta que de pronto se oyó un disparo. Cuando Rocío y su madre cruzaron la puerta vieron al joven tirado en el suelo con el torso ensangrentado. El Señor F. le había disparado con su pistolón calibre 28.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Joel tenía un fuerte olor a alcohol y un abrecartas en la mano, y el hombre dijo que debió dispararle en defensa propia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nadie que no haya cobrado una suma de dinero fingió creer esa historia, mucho menos Rocío, que lloró desconsolada cuando vio cómo transportaban el cuerpo de su amado directamente a mi morgue. Le gritó a su padre que lo odiaba, y esa misma noche escapó de su casa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A todos nos afectó aquel trágico final. Fue una de esas historias que quedan grabadas en el colectivo de un pueblo, y que se mantienen como frase hecha cuando se está frente a una pareja de enamorados. Sé que lo común en otros lugares es nombrar personajes de Shakespeare como la personificación misma del amor en juventud, ya que aun quienes no han leído la más famosa de sus obras, saben bien de qué se trata. Pero en El Amparo la cosa es diferente. No son Romeo y Julieta, sino Rocío y Joel los que evocamos cuando nace un noviazgo u oímos la noticia de un matrimonio. Es lógico, cuando alguien muere en circunstancias trágicas es idealizado, y sus más pequeñas virtudes son descritas como las del héroe de una epopeya. Pero el final que tuvieron ellos dos lo amerita; yo soy testigo, tuve sus restos frente a mí y les puedo asegurar que aquello fue en verdad memorable.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los restos de Joel me tomaron muchas horas de trabajo. Tenía el torso destrozado, como si hubiese estado en medio de una explosión. Debí tomar registro de cada perdigón bajo su piel para determinar con precisión la distancia y el ángulo del disparo. Hice un trabajo con sumo detalle que pudiera ayudar lo más posible para que hubiese justicia por aquel joven y también por su madre, que sufrió más que nadie al recibir la noticia. Poco después de lo ocurrido, la pobre mujer vendió la casa y dejó el pueblo para nunca regresar. He oído que viajó a su país, donde tuvo gemelos. Me gustaría creer que aquella historia es cierta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego de detallar la ubicación de las municiones, analicé otros elementos que pudieran determinar la magnitud del supuesto altercado previo al disparo; como si el difunto presentaba otras heridas o si tenía ADN del señor F. bajo las uñas. Tal y como lo esperaba, no hallé señales de que aquello hubiese sido en legítima defensa. En mi opinión, Ernesto F. asesinó al joven a sangre fría, pero el caso ni siquiera fue a juicio, el hombre tenía suficiente dinero para comprar a quien fuese necesario. Lo que él no sabía es que esa impunidad solo sería pasajera; el destino tenía preparado un castigo mayor para el asesino, lamentablemente ese castigo llegó por el lado de su hija.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tres días después de la muerte de Joel, Rocío fue hallada en un hotel cerca de Santa Fe. Yacía en la bañera con cortes en ambas muñecas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando me trajeron sus restos quedé tan o más impactado como cuando vi el cadáver de su novio. Estaba blanca como un espectro; toda su sangre se había ido por el drenaje de aquel hotel. La profundidad de los cortes en sus muñecas evidenciaba que el dolor que había sentido por dentro la dejó incapaz de sentir dolor físico.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquel final era demasiado trágico, y yo no podía soportar tener a ambos entre esas frías paredes. Sabía que era tarde para intentar reparar lo ocurrido; no tenía modo de darles un mejor final, ni yo ni nadie. Solo se me ocurrió tener un detalle con ellos que, lo admito, no era más que una tontería. Lo que hice fue cambiar de lugar el cuerpo que estaba en el cajón contiguo al de los restos de Joel, para luego poder poner allí el cuerpo de Rocío. Fue lo máximo que pude torcer el triste destino que les tocó: brindarles la compañía uno del otro por unos días, pues pronto los enterrarían en lugares apartados. A ella, en la parcela familiar en la sección más elevada y lujosa del cementerio. A él, en algún lugar del terreno en donde pastaban las cabras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me dispuse a preparar el cadáver de Rocío con ese pequeño consuelo en mente; limpié sus heridas junto con los ríos de sangre que tenía dibujados en los brazos. Y hasta lavé la sangre que tenía en la punta de sus cabellos, que jamás se vieron tan rubios como aquella noche.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una vez que terminé de limpiar el cuerpo, comencé a escribir el informe mientras recordaba aquella vez en que los había visto en vida. Fue una noche que los vi sentados en un banco en el parque. Se veían felices juntos, mirándose a los ojos mientras él sostenía su mano pequeña y blanca, que brillaba a la luz de la luna.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hoy quizás ya estoy endurecido, pero mientras intentaba escribir el informe no pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas. En todos los años que llevo en este oficio jamás deseé tanto tener un compañero de trabajo proveniente de otra ciudad, que se hiciera cargo del asunto sin sentirse afectado por el contexto como me pasaba a mí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Decidí salir un instante a tomar algo de aire; había estado entre esas paredes durante muchas horas seguidas y necesitaba desconectarme por un momento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tomé un poco de aire fresco y encendí un cigarrillo. Miré a lo lejos y vi la parroquia que había hecho construir el bisabuelo de Rocío hacía más de un siglo. Si aquel hombre hubiese sabido en qué terminaría la novela de su familia, estoy seguro de que no habría aportado todo ese capital, mucho menos para la construcción de un templo en el que sus descendientes no podrían volver a visitar sin ahogarse en llantos. Si él hubiese sabido lo que pasaría, habría huido de aquel sitio que ningún dios y ningún santo puede salvar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Regresé cabizbajo para terminar de preparar el cuerpo de Rocío, pero al ingresar no lo vi en su lugar. En medio de la morgue se encontraba la camilla en la que le había estado realizando la autopsia, pero estaba vacía.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Intenté recordar por un momento si ya había puesto el cuerpo de Rocío en el cajón junto al de Joel como había planeado, pero al mirar vi que éste estaba abierto y vacío también.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No podía entender lo que estaba ocurriendo. Claro que ya era de noche y yo estaba cansado, así que no sabía si era el estrés el que me había afectado tanto que ya ni recordaba lo que había hecho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Miré a mi alrededor desesperado, y de pronto choqué con la bandeja de instrumentos, tirando todo al suelo. Me agaché a recogerlos, y fue entonces cuando vi dos huellas junto a la camilla en donde había estado Rocío. Eran dos pequeñas huellas que apuntaban hacia afuera, como si alguien se hubiese bajado de ella con total naturalidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Moví todo lo que había alrededor para que no me hicieran sombra, y mirando a contraluz seguí el rastro de las huellas. Noté entonces que aquel ser que las había dejado había caminado por la morgue.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Seguí el rastro y caí de rodillas al ver que éste se dirigía al cajón en el que estaba el cadáver de Joel.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me fijé si las huellas se dirigían hacia la puerta, como si Rocío hubiese ido a despedirse de su amado para luego huir de la morgue y del pueblo. Pero no había nada; las huellas terminaban allí mismo. Abrí entonces la puerta y saqué la camilla del cajón. Estaba pesada, y así adiviné lo que estaba a punto de encontrar. Allí estaban los dos cadáveres abrazados, mirándose a los ojos, y aunque sus cuerpos ya estaban rígidos, Joel sostenía la mano pequeña y blanca de Rocío, que brillaba como una luna, bajo los tubos de luz fría de la morgue.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-32955241669626230842024-02-18T01:30:00.007-03:002024-03-25T08:53:32.069-03:00EL CADÁVER DE LA BRUJA<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWk7Y4oFjym4lF-jZJfE0U0Z__Vrh-sJd47rK1TyYsYlwpa12b_nuc-SZ6NB_vGdJJ8quBG429U1eOlbGAdHmYQikaHqCQfHVfUP2l2HechS_cFbBddT2PtQzZhBdtuYdwilrdJZ39YY-YxpPgVqJI8xGd_RXkdZTG9GRgytwg7_izMSrG_NPmWK9ZmAB5/s1259/El%20cadaver%20de%20la%20bruja.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="946" data-original-width="1259" height="335" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWk7Y4oFjym4lF-jZJfE0U0Z__Vrh-sJd47rK1TyYsYlwpa12b_nuc-SZ6NB_vGdJJ8quBG429U1eOlbGAdHmYQikaHqCQfHVfUP2l2HechS_cFbBddT2PtQzZhBdtuYdwilrdJZ39YY-YxpPgVqJI8xGd_RXkdZTG9GRgytwg7_izMSrG_NPmWK9ZmAB5/w447-h335/El%20cadaver%20de%20la%20bruja.jpg" width="447" /></a></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi nombre es Gustavo Golmayo y soy médico forense. Por once años trabajé en la pequeña morgue de El Amparo, el pueblo en que crecí, luego me trasladaron al Hospital Municipal de Santa Fe, donde trabajo en la actualidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Llegué a esta ciudad por un mejor sueldo, pero más que nada vine en busca de nuevos desafíos. Siendo sincero esa es solo la versión oficial de los hechos, es lo que dije en la entrevista de trabajo y lo que contesto cuando me preguntan a la ligera. Lo cierto es que dejé El Amparo por la cantidad de experiencias terribles que he tenido allí. He soportado con coraje muchas de ellas, pero una noche ocurrió algo de lo que aún no logro reponerme. Luego de aquel incidente me vi obligado a buscar un nuevo puesto de trabajo, y así alejarme lo más posible del lugar que me vio nacer.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En los once años que trabajé allí hubo épocas en las que trabajé en la morgue solo y otras en los que tuve diversos asistentes. Algunos de ellos han renunciado, otros han sufrido peores destinos. También he despedido a más de uno porque sus modos no eran profesionales; hay gente que solo quiere manipular cadáveres para cumplir deseos perversos que no tienen cabida en mi profesión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Manuel Q. fue el último asistente que tuve antes de abandonar El Amparo. Se veía muy correcto y educado; un muchacho agradable que hasta llegué a considerarlo como uno de mis mejores amigos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Manuel había comenzado la carrera de medicina deseando ser cirujano, pero al fallecer su padre debió regresar al pueblo por problemas de dinero y para hacerse cargo de su finca. Era muy atento y siempre se mostraba deseoso de aprender cosas nuevas. Él llevaba ya dos años en el puesto, siendo el asistente que tuve por más tiempo y con quien mejor nos complementábamos en las tareas. A menudo hablábamos de su regreso a la facultad para terminar sus estudios y especializarse, por qué no, en ciencias forenses. Pero todos sus sueños quedaron truncos cuando el cadáver de Glenda R. llegó a la morgue.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo la conocía, todos en el pueblo la conocíamos. Era una mujer que había vivido en El Amparo por no menos de medio siglo. La gente mayor siempre fue respetada en ese lugar, pero Glenda, más que respetada, era temida. Su aspecto, su cabaña alejada de piedras y troncos, sus costumbres; todo en ella había hecho que los pueblerinos la acusaran de brujería.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Recuerdo haberla visto en una sola oportunidad hace mucho tiempo; una tarde en que regresaba del colegio y caminaba junto con unos compañeros. Yo tenía unos diez años; ella era una mujer de una edad aproximada a la que tenía mi madre en ese entonces. Estaba parada en una esquina, en la vereda frente a la que íbamos nosotros. Tenía el cabello negro y enmarañado, largo hasta la cintura, y usaba un viejo vestido que le cubría los pies, con el borde inferior lleno de tierra de tanto arrastrarlo al caminar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al verla, uno de mis amigos me dijo al oído que me cuidara de ella, que era una hechicera muy poderosa. Yo intenté desviar la mirada, pero no lo pude evitar, y al darme la vuelta vi que ella también me estaba observando, con unos ojos cargados de odio; como si hubiese escuchado lo que me habían dicho en secreto. Cualquier niño que la conociera –y también cualquier adulto– habría sentido escalofríos al conocerla. Yo solo necesité un segundo para entender por qué la gente la había apodado “la bruja de El Amparo”.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Son interminables las leyendas sobre aquella mujer, muchas de dudosa precedencia, pero creo que algunas debieron haber sido ciertas. Una de las más conocidas es la de aquel viajante extraviado que pasó por su cabaña a pedirle algo de beber. Hasta el día de hoy, son muchos los que dicen que a medianoche alguien les ha golpeado la puerta, y cuando se acercan a ver quién es, escuchan una voz débil del otro lado, suplicando por un vaso con agua. Cuando eso ocurre, la mayoría se queda rezando en silencio, pero los pocos que se han atrevido a abrir la puerta de entrada aseguran que no encontraron a nadie del otro lado, o bien que vieron algo alejarse, como un animal pequeño o una sombra. No se trata de un espíritu maligno, es más bien un alma en pena. Según se cree, Glenda no mató a aquel hombre, sino que lo tiene prisionero en un plano espectral superpuesto con el mundo en que vivimos, y es por eso que deambula perdido por toda la eternidad, sin poder llegar a su destino y así descansar en paz.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">He escuchado otras historias sobre ella que ya contaré en otra ocasión, pero ninguna supera a aquella de la que yo fui testigo, esa que sucedió mientras a Manuel y a mí nos tocó hacerle la autopsia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Cuando leía su archivo pronuncié su nombre en voz alta, y Manuel enseguida supo quién era. Debo reconocer que sentí miedo al remover la sábana que la cubría para verla allí acostada.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Con mi compañero nos miramos incrédulos, la edad y el aspecto de la difunta no coincidían en absoluto; Glenda se veía varias décadas más joven de lo que decía su documentación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Parece de cincuenta ―dijo Manuel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era cierto, de ninguna manera aparentaba su supuesta edad real.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Algo que siempre me llamó la atención de los cuentos de brujas es su aspecto. Casi siempre son ancianas horrendas, de piel arrugada, nariz larga y cabellos como paja. ¿Por qué se ven así? Si yo tuviera los poderes que se supone que ellas tienen, buscaría la manera de verme mejor para que la gente no me desprecie. Tal vez lo hacen a propósito, para así asustar a los niños. O quizás el poder de la magia oscura viene de la mano de una fealdad extrema, que refleja que han dejado de ser humanos tras la venta de sus almas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Guiado por el arquetipo de la bruja diría que ella no lo era, al menos en su aspecto, o lo era y tenía algún secreto para verse así. La mujer que teníamos enfrente se veía igual que como era cuando la vi junto con mis compañeros, parecía que el tiempo no transcurría para ella del mismo modo que ocurre con las criaturas de Dios.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El informe decía que falleció de causas naturales hacía dos días. No parecía que tomaría mucho tiempo, pero debimos ponerla a un lado porque ese día estábamos ocupados con las autopsias de un accidente vehicular que debíamos resolver de inmediato. La ruta en dirección a San José presenta una curva muy peligrosa. No está iluminada y carece de banquina, y son muchos los conductores a quienes toma desprevenidos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">A la noche siguiente ya habíamos terminado con los tres cadáveres que debíamos estudiar de urgencia, y decidimos comenzar a analizar los restos de Glenda.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Para nuestra sorpresa ese día se veía diferente. Sí, era Glenda; su cabello negro y enmarañado, su rostro con forma de triángulo invertido y sus facciones angulosas. Sin duda era la misma, pero estaba aún más joven que cuando llegó a la morgue.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¿Qué edad dijiste que tenía? ―preguntó Manuel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En su documento decía que tenía ochenta y seis, y cuando la vimos por primera vez nos pareció una mujer de cincuenta, pero en ese segundo vistazo parecía aún menor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Glenda se veía como una mujer de no más de treinta; quizás hasta más joven que mi compañero de trabajo. Su cuerpo era escultural, de curvas voluptuosas, y estaba más firme que el día anterior. Su rostro era hermoso, y contrastaba con su cabello enmarañado. Parecía una actriz que llevaba puesta una peluca para su papel en una película de terror, y mantenía los ojos cerrados a la espera de que le pusieran el maquillaje.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―La muerte le sienta bien ―dijo Manuel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En ese momento hubo un corte de luz. Ya era de noche y la oscuridad dentro de la morgue era absoluta a excepción de la luz roja de emergencias. Al salir para revisar el asunto noté que estaba lloviendo; no lo sabíamos, dentro de esas gruesas paredes uno no se entera de nada de lo que ocurre en el mundo exterior; afuera podría haber un mundo de cadáveres esperando por su autopsia, y nosotros los haríamos pasar uno por uno sin darnos cuenta de que la fila llega hasta el horizonte.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Había saltado la térmica, y enseguida levanté la perilla para regresar a la sala de operaciones, entonces vi una de las imágenes más terribles que presencié en toda mi carrera. Allí estaba Manuel, desnudo, de pie frente a la camilla de Glenda, y ella estaba con las piernas abiertas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No podía creer a mis ojos. Jamás tuve un asistente del que haya esperado algo como eso; en las entrevistas de trabajo se pide aptitud psicológica y se rechaza toda señal de perversión. Es cierto que he conocido algunos personajes que a veces hacían algún gesto irrespetuoso, pero Manuel no era de esos; era un profesional digno, y para mí fue un honor trabajar a su lado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Todo lo que pensaba sobre él, todas sus virtudes desaparecieron en un instante cuando lo vi haciendo aquello que apenas puedo pronunciar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me acerqué para sacarlo de allí. Las palabras no me salían, solo pude levantar uno de mis brazos para intentar quitarlo de encima de ella, pero cuando apoyé la mano en su hombro sentí que no tocaba a un ser humano vivo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El cuerpo de Manuel estaba frío, rígido, y enseguida lo solté. Me causó una horrible sensación que me recorrió por la espalda, y me quedé inmóvil sin poder evitar lo que estaba ocurriendo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Ese que tenía enfrente ya no era Manuel, era solo una cáscara a punto de caer a pedazos. Un instante después se desplomó sobre el cuerpo de Glenda, y vi como los huesos de su espalda se mostraban cada vez más visibles mientras su carne de desintegraba y su piel se ennegrecía. En cuestión de segundos su cuerpo se convirtió en un cadáver que parecía haber estado descomponiéndose durante semanas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Aunque no lo crean, aquella no fue la mayor sorpresa que me llevé esa noche. Luego de aquel horrendo espectáculo, vi una mano emerger para apoyarse sobre el tórax putrefacto de Manuel. Era Glenda, que lo empujó a un costado para poder levantarse.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los restos de mi compañero cayeron al suelo y sus miembros se desprendieron; su descomposición se desarrollaba a una velocidad meteórica.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por otro lado, en Glenda ocurría lo inverso. Se sentó sobre la camilla y ya no se veía como la mujer que llegó a la morgue. Era una joven de no más de veinte años de edad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La vi estirar los brazos e inspirar con fuerza, para así llenar sus pulmones de vida tras dos días sin una gota de oxígeno. Luego se puso de pie y caminó hacia la puerta. Aún puedo sentir su respiración de cuando me habló al oído:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Tu compañero del colegio tenía razón. Debes cuidarte de mí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de esas palabras salió por la puerta desnuda, cubierta solo por su largo cabello y enmarañado, y yo me quedé observando cómo se perdía en esa oscura noche de lluvia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al día siguiente no pude explicar lo ocurrido con precisión. Finalmente, se le echó la culpa a un posible hongo o enfermedad que pudo haber contraído Manuel mientras trabajaba a solas. Respecto a Glenda, decidí prender fuego su expediente y hacer de cuenta que nunca tuve su cadáver en mis manos. Días después me tomé unas vacaciones por tiempo indefinido mientras buscaba un nuevo sitio donde trabajar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Jamás sabré en qué momento Manuel dejó de ser quien era para ser controlado por aquella mujer; prefiero no hacerme preguntas al respecto. La gente del pueblo tampoco hizo muchas preguntas sobre lo ocurrido, y nadie sospechó de mí. Y aunque suelo decir que dejé aquel trabajo en busca de nuevos desafíos, esa es solo la versión oficial de los hechos. Todos en el pueblo saben que, en realidad, deseaba alejarme lo más posible de la temible bruja de El Amparo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-80124956461637530632024-02-01T21:18:00.007-03:002024-02-14T04:09:57.281-03:00EL BURRO<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoF7Daj0VydXoE0HkIhCvKbuN5T1IKJA5SIIDFWGbNMQ2L665CVDRsXvpj1LhheAqBrHUVolQpNV-vAQYlM0P5mA9-PFMwcrNvmHjvtRC9wB8xe9UCRJzWf3egVmxRTAUNPul0WzZXjwp0OUQ0nD5f2AjpA7YcEN_Q1yDaMWm7d3D_EpIFvwnNttf0QeLu/s1920/El%20burro.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1920" data-original-width="1920" height="357" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoF7Daj0VydXoE0HkIhCvKbuN5T1IKJA5SIIDFWGbNMQ2L665CVDRsXvpj1LhheAqBrHUVolQpNV-vAQYlM0P5mA9-PFMwcrNvmHjvtRC9wB8xe9UCRJzWf3egVmxRTAUNPul0WzZXjwp0OUQ0nD5f2AjpA7YcEN_Q1yDaMWm7d3D_EpIFvwnNttf0QeLu/w357-h357/El%20burro.jpg" width="357" /></a></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi nombre es Gustavo Golmayo y soy médico forense. Por once años trabajé en la pequeña morgue de El Amparo, el pueblo en que crecí, luego me trasladaron al Hospital Municipal de Santa Fe, donde trabajo en la actualidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En mi nuevo puesto debo realizar autopsias sin descanso, pues no solo se trata de un hospital muy grande en el centro de la ciudad, sino que además es el único que cuenta con una morgue en kilómetros. Por otro lado, dispongo de mucha ayuda; tengo un compañero a quien ya conocía de la facultad de medicina con quien nos llevamos muy bien, y hay gente que se encarga de la limpieza y de asistirnos en lo que necesitamos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En mi viejo pueblo la cosa era muy diferente. Yo era el único en mi profesión, y por lo general trabajaba solo porque no me era fácil conseguir un asistente. Los empleados duraban pocos meses en el puesto, o bien por lo bajo de la paga, o por diversos sucesos que hacían que no quisieran regresar. Es que en aquella pequeña morgue han pasado cosas muy extrañas, de las que hasta el día de hoy no encuentro explicación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo estaba acostumbrado a trabajar en tales circunstancias, pero no todos tienen la templanza necesaria para estudiar cadáveres de noche en una pequeña y fría habitación, mucho menos para ser testigos de tantos hechos que la ciencia no puede justificar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Entre tantos asistentes que tuve siempre recordaré a uno de nombre Elías G.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Elías era diez años mayor que yo, y había nacido y vivido en el pueblo toda su vida. Era delgado y bastante inquieto; pestañaba con fuerza cuando algo lo alteraba, y se pasaba la lengua por los labios cuando estaba ansioso. Aquello llamaba mucho la atención, sobre todo porque tenía ojos grandes y acuosos, de un color verde claro, y sus labios prominentes destacaban sobre su fino mentón.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Elías seguía mis instrucciones, pues a diferencia de mí, no tuvo formación académica. Solo había terminado el colegio primario y dejó inconclusos sus estudios secundarios, pero obtuvo el empleo porque nadie más se había postulado en mucho tiempo. Estuvo casi un año en el puesto llegando a ser muy bueno en sus tareas, y hasta le fui tomando algo de aprecio; aunque debo decir que distó mucho de estar entre mis compañeros de trabajo preferidos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Una noche trajeron un cadáver de un hombre robusto de mediana edad que había fallecido tras caer en un coma alcohólico. Era calvo, y tenía una barba oscura y tupida. Al ver su rostro recordé haberlo cruzado en algún bar, y una vez lo vi buscando pleito. Leí el informe en voz alta mientras Elías iba en busca de los instrumentos para la autopsia, pero apenas pronuncié el nombre del difunto dejó caer la bandeja que traía en las manos y se acercó corriendo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¡A este lo conozco! ―dijo―. Fuimos compañeros de curso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era lógico que en un pueblo en el que todos nos conocemos y que pocos abandonan, viéramos a veces personas cercanas a nosotros. A mí me ha ocurrido de tener que realizar autopsias a varios vecinos y hasta a algunos parientes, pero jamás lo he exclamado a los gritos como lo hizo él; mucho menos, con una sonrisa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Elías me dijo que ese sujeto lo había molestado durante toda la escuela secundaria, y se reía de él, entre otras cosas, por lo malo que era para los deportes. Luego se acercó al cadáver y gritó en su cara:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¡Creo que ya no soy el más muerto para el fútbol!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Continuó riendo a carcajadas mientras yo lo miraba sorprendido. Supongo que todos tenemos nuestros rivales, y yo desconocía la historia completa, por lo que debo suponer que su actitud, aunque no sea noble, era entendible. Luego me ayudó a realizar la autopsia con total tranquilidad, por lo que asumí que se había quitado la revancha de su sistema y ya había dado vuelta la hoja. Pero poco después ocurrió un hecho similar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Una mañana arribó a la morgue una señora que había sido atropellada en la curva de la ruta que va hacia San José. La mujer era de contextura pequeña, era rubia y de cabello largo. Al limpiar la sangre de su rostro pude notar que había sido agraciada. En ese momento llegó Elías, y al verla comenzó a reír.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¡No lo puedo creer! ―dijo― ¡Es Rita!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En efecto, así se llamaba la difunta. Mi ayudante me contó que más de una vez la había invitado a salir y ella siempre se negó; la última vez que habían hablado lo terminó insultando, y hasta le dijo que era el último hombre en el planeta con quien se acostaría.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de terminar la autopsia de Rita, guardé sus restos en uno de los cajones y de nuevo vi a Elías sonriendo, y hasta le regaló un saludo burlón con la mano mientras yo cerraba la puerta del cajón.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Le dije que esa actitud era inaceptable, que no iba a seguir tolerando su falta de respeto a los difuntos, y que si no tomaba el trabajo en serio me vería obligado a escribir un informe para pedir su despido. Enseguida se mostró arrepentido, y me prometió que no volvería a comportarse de aquel modo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El tiempo transcurrió y no volvimos a cruzar a ninguno de los tantos enemigos que Elías parecía tener. O tal vez sí lo hicimos, pero no les guardaba tanto rencor como para que le hicieran perder la compostura. En definitiva, todo marchó mejor desde nuestra conversación, incluso me disculpé por el modo en que le había hablado. Era evidente que su vida no fue fácil, y todo el asunto quedó enterrado; al menos por un tiempo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Semanas más tarde trajeron a la morgue el cadáver de una señora mayor. La mujer había sido profesora de educación primaria. Tenía el cabello blanco y hace poco se había jubilado luego de treinta y cinco años de trayectoria docente. Yo la conocía, pero no había sido su alumno, aunque sí lo fue mi hermano, y también, como lo imaginarán, lo fue Elías.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Su rostro se iluminó al verla. Abría y cerraba sus enormes ojos mientras se lamía los labios de manera compulsiva.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―No me digas nada ―le dije―. Fue tu maestra y, a ver si adivino…, no la querías.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Elías asintió con la cabeza. Luego me la describió en una frase usando un insulto irreproducible. Poco después nos preparábamos para realizarle la autopsia y pude notar que estaba conteniendo la risa. Le pedí entonces que saliera al patio a tomar aire fresco, que yo me encargaría de ella. A decir verdad, no necesitaba mucha ayuda; la mujer había fallecido en medio de una cirugía en el hospital, y su reporte estaba prácticamente terminado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al finalizar mi turno di algunas indicaciones a mi asistente y me retiré. Fue al día siguiente cuando él volvió a romper los códigos de trabajo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Ese día le tocaba a él ir más temprano, y cuando llegué me dijo que ya había terminado el informe de la profesora.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El cuerpo de la mujer estaba listo para ser ingresado al cajón, pero cuando le quité lo manta que la cubría vi que tenía puesto un bonete hecho de cartón con dos largas orejas de burro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¿Qué se supone que es esto? ―pregunté furioso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Elías propuso que le dejáramos el bonete puesto como venganza por las cosas que le había hecho cuando era su maestra. Me contó que, cuando estaba en tercer grado, ella le había puesto unas orejas de burro como esas por copiarse durante un examen de matemática, y lo hizo sentarse durante el resto de la clase en una esquina del salón. Todos los demás niños lo apuntaron con sus índices y rieron, siendo esa una de las primeras y peores humillaciones que recibió. Incluso me dijo que quizás su vida habría sido mejor de no ser por aquella experiencia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo seguía enfadado, y a esa altura no había nada que él pudiera decirme para que yo le diera la razón. Le pedí que se retirara; que estaba despedido. Mientras salía por la puerta incluso le grité que aquel no era un trabajo para alguien como él, y que se hiciera ver por un psicólogo pues no parecía estar bien de la cabeza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Esa noche fui a un bar con unos amigos. Necesitaba hablar con el alguien del asunto. Les conté acerca de Elías y el placer que él sentía cuando fallecía alguien que le había ocasionado algún daño en su infancia. Uno de mis amigos lo conocía, habían sido vecinos, y me dijo que no le extrañaba que se comportase de ese modo. Me contó que desde chico Elías había tenido muchos problemas, en especial en la escuela. Al parecer nunca tuvo amigos, y la gente lo maltrató y se rio de él durante toda su vida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era cierto que tenía sus motivos para guardarle rencor a esas personas que le habían hecho daño, pero yo no podía tener un compañero así; en mi trabajo debemos respetar a los difuntos sin importar lo que hicieron en sus vidas; es parte del abecé de las ciencias forenses.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al día siguiente comencé la búsqueda de un nuevo asistente, aunque como dije antes, sabía que no sería una tarea fácil. Puse carteles en varios lugares, como farmacias, almacenes y kioscos; aun así, transcurrió un mes sin que apareciera un solo interesado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El día menos pensado alguien golpeó la puerta. Era Elías, y estaba sosteniendo uno de los carteles que yo había puesto. Pidió perdón por su comportamiento, y sus enormes ojos verdes se llenaron de lágrimas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Dijo que disfrutaba mucho de trabajar a mi lado, y que cada día aprendía algo nuevo. También me contó que su madre estaba enferma y que él la estaba cuidando, por lo que necesitaba con urgencia del dinero para salir adelante. Llegó incluso a confesarme que aquel trabajo era lo único bueno que había tenido en mucho tiempo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Hoy sé que no debí aceptar sus disculpas, pero en ese momento sentí lástima por él, además necesitaba un asistente con urgencia, al menos para que me ayudase con la limpieza, pues en esos días había estado con bastante trabajo y el lugar estaba comenzando a apestar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo iba a darle la mano como señal de paz, pero él me tomó por sorpresa y me abrazó con fuerza, luego dijo que me quedara tranquilo, que él dejaría el lugar impecable. Incluso me sugirió que me tomara un descanso por el resto de la tarde mientras se encargaba de todo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Cuando regresé al día siguiente vi que había hecho un excelente trabajo; debo admitir que jamás había visto la morgue tan limpia. Pero aquello no fue lo que más llamó mi atención. Lo extraño era que todos los cajones de la morgue estaban abiertos. Al principio creí que alguien había retirado los cuerpos, pero al acercarme noté que aún estaban allí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fui revisando uno por uno los cajones ocupados y verifiqué que cada difunto estuviese en su sitio. Fui avanzando en la tarea mientras esperaba que Elías llegara en cualquier momento, pero él no aparecía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Cuando estaba revisando los cajones de la hilera inferior vi que uno de ellos estaba cerrado. Terminé de confirmar que todo coincidía con lo que indicaban los registros y en ese momento se me ocurrió revisar aquel cajón. No se suponía que hubiese más cuerpos, todo estaba en orden, pero tuve un presentimiento de que allí había algo oculto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Abrí la puerta y saqué la camilla. Estaba pesada, algo o alguien la estaba ocupando. Aquella persona estaba cubierta por una sábana, y al quitarla encontré un cadáver más, uno que no estaba en la lista. Era el cadáver de Elías.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi asistente estaba rígido, congelado como si hubiese estado allí toda la noche. Más tarde confirmé que había fallecido de un infarto. Aquello era evidente, tenía un gesto de espanto como el que jamás había visto. Sus ojos se veían más grandes que nunca, y su boca estaba abierta al punto de dislocarse la mandíbula. En medio de aquel silencio, casi podía escuchar sus gritos de horror.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Jamás sabré qué fue lo que vio antes de morir o quién lo guardó en aquel cajón. Elías estaba desnudo, sin ningún tipo de marcas más que un bonete de cartón en la cabeza, con dos largas orejas de burro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-45279222781214881402024-01-30T17:12:00.002-03:002024-02-01T21:22:52.781-03:00EL CADÁVER NÚMERO 13<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH0NaA2iPjCwELrLhKc8-1mIbJH0YQ7BcSrPAND219lBKtwGv0M5SBkAGxQZ0F21UjwrsJUDtu6_WBuwPlM1HtcyxdUwVWdiAbaZ1VTzldE503yV-yAMEqKj01VkInGIgelY4f4hyphenhyphenFBlGomgoFIZvsm8pCbpQOEKSyc9V68PFFfV1nD-J7JowUH6UOiulK/s626/El%20cadaver%20numero%2013.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="418" data-original-width="626" height="291" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH0NaA2iPjCwELrLhKc8-1mIbJH0YQ7BcSrPAND219lBKtwGv0M5SBkAGxQZ0F21UjwrsJUDtu6_WBuwPlM1HtcyxdUwVWdiAbaZ1VTzldE503yV-yAMEqKj01VkInGIgelY4f4hyphenhyphenFBlGomgoFIZvsm8pCbpQOEKSyc9V68PFFfV1nD-J7JowUH6UOiulK/w435-h291/El%20cadaver%20numero%2013.jpg" width="435" /></a></div><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi nombre es Gustavo Golmayo y soy médico forense. Por once años trabajé en la pequeña morgue de El Amparo, el pueblo en que crecí, luego me trasladaron al Hospital Municipal de Santa Fe, donde trabajo en la actualidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi nuevo lugar de trabajo me sorprendió. Es amplio, luminoso, la temperatura se mantiene estable a dos grados centígrados, y tiene todo lo necesario para realizar autopsias con comodidad. Yo estaba acostumbrado a un trabajo tranquilo, donde recibíamos unos pocos difuntos al mes, pero en una ciudad como esta los cadáveres se acumulan y el tiempo escasea.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Tras una semana en Santa Fe mi compañero pidió licencia por enfermedad. El primer día en que quedé a cargo había exactamente trece cuerpos en espera. Recuerdo ese número, y no voy a olvidar esa cantidad mientras viva.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Poco después de llegar fui al baño, y al regresar vi que una de las camillas estaba vacía. La sábana que la cubría estaba en el suelo y no había ninguna señal de lo que pudo haber pasado con el individuo faltante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Había dos hileras de cadáveres, una de siete y otra de seis, y todas las camillas, con excepción de esa, estaban cubiertas con sábanas iguales. Era imposible no notar aquella ausencia; destacaba mostrando de manera incuestionable que alguien se había llevado un difunto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me tomé un momento para contar los cuerpos; eran doce, sí, faltaba uno. Me asomé al pasillo, pero no vi a nadie. Caminé para buscar al asistente que me había entregado los informes y me confirmó que habían quedado trece difuntos del día anterior. Le pregunté si estaba seguro y me lo confirmó sin vacilar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Regresé a la morgue y conté una y otra vez, de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. Luego revisé los cajones creyendo que quizás había puesto allí uno de los cadáveres; a veces uno trabaja de manera automática, olvidando incluso que trata con personas que alguna vez estuvieron dotadas de vida. Fue inútil, había un cuerpo faltante.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Tomé la planilla del día y tomé lista. Uno por uno fui verificando los presentes hasta que, efectivamente, vi un nombre en la lista cuyos restos no estaban; se trataba de una mujer joven llamada Emma S.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Revisé todo de nuevo desde el principio, pues los nervios podían estar jugándome una mala pasada. Miré los rostros de los cadáveres confirmando que eran los mismos que los de la documentación que tenía y me aseguré de que era Emma quien faltaba. Las horas volaron mientras yo no hacía otra cosa que ratificar la ausencia una y otra vez.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">A pesar del frío del lugar yo estaba sudando. A esa altura ya me había quitado el barbijo y mi respiración afanosa creaba vapores en el aire. Ya los imaginaba a todos hablando mal de mí: «Al pueblerino le quedó grande el puesto», «Aquí se viene a trabajar en serio, no como en su trabajo anterior donde no hacía más que rascarse y tomar mate».</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se pueden perder muchas cosas en un empleo, pero nunca un cadáver, de eso se trata mi tarea: de estudiarlos y conservarlos. Ellos están quietos, no es que se pueden ir caminando sin más. Pero eso era lo que parecía, que Emma se había puesto de pie y se fue a seguir con su vida como si nada le hubiera sucedido; como si nadie le hubiera avisado que estaba muerta.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi turno había terminado hacía una hora y yo seguía allí como quien busca un fantasma. Decidí irme, pues quedarme tanto tiempo fuera de mi horario levantaría más sospechas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me llevé el reporte de Emma S. a mi casa para leerlo y pasé casi toda la noche sin dormir repasando el asunto. No sé qué esperaba encontrar, tal vez solo quería conocer sobre su vida y así mostrarme más empático cuando le pidiera disculpas a su familia por el descuido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pasé la velada leyendo y bebiendo. Mala combinación. Mientras corría las hojas mi mente iba ilustrando imágenes con cada frase que leía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Emma tenía treinta y dos años, y había sido bailarina. Comencé a imaginar sus piernas bien torneadas frente a mí. Eran largas y suaves, pero de pronto se ponían de un color grisáceo, y ya no podían moverse con la gracia que lo habían hecho en vida. Su abdomen, que alguna vez fue firme, ahora estaba hinchado y abierto de par en par, con todos los órganos inertes a la vista. Leí sobre su familia; tenía padres, dos hermanos, y un novio con quien planeaban casarse, pero sus dedos sin pulso jamás portarían el anillo. Me acosté llevando el archivo a la cama y su fotografía cayó al suelo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Desperté en medio de la noche y recogí las hojas del archivo que estaban desparramadas por la habitación. Fui a la cocina a prender la hornalla. Pensé en quemar el expediente completo y así liberarme de su recuerdo; haciendo de cuenta que nunca la llevaron, negando cualquier cuestionamiento mientras la duda deambularía por los pasillos del hospital. Sería mi palabra contra la del asistente, pues yo diría que no revisé los cuerpos apenas llegué, pero que unos minutos después vi que faltaba uno y creí que él sabía dónde se encontraba. Quizás lo despedirían a él, quizás a ambos. Aunque también era probable que no sucediera nada, y que los días transcurrieran sin preguntas y yo me estaba preocupando en vano. Alejé entonces las hojas que apenas habían comenzado a ennegrecerse por el fuego y decidí seguir por otro camino.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Si alguien encontraba el cadáver y yo no tenía el expediente podría generar un problema grave, por lo que se me ocurrió un plan B, en caso de que la familia reclamase su cuerpo. Iría a buscar los restos de una mujer parecida a Emma; algún cadáver sin identificar, de los que hay muchos en una morgue tan grande como la del Hospital de Santa Fe. Pero sería una tarea muy difícil evitar que alguien se diera cuenta. No; aquel plan tampoco funcionaría.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">¡Vaya historia que el destino había escrito para la joven! La pobre falleció a los treinta y dos años de una muerte terrible y ni siquiera podía descansar en paz. Sí, toda muerte es terrible, pero en su caso más aún, si me lo permiten. Emma había sido asesinada; su cuerpo presentaba múltiples heridas de puñaladas. La habían asaltado en un callejón mientras regresaba de la academia de baile en la que daba clases a niñas pequeñas. Tal vez se resistió a un asalto, o a un abuso; no había motivos aparentes ni sospechosos. Un rato después la habían encontrado inconsciente. Cuando la llevaron al hospital ya era demasiado tarde. Había perdido demasiada sangre en el tiempo que estuvo en ese callejón y poco después fue enviada a la morgue. Mi compañero había hecho la autopsia el día anterior y solo debía esperar los resultados de unos análisis potencialmente útiles para descubrir al culpable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me senté en la sala a contemplar un punto en el vacío. Me sentía mal por mis pensamientos, por mi responsabilidad en la desaparición, y entonces continué bebiendo. Pensé entonces en confesar mi descuido, al menos hacerlo por ella. Si pedía sinceras disculpas a todos, en unos años tal vez la gente del hospital lo olvidaría, pero yo no lo olvidaría; mi error haría imposible que el asesino fuese identificado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">¿Quién habría sido el criminal? ¿Acaso era alguien del hospital?, ¿algún compañero de trabajo que se encargó de hacer desaparecer a Emma para así borrar sus huellas? Era muy difícil que un desconocido pudiera ingresar a la morgue sin ser detectado; debía ser alguien que yo conocía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los rostros de los doctores y enfermeros desfilaban frente a mí, con miradas siniestras, riendo mientras yo era acusado de negligencia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me di una ducha y preparé una jarra de café. El día sería largo, no sabía si al llegar al trabajo ya estarían todos enterados de la desaparición de la bailarina y yo tendría que llamar a un abogado laboral. Me dirigí al hospital mucho antes de mi horario de entrada, esperaba encontrar alguien escondido como un bufón entre los cadáveres, o alguna pista que me dijera quién fue el saqueador. Pero cuando llegué a la morgue todo pareció haber sido una pesadilla. Los trece cuerpos estaban en la sala. Los conté, varias veces. Eran trece, no doce como el día anterior, eran exactamente trece. Los revisé uno por uno, tomando lista otra vez, y encontré el de ella. Emma S. también estaba presente, como si nunca se hubiera ido. Era una más de su hilera, no tenía nada que la diferenciase del resto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Aquello no podía tratarse de un error, no pudo haber sido una simple distracción. Yo vi todo, vi su camilla metálica vacía brillando en su ausencia, y vi la sábana en el suelo, vacía también. Había estado toda mi jornada buscando aquel cuerpo, no había forma en que lo hubiese pasado por alto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Revisé de nuevo el cuerpo de Emma, no parecía haber sido manipulada por nadie más que mi compañero durante la autopsia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Miré a mi alrededor, volví a contar los cadáveres pensando que otro podría desaparecer en cualquier momento, repasando en mi cabeza la ubicación de cada uno, hasta que supe que no podía trabajar en esas condiciones. El alcohol, el café, los nervios…; aquella mezcla me había convertido en una marioneta de alambre llena de miedos. Abandoné mi puesto, cerré la puerta de ingreso con llaves y me acerqué a un guardia para decirle que me contase si veía alguna persona merodeando los pasillos. Le dije que yo regresaría pronto, y mientras me alejaba le grité que no dejara que nadie se acercarse al lugar. Tal vez no debí hacer eso, pero el cuerpo de la joven estaba allí, no hay problemas en despertar sospechas mientras no haya ningún crimen.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Crucé la calle y fui a la cafetería que se encuentra frente al hospital. Necesitaba algo refrescante, como la tarta de manzanas casera que allí preparan, y una bebida diferente al de mi vieja máquina que solo produce una horrible infusión que quema los granos. Me senté a tomar aquel desayuno junto a la ventana y vi la gente pasar mientras me relajaba poco a poco.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Frente a mí estaba el televisor. Cualquier cosa me habría distraído, cualquier primicia me habría hecho olvidar por un instante todo lo que había vivido en esas veinticuatro horas, pero vi algo que me hizo saltar de mi asiento para pedirle a la cajera que subiera el volumen.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Estaban mostrando una noticia de último momento, y mientras contaban lo ocurrido se veían trece fotografías de mujeres jóvenes entre las que se encontraba la imagen de Emma. Su crimen y el de las demás había sido por fin resuelto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Esa noche, mientras su cuerpo estaba desaparecido y yo sufría pensando en las consecuencias, se oyó un disparo proveniente de un departamento. La policía ingresó y hallaron el cuerpo de un hombre que había recibido un balazo en la cabeza. La puerta y las ventanas no presentaban señales de haber sido forzadas, y todo indicaba que había sido él mismo quien se quitó la vida. En el hogar del difunto hallaron pertenencias de las mujeres cuyas muertes no habían sido justiciadas. El hombre guardaba recuerdos de cada una de sus víctimas, y aquella fue la única manera en que se logró saber que él era el culpable de aquellos crímenes.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Quedé sin habla, mirando por la ventana hacia el hospital mientras el barullo a mi alrededor me ensordecía. Enseguida olvidé los rostros socarrones de mis compañeros, de quienes sospeché injustamente, y olvidé las horribles descripciones del informe de mi compañero sobre la autopsia. Ya no recordaría a aquella mujer como un cadáver en una camilla, de piel gris y fría, de órganos y miembros inertes. La recordaría a ella, a Emma, la bailarina, la instructora de la academia, que había conseguido la tranquilidad que le quitaron en vida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Volví a diferenciar los sonidos a mi alrededor y me senté a beber el té que había ordenado. De pronto vi una niña caminando junto a sus padres por la vereda, que me miró a través de la ventana. Me saludó con una sonrisa, y luego giró en el lugar, en un perfecto paso de baile.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-70981824802547918202024-01-23T19:18:00.003-03:002024-01-23T19:18:54.021-03:00EL MALIGNO<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxpqpR_lwhboQlRmQ7x7O33z5nI2f08F5H_GleMk1cGHbA5vSwY0ohVVxOS3XIAna9T1fLslnNwfH8wRUmxuk8CQocvsL2yXKUM8t4DXDOBvrO-LWFNy8kKG7TDIcgyo7K3yC0zQRTHNknK8ObEkfO3OXbjVWVOJLw4xPQmlheirS7wOoaUDXfy2CXYreb/s974/El%20maligno.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="974" data-original-width="724" height="371" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxpqpR_lwhboQlRmQ7x7O33z5nI2f08F5H_GleMk1cGHbA5vSwY0ohVVxOS3XIAna9T1fLslnNwfH8wRUmxuk8CQocvsL2yXKUM8t4DXDOBvrO-LWFNy8kKG7TDIcgyo7K3yC0zQRTHNknK8ObEkfO3OXbjVWVOJLw4xPQmlheirS7wOoaUDXfy2CXYreb/w276-h371/El%20maligno.jpg" width="276" /></a></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pasaron tres meses y veintiséis días, y no me siento mejor. Por las noches despierto a los gritos, empapado en sudor, y el dolor en mi pierna se ha vuelto insoportable. Me esfuerzo al máximo en las sesiones de rehabilitación, mientras los médicos me dicen que eso tomará tiempo. Pero no tengo tiempo, porque los días pasan, que más que avanzar, transcurren en cuenta regresiva.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">He contado esta historia a la policía, pero los del distrito están claramente comprados, o más bien, están aterrados. Cuando fui a hablarles me di cuenta de que no me ayudarían y que, si insistía, sería yo quien terminaría deteniendo. Me dirigí a otras comisarías, y todas dicen que el caso no pertenece a su jurisdicción. Debo, por tanto, arriesgarme a ir solo, como la primera vez que fui a ese lugar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ocurrió un viernes. Yo viajaba a Santa Fe al cumpleaños de mi sobrino. Mi hermana llevaba tiempo insistiéndome que fuera a visitarla; desde que se casó y fue madre, solo la había visto en dos oportunidades. Aquel fin de semana largo sería el momento propicio para ver lo mucho que había crecido el niño. Le había comprado una motocicleta de juguete, que más que juguete era una réplica exacta de una Axl Jokerson 250; la misma que utilizaba el temerario Gunner.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Llevé mi maleta al trabajo para ir directo desde allí. Mi intención era llegar a la fiesta antes del anochecer, pero el tránsito del viernes me obstaculizó la salida de la ciudad, además, apenas tomé la ruta se desató una tormenta, y debí aminorar la marcha.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto, en medio del camino, vi un árbol atravesado; fue entonces cuando la pesadilla comenzó.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Bajé de mi automóvil y observé que me sería imposible cruzarlo; el tronco estaba acostado en forma perpendicular a la calle, y esquivarlo implicaba meterme en el lodo que a esa altura era más fácil de cruzar en bote. Revisé el GPS y encontré una ruta secundaria a pocos metros por la que no me desviaría demasiado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Conduje casi una hora por ese camino sin cruzar persona alguna. Alrededor todo era plantaciones de maíz, tanto como lo permitía la vista, pero de pronto me vi envuelto por unos árboles que se cerraban formando un túnel.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ya había comenzado a oscurecer cuando crucé un segundo árbol derribado sobre el asfalto. Esa vez lo pude esquivar y seguir, pero al pasar junto a él algo llamó mi atención. Se trataba de un cráneo asomado entre las ramas. Me pareció que se trataba de la cabeza de una cabra con símbolos pintados en rojo y largos cuernos. Aquello me distrajo un instante y choqué con algo que me hizo perder el control del vehículo. Caí a una zanja y al golpearme perdí el conocimiento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Desperté en una cama que no era la mía. Mi vista comenzó a aclararse de a poco y pude mirar a mi alrededor. Se trataba de un dormitorio con paredes de madera. Todo el lugar parecía de otro tiempo. No había televisor, ventilador ni ningún aparato eléctrico, incluso había una lámpara de aceite sobre la mesa de luz.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al ponerme de pie sentí un fuerte dolor en la pierna izquierda. Entendí que me había lastimado en el accidente, y alguien me había vendado desde la rodilla hasta el tobillo. Caminé con dificultad para buscar mi bolso, que estaba junto a la ventana. Busqué allí mi teléfono celular, pero no lo encontré. Salí caminando despacio fuera de la habitación, y encontré que toda la casa era de otra época, no había refrigerador y todos los muebles eran hechos a mano. Aquello no se detuvo al cruzar la puerta; todo el barrio parecía tratarse de un pueblo medieval.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las casas se veían tan antiguas como aquella en la que desperté, y había hombres trabajando por todas partes. Estaban armando estructuras de madera con martillos y sierras de mano; no vi a nadie usar ni una sola herramienta eléctrica.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me acerqué a uno de ellos y le pregunté en dónde me encontraba, pero al darse la vuelta me eché hacia atrás. Su rostro estaba desfigurado. El lado izquierdo no estaba en línea con el otro: su oreja, su ojo, su ceja…, todo estaba varios centímetros debajo de su homólogo derecho. Aquello no parecía haber sido causado por un accidente, parecía más bien una deformidad de nacimiento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No tuve tiempo para decir nada cuando otro sujeto se acercó y también me sorprendió por su aspecto. Tenía una mandíbula prominente, escasos dientes, y su nariz era larga y puntiaguda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sospeché que aquello podía ser producto de mi imaginación, pues me sentía mareado y dolorido, entonces alguien tocó mi espalda con tal suavidad que me calmó al instante. Era una hermosa joven de cabellos rojizos, adornados con pequeñas margaritas. Llevaba un vestido blanco y unas sandalias. Tenía el rostro pecoso, ojos grandes y verdes, y me regaló una sonrisa de esas que ya no se ven en el mundo citadino.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Me alegra que despertaras ―me dijo―. Tuviste un accidente con tu automóvil. Estuviste inconsciente durante dos días; mi familia y yo te hemos estado cuidando. Mi nombre es Elvira.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Elvira me ayudó a regresar a su hogar y volví a acostarme. Luego se sentó a mi lado y me contó que vivían en una comunidad que se mantenía apartada de la tecnología moderna, y que era la primera vez que hablaba con alguien del mundo exterior.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Apoyó su mano en la mía y volvió a sonreír de un modo puro. Yo me perdí unos segundos en su mirada, pero de pronto sentí como si un cerdo me hubiese olido el cuello. Al darme la vuelta vi a otra joven muy diferente a Elvira; caminaba como un simio, tenía el rostro deforme, y en sus escasos cabellos, también rojizos, llevaba un moño blanco.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Ella es Gigi ―dijo Elvira―, mi hermana gemela. Creo que le agradas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego lanzó un trozo de pan al suelo y Gigi se lanzó sobre él.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El dolor en mi pierna volvió a atacarme, sentía como si me la estuvieran quemando, y pregunté si tenían calmantes y antibióticos. Elvira me explicó que me habían puesto hierbas silvestres que evitarían la infección, pero no tenía más calmantes para darme que un poco de hidromiel. Enseguida regresó con un vaso y yo le pregunté por mi teléfono celular y mi automóvil. Me contó que lo habían remolcado y un mecánico lo estaba reparando. Luego se retiró para ver si hallaba mi celular.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me quedé acostado, sin nada que hacer más que mirar aquella habitación que parecía haber salido de un cuento clásico de brujas. Frente a mí había un escritorio de madera con velas y un tintero con pluma. A un lado vi un pequeño armario, también de madera. Pronto me di cuenta de que no estaba solo; Gigi seguía allí, en cuatro patas, con los ojos clavados en mí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo no deseaba hacer contacto visual, pero ella no paraba de mirarme, y dije algo para cortar la tensión:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Hola, Gigi. Gracias por cuidarme.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ella solo hizo sonidos guturales y permaneció firme sin quitarme la vista de encima. Gigi también llevaba un vestido blanco como el de su hermana, pero éste estaba cubierto de tierra, al igual que sus manos y sus pies descalzos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Elvira regresó y me presentó a sus padres. Tenían cabellos tan rojos como los de sus hijas, y las mismas pecas en el rostro. Su padre estrechó mi mano y me entregó mi teléfono diciendo que así estaba cuando lo encontraron. Tenía la pantalla rota y no encendía. Pronto se retiraron para continuar trabajando en la construcción del nuevo granero, y me dijeron que más tarde se acercaría el mecánico del pueblo para explicarme la situación de mi automóvil.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No tenía nada que hacer en esa habitación más que dormitar mientras la hidromiel hacía su efecto. Un rato después abrí los ojos y allí continuaba Gigi.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué edad tienes? ―le pregunté.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ella solo respondió con rugidos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego se acercó a mí, y comenzó a tocarme las orejas, la nariz y los labios mientras respiraba afanosamente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo estaba aterrado, no quería empujarla, pero tampoco deseaba tenerla encima de mí. Le pedí entonces que me pasara mi bolso y enseguida busqué algo para darle y mantenerla entretenida, entonces vi el regalo que había comprado para mi sobrino. Era tarde para ir a su cumpleaños, así que decidí darle a ella la pequeña motocicleta; probablemente aquel sería el primer juguete que tuvo en su vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al darle la caja abrió sus ojos verdes, parecidos a los de su hermana, solo que uno era más pequeño que el otro. La joven no sabía siquiera que debía romper el papel para ver lo que había dentro, y debí abrirlo para ella.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comenzó a reír mientras la saliva le caía por la comisura de sus labios torcidos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Es una motocicleta ―le dije―. Era un regalo para mi sobrino, pero ahora es tuya. Luego compraré otra para él.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Apoyó la moto en el suelo y no supo qué más hacer. Entonces moví mi mano para que me imitara.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Brumm, brumm ―le dije―. Muévela así.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pronto me imitó y comenzó a jugar con ella mientras sus luces encendían y apagaban, y yo pude seguir durmiendo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al despertar no había nadie en la habitación, grité el nombre de Elvira, pero no apareció, esperé un rato hasta que decidí salir de allí. Tampoco había gente en la cocina, y al salir de la casa vi que estaba por oscurecer.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Caminé hasta la siguiente edificación donde encontré mi vehículo. Se notaba que nadie había estado trabajando en él, ni siquiera habían quitado la rueda que estaba doblada hacia adentro a causa del choque.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estaba comenzando a planear una huida, pero alguien me golpeó en la cabeza.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Volví a despertar en la cama de antes, solo que esa vez estaba amarrado a ella. El lugar estaba iluminado por múltiples velas, y de pie frente a mi había una mujer con una túnica blanca que llevaba en el rostro un cráneo de una cabra con largos cuernos. Pronto se lo quitó y no era otra que la bella Elvira.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo aún estaba dolorido y apenas consciente de lo que ocurría, pero pude ver que dejó caer al suelo la túnica quedando desnuda. Tenía senos firmes, cintura estrecha y anchas caderas. Habría sido maravilloso pasar la noche con ella, pero su actitud no era la misma que cuando la conocí. Su sonrisa era maligna, y tomó un recipiente en el que introdujo sus dedos. Luego se pintó símbolos con sangre en el rostro y en los senos, mientras me contaba lo que haría conmigo:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Voy a usarte esta noche ―me dijo―. Soy la indicada para ser la madre del elegido. Tu no serás más que un instrumento; esta misma noche te sacrificaremos para que el padre de la criatura sea mi amo y señor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Intenté soltarme, pero estaba bien amarrado. Grité, pero fue en vano, estaba a su merced.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo seguía mareado por el golpe en la cabeza, y mientras Elvira se movía sobre mí tuve terribles visiones. En ellas vi rostros deformados, vi bestias con cuernos caminando en dos patas como si fueran humanos, vi infiernos en llamas repletos de almas suplicantes y hasta vi a Gigi asomándose tras la puerta, espiándonos mientras su hermana jadeaba fuera de sí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Elvira obtuvo lo que deseaba y volvió a ponerse su túnica blanca. Yo sabía que tenía poco tiempo, era de noche, y estaba claro que pronto me irían a buscar para llevarme a la ceremonia en la que yo sería sacrificado. No tenía modo de escapar, estaba inmovilizado, pero entonces Gigi regresó.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Ayúdame, Gigi ―le dije―; por favor. Tienes que sacarme de aquí. Soy tu amigo, te regalé la motocicleta. Brumm brumm, ¿recuerdas?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La joven se acercó y otra vez me olió como un animal por un instante y luego me desató.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me puse de pie y al intentar vestirme sentí que me estaban arrancando la piel de la pierna. Tuve que quitarme la venda para ver mi herida. Al hacerlo vi que estaba abierta y cubierta de gusanos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gigi me hizo un gesto para que la siguiera. No tenía tiempo para hacer nada con mi pierna en ese momento así que solo la vendé otra vez.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Salimos de la casa y a lo lejos había una fogata con unas treinta personas vestidas con túnicas negras. Solo Elvira vestía de blanco.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Con Gigi nos alejamos sin hacer ruido, y me guio hacia un galpón detrás de su casa. No había luces más que la de la luna, y dentro del galpón todo era penumbras. Entonces ella apuntó a un objeto que no logré distinguir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En ese momento oímos gritos a los lejos; me habían descubierto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Gigi desapareció en la oscuridad y quedé a solas. Me dirigí entonces al objeto que ella me había señalado y vi que estaba cubierto por una manta; debajo de ésta hallé una motocicleta. Era similar a la de juguete, pero real; una Axl Jokerson llena de tierra que tenía las llaves puestas. Me subí, cerré los ojos y pedí al cielo que arrancase, y enseguida lo hizo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hui de aquel pueblo maldito mientras escuchaba que corrían detrás de mí, pero pronto me alejé de ellos y atravesé un bosque que me sacó a un camino de tierra entre medio de dos plantaciones de maíz.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Conduje sin parar durante kilómetros, deseando que el sol se asomara por el horizonte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ahora solo pienso en recuperarme para poder ir a enfrentarlos; no puedo permitir que críen a un niño en un sitio como ese. Espero no haber sido solo un instrumento aquella noche, y que el padre de la criatura no sea en realidad ese al que Elvira llama “su amo y señor”.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-29434189887236286382024-01-01T19:48:00.002-03:002024-01-05T03:58:57.496-03:00DESCUBRIENDO AL SEÑOR JONES<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiInfVb4E5u6V3aO7y7rT7PXcpwbIx83jAB7pSaoAyAKmArfPUAXWDQupPLGhjCRULPUHxUZdK4wGBrILDU0YFaPKS6YXEbG3BlmPYyq5I2wfjWMvWvzg5RuqFVNhX6QvLDTZK3dt4XCMZSnR9dxEZeqzwoBfVyu_O2f4grUu9dsYUzFUuEFKpi5OuE-gkH/s644/Se%C3%B1or%20Jones.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="644" data-original-width="644" height="371" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiInfVb4E5u6V3aO7y7rT7PXcpwbIx83jAB7pSaoAyAKmArfPUAXWDQupPLGhjCRULPUHxUZdK4wGBrILDU0YFaPKS6YXEbG3BlmPYyq5I2wfjWMvWvzg5RuqFVNhX6QvLDTZK3dt4XCMZSnR9dxEZeqzwoBfVyu_O2f4grUu9dsYUzFUuEFKpi5OuE-gkH/w371-h371/Se%C3%B1or%20Jones.jpg" width="371" /></a></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo llevaba tres meses trabajando en la empresa de transporte cuando me asignaron al Señor J. Solo digo su inicial porque estoy seguro de que a él no le gustaría que revelara su identidad. De todas maneras, es probable que ni siquiera nos haya dado su verdadero nombre. Tal vez comience con otra letra, no lo sé, pero en la empresa lo llamábamos así: Señor J., o a veces también, Señor Jones.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La agencia en que trabajaba era de limusinas y automóviles de lujo; un lugar exclusivo para clientes acaudalados a los que les gusta viajar con estilo, precisamente como el Señor Jones.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fui a buscarlo a su casa un sábado por la noche. Era una mansión ostentosa, rodeada de pinos, con columnas de mármol y una puerta de entrada que se extendía por varios metros. Yo apenas me estaba acostumbrando a ver aquellas personalidades, pero nadie podría acostumbrarse a alguien como él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Esa primera noche vestía un traje negro con finas líneas en bordó; un traje hecho a medida que destacaba su cintura de atleta y sus anchos hombros. Parecía tener dos décadas más que yo, pero estaba en perfectas condiciones físicas. Tenía cabello negro bien peinado y una barba incipiente delineada al detalle. Tuve la sensación de ser el chofer de una estrella de cine.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Apenas ingresó a la limusina subió el vidrio espejado que dividía la cabina. Supe entonces que el Señor Jones apreciaba su privacidad.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Llegamos a un bar, y tuve que leer de nuevo la dirección porque creí que no era el sitio correcto. Había imaginado una fiesta en un edificio clásico del centro de la ciudad, pero no había otra cosa alrededor más que ese lugar al que nadie llegaría en limusina. De pronto él habló por el comunicador: «Sí. Es aquí».</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Descendí y abrí su puerta, y al ponerse de pie se acomodó el saco con sumo cuidado:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Espérame un momento ―me dijo―. Regreso enseguida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me senté de nuevo al volante y minutos más tarde lo vi regresar con una señorita rubia. La muchacha era apenas mayor de edad, y lo abrazaba como si fuesen recién casados.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La empresa no me había dado más indicaciones, y esperé a que sea él quien me diera una nueva dirección a la cual conducir, pero solo me pidió que lo llevara otra vez a su hogar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Durante la semana hablé con algunos de mis compañeros acerca del Señor J., tenía curiosidad por saber a qué se dedicaba y si era o no casado, pero todo lo que oía de él estaba envuelto en rumores y misterio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El sábado siguiente también me tocó ser su chofer. Esa segunda noche estaba vestido otra vez como para ir una entrega de premios; con un traje azul eléctrico de vivos plateados. Traía consigo un bastón de tipo ornamental, y sus dedos estaban cubiertos de anillos de gran tamaño. Fuimos a otro sitio: Un pub para el que, otra vez, él tenía demasiada elegancia.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Espérame un momento. No me tardo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Imaginé que iría a buscar a la joven de la primera noche, pero enseguida regresó con una joven de cabello negro que era tan o más bonita que la rubia de la semana anterior. Ella también se veía enamorada, y subieron a la limusina entre risas, tomados de la mano.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La velada me dejó más preguntas que respuestas. Pensé en un momento que las contrataba, pero ellas lo miraban como si lo conocieran desde antes. De todas maneras, no me cerraba el hecho de que fuese a buscarlas en limusina, vestido de esa manera. Había algo muy extraño en el Señor Jones.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El tercer sábado que lo fui a buscar tuve un atrevimiento. Lo conduje a un nuevo bar, de la misma clase que los otros dos, y al llegar le pedí permiso de ingresar con él para pasar al baño.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era un sitio poco concurrido y algo descuidado, de estilo industrial; no se veía en absoluto como un lugar al que asistiría alguien como él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Está algo vacío ―le dije―. ¿Prefiere que lo lleve a otro lugar?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El Señor Jones giró hacia mí y me habló con el tono profundo de alguien que narra una fábula:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―El pájaro es quien madruga para atrapar al gusano; el gato prefiere la luna.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En ese momento sonaba un éxito de rock alternativo de los 90.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Me gusta esta canción ―dijo él―. ¿Es nueva?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No podía creer que no la conociera.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Más o menos… ―le dije.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">De pronto comenzó a mover la cabeza y luego los hombros. Caminó hacia el interior del lugar dando pasos al ritmo. Luces de todos colores lo rodearon y se reflejaron en sus zapatos recién lustrados. Avanzó chasqueando los dedos, algo que me pareció fuera de lugar al principio, pero lo hacía con tanta gracia que sin darme cuenta empecé a moverme también.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El Señor Jones bailaba como si nadie lo estuviera mirando, pero todos lo estaban mirando. Daba vueltas en la pista mientras los reflectores lo seguían como si de una rutina de baile se tratara. De pronto sonrió con los ojos cerrados. Creo que yo también sonreí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al terminar la canción se acercó a la barra y pidió una botella de vino. Tardó en elegir la bodega; era evidente que buscaba la mejor botella que tuvieran disponible. Yo fui al baño rápido, solo para fingir; lo cierto es que solo quería verlo en acción.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al regresar lo vi apoyar una copa vacía sobre la barra; había vaciado una botella entera de vino y se veía más radiante que al llegar. Observó a su alrededor como si todo el sitio le perteneciera. Tenía la actitud que tendría Dios o el Diablo si decidieran pasar una velada con los humanos. Yo también miré a las jóvenes del lugar, hasta que mis ojos se posaron en una hermosa morena de cabello rizado que reía rodeada de amigas en una mesa del fondo. De inmediato sentí que era perfecta para él, y cuando me volví hacía la barra vi que él también la estaba observando. Lejos de quedarse sentado, su absoluta fe en sí mismo lo hizo caminar hacia ella sin tropiezos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fue magnético. Se acercó y le dijo algo al oído, y ella se puso de pie abandonando a sus amigas para sujetarse del bien formado brazo del Señor Jones.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Enseguida corrí para abriles la puerta del bar y luego la puerta de la limo. Conduje por la ciudad mientras la gente intentaba en vano mirar a través de las densas ventanillas, con deseos de saber quién viajaba con tal ostentación. Pronto llegamos a su mansión y el Señor Jones se despidió de mí sin pérdida de tiempo, mientras llevaba del brazo a su acompañante que se veía ebria de amor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Para el siguiente sábado pensé en preguntarle acerca de su éxito con las mujeres. Yo me casé de muy joven, y soy un hombre de familia, pero moría por saber qué palabras usa él cuando conoce a una muchacha. ¿Acaso les habla de su fortuna? ¿O les dice que tiene una limusina esperándolos en la puerta? Ese día estaba decidido a hacer un comentario, pero al llegar a la agencia me dieron una noticia que me hizo olvidar todo el asunto. Me dijeron que el vehículo que solía manejar estaba siendo reparado. El arreglo de frenos tardaría varios días por lo que me asignaron un automóvil.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era lujoso también, un auto señorial que cualquiera habría creído que iría bien con el Señor Jones, pero yo estaba seguro de que no le iba a gustar en absoluto. Insistí en la empresa, pero las otras dos limusinas tampoco estaban disponibles; una estaba siendo pintada y la tercera estaba contratada por toda la semana.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Cuando el Señor Jones vio el vehículo ni siquiera me saludó:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¿Qué es esto? ¿Una broma?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Perdón, señor; la limusina está en el mecánico. Debieron llevarla hoy para hacerle los frenos, y las otras que tenemos no estaban disponibles. Este es un muy buen auto, se lo prometo, no tiene nada que envidiarle al vehículo de siempre. Le haremos además un importante descuento por las molestias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―El dinero no es problema; esto es una falta de profesionalismo. Vuelve el próximo sábado y trae el vehículo que contraté.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al siguiente fin de semana mi limusina estaba lista. Antes de ir a buscar al Señor Jones tomé la aspiradora y la pasé cuidadosamente por los asientos y por la alfombra. Luego tomé un paño y limpié los cristales y los detalles en cromo. Hasta tomé un aerosol que reviviera el brillo a los neumáticos. Debía asegurarme que todo fuese perfecto para mi peculiar cliente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al estacionar en la puerta de su casa vi que el Señor J. estaba esperándome en la vereda. Hasta ese momento siempre lo vi relajado, pero ese día temblaba de ansiedad. Las dos semanas sin mujeres que sacien sus necesidades lo habían envejecido. Su piel estaba resquebrajada, y su cabello mostraba largas raíces canas. Apoyó sus manos en el vehículo, y vi que tenía las uñas largas y partidas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No me salieron palabras, solo pisé el acelerador y hui de allí para siempre. Mientras me alejaba atiné a mirar el espejo retrovisor para ver al Señor Jones por última vez, pero no logré encontrar su reflejo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de renunciar a la empresa de transporte conseguí otro trabajo cerca de su barrio. He caído en la tentación de pasar por su puerta más de una vez, pero jamás paso de noche. Solo conduzco frente a su casa si aún es de día. Me siento seguro con el sol allá en lo alto; sé muy bien que el Señor Jones prefiere la luna.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-20724700578851129202023-12-19T03:37:00.002-03:002023-12-19T03:37:39.088-03:00LA NIÑA QUE ALIMENTÓ AL DIABLO<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: large;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjHvGS-ZcpG5jam8sh5HE7w8-jBPBErmUm1fvNOVLoVSANDqkG-CdNKRZf1tlzXy_OOHJ8FQLG-QeI5NyrZkPr_aJ751SRcNuxUd_rAzotDIyW6-JA81H4EDDst1qXEPRVLdvurvU9i69fKqXPRvfkAGef2x-MWAeFCHPF21vgApc_AMEafoByeQsIttEs/s1294/387170264_847296150110273_7707100466773375300_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1294" data-original-width="941" height="407" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjHvGS-ZcpG5jam8sh5HE7w8-jBPBErmUm1fvNOVLoVSANDqkG-CdNKRZf1tlzXy_OOHJ8FQLG-QeI5NyrZkPr_aJ751SRcNuxUd_rAzotDIyW6-JA81H4EDDst1qXEPRVLdvurvU9i69fKqXPRvfkAGef2x-MWAeFCHPF21vgApc_AMEafoByeQsIttEs/w296-h407/387170264_847296150110273_7707100466773375300_n.jpg" width="296" /></a></div><br /><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el extremo sur de San José, al otro lado del río, hay una casa que ha desatado la imaginación de todo un pueblo. Se trata de una edificación vieja, con problemas de humedad desde la época en que la zona se inundaba. Tiene frente de madera, techo a cuatro aguas, no es grande ni pequeña. Una casa común, dirían quiénes no conocen su historia. El lugar estuvo abandonado por décadas, desde que yo era pequeño, pues allí vivió un hombre que supuestamente vendió su alma al Diablo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo apenas tengo esbozos de recuerdos de lo que se vivió en esos tiempos, recuerdos que se tergiversan con las diferentes versiones de los hechos que circulan. Se dice que, cuando aquello ocurrió, el sujeto tenía más de cuarenta años y vivía con sus padres. Ellos estaban jubilados y no salían mucho, por lo que la gente tardó en darse cuenta de su ausencia. Cuando el pueblo se enteró, habían pasado varios días y era demasiado tarde para salvarlos. El hombre los había atado para devorarlos en vida trozo a trozo. A juzgar por las velas y otras pruebas de los rituales que allí se habían ejecutado, él había entregado su alma, pero no obtuvo lo que esperaba; el hombre había sido convertido en una bestia, en un monstruo sin conciencia; un esclavo que vivía para satisfacer los morbosos caprichos del Príncipe de las tinieblas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No sé qué ocurrió con aquel sujeto. Algunos dicen que la policía lo mató cuando intentó escapar, o quizás se entregó, y un oficial enloquecido por la escena le disparó sin pensar. Es que ese escenario de pesadilla debió ser demasiado para la vista. Dos cuerpos desnudos atados en sillas, uno junto al otro, con jirones faltantes por todo el cuerpo, devorados hasta el punto en que quedaron huesos expuestos. La pareja falleció de camino al hospital a causa de las torturas y múltiples infecciones. A veces me pregunto en qué momento se habrán rendido y habrán comenzado a implorar la muerte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Existe la versión de que el hombre fue enviado a prisión perpetua, o a un hospital psiquiátrico donde podría seguir vivo; hoy tendría unos setenta u ochenta años, y es probable que los tratamientos y medicinas terminaran de borrar de su mente las atrocidades cometidas. Las versiones de lo que ocurrió con él se multiplican a medida que pasa el tiempo, y hasta he escuchado el relato de que desapareció en su celda en una bola de fuego, de la que solo quedó un pentagrama de cenizas trazado en el suelo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La historia se convirtió en leyenda, y los jóvenes comenzaron a ir por las noches al lugar abandonado para vandalizarlo, hasta que los vecinos se encargaron de poner una cerca. Nadie volvió a ocupar esa casa hasta el día en que una viuda y su hija llegaron al pueblo; sus nombres: Lucía y Jazmín.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jazmín era una chica inteligente y entusiasta, que enseguida se hizo amiga de todos sus compañeros de curso. Como profesor no está bien que lo diga, pero si alguna vez tuve una estudiante preferida, esa fue Jazmín.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Soy profesor de ciencias naturales en la escuela primaria. Soy, por tanto, un creyente de que todo tiene una razón de ser, absolutamente todo tiene una explicación racional. Eso es lo que profeso, eso es lo que enseño a mis alumnos. Pero cuando de esa casa se trata, aquello que mis referentes sostienen tiembla, y termino pronunciando palabras que jamás creí saldrían de mis labios, como que hay cosas que no se rigen por las leyes físicas, y que el universo no es del todo cognoscible para el ser humano.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El primer día que Jazmín asistió al colegio se destacó. Cuando se presentó frente a la clase recibió burlas de algunas compañeras, pues era poco desarrollada para su edad. Yo las callé y ella pronto comenzó a perder la timidez y a mostrar su elocuencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esa misma clase llamó la atención de todos por sus saberes. Yo miraba alrededor a ver si alguno de mis antiguos alumnos contestaba a mis preguntas sobre temas de los que habíamos hablado decenas de veces, pero era ella quien contestaba primero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tuve la oportunidad de conocer a Lucía, su madre. Llegó con el cabello suelto, labios en rojo y un vestido floreado ajustado en la cintura; mucho más corto de lo que lo suelen usar las otras madres de los estudiantes. Entró al aula para la reunión de padres que hacemos luego de las primeras dos semanas de clases, y yo la llené de elogios por el modo en que había educado a su hija. También la habría elogiado por cómo le quedaba el vestido, pero como profesor no está bien que lo diga.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jazmín se adaptó sin problemas a la escuela, sin duda era la más inteligente del curso y, sobre todo, le encantaba aprender en las clases de ciencias. Es por esos motivos que enseguida noté que algo le estaba sucediendo. Comencé a verla distraída, alienada, y a las pocas semanas dejó de jugar en los recreos con los otros chicos y a esconderse en sí misma. Había días en que se veía muy cansada, como si no hubiese dormido en toda la noche, y hasta me dijeron que en una oportunidad se quedó dormida en la clase de matemática.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día del examen llegó y ella ni siquiera tomó su lápiz. Todos los demás entregaron sus hojas y ella seguía con la suya en blanco. Cuando me dio su examen la llamé y le pregunté qué le pasaba, ya que no esperaba menos que un diez en su evaluación. Jazmín se encogió de hombros, mostrando que le daba lo mismo la calificación. Le dije que si algo le estaba ocurriendo podría hablar conmigo o con algún otro profesor, y que le daría otra oportunidad para rendir, pero ella volvió a encogerse de hombros. Al final hizo un gesto de agradecimiento y se retiró. A partir de entonces la vi como en caída libre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Durante el almuerzo se sentaba sola, y comía tres y hasta cuatro platos. Iba al colegio con la ropa sin planchar, y solía jugar juegos extraños en soledad. En una ocasión la vi metiendo lombrices en un frasco. «Es para mi jilguero», dijo cuando la descubrí. Su curiosidad no había menguado, aunque no tanto por las clases en sí. Solo alzaba la mano para hacer preguntas que poco tenían que ver con el contenido que estábamos estudiando. Me preguntó, por ejemplo, qué ocurre si uno persona deja de ver la luz del sol por muchos días, y en otra oportunidad deseó saber si los animales sienten dolor del mismo modo en que lo sentimos las personas. Luego de eso no dudé que fue ella la culpable de la desaparición Boris: un cobayo negro que vivía en la pecera del aula y era la mascota del curso. Ese mismo día hablé con la asistente social de la escuela.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente la asistente social se dirigió a la casa de Lucía y Jazmín, la vieja casa que alguna vez fue escenario de los más terrible que ocurrió en la historia de San José. Me contó que golpeó la puerta repetidas veces hasta que Jazmín se asomó a la ventana y dijo que estaba sola, que su madre había salido, y a pesar de la insistencia no le permitió ingresar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Decidí averiguar más sobre el modo de actuar de la joven y pregunté a la bibliotecaria qué libros había estado pidiendo prestados. Me dijo que pidió varios libros de terror y misterio; no de relatos fantásticos, precisamente, sino más bien sobre mitología y narraciones de hechos sin explicación. También pidió tomos religiosos, pero por no tener un motivo escolar para llevarlos, no se los otorgaron.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esa semana Jazmín apareció con un moretón en el ojo y entonces la asistente social decidió dirigirse a su hogar con la policía, con la intención a ingresar a la fuerza si fuese necesario, y yo me ofrecí a acompañarlos. Ocurrió lo mismo que la vez que fue la asistente sola: llamamos a la puerta y nadie atendió, hasta que Jazmín se asomó a la ventana y nos pidió que por favor nos retirásemos. La niña dijo que su madre estaba enferma y estaba durmiendo. Los oficiales tenían la orden de ingresar al domicilio, yo estaba de acuerdo, era evidente que había algo que estaba escondiendo, algo que debíamos detener de inmediato.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jazmín gritó pidiendo que nos fuéramos, pero los policías rompieron la cerradura. La asistente social pidió hablar con la madre de Jazmín, pero ella insistió en que seguía dormida. Finalmente, la niña se quebró:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡No se la lleven, por favor! Yo la estoy cuidando, pronto volverá a estar como antes.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A medida que nos acercamos al dormitorio, comenzamos a sentir un hedor espantoso; extraño para el resto de la casa, que se veía bastante limpia y ordenada. Frente a la puerta de la habitación el olor se volvió insoportable. La asistente social me miró:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Es carne podrida?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Azufre ―dije sin dudar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jazmín se acercó a mí y me abrazó mientras uno de los oficiales abría la puerta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lo que vi en ese momento hizo que todo lo que mis referentes sostenían temblara; todos mis valores, todas mis creencias, se derrumbaron cuando los oficiales abrieron la puerta de la habitación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el dormitorio había una mujer encadenada del tobillo a la estufa, tenía sangre y vómito en su rostro y en sus manos, no tenía labios, y sus dientes estaban a la vista, amarillentos, con saliva burbujeante cayendo a cada lado. Tenía el cuerpo magro con todos los músculos estaban contraídos, y sus dedos se retorcían mientras intentaba liberarse de la cadena. El suelo estaba cubierto de inmundicia, pero aún se veía un enorme pentagrama trazado en cenizas. Aquella criatura habría sido irreconocible si no fuese por su vestido floreado, que alguna vez le quedó ajustado en la cintura.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lucía, o lo que quedaba de ella, no hablaba, solo gritaba frases incomprensibles mientras los oficiales la apuntaban y Jazmín lloraba con el rostro hundido en mi pecho. Fue en ese momento en que sucedió algo cuya realidad se va tergiversando, y las versiones se van multiplicando a medida que transcurre el tiempo. Las cenizas del pentagrama comenzaron a incendiarse mientras Lucía se movía como un animal rabioso. Su voz se oyó grave y profunda, y sus ojos brillaban mientras la carne de su tobillo comenzaba a desprenderse. En ese momento me alejé por el pasillo, y abracé con fuerza a Jazmín para protegerla. De pronto oímos un disparo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esa noche debí testificar por lo ocurrido, y pronuncié palabras que jamás creí saldrían de mis labios, como que hay cosas que no se rigen por las leyes físicas, y que el universo no es del todo cognoscible para el ser humano. Lo cierto es que la situación me dejó perplejo, y apenas tuve la reacción de alejarme para cuidar de Jazmín. Al final no pude decir si el disparo fue o no en legítima defensa, y si la mujer logró soltarse antes de que la mataran. Solo sé que ella ya no volvería a ser la de antes; hacía mucho tiempo que había dejado de serlo. Cuando comenzó a adorar al Diablo, torturó a Jazmín hasta que ésta, en una oportunidad la encadenó y alimentó a esperas de una mejora. Pero eso nunca ocurrió, la mujer había sido convertida en una bestia, un monstruo sin conciencia, una esclava que vivía para satisfacer los morbosos caprichos del Príncipe de las tinieblas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-45876558100031737592023-11-20T16:56:00.006-03:002023-11-20T16:56:59.712-03:00CAZADOR DE BRUJAS<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: large;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuVEQDrHfFTFxNcIRb6aCAkQlrLVLy83Gx4BQVrZf50uifgNBiIHNIAGjwSV-9hoHkph1f01p3O7DPdHSsO-4UU-lvyiztam9jfgRz7nQNJVdTC9y-frKIHz-hFrmvNgBFVxbYMzP6hfy35UaSb4Itsb_9TutrfBYJW41h3lnzSKeWNWLghJpOoGEY1FIG/s1684/witch%20hunt.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1684" data-original-width="1684" height="378" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuVEQDrHfFTFxNcIRb6aCAkQlrLVLy83Gx4BQVrZf50uifgNBiIHNIAGjwSV-9hoHkph1f01p3O7DPdHSsO-4UU-lvyiztam9jfgRz7nQNJVdTC9y-frKIHz-hFrmvNgBFVxbYMzP6hfy35UaSb4Itsb_9TutrfBYJW41h3lnzSKeWNWLghJpOoGEY1FIG/w378-h378/witch%20hunt.jpg" width="378" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel recorría sus tierras decepcionado. Había cultivado una hectárea entera para solo cosechar una cesta de nabos; aquel sería un invierno más duro que el anterior.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Con las gallinas no tendría mejor suerte. Cada día las veía más delgadas, y no era extraño encontrar los restos de una que había sido devorada por un zorro la noche anterior.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El pueblo estaba maldito, él lo sabía, todos lo sabían. Algunos simulaban que no era así, y decían que solo era cuestión de mantenerse firmes. María Inés, su esposa, se mostraba convencida de que aquello no era más que una mala temporada, y que pronto llegaría a su fin.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«Este pueblo está condenado», dijo Abel mientras dejaba caer la canasta de nabos sobre la mesa. Las hortalizas rodaron hasta que algunas cayeron al suelo, y su mujer las recogió en un intento de alentar a su marido. Esa tarde Abel convocó a todos en asamblea para buscar una solución.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el pueblo lo respetaban mucho; era un hombre habilidoso de veinticuatro años, que ya había superado la mitad de la esperanza de vida de aquellos tiempos. Las treinta familias que conformaban el poblado se reunieron, y él fue el primero en tomar la palabra:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―He vivido en este lugar toda mi vida y jamás imaginé que se convertiría en lo que es hoy. Las plantaciones se pudren, los animales adelgazan y la gente enferma de pestes. La maldición está creciendo. Cada año está más nublado; no he visto el sol en semanas. El suelo está negro, como el de un pantano. Con mi mujer hemos intentado tener familia, pero no lo hemos conseguido. ¿Cuándo fue la última vez que una mujer quedó encinta en este pueblo? Es hora de enfrentar aquello que nos está sumiendo en la oscuridad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los pueblerinos sabían a qué se refería Abel; estaba hablando de la bruja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando propuso ir a matar a la malvada hechicera recibió mucho apoyo, pero algunas mujeres dijeron que aquello era demasiado peligroso. Comenzaron a debatir hasta que se escuchó la tos convulsa de un niño mal alimentado, lo que enardeció aún más a los que estaban decididos a correr el riesgo. De pronto tomó la palabra el viejo herrero:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Debemos hacer algo con urgencia! ―dijo―, he enterrado a dos de mis hijos este año y no seguiré de brazos cruzados.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel buscó voluntarios que lo acompañasen, pero muchos estaban débiles a causa de diferentes enfermedades. Finalmente fueron cinco los que se le unieron para la travesía: su hermano menor Pedro, el herrero junto con su hijo Tino, y los gemelos Bordón, que no eran muy listos, pero eran muy entusiastas al momento de participar de una aventura.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente se equiparon con escopetas, machetes y rastrillos. Al despedirse, el sacerdote oró por ellos y les entregó crucifijos y botellas de agua bendita.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Eran la última esperanza de aquel pueblo famélico y, entre las lágrimas de todos, fue el pequeño Tino quien prometió sonriente que regresaría con la cabeza de la bruja en un costal.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Partieron al ponerse el sol. Deseaban cruzar el bosque durante la noche y llegar al amanecer; horario en que mengua el poder de la magia oscura. Debían moverse a prisa; el bosque norte era un sitio terrible y nadie se atrevía a acampar allí. Su madera no era utilizable; los árboles crecían torcidos y no alcanzaban más que unos pocos metros antes de secarse. Los pies se hundían en el suelo inerte, y cada paso era como caminar cien metros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando estaban a mitad de camino aparecieron tres lobos. No eran lobos comunes; se notaba en su mirada que fueron enviados por la hechicera. Sus ojos eran rojos, brillantes como brasas del infierno, y su gruñir mostraba una maldad jamás vista en el reino animal.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los hombres dispararon con sus escopetas, pero los lobos fueron más rápidos. Solo Pedro logró acertar a uno de ellos, que cayó muerto al instante. Las otras dos fieras saltaron sobre uno de los gemelos Bordón, y los demás cazadores las atacaron con sus rastrillos y machetes, pero una de ellas logró morder al hombre en el cuello, y éste falleció ahogado en su propia sangre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los cinco hombres restantes hicieron unos minutos de silencio y lo enterraron allí mismo. Luego continuaron con la misión movidos por el amor a sus familias, sabiendo que aquello era un viaje de ida al fin del mundo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La luna no volvió a salir por el resto de la noche, y una lluvia ácida cayó sobre los héroes que se cubrieron con sus gorros y chaquetas, avanzando al unísono en aquella marcha fúnebre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Llegaron al arroyo que desembocaba en el río Pombo; unas aguas que en los últimos años se habían contaminado. No había puentes, y debieron hundirse hasta la cintura para cruzarlo. Algunos se quitaron las botas, otros prefirieron conservarlas por miedo a las rocas filosas y a las picaduras de insectos acuáticos. Pedro fue el último en cruzar, y al ver que los demás cruzaron sin problema, decidió quitarse las botas de cuero para no mojarlas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el medio del arroyó sintió un fuerte dolor en el tobillo, y vio entonces alejarse a una anguila de color verdoso. Pedro echó un grito al cielo. Continuó como pudo hasta llegar al otro lado, enceguecido de dolor, y los demás debieron ayudarlo a subir a la orilla. Allí se recostó; la pierna se le había puesto azul al instante y no paraba de sangrar; la anguila le había arrancado un trozo de carne. El herrero le hizo un torniquete debajo de la rodilla para frenar la hemorragia, y debieron improvisarle unas muletas para que pudiera llegar a destino. Pedro continuó avanzando, pero los demás sentían que habían perdido al segundo miembro del grupo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Llegaron a una pequeña colina, y al ascender vieron al otro lado un cúmulo de árboles de gran tamaño bajo el que se encontraba la cabaña de la bruja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estaba amaneciendo, y descansaron unos minutos recostados en la colina a esperar a que el sol terminara de elevarse sobre el horizonte. En ese momento divisaron un cuervo que comenzó a sobrevolar el puesto. No era un ave cualquiera, era la bruja quien lo manipulaba utilizándolo como vigilante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Con el correr de los minutos se sumaron nuevos cuervos, hasta que fueron más de veinte. Volaron en círculo encima de los hombres hasta que, todos a la vez, atacaron al más grande de los cinco cazadores: el viejo herrero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los demás sujetos intentaron repeler a las aves con sus machetes mientras éstas picoteaban los enormes brazos del forjador. A pesar de sus canos cabellos, mantenía su fuerza intacta, y mató a varios de ellos a puñetazo limpio; pero los picos córvidos eran demasiados, y el herrero cayó al suelo donde ya no pudo defenderse. Las aves parecían endemoniadas, y dos de ellas atacaron su rostro y le arrancaron los ojos a la vez.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El lugar quedó lleno de sangre y plumas negras. Ni un cuervo sobrevivió al combate, pero tampoco sobrevivió el herrero. Su hijo Tino lloró la muerte mientras Abel le apoyaba la mano en el hombro. A esa altura no quedaban dudas; estaban más convencidos que nunca de que no regresarían a su pueblo sin luchar hasta el final.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto el gemelo Bordón que aún vivía decidió huir. Los demás le gritaron que no lo hiciera, que lo necesitaban, pero él no les hizo caso. Bajó por la colina y se metió de nuevo entre los árboles torcidos del bosque. Allí su pie atravesó un hilo imposible de ver, ubicado a centímetros del suelo, y una trampa de madera salió de abajo de la tierra para apresarlo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La trampa se elevó en forma vertical y le clavó media docena de estacas en su pierna derecha. Los demás corrieron a socorrerlo, pero una de las estacas había atravesado su arteria femoral, y en cuestión de segundos falleció desangrado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel sintió que él era la única esperanza de matar a aquella acólita del Diablo. Solo lo acompañaban su hermano Pedro, que con cada paso que daba más se infectaba la mordedura de la anguila, y el joven Tino, ya huérfano, que aún conservaba la voz de un niño.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al volver a subir a la colina vieron que la casa ya era iluminada por la luz solar, y fueron sin pérdida de tiempo en busca de la bruja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El lugar parecía en ruinas, estaba cubierto por enredaderas y apenas se veían las ventanas. El techo era de paja, y por partes se había caído dejando enormes huecos. Alrededor, las raíces de los árboles emergían de la tierra y latían como venas, inyectando la tierra de veneno a la vez que se alimentaban de la miseria de los habitantes del pueblo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los hombres se acercaron y fue Abel quien forzó la puerta. La traba cedió enseguida; la humedad y lo que parecieron años en desuso la habían pulverizado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por dentro, el peso específico del aire aumentaba considerablemente. Los pocos haces de luz solar que ingresaban mostraban millones de partículas flotando; llenas de ácaros deseosos de alimentarse de los restos de piel muerta que se acumulaba en el suelo y el mobiliario.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El hedor a azufre les provocó picor en la nariz y hasta llegó a sus gargantas. Al adentrarse más, los hombres sintieron cómo la densidad del aire seguía en aumento. Caminaron los tres juntos, mirando hacia los costados intentando cubrir todas las direcciones.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La casa daba la sensación de estar abandonada desde hacía un siglo. El suelo estaba cubierto de basura en descomposición, que había generado un ecosistema de hongos y bacterias que se desarrollaba con total esplendor en aquel ambiente desprovisto de luz. Las telas de araña formaban cortinas que atravesaban la sala, y en las paredes vieron huesos de animales, muñecos hechos de ramas, y hasta hallaron colgada la piel que había mudado una serpiente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto escucharon unos pasos rápidos y pequeños, como los de un roedor, y las sombras dibujaron figuras diferentes a los objetos que las proyectaban.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Continuaron avanzando hasta llegar a una escalera. Abel hizo la seña de que él sería el primero en subir, y Pedro lo siguió unos escalones detrás, con ayuda del muchacho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una risa aguda se escuchó de repente, y la escalera se derrumbó a los pies de Pedro. El hijo del herrero miró hacia abajo y enseguida se puso frente al hueco para impedir que Abel viera lo que le había sucedido a su hermano.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pedro había caído a un sótano repleto de lanzas antiguas, ubicadas de manera vertical formando una cuadrícula. Eran decenas de puntas oxidadas de épocas remotas, y aquel que había mantenido su gallardía aún tras la mordedura de la anguila, falleció en segundos, enterrándose en las armas junto a valientes anteriores de los que solo quedaban huesos polvorientos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel respiró profundo, lamentando la muerte de su hermano, luego besó su crucifijo y subió los últimos escalones mientras abría con cuidado la botella de agua bendita.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Frente a él apareció la bruja. Un enorme sombrero y unos cabellos crespos cubrían su rostro, y solo se asomaba su larga nariz puntiaguda. Los ojos se le pusieron rojos, brillantes como brasas del infierno. Abel sacudió la botella lanzando un chorro de agua bendita sobre la hechicera, que se cubrió con sus harapos. La anciana gritó mostrando sus pútridos dientes, y el olor a azufre llegó hasta los pulmones de los cazadores. En el rostro arrugado de la hechicera pudieron verse quemaduras de las gotas de agua que le salpicaron, y entonces Tino le lanzó una botella entera, que estalló en medio de su frente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La bruja corrió hacia un rincón oscuro para reagruparse y los hombres avanzaron valerosos a pesar del miedo que tenían; estaban dispuestos a morir en aquel enfrentamiento de ser necesario.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel hizo señas al muchacho para que se acercara por la derecha, para atacarla juntos a la cuenta de tres, pero antes de terminar de contar corrió hacia la bruja para dejar al joven atrás y asumir todo el riesgo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La anciana fue veloz, y lanzó un hechizo al grito de «¡Mengi nixtul!», que provocó una explosión sorda haciendo tropezar a Abel.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En los segundos que le tomó ponerse de pie, Tino corrió hacia la bruja con el rastrillo a dos manos, y entonces Abel vio como ella lo esquivó y le clavó un cuchillo en medio del abdomen al muchacho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel gritó y dio un salto para caer sobre la hechicera y ensartarle su rastrillo directamente en el cuello.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Enseguida se acercó al joven Tino, que lloraba de dolor y sonreía a la vez. Estaba feliz de que la muerte de su padre y las de los otros héroes no habían sido en vano, ya que habían puesto fin a la maldición que había afectado al pueblo desde antes de que él naciera.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel examinó el corte del muchacho, que no había sido profundo ni había afectado órganos vitales, pero el cuchillo estaba dotado de fuerzas oscuras, pues había sido forjado por seres malignos. Intentó cubrir la herida, pero la carne a su alrededor se derretía mientras lava ardiente brotaba de sus intestinos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los ojos de Tino se apagaron mientras Abel lo sostenía en sus brazos y le prometía que en el cielo lo aguardaba un sitio especial, donde gozaría de aquello que no alcanzó a conocer en su corta vida; como su primer trago de cerveza y el beso de una mujer hermosa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A su lado, la malvada hechicera también había muerto, pero para deshacerse de ella para siempre debía cortarle la cabeza y transportarla a cientos de metros, de ese modo su perversa alma jamás podría encontrar los restos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su regreso fue celebrado, y la cabeza de la bruja fue echada a la hoguera. Algunas mujeres se descompusieron de impresión mientras la piel de la anciana se quemaba dejando todo el cráneo a la vista.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El héroe relató la travesía y habló de cuán valientes habían sido los otros cinco hombres; incluso alabó al Bordón que intentó huir cuando estaban en la colina frente a la casa, mintiendo que el hecho ocurrió mientras iban de subida. Pero más que nada habló de Tino, el hijo del herrero, diciendo que fue él quien mató a la bruja para fallecer poco después a causa de las heridas. La celebración duró varias horas y todos brindaron repetidas veces imaginando la llegada de una era dorada para el pueblo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al terminar la celebración, Abel y María Inés fueron a su casa. Él estaba exhausto y solo deseaba pasar la noche junto a ella. Pero mientras se quitaba las botas, María Inés se había escondido en un rincón oscuro, y se acercó a él para clavarle un cuchillo en el abdomen:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Te imploré que no fueras ―dijo ella―. Te dije que aquella era una misión suicida. Has matado a una de nosotras, pero somos muchas las hechiceras en este pueblo. Aquella era mi hermana, y ahora yo seré la bruja suprema.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Abel intentó cubrir la herida, pero la carne a su alrededor se derretía mientras lava ardiente brotaba de sus intestinos. Enseguida cayó al suelo, y lo último que alcanzó a ver fueron unos ojos rojos, brillantes como brasas del infierno.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-15060570212397791642023-11-11T17:39:00.002-03:002023-11-12T16:09:04.556-03:00EL SER QUE ME PROTEGE<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: large;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTwjpu4yHmp64zFmvZ3IpZ8Far2JizElRq4sKUltTOo_zlFh7CkNq_GYzvGNTYZ13BU-W5AWMcVmICrafRMkJ9jsQS6rSItR8d5_r79sQG1g0S_N7zKiOGJ2HhW6__focriUiwZYtuT_HWCYTX7rgODRmoU567g-xjzoXmT79s_ts1LaUjb9-5a4Lv-5ZH/s626/truck-road-sunset-time_148840-28889.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="417" data-original-width="626" height="328" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTwjpu4yHmp64zFmvZ3IpZ8Far2JizElRq4sKUltTOo_zlFh7CkNq_GYzvGNTYZ13BU-W5AWMcVmICrafRMkJ9jsQS6rSItR8d5_r79sQG1g0S_N7zKiOGJ2HhW6__focriUiwZYtuT_HWCYTX7rgODRmoU567g-xjzoXmT79s_ts1LaUjb9-5a4Lv-5ZH/w493-h328/truck-road-sunset-time_148840-28889.jpg" width="493" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A veces imagino que soy el último hombre sobre la tierra, el único superviviente de una guerra entre gigantes. Nada puede detener mi entrega por estas autopistas infinitas, que por las noches dan la sensación de que no volverán a recibir la luz del sol, ya que éste se ha apagado. Las alimañas nocturnas se alejan temerosas de las ruedas de mi tráiler, pues ellas saben que soy el navegante, un poco ángel, un poco demonio, y me desplazo dividiendo la oscuridad en dos en mi gran buque de acero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A veces siento que el sol está quemando toda la superficie terrestre, y mi camión repele los rayos ultravioletas evitando que me conviertan en polvo, y al llegar a mi destino no habrá nada allí, ni ciudades, ni habitantes, solo un mundo desértico, como el que yo recorro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">He acumulado incontables historias durante mis viajes; algunas son difíciles de creer y hasta difíciles de explicar. De todas maneras, no me gusta contar lo que veo, no por miedo a las críticas, sino porque esas historias son parte de mí, tiñen mi existencia, son demasiado íntimas para compartir con cualquiera.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">He intercambiado relatos con otros compañeros camioneros, que también han vivido sucesos extraños; y conversamos entre cigarrillos y café en una suerte de competencia por ver quién vivió la experiencia más espeluznante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un fantasma en la carretera suele ser factor común. A todos nos ha distraído un suceso repentino: una luz extraña en el espejo retrovisor, o la sensación de haber pisado un pozo que pasamos por alto. Luego, al volver a mirar al frente, encontramos un ser estático al que atropellamos sin remedio. Tras eso no vemos nada; no hay cuerpos en el asfalto ni marcas en la parrilla del camión, como si hubiésemos atravesado aquel ser incorpóreo, que se movía a través dimensiones espaciales distintas de las nuestras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Muchos, también, hemos escuchado ruidos lejanos en noches de luna llena, ruidos que procedían de criaturas que no logramos identificar. Aullidos de bestias cuyas gargantas están diseñadas para helar la sangre cada vez que emiten sonido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Incluso hay traileros que juran haber tenido encuentros cercanos con dichos engendros. Se trataba de nahuales, quizás, o algún otro ser mitológico que la ciencia aún no ha estudiado. Es que nosotros somos los pioneros, los que abrimos caminos en busca de esos mitos modernos, y son nuestras vivencias las que van formando un bestiario verbal, que llenamos con locaciones y fechas inexactas, al igual que ocurría con las leyendas antiguas, de eras previas a la invención de la escritura, que fueron relatadas por los primeros humanos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lo cierto es que todas ellas son historias que terminan como empezaron, cuya veracidad fue engullida por el alma de la carretera, sin dejar evidencia alguna.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Algunos sostienen que todo es producto de nuestra imaginación, provocado por el consumo de alguna sustancia o por el simple hecho de manejar durante horas sin dormir. Yo he estado allí, y admito que la falta de sueño por el apuro de cumplir con los plazos establecidos hace que los párpados pesen, y más de una vez he confundido la realidad con el mundo onírico. Es que la autopista monótona adormece los sentidos, y la mente nos juega bromas en sus intentos por permanecer despierta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Es en esos caminos oscuros, que no presentan más que unas señales esporádicas, donde las historias sin explicación suceden a menudo, recordándonos, en la angustiante soledad, que aún estamos vivos. Pero por sobre todas mis vivencias, hay una que es la más intrigante que he tenido, y cuya certeza es irrefutable. Es una historia que ha dejado huellas, probando su existencia. Ya no tengo esas pruebas, pero las he visto, y aunque hayan desaparecido, sé que las tuve enfrente, pues estaban allí cuando la adrenalina liberada por el suceso ya se había disipado, y ya me encontraba con todas mis facultades intactas para analizarlas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No puedo decir con exactitud cuándo ocurrió, me es difícil recordar fechas. Para mí, todos los días son iguales; todas las horas son lo mismo. Tampoco me interesa buscar entre mis recibos de entregas, pues de todas maneras recuerdo esa noche como si hubiera sucedido ayer. Sin importar cuánto tiempo transcurra, la historia irá siempre conmigo en la cabina de mi camión.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ocurrió mientras viajaba por la carretera de Hermosillo a Santa Ana, a la altura de El Peñasco. Era una tarde de agosto, en la que una lluvia opresiva y calurosa ahogaba los pulmones.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No había nadie, nadie en absoluto. Solo una vegetación agonizante y un sol apenas visible tras las nubes, que ya comenzaba a esconderse.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A un costado del camino vi a un hombrecito haciendo dedo, cubriéndose de la lluvia con un impermeable y un sombrero de ala ancha, de cuero negro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Muchos traileros temen llevar desconocidos, pues hay muchos peligros en hacerlo. La soledad, por otro lado, nos tienta a escuchar una voz humana que nos brinde compañía; una amistad breve, de unas horas nada más. Así es todo en mi vida: amores efímeros en ciudades perdidas, amores de una noche. En mis costumbres errantes solo he echado unas pocas raíces que hoy se han convertido en fotografías en mi parasol; en ellas aparezco junto a una hermosa niña que hoy ya debe ser adulta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me detuve junto al hombre y abrí la puerta para decirle que me dirigía rumbo a Nogales, entonces me hizo una seña con el pulgar y comenzó a subir. La cabina fue muy alta para él, pues era de baja estatura y edad avanzada, y debió calcular cada paso antes de efectuarlo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Le ofrecí mi mano, pero la rechazó. Finalmente subió y me saludó cordialmente haciendo un gesto con su sombrero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No dijo nada al sentarse, pero yo estaba contento de haber encontrado alguien con la última luz de esa tarde; antes de que el vacío nocturno comenzase a digerirme y deshumanizarme con cada kilómetro recorrido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Miré a lo lejos mientras reiniciaba mi marcha, pero no pude divisar casa alguna de la que aquel hombrecito pudo haber salido. Imaginé que viviría a lo lejos, donde la vista se vuelve borrosa a causa del calor sofocante que evapora las gotas de lluvia, y que su vivienda estaría al otro lado del horizonte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Le hablé sobre mí, mientras dosificaba preguntas hacia él, pero la verborragia no era lo suyo. Le mostré con orgullo las fotografías de mi niña, deseando fingir por unas horas que estaba junto a un amigo, aunque nuestros caminos no volviesen a cruzarse jamás. Las miró, y apenas sonrió para pronto perder su mirada en el paisaje.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No intercambiamos muchas palabras, y poco a poco la oscuridad nos envolvió hasta que encendí las luces altas de mi camión para poder atravesarla, abriendo así un agujero negro por el cual desplazarnos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Más tarde la temperatura descendió, y le ofrecí café caliente de mi viejo termo. Él se sirvió una taza, pero solo probó un sorbo. «Tiene azúcar», dijo con un gesto de repugnancia, «Yo lo tomo amargo».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi acompañante continuó mirando por la ventanilla, y no logré arrancarle más que monosílabos. Encendí entonces el equipo de sonido para escuchar algo de metal mexicano que me ayudase a mantenerme despierto. Hice lo que suelo hacer cuando escucho música frente a otras personas que tal vez no disfruten del mismo estilo: comienzo con bandas algo amistosas, como Ágora y Luzbel, y de a poco voy descendiendo en luminosidad hasta alcanzar artistas tan infernalmente folclóricos como Coatl y Cemican.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La noche transcurrió sin eventualidades, y aunque las estadísticas dirían que eso no es posible, no crucé un solo vehículo en toda la noche. A pesar de la calma, mi acompañante se mantuvo despierto, puesto que las veces que volteé a mirarlo jamás lo vi con los ojos cerrados.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La música, junto con la luz roja del tablero, me mantuvieron en un estado alerta, enérgico, y el zumbido de las ruedas girando sobre la carretera acompañaba el compás de los poderosos riffs de guitarra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El cielo estaba cubierto por una densa lana gris, y se asemejaba a una cueva subterránea, pero a medida que nos acercábamos a la medianoche, la luna fue descubriéndose de su velo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Siempre he preferido los cielos despejados, de astros nítidos; pues me hacen sentir acompañado. Pero viajar con alguien junto a mí es mejor aún; me hace parte de una sociedad que aún no me ha olvidado. He llevado a todo tipo de personas, hombres de diferentes procedencias, y también mujeres, de las cuales más de una se convirtió, como he dicho antes, en un amor efímero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A mitad de la noche vimos una luz a lo lejos; la primera en kilómetros. La oscuridad era absoluta fuera de los faros de mi camión y de lo que parecía ser una fogata.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto mi compañero rompió su silencio y me pidió que lo dejara en ese sitio, que era allí a donde se dirigía.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al llegar pude ver de qué se trataba aquel evento. Allí había un templo de madera, construido a partir de un granero. Junto a él, una enorme fogata encendía una cruz invertida de varios metros de altura. Las chispas se elevaban hacia un cielo limpio, y la luna brillaba llena y satisfecha. Al ver a mi acompañante noté como el fuego se reflejaba con vida en su mirada, mientras una sonrisa macabra se dibujaba acentuando las arrugas de su rostro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hombres y mujeres danzaban desnudos alrededor de la hoguera, otros llevaban túnicas rojas y velas, y a un costado, sobre una tarima, había un individuo que tenía el rostro cubierto por un cráneo con cuernos. Cuando mi pasajero abrió la puerta, el sujeto de la tarima elevó un báculo en el aire, apuntando hacia el firmamento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El hombrecito se mostró agradecido y estrechó mi mano con fuerza. Luego dijo una frase que se grabó en mi memoria para siempre: «Gracias por el viaje, mi amigo; le debo un favor. Algún día, cuando usted me necesite, sentirá mi presencia y ayuda».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se bajó del camión y lo vi acercarse lentamente a la ceremonia, calculando cada paso antes de efectuarlo. Miré a lo lejos mientras reiniciaba mi marcha, y vi cómo todos los cultistas se acercaban a recibirlo con sorpresa y entusiasmo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Continué el recorrido sin ver edificio o vehículo alguno, hasta que horas más tarde llegué a mi destino. Luego de descargar la mercancía me dirigí a un lugar económico en el que podría darme una ducha caliente y así relajar los músculos de mi cuello y espalda. Sentí de pronto un cansancio como si acabase de terminar un viaje de semanas sin dormir, como si en algún punto de la autopista hubiese descendido por un túnel profundo, y el recorrido se hubiese extendido a través del inframundo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente, cuando me dispuse a lavar el camión, encontré las pruebas de lo que había sucedido. En la cabina estaba la evidencia de que todo lo que había vivido aquella noche no había sido producto de mi imaginación. Supe que no me cuestionaría más tarde si aquello habría sido un sueño. Tampoco pensaré jamás que el relato pudo haberse deformando con el paso de los años, alcanzando dimensiones imposibles.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Algunos, cuando les narro la historia, dicen que mi acompañante tal vez no haya sido tan misterioso como lo describo, o que la fogata no era tan grande como la recuerdo. Otros sugieren que las personas quizás no estaban realmente bailando desnudas, sino con prendas ligeras, y que lo que parecían ser túnicas no eran otra cosa que chamarras modernas. Hay quienes me preguntan incrédulos si he vuelto a pasar por aquel sitio, y aunque lo he hecho cientos de veces, jamás volví a ver aquel granero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Muchos podrán dudar de lo sucedido, pero yo sé que todo fue cierto, sé que presencié aquella ceremonia pagana, y que llevé al invitado principal; un invitado que era mucho más que un simple miembro de una secta. Nada puede detener mi entrega por estas autopistas infinitas, pues él me acompaña en mis viajes, agradecido por el favor, haciéndome sentir extrañamente protegido por su presencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Es por él que las alimañas nocturnas hoy se alejan temerosas de las ruedas de mi tráiler, pues ellas saben que soy el navegante, un poco ángel, un poco demonio, y me desplazo dividiendo la oscuridad en dos en mi gran buque de acero.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Él dejó su marca en mi vehículo, librándome de toda duda. En la alfombra de la cabina de mi tráiler dejó dos huellas de barro que no podrían haber sido dibujadas por un par de pies humanos. Eran huellas pequeñas, que me hicieron comprender la naturaleza de aquel ser, pues en ellas se notaban, a la perfección, las pezuñas de una cabra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-78840394304119730362023-07-23T12:06:00.009-03:002023-09-01T01:11:30.157-03:00EL MONOLITO<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIbnSPbb-JE2yJ5CzcGPRK-twt0yVtBLXGptw6-q-Nw_Ba85HRaX9wWyaI3ld6_XBDwrocrus2GTYqUbOUg4HQDkrwq4eZIsEsWERvPqjy0Vk7PLeWyOC-sAjDvpEijpkRiyV5xoRTSfywoASEB18EavSB3dbneZMr6dBOZ6ixDrrTT14JdfjVOMGKuOXW/s453/monolito%201%20c.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="366" data-original-width="453" height="416" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIbnSPbb-JE2yJ5CzcGPRK-twt0yVtBLXGptw6-q-Nw_Ba85HRaX9wWyaI3ld6_XBDwrocrus2GTYqUbOUg4HQDkrwq4eZIsEsWERvPqjy0Vk7PLeWyOC-sAjDvpEijpkRiyV5xoRTSfywoASEB18EavSB3dbneZMr6dBOZ6ixDrrTT14JdfjVOMGKuOXW/w513-h416/monolito%201%20c.png" width="513" /></a></div></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">Escrito por Federico Rivolta. Ilustrado por Zequi Girdor.</div></div></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fue impactante ver a un hombre caer junto a la puerta de un hospital; verlo caer desde varios metros para estrellarse la cabeza contra el pavimento. Cuando saltó no pensó en la imagen que dejaría. Precisamente era eso lo que él deseaba: dejar de pensar, dejar de sentir. Una escena atroz, dirían algunos, pero no se debe juzgar a alguien sin conocer al demonio que enfrenta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">___________________________</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando manejaba en silencio; un silencio incómodo en el que no estaba permitido decir nada que no sea de máxima importancia. Karen tampoco había hablado en media hora, solo miraba el paisaje a través de sus lentes de sol mientras su novio intentaba descifrar si ella estaba contenta por el viaje o si aquello sería el principio del fin.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El silencio ya era una presencia en el auto. Era una entidad a la espera de que alguno emitiese una palabra para reírse en su cara.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando encendió el estéreo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No pongas heavy metal, por favor ―dijo Karen.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Lo pongo bajito. Necesito algo de música para no quedarme dormido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Había estado conduciendo durante dos horas desde la última vez que vieron a otro ser humano.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ella se quitó el calzado y apoyó sus pies descalzos sobre el tablero del auto. El viejo short de jean hacía que sus piernas midieran varios metros de largo. Unas piernas blancas con una incipiente celulitis en los muslos que nunca mostraba. Hacía mucho que él no la veía vestida así, tan fresca y desvergonzada, y le dieron deseos de agarrar esos muslos carnosos. Él tenía manos grandes y morenas, que podían envolver las piernas de Karen a la perfección. Hubo un tiempo en que la tocaba con total impunidad, pero ya había olvidado cómo hacerlo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La carretera se volvió de tierra de un momento al otro, y todo alrededor fue naturaleza. Los árboles formaban un espeso túnel que solo dejaba pasar unos finos rayos de luz amarillos y verdes. Las mariposas comenzaron a sobrevolar el auto, y Karen abrió la ventanilla para recibir el aire puro en el rostro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquel viaje tenía como objetivo romper con la monotonía de su aburrida relación. No lo dijeron con esas palabras, pero se sentían en un callejón sin salida, aún había amor entre ellos, pero tras cinco años de convivencia parecían ser solo amigos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«Deben ir a un lugar los dos solos y conectar con la naturaleza».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«Es estrés, solo eso».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fueron muchas las palabras que escucharon de sus amistades de confianza, hasta que un día decidieron seguir el consejo del viaje.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto el camino de tierra se terminó; habían llegado a un punto en el que no quedaron huellas de la última persona que visitó aquel sitio. Karen intentó ver el mapa en su celular, pero a esa altura ya no tenía señal.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―El río debe estar por aquí ―dijo ella, y señaló hacia el frente.</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxqVkfT7_dbeVTqLQrcKA8ZFNbaO1hdK8b8rDAvZVwTpNfxqwrHGXpoVGhfGg7c35zzOoXIjCkzfFZEq3Z9h-kvMgHsykDxUcDD50pUaAbsQy7P8NV8qo1k9HA851JE-Pi7f0YIp9U1tKBk-o7CCL8FJhBwjpL0jfDewMflXAk3rvkK5fsDF3EZOs9DJb4/s573/monolito2neo30.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="573" data-original-width="545" height="281" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxqVkfT7_dbeVTqLQrcKA8ZFNbaO1hdK8b8rDAvZVwTpNfxqwrHGXpoVGhfGg7c35zzOoXIjCkzfFZEq3Z9h-kvMgHsykDxUcDD50pUaAbsQy7P8NV8qo1k9HA851JE-Pi7f0YIp9U1tKBk-o7CCL8FJhBwjpL0jfDewMflXAk3rvkK5fsDF3EZOs9DJb4/w267-h281/monolito2neo30.png" width="267" /></a></div></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se estaba refiriendo al río Pombo, unas aguas que bordean las sierras Azules. En aquella reserva natural estaban prohibidas la caza y la pesca, pero era ideal para acampar lejos de todo rastro urbano. Avanzaron unos minutos más hasta que llegaron a un claro desde el que se veían las sierras. No eran de color azul, por supuesto, tenían diferentes tonalidades producto de su formación geológica. Los minerales sedimentados formaban un arco iris que iba del rosado al pardo terroso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Acamparon cerca del río y descansaron un rato. Al caer el sol descendió la temperatura, y la bruma comenzó a cubrir las sierras. Entonces sí se pusieron azules; un azul fantasmagórico.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando deseó encender una fogata, pero no encontró los fósforos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿No viste los fósforos?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Dijiste que te encargarías de eso. ¿Olvidaste traerlos?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estar en medio del bosque sin fósforos era lo mismo que estar sin agua o sin aire. Buscó desesperado entre los bolsos y el auto, pero no tuvo éxito. Era tarde para regresar a la última gasolinera que vieron en el camino, pero de no poder encontrarlos estaría obligado a hacerlo al día siguiente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Durmieron en la penumbra. A su alrededor solo se escuchaban sapos y grillos. Y ellos se sintieron como las últimas dos personas sobre la faz de la Tierra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A media noche los despertó un aullido lejano. El aullido se repitió varias veces. No podían determinar bien a qué distancia se encontraba o si se trataba siempre del mismo lobo el que lo emitía. Encendieron las linternas solo para poder ver un rostro conocido en medio de esa densa oscuridad que ocupaba toda la carpa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No pasa nada ―dijo Fernando―. Aquí dentro estamos a salvo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dijo eso, pero en su interior también estaba aterrado. De algún modo no se habría sentido tan desnudo de haber tenido una fogata. Sacó su cuchillo de caza de la mochila y lo puso junto a su bolsa de dormir. Los aullidos duraron unos minutos más, y luego de una hora el cansancio los venció. Tras dormirse Karen, Fernando no tardó mucho en conciliar el sueño junto a ella.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando despertaron a la mañana siguiente la tienda estaba abierta. Afuera todo a su alrededor estaba desordenado. Vieron los bolsos revueltos y la ropa tirada en el suelo, y hasta habían vaciado algunos recipientes con comida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Debieron ser algunos animales ―dijo Fernando―. Tal vez unos mapaches; hay muchos en esta zona.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Me quiero ir ―dijo Karen―, esto es horrible.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando sentía que un fracaso en ese viaje era equivalente a fracasar con su pareja. Como si el viaje y la relación fueran uno. Comenzaron a acomodar las cosas y de pronto Karen encontró la caja de fósforos. Fue una alegría inmensa. Todo había mejorado en un instante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando se apresuró en prender una fogata:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Vamos a calentar agua para tomarnos un café ―dijo él, y ella lo miró con una sonrisa que iluminó la reserva entera.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ese día pudieron recorrer el lugar. Caminaron junto al río, y lograron cruzar al otro lado a través de un puente natural hecho de piedras. Hicieron un picnic a la falda de un cerro, luego comenzaron a subirlo pero, sin un sendero a seguir, se rindieron antes de llegar a la cima y ver al otro lado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por la noche prendieron una gran fogata, una que daba poder al pequeño campamento. Calentaron un guiso en una pequeña olla y lo comieron sentados en una manta frente al fuego. Al crepitar de las llamas se unieron pronto los cantares de los sapos y los grillos, y hasta oyeron un búho incorporar tonos a la orquesta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fue una noche agradable de luna llena, pero cuando estaban dormidos regresaron los aullidos lejanos. Karen despertó a Fernando:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Otra vez ese lobo!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Él intentó calmarla, pero el aullido se oyó más cerca esa vez. De repente vieron sombras que se proyectaban en la carpa, que comenzaron a verse en todas sus caras; una ronda de criaturas que bien podían ser personas o animales.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El fuego se apagó. Ya no había sombras ni aullidos. Solo el silencio de una noche en medio de lo salvaje. Y el silencio los invadió. Solo lograban oír pisabas sobre hojas secas. Oyeron algo más, unas risas tal vez, pero entonces alguien comenzó a dar golpes en la carpa. Decenas de manos o garras sacudieron la lona. Karen gritaba mientras Fernando intentaba contenerla. También sentía miedo, pero quería mantenerse fuerte frente a ella. Entonces buscó otra vez el cuchillo de caza que había llevado y lo sacó de la vaina. No sabía usarlo ni para cortar una cuerda, pero en ese momento, con la adrenalina fluyéndole por todo el cuerpo, estaba dispuesto a encestarle una puñalada a un oso si fuese necesario.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los golpes se detuvieron, todo volvió a la normalidad. Y de pronto volvieron a ver el reflejo del fuego en la pared de la carpa; la fogata se había vuelto a encender por sí sola.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Debió ser el viento ―dijo él.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡El viento no hace eso! El viento no aúlla, no golpea la carpa de ese modo, no enciende el fuego… Me quiero ir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esperaron con ojos bien abiertos y nada más sucedió. Pronto él volvió a acostarse. Karen permaneció sentada inmóvil. Pasó media hora así, y poco a poco sus nervios se fueron calmando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pensó en seguir durmiendo, el terror ya había pasado; al día siguiente sería libre de irse si así lo desease. En ese momento él la tomó de la mano. Ella pudo sentir su presencia, su calor. Y se volvió hacia él para apoyarse sobre su pecho; ya no recordaba la última vez que se abrazaron de esa manera.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comenzaron a besarse. Afuera el fuego seguía encendido y ardía con mayor intensidad. Él respiraba con vehemencia; un respiro masculino. Karen abrió su bolsa de dormir y notó que la de él ya estaba abierta. Se le sentó encima; el fuego no era lo único encendido aquella noche. Él la sujetó de sus muslos carnosos, esa vez supo bien cómo hacerlo, y contempló sus senos que subían y bajaban con cada sentón.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Karen tuvo su primer orgasmo en meses, y él aún seguía firme. Al final se puso sobre ella y la penetró duro y profundo, hasta hacerla acabar por segunda vez.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fue como lo hacían al principio, cuando la relación era simple. No eran vírgenes al conocerse, pero todavía conservaban rasgos silvestres. Años después el ritmo citadino terminó por aburguesarlos, y reemplazaron el sexo desenfrenado por pláticas de trabajo y series televisivas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esa noche Karen se quedó tuvo sueños vívidos que rememoraron la velada. Volvió a estar sentada sobre él, pero esa vez vio la escena desde arriba. Vio la carpa moverse, y vio el fuego que ardía y se elevaba hasta que las chispas se perdían en el firmamento oscuro. Alrededor de la fogata danzaban trece demonios en ronda, tomados de las manos; eran niños demoníacos. A lo lejos se veían criaturas atravesando la bruma que era púrpura a esas horas. Las sierras se veían lejanas, más fantasmagóricas que antes. Detrás de ellas pudo ver la silueta de un ser enorme, grotesco, que respiraba agitado y con lascivia. Intentó ver su rostro, pero entonces despertó.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Apenas abrió los ojos notó que la tienda estaba abierta otra vez, y todo en el interior estaba desordenado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tuvo miedo de asomarse y llamó a Fernando que roncaba a su lado:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Otra vez nos desordenaron todo mientras dormíamos! ―dijo ella.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando comenzó a reincorporarse como si la noche anterior lo hubieran sedado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Corrieron la lona de la carpa y al asomarse vieron un majestuoso monolito.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué es eso? ―gritó Karen.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Imposible no haberlo visto antes; se trataba de una roca ígnea de color blanco de cuatro metros de altura, ubicado a pasos de la carpa. Estaba tallada con figuras gastadas por el tiempo. Figuras que pudieron tratarse de personas o de animales, o de otro tipo de criatura.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Salieron de la carpa y todo alrededor había cambiado, no reconocieron los árboles y las plantas que había cuando llegaron. Tampoco había restos de la fogata. Las sierras estaban más alejadas que antes y no alcanzaban a ver el río Pombo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tras la carpa hallaron un rastro de tierra similar al que deja un arado. Habían sido arrastrados hasta ese sitio para quedar frente al terrible monolito.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No hubo más palabras en ese momento, los dos se vistieron tan rápido como pudieron y corrieron por el sendero de tierra hasta llegar al sitio en el que habían acampado en un principio. Debieron recorrer cientos de metros para llegar hasta donde estaba el automóvil.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Allí estaban sus cosas, otra vez desordenadas. Juntaron solo lo más importante y se alejaron de ese bosque para siempre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Durante el viaje de regreso hablaron menos que en el de ida. Fernando ni siquiera se atrevió a escuchar música. No se iba a dormir de ninguna manera, solo deseaba alejarse de allí y celebrar en su interior cada kilómetro recorrido. Seis horas más tarde estaban de regreso en su casa.</div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGeLhFhOEh4LR54zgPJLvvbcq-pYoymIJ08cH6X8-JvW4_TKiKuwPcwNbdMcJYlmW-wtHX2yNQMOQ0tsouUVhWcoeWHQNyuXqGl3PL7zNmVWizuMuOA-i_rrl21leNnmA7DKZiJeJyYFhtcTEbGJtq4QU0i-DStMM4WbSh59kb4XBCZYCn-0Wax_JH3Lq9/s491/monolitobaila.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="491" data-original-width="458" height="305" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGeLhFhOEh4LR54zgPJLvvbcq-pYoymIJ08cH6X8-JvW4_TKiKuwPcwNbdMcJYlmW-wtHX2yNQMOQ0tsouUVhWcoeWHQNyuXqGl3PL7zNmVWizuMuOA-i_rrl21leNnmA7DKZiJeJyYFhtcTEbGJtq4QU0i-DStMM4WbSh59kb4XBCZYCn-0Wax_JH3Lq9/w284-h305/monolitobaila.png" width="284" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div></div><div style="text-align: justify;">Durmieron un rato y despertaron por la noche. Cocinaron una pizza que tenían congelada y comieron mientras Karen buscaba blogs de senderismo y notas sobre el río Pombo; había demasiados textos acerca de la reserva, pero ninguno decía nada sobre lo que les había ocurrido. De pronto encontró un artículo sobre el monolito. Se trataba de una piedra que había estado allí desde la era precolombina, que en la antigüedad fue adorada y esculpida por los indígenas que habitaban la zona. Con el arribo de los europeos, partes de dicha piedra fue vuelta a labrar, por desgracia quienes lo hicieron eran adoradores de Astaroth, un execrable demonio padre de todos los vicios terrenales. Tallaron runas de cada pecado capital que este mítico ser ofrece saciar a sus seguidores, en especial la lujuria, su debilidad favorita. Todo ello no era más que mitos a ojos de Karen y Fernando, pero al final del artículo hubo algo que llamó mucho su atención:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«El monolito fue destruido en el año 1890, cuando un grupo de trece adoradores de Astaroth fue atrapado realizando un sacrificio de una mujer virgen. Los cultistas fueron enjuiciados y la roca dinamitada. Hoy solo quedan trozos de ella».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Nosotros lo vimos entero ―dijo Fernando―. A menos que hayamos visto otro monolito.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tal vez se levantó solo; hubo varias cosas que se levantaron solas esa noche ―dijo Karen mientras buscaba con su mano entre las piernas de Fernando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El sonrió, pero enseguida se puso serio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Por qué lo dices?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Por lo que hicimos esa última noche. Fue mágico. ¿Quién habría dicho que era lo que necesitábamos para salvar nuestra relación? Algo tan simple. Si fueron los indios que vivían allí, pues bien por ellos, si fueron los adoradores del demonio ese, me alegro también. Quien sea que haya sido le estoy muy agradecida. Tal vez debamos volver cada año a dormir al lado de esa piedra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando no cambió su semblante, continuaba desconcertado incluso con la mano de su novia tocando su miembro flácido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No volvería a ese lugar jamás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Estoy bromeando! Tampoco volvería, pero la última noche fue estupenda. Aunque la verdad no recuerdo con detalle lo que sucedió, porque luego tuve un sueño en el que también cogíamos y lo confundo un poco.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Karen…, no tuvimos sexo en el bosque. Hace meses que no cogemos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Claro que sí! ―dijo ella. Fue increíble; fue como al principio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No. No habían intimado. Pero ella lo sintió así; demasiado real para haberse tratado de un sueño, demasiado de ensueño para haber sido real. Esa noche tampoco lo hicieron, ni durmieron más que unas pocas horas. Ambos se quedaron pensando hasta tarde, mirando al techo, caso sin cruzar palabras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A la mañana temprano Karen despertó descompuesta. Le dolía el vientre y se sentía hinchada. Se levantó y se encerró en el baño. Fernando golpeó la puerta, pero ella prefirió estar sola:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Te llevo al hospital?― pregunto él desde el otro lado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto ella salió:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Debe ser algo que comí; necesito descansar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Estaba pensando en ir a la oficina, para aprovechar que volvimos antes, pero me quedaré contigo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No, no. Ve tranquilo. Te llamaré si pasa algo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Llámame cualquier cosa y vendré enseguida.</div><div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl8EQDHZ-HS_F_bm4Z9Oky1ztc67ZdDmiIOhAxPA2Xj_cK46pL3wNOjgzZxNeCkt6fPgpDALxKzXkcj7cIuF1KjRLdDDHo4RNnVuJw3paI3O_Sbhacr-506KBxO9s0R3zPOi1ooXosjYKkuZkQLdfm_WznVisnlBeTeV8fWWcWiAqIAeBuqqiQ9DwBHNdK/s454/monolito4neo30.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="426" data-original-width="454" height="251" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl8EQDHZ-HS_F_bm4Z9Oky1ztc67ZdDmiIOhAxPA2Xj_cK46pL3wNOjgzZxNeCkt6fPgpDALxKzXkcj7cIuF1KjRLdDDHo4RNnVuJw3paI3O_Sbhacr-506KBxO9s0R3zPOi1ooXosjYKkuZkQLdfm_WznVisnlBeTeV8fWWcWiAqIAeBuqqiQ9DwBHNdK/w269-h251/monolito4neo30.png" width="269" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Esa tarde él no pudo pensar en otra cosa. En la oficina volvió a leer las páginas acerca de los adoradores de Astaroth, y más que nada releyó lo que habían encontrado acerca del monolito. Encontró una foto en blanco y negro en la que se veía el monolito destruido, pero luego encontró otra en la que se lo volvía a ver entero, los datos no cuadraban, aunque no había mucha información al respecto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Karen durmió durante horas, pero de nuevo tuvo sueños lúcidos. Soñó con una carretera de asfalto que se volvía de tierra, para desaparecer en medio de un bosque. Allí, rodeada de árboles, se vio descalza, y hasta pudo sentir la hierba entre sus dedos. El viento refrescaba su rostro echando su cabello hacia atrás, un cabello que se había vuelto más largo de repente. Se acercó al arroyo; las sierras eran majestuosas e inalcanzables. Miró hacia abajo, buscando su reflejo en el agua, pero entonces ésta tomó un color cobrizo, y al asomarse en el río no se vio, vio un rostro demoníaco que la despertó al instante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando había llegado, e ingresó corriendo mientras oía los gritos de su novia. Esa vez no hubo excusas, no hubo dudas. La llevó de inmediato al hospital. El vientre de Karen estaba inmenso, y había roto fuente en medio de la cama. No fue una ruptura normal, las sábanas estaban llenas de un líquido negro, una ponzoña aceitosa que emanaba un olor repugnante. Ella no lo notó, estaba demasiado dolorida y asustada, y él prefirió no decir nada al respecto. Él siempre fue de los que decía que una pareja debe basarse en la confianza, pero aquella vez sintió que ocultar la verdad era lo más acertado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al llegar al hospital la ingresaron de urgencia a una sala de parto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Para cuándo tiene fecha? ―preguntó la enfermera.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No… ―dijo Fernando―. No sé.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estaba aturdido, y aguardó sin saber qué pensar en la sala de espera mientras oía los gritos lejanos de Karen.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El parto duró horas, y Fernando se acercaba de vez en cuando para preguntar cómo estaba su pareja, pero las enfermeras le insistían en que siguiera esperando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fue a medianoche cuando un médico se acercó para darle las noticias. Karen había fallecido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El médico apoyó una mano temblorosa sobre el hombro de Fernando, y luego le dijo que a su hijo le estaban haciendo unos estudios, que aún no podía verlo. Pero Fernando ya no escuchaba, ya no sentía. Caminó entonces hacia la sala de donde había venido el médico.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Espere ―dijo el doctor sin aliento―, no puede pasar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Intentó contenerlo, pero no tenía fuerzas; él también estaba sorprendido por la situación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fernando atravesó varias puertas, guiado por un llanto infantil. Finalmente llegó hasta una ventana en medio de un pasillo y vio al bebé a través del vidrio. No era humano ni animal, era otro tipo de criatura. Tenía una piel amoratada, y no tenía la obesidad propia de un recién nacido; aquel niño era delgado, de miembros largos, y al ver su rostro notó que no estaba llorando, sino gritando, un grito lleno de odio que ensordecía a Fernando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se alejó caminando hacia atrás sin dejar de ver a la criatura, hasta que chocó con un ventanal que daba a la calle. Sin dudarlo saltó atravesando los vidrios para caer justo al lado de la puerta de ingreso al hospital. Fue impactante verlo estrellarse la cabeza contra el pavimento. Una escena atroz, dirían algunos, pero no se debe juzgar a alguien sin conocer al demonio que enfrenta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggr_uRsaNIt4k1W_FZIZDsszfM3Qn4-IbNHqVwz6NvwfeiIsITBA0OQtXIFr6rMz4uIssaOd_c6iroFHuUfX43sN7dqjeoqkKArFyrvTb6H9PNsFyKiiBH7pzK9eX3UV-QNbfnWVSgOYcuz2u_aMoDot3i9HsB_Asiki8D8MA7mDK2hA2rWxef7Woip9sC/s1303/monolito5neo30.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="679" data-original-width="1303" height="244" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggr_uRsaNIt4k1W_FZIZDsszfM3Qn4-IbNHqVwz6NvwfeiIsITBA0OQtXIFr6rMz4uIssaOd_c6iroFHuUfX43sN7dqjeoqkKArFyrvTb6H9PNsFyKiiBH7pzK9eX3UV-QNbfnWVSgOYcuz2u_aMoDot3i9HsB_Asiki8D8MA7mDK2hA2rWxef7Woip9sC/w467-h244/monolito5neo30.png" width="467" /></a></div><div style="text-align: center;"><br />FIN</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-89167440894455145312023-05-13T13:54:00.007-03:002023-05-28T04:50:43.927-03:00PACTO DE MEDIANOCHE<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdhdL8dkop9xx7rAuYzm3QWquOoNXb1Lzu588ajTVqw_9lGF7lR3kvpgdT5baCAOAiOsfJjX1pdnbHQQYU9bPSGzLTP_orsPTPwiY0x_H89HmGjJAafJduqVg47YJdJ1qzcQGngD6Z5525kWMnK2LpsPD1KY7Tj8qQCNyqpBvS94wAtEROWEDJrGglSg/s1200/pactodemedianocheporfedericorivolta.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="900" height="458" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdhdL8dkop9xx7rAuYzm3QWquOoNXb1Lzu588ajTVqw_9lGF7lR3kvpgdT5baCAOAiOsfJjX1pdnbHQQYU9bPSGzLTP_orsPTPwiY0x_H89HmGjJAafJduqVg47YJdJ1qzcQGngD6Z5525kWMnK2LpsPD1KY7Tj8qQCNyqpBvS94wAtEROWEDJrGglSg/w344-h458/pactodemedianocheporfedericorivolta.jpg" width="344" /></a></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Vanessa se miró al espejo como cada día. Acomodó su vestido ajustado, intentando que le acentuara la cintura y elevara los senos. Dietas, cremas y pastillas; no le quedaba nada por probar, pero ella no estaba satisfecha.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Su nutricionista le indicó que su peso era el correcto, aun así, continuó adelgazando. La esteticista le explicó que utilizar tantas cremas dañaría su piel, pero ella no se detuvo. Incluso su entrenador personal le decía que se estaba sobreejercitando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Decidió acudir a un cirujano plástico. No sabía bien para qué, pero cada vez que se miraba al espejo veía algo en sus pómulos que no le gustaba; o quizás era su mentón, o tal vez sus labios. Buscó en su ordenador, una cosa la llevó a la otra, y pronto encontró un modo diferente de obtener lo que quería.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«¿Por qué insistir con lo mismo que hacen los demás?, ¿Por qué no buscar ayuda especial?». Al día siguiente consiguió una bolsa de piedras negras y cinco velas rojas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por la noche habló con su reflejo:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Si funciona, esta será la última vez que te vea ―dijo sonriendo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Deseaba invocar a un ser que le ofreciera un pacto, una criatura de otro mundo con la que intercambiar deseos. Con las piedras formó una estrella pentagonal en el suelo, luego colocó una vela roja en cada vértice. A las cero horas se sentó en el medio y recitó lo mejor que pudo una frase que no comprendía.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Había leído que las sombras dibujarían rostros surrealistas en el techo, que oiría pasos de miles de insectos caminando a su alrededor, que la temperatura descendería hasta condensar su aliento formando vapor con cada respiro…, pero nada de eso sucedió. Todo fue silencio y tranquilidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las velas se consumieron, y Vanessa abandonó la estrella para encender la luz. Caminó desanimada, y al pasar junto al espejo se inspeccionó para ver si hubo algún cambio. Nada; seguía sintiéndose fea. Pero cuando apuntó la vista al suelo su reflejo mantuvo la mirada. Entonces dos enormes garras surgieron y la sujetaron del cuello. El rostro de Vanessa se puso azul mientras luchaba por soltarse, pero las garras la sumergieron en el espejo, devorándola hacia el interior de las paredes.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Poco después una pierna se asomó, era larga y sexi, muy parecida a las de Vanessa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-70087824118946437582023-04-03T01:40:00.008-03:002024-01-24T21:31:11.661-03:00DOS NOCHES EN EL CEMENTERIO<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEim0JdCWzdkz2pK5exQIv35sk6VDrIpyBtcRJvUcQ4mceP1O5F6wMLW5IoHCiNJDxq_tLtan-ubh3if6c0sKGOVVac2HO-MwH3X1CMoAcr5ToXx1EQ0lGrBJetMFMukMjk7OqX4CIGNIXV-hOxEVhIbo62rsBTmSIGrCcpo8xNH24qyGe_rcoj5wN5VQQ/s884/img_3_1684729579968.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="884" data-original-width="715" height="385" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEim0JdCWzdkz2pK5exQIv35sk6VDrIpyBtcRJvUcQ4mceP1O5F6wMLW5IoHCiNJDxq_tLtan-ubh3if6c0sKGOVVac2HO-MwH3X1CMoAcr5ToXx1EQ0lGrBJetMFMukMjk7OqX4CIGNIXV-hOxEVhIbo62rsBTmSIGrCcpo8xNH24qyGe_rcoj5wN5VQQ/w312-h385/img_3_1684729579968.jpg" width="312" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">He tropezado con la misma piedra. ¿Por qué? Porque estoy loco. Tantos me han llamado loco que lo he aceptado. ¿Qué otra explicación hay? Podría intentar convencerte de que lo hice por dinero, pero no es cierto. Fue por obsesión; la de cerrar un capítulo de mi vida tras cincuenta años.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Harto de que me apunten con el dedo me he recluido en mi casa, perdiendo toda vida social. Creí que los curiosos se habían agotado, pero una tarde llamaron a mi puerta tres muchachos, de la misma edad que yo tenía cuando sucedió lo del cementerio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estaban bien equipados: traían celulares, cámaras y luminaria; deseaban filmar un documental sobre lo ocurrido esa noche. Nosotros no contábamos con tanta tecnología, y el suceso solo se grabó en nuestras memorias.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«Por favor, señor», me dijeron, «usted es el único testigo que aún vive. Queremos relatar los hechos tal como ocurrieron. Le pagaremos».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me negué al principio, luego los hice pasar. ¿Qué mal podría hacer narrar la historia una vez más? La he relatado incontables veces, sobre todo a mi terapeuta, quien me trató sin éxito durante años.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«¿Cómo murió Marilina?», preguntaron. Todos preguntan lo mismo: “¿Cómo murió?”, nadie pregunta “¿Cómo vivió?”. Marilina era divertida y hermosa. Tenía el cabello lacio, negro como azabache, nariz respingada y unos ojos grandes y redondos. Era mi novia, y fue la única mujer a la que amé. Luego de lo sucedido, mi corazón quedó vacío, como los ojos que se la llevaron.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No recuerdo quién tuvo la idea de invocar un espíritu en el cementerio, pero ella estaba muy entusiasmada. Éramos jóvenes; no lo tomamos en serio. No pensamos que entre todas las almas que hay allí, no todas son amigables. Algunas están atrapadas, sin poder alcanzar el descanso eterno, y buscan algo que las libere de su tormento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Conté la historia a los tres muchachos mientras me filmaban y apuntaban con un reflector. Creí que se asustarían, pero solo les di más ganas de ir y sacar de las sombras el mito urbano. Querían repetir la experiencia y comprobarla por sí mismos; como si algo bueno pudiera salir de ello.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Uno de los jóvenes interrumpió la entrevista, un gordito de rulos; hoy sé que su nombre era Emanuel. «Señor, ¿le gustaría acompañarnos? Podríamos continuar la narración desde el lugar del hecho, ¡sería perfecto para el documental!». Quedé mudo; jamás había regresado al cementerio; era el escenario de mi caída. Los muchachos insistieron y me ofrecieron el doble de dinero. Al final acepté; sentí que era mi oportunidad de cerrar el círculo, aunque me costara la vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esa misma noche los guie al sitio exacto en que ocurrió todo; porque lo recuerdo todo. Habíamos realizado el ritual frente a la estatua de un ángel. Buscamos la estatua para reproducir el rito paso a paso. Caminamos entre tumbas a la luz de la luna hasta que la encontramos. Seguía allí, con las piernas atrapadas por enredaderas. Sus manos estaban agrietadas y tenía varios dedos destruidos. Pero su rostro sufrió peor destino, pues había caído como una máscara, y daba la sensación de que bajo la mirada celestial aguardaba escondido una criatura del infierno.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nos sentamos frente al ángel y Emanuel abrió su bolso para sacar una tabla ouija de cartón. Era nueva, no como la nuestra, que era de madera y había pertenecido a la abuela de Marilina.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Exactamente a medianoche comenzamos el ritual, intentando emular lo que yo había hecho con mis amigos cinco décadas atrás. Habíamos usado una copa de cristal, los jóvenes en cambio, tenían un señalador de plástico. Nosotros habíamos encendido velas a nuestro alrededor; ellos colocaron luces led y apoyaron una cámara sobre un trípode.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La noche en que mi novia desapareció comenzamos preguntando si había un espíritu presente, y la copa se dirigió al “Sí”. Hicimos varias preguntas hasta que el ser pidió que nos detuviéramos, pero insistimos. Fue entonces cuando la luna se ocultó y el cementerio se cubrió de niebla. Pero no era niebla común, sino un espectro, que enseguida tomó forma humana. Mis amigos huyeron al instante; fui el único que lo vio bien. Tenía una espesa barba y nariz aguileña. Sus ojos no eran más que dos cuencas vacías. Corrí como pude, a los tropiezos, porque la bruma cubría mi camino. Al llegar a la calle encontré a mis dos amigos, pero faltaba Marilina. Gritamos su nombre y hasta me atreví a regresar, pero no la encontré. Su rostro se grabó por siempre en mi memoria y en la de la gente, pues su imagen fotocopiada recorrió las calles del pueblo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Todo lo que conté a los muchachos aumentó su intriga. Como si no fuese más que una leyenda; una experiencia para compartir en las redes. Pronto supieron que estaban equivocados.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nos acomodamos alrededor de la tabla ouija, tomados de la mano, y recité las mismas palabras que había recitado Marilina medio siglo atrás:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«Espíritus del más allá, estamos reunidos para comunicarnos con ustedes. Solo conversación buscamos, y desde ya estamos agradecidos. ¿Hay alguno presente entre nosotros?»</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Apoyamos los dedos en el señalador y al instante escapó de nuestras manos, moviéndose por voluntad propia hacia el “Sí”. Los muchachos sonrieron, y uno de ellos preguntó al ente si había estado la noche en que Marilina desapareció. El señalador se movió hacia el centro y de nuevo se dirigió al “Sí”. Los jóvenes continuaron haciendo preguntas, pero los espectros no gustan de ser molestados, y pedí que detuvieran el ritual. Fue entonces cuando la luna se ocultó.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las luces estallaron y la cámara cayó al suelo. Pude ver sus rostros de arrepentimiento cuando el pánico inundó sus corazones. El cementerio se cubrió por una espesa niebla que pronto tomó forma humana, solo que esa vez no tenía barba ni nariz aguileña. Tenía el cabello lacio, negro como azabache, nariz respingada y dos huecos donde debieron estar unos ojos grandes y redondos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Huimos, y al llegar a la calle vimos que faltaba uno de los muchachos: Emanuel había desaparecido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hoy sigo sin salir mucho de casa, pues el mito ha revivido, y me apuntan más que nunca con el dedo. Al menos sé qué ocurrió con Marilina, sé que estuvo atrapada en el cementerio durante cincuenta años. Estoy convencido de que su alma logró continuar el camino al más allá y por fin descansa en paz. También creo que, cuando un nuevo grupo de jóvenes invoque allí un espíritu a medianoche, la luna se ocultará y la niebla cobrará forma humana, pero no será la misma figura, sino la de Emanuel, cuya imagen fotocopiada recorre hoy las calles del pueblo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-18282335888652388022023-02-22T13:30:00.005-03:002023-10-06T00:22:02.900-03:00BRUJA<span style="font-size: large;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-skvL57LcNtT6FyRKmrdAyC1Rs4vL5uxloCcRJWKbzaaN994xAuI36J8gvohBSqVIkQnU_UdqyMWaboX_Pe3y6BBV9CwXrkLJEjenT6x9DgwoNmwH4lRQQw9sHqY_f9a8mJzWHppEXznJ0_7JQiCWuokcqag6aywR5ZtXX43NeJ3q5rCKO6xKpZxoPw/s919/bruja.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="919" data-original-width="736" height="410" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-skvL57LcNtT6FyRKmrdAyC1Rs4vL5uxloCcRJWKbzaaN994xAuI36J8gvohBSqVIkQnU_UdqyMWaboX_Pe3y6BBV9CwXrkLJEjenT6x9DgwoNmwH4lRQQw9sHqY_f9a8mJzWHppEXznJ0_7JQiCWuokcqag6aywR5ZtXX43NeJ3q5rCKO6xKpZxoPw/w328-h410/bruja.jpg" width="328" /></a></div><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Algunos culparon a las ratas; y los gatos valieron su peso en oro. Otros, a las aves de corral, y enseguida prohibieron su consumo. Y hubo gente que atribuyó lo ocurrido a las constelaciones. Pero el principal acusado fue el propio ser humano, por haberse desviado del camino, por no haber seguido los mandatos de Dios. Nadie pudo confirmar el origen, pero todos estuvieron de acuerdo en una cosa: La peste sería un hecho sin precedentes en el poblado de Paso del Diablo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El nombre del lugar suena irónico, siendo sus habitantes cristianos devotos. Cuenta la leyenda que Satanás cruzaba el bosque y deseó visitar el sitio. Los pueblerinos se lo impidieron gracias al poder de la fe, por lo que debió seguir su camino. Con la peste, en cambio, no correrían con la misma suerte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los aldeanos se escondieron en sus casas, pero el terror ingresó bajo la puerta. Pérdida de cabello, dolores corporales, ceguera y finalmente la muerte; todo sucedía demasiado a prisa, la enfermedad atacaba sin clemencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al principio se intentó aislar a los enfermos, poco después no quedó familia exenta. Se pidió apoyo a otros poblados, pero Paso del Diablo estaba ubicado en medio de un denso bosque, por lo que la ayuda tardó en llegar. Sucedió una noche; varios carruajes tirados por caballos negros llegaron de repente. Los corceles galoparon las calles con fuerza, como si quisieran que la hierba no volviese a crecer sobre sus huellas. De los carros descendieron trece hombres, todos vestidos con trajes iguales: botas altas de cuero, una túnica negra, sombrero y una máscara con un pico similar al de un cuervo; eran los médicos de la peste.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Visitaron cada hogar en el que hubiese un paciente, pero los doctores no sabían combatir el mal y solo lograron aterrorizar más a los pueblerinos. Los tratamientos consistían en punzadas que tenían la intención de purgar la sangre infecta, consumos de sustancias que provocaban mareos y diarreas, y hasta privaciones de la ingesta de líquidos por días enteros. Llegó un punto en que se corrió la voz de que su objetivo allí no era curar, sino asegurarse de que todos los enfermos muriesen, para así evitar una epidemia. De todas maneras, cuando la mitad de los habitantes fallecieron, los doctores se retiraron. Se fueron en los carros tirados por corceles negros, llevándose sus misteriosas máscaras y las pocas monedas que pudieron quitar a las familias.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La pequeña iglesia se convirtió en el último refugio, hasta que allí también el miedo volvió enemigos a los vecinos. Cualquier señal de padecimiento era motivo de expulsión de la misa, y en una ocasión todos abandonaron la capilla cuando el sacerdote se desmayó en plena ceremonia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Rodrigo y Catalina eran campesinos, y no les era fácil cumplir con las instrucciones de higiene recomendadas. Finalmente, la plaga llegó a su hogar, y sus tres hijas enfermaron de gravedad. Siete, cinco y tres años: Marina, Mencía y Marcia; las niñas tenían todos los síntomas. Su cabello, antes dorado y abundante, en pocos días no fue más que unos pocos mechones sin vida. Sus ojos comenzaron a ponerse blancos y solo podían ver siluetas amorfas. Perdieron peso a causa de sus constantes vómitos, y su piel, que una vez fue rosada, cobró un color verdoso que se acentuaba con cada descamación. «Están en manos de Dios», decían los vecinos, y les daban algún ungüento que les había sobrado de algún pariente difunto. Pero la enfermedad dañaba todos sus tejidos, y no había ungüento que curase sus órganos internos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las pequeñas yacían en la vieja cama matrimonial, en el único dormitorio que tenía la humilde casa. Los padres dormían en el salón principal, en una manta sobre paquetes de paja. Estaban esperando lo inevitable, rezando a un Dios que parecía empecinado en poner a prueba sus creencias. Una tarde en la que el pueblo estaba en silencio, alguien llamó a su puerta. Al abrir vieron a una persona cubierta por una túnica negra y una escalofriante máscara con pico de cuervo. Tenía también botas de cuero y un sombrero. No obstante el traje, aquella persona no era un médico.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Buenas tardes ―dijo Rodrigo―; creíamos que todos los doctores se habían ido. Pase, por favor, tenemos tres hijas enfermas. Están en el dormitorio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Hemos intentado todo ―dijo Catalina―, gracias a Dios han regresado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El individuo de la máscara no dijo nada, solo ingresó a la habitación y observó a las niñas durmiendo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Cree que puede salvarlas? ―preguntó Rodrigo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El individuo asintió con la cabeza.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿De verdad, doctor? ―preguntó Catalina.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El individuo negó con la cabeza.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Sí o no? No entiendo ―dijo Catalina.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sí, puedo ayudaros ―contestó el individuo. Entonces se quitó la máscara―. Y no, no soy doctor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Bajo la máscara de pico de cuervo había una anciana de cabello blanco y crispado. Al alzar el rostro mostró una piel resquebrajada de tal manera que parecía tener mil años.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Lárguese de aquí, bruja! ―dijo Rodrigo―. En esta casa seguimos la palabra del Señor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Pues no os ha servido de mucho ―dijo la anciana―. Creed en mí, yo seré un mejor dios para vosotros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Usted no es más que una adoradora de Satanás! ―continuó Rodrigo―. Vosotras hacéis puras maldades.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Las brujas tenemos muchos poderes, el uso que les demos depende de cada bruja. Pero esta peste es peor que cualquiera de nosotras; tiene un índice de mortandad del setenta por ciento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Rodrigo y Catalina no dijeron nada.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Veo que no sois amantes de la matemática… Pongámoslo así: si te enfermas, lo más probable es que te mueras. De hecho, a vuestras hijas les quedan pocas horas de vida. Mañana cuando despertéis, las encontraréis muertas. Yo podría salvarlas hoy mismo, después os pediré un favor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La madre de las niñas sujetó a su esposo del brazo y lo llevó hacia un costado para hablarle. No tenían opción; la bruja parecía ser su única esperanza. Tras conversar a solas, se acercaron a la anciana:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué nos pedirá a cambio? ―preguntó Rodrigo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Ya habrá tiempo para eso ―dijo la hechicera―. Ahora debo ponerme en marcha, debo invocar a los antiguos espíritus antes de que caiga el sol; los espíritus que invoco por las noches no curan enfermedades.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los padres aceptaron y la bruja dio comienzo al ritual:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Primero colocó una olla con agua en el fuego, al hervir, vació el interior de una pequeña bolsa de cuero. El fuego se tornó verde y el agua comenzó a exhalar vapores que dibujaban figuras impías ante los ojos de Rodrigo y Catalina. Los dientes podridos de la anciana chorrearon saliva burbujeante, la que acumuló para formar una escupida que dio contra el suelo, justo en medio de la sala. En el lugar del impacto se formó un pequeño hoyo que comenzó a agrandarse en un círculo perfecto, y la hechicera comenzó a balbucear una y otra vez: «<i>melquíad des sahen vipérea crotalus, melquíad des sahen vipérea crotalus, melquíad des sahen vipérea crotalus…</i>». Decenas de serpientes de cascabel surgieron del pozo, y a medida que se desanudaban iban saliendo por la puerta de la casa. Al final, la anciana retiró la olla del fuego y el pozo se cerró.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Eso es todo ―dijo la bruja―. Las serpientes han llevado la peste fuera de vuestro hogar. Volveré mañana a por mi paga.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Antes de salir por la puerta se dio la vuelta y miró al matrimonio con ojos rojos:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Una cosa más; no intentéis escapar o traeré un dolor a vuestras vidas superior a aquel de la carne y de los huesos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La anciana se cubrió con su túnica negra, que de pronto cayó al suelo cuando ella voló convertida en una lechuza. Los padres de las niñas no sabían si celebrar o continuar preocupados. Intentaron quedarse despiertos durante la noche, pero enseguida cayeron vencidos por el sueño como presos de un embrujo. A la mañana siguiente vieron que las niñas continuaban con vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No solo sus hijas habían sobrevivido una noche más, esa mañana despertaron con gran apetito. A lo largo del día fue regresando el color a sus mejillas, y sus ojos ya no presentaban cataratas. Pero el matrimonio sabía que el infortunio no había terminado:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Debemos irnos ―dijo Catalina―. No sabemos de qué es capaz esa vieja. Quizás nos pida que hagamos algo depravado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Catalina, querida esposa, no podemos dejar todo atrás: nuestra casa, nuestros cerdos… Las nenas siguen débiles y no tenemos carro ni caballos. Además, ella es bruja; fácilmente podría encontrarnos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al anochecer, cuando las niñas ya estaban durmiendo, la hechicera llamó a la puerta:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Buenas noches. He venido a llevarme lo que es mío.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué desea? ―preguntó Rodrigo―. Somos gente pobre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sois ricos en cierto modo. Tenéis tres hijas hermosas; sanas también. Solo deseo una cosa: llevarme una de ellas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué? ¿Está usted loca? ―dijo Catalina.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Podéis erigir una tumba en su honor. Pensad que sería difícil que los vecinos crean que sus tres hijas se curaron; algunos podrían sospechar que se trató de magia negra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Lárguese, bruja! ―dijo Rodrigo―. Deje a mi familia en paz.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Ahora me echáis?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La hechicera levitó varios centímetros por encima del suelo, y la habitación se oscureció de repente:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Habéis olvidado que fui yo quien curó a vuestras hijas? Puedo refrescaros la memoria matándolas frente a vuestros ojos con la misma facilidad con la que les salvé la vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Pero no podemos elegir a una, amamos a las tres ―dijo Catalina―. Pídanos lo que sea menos eso. Lléveme a mí si quiere, pero por favor deje a mis hijas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tú no me sirves. Resolvamos esto de una buena vez o llevaré a las tres conmigo. Escribid sus nombres y ponedlos en una bolsa. ¿Tenéis una pluma?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No ―dijo Rodrigo―; no sabemos escribir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Tenéis dados?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tampoco. Apostar es un pecado, y nosotros somos fieles al Señor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Me tiene cansada ese! De acuerdo, yo no soy esclava de nadie más que de mis vicios, y siempre llevo un dado conmigo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La bruja extendió su mano de dedos anormalmente largos y mostró un dado de hueso:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Lanzaré una vez y una vez nada más, y tras la sentencia no habrá vuelta atrás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La hechicera agitó su mano mientras los padres de las niñas lloraban abrazados:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Si uno o dos dice el azar, a la mayor voy a llevar. Si tres o cuatro marca el dado, la del medio es lo indicado. Y si obtengo cinco o seis, a la menor jamás veréis.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El dado rodó por el medio del salón ante la atenta mirada de Rodrigo y Catalina. La bruja reía mostrando sus pútridos colmillos, pues no había manera de que pudiera perder; el Diablo no necesita abogados cuando juega bajo sus reglas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El dado se detuvo y la cara superior mostró un seis: la pequeña Marcia fue la elegida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡No! ―lloró Catalina― ¡Mi bebé!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La bruja señaló con su larga uña y la puerta del dormitorio se abrió por sí sola. En un instante voló hacia el interior de la habitación y la puerta volvió a cerrarse. Rodrigo y Catalina corrieron detrás, pero al entrar vieron la ventana abierta y a solo dos de sus hijas durmiendo. La pequeña de tres años y la anciana habían desaparecido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El tiempo pasó y Marcia no volvió a ver a sus padres ni a sus hermanas. La única familia que tuvo a partir de entonces fue la hechicera, quien le dijo que era su tía.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al principio le decía que su familia estaba enferma y que pronto la llevaría de nuevo con ellos, convenciéndola con más dulces de los que una niña podría comer. Años después le dijo que sus padres fallecieron. A partir de entonces Marcia fue olvidando su vida anterior, y no hubo mundo para ella más que aquel que le brindaba la bruja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Vivieron juntas en una casa en medio del bosque; una casa hecha de piedras y con un techo alto de tejas negras. Vivieron sin amenazas, pues la anciana era temida en toda la región. Para marcar su territorio colgaba de los árboles pequeños muñecos hechos de ramas y trapos, que maldecían a quienes los veían.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La anciana tenía muchos animales, por lo que nunca les faltó alimento. Tenía vacas y gallinas, pero sobre todo cabras. Ella también utilizaba su ganado en los infames rituales que hacía junto con Marcia. La bruja le enseñó a entonar los cánticos, y también la educó en invocaciones y preparación de pócimas, aunque la joven no solía lograr los resultados esperados. Marcia creció a la vez que la bruja envejecía, y un día se sentaron para tener su última plática:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Estoy muriendo ―dijo la anciana―. Te he enseñado todo lo que necesitas saber. Aún no puedes hacer uso de toda tu magia, pero pronto heredarás mis poderes; eres mi hija.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Cómo que soy su hija? ―dijo Marcia―. Me ha dicho que mis padres murieron.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Te contaré cómo fue: Hace mucho tiempo una peste afectó al pueblo en que vivías; al sur de aquí. Tú y tus dos hermanas enfermaron. Yo os salvé y a cambio pedí a tus padres que me dieran a una de vosotras.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Y por qué yo? ¿Por qué me eligieron a mí y no a una de mis hermanas?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Fuiste tú misma ―dijo la anciana.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Yo no elegí ser bruja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Ser bruja no es algo que se elige. Hay cosas en la vida que no se pueden elegir, cosas que no se pueden evitar. Yo no elegí ser quien soy, pero lo defiendo. Así nací, y no cambiaría nada en mí para agradar a los demás. Muchos buscan encajar siguiendo reglas ajenas. Por eso me critican, porque yo trazo mi camino. Y mientras más soy como yo, más como yo me siento. No finjo, no miento, soy libre. ¡Y que me llamen bruja!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Pero ninguna niña iría con alguien como usted ―dijo Marcia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Una niña común, no ―dijo la hechicera―, pero estamos hablando de ti. Esa noche dormías junto a tus hermanas. Lancé un dado para determinar cuál vendría conmigo, pero no fue cuestión de azar; tú controlaste el resultado desde los sueños.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La hechicera extendió su mano de dedos anormalmente largos y ofreció a Marcia un dado de hueso:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Inténtalo. Di un número y lánzalo. Verás que siempre sale el resultado que deseas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La muchacha enunció varios números y siempre obtenía lo que pedía: «Tres, uno, cuatro…»; el dado cumplía su voluntad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Yo creo que usted es la que hace todo esto ―dijo la joven.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Piensa el número y no lo digas. Verás que ocurre lo mismo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La muchacha pensó un número, lanzó el dado y obtuvo un seis.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Pensaste en el seis, ¿verdad? ―dijo la anciana.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sí. Es usted, ¡me está leyendo la mente!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No, Marcia. Tengo muchos poderes, pero la telepatía no está entre ellos. Quizás tu puedas lograrlo, creo que el nuestro es de esos casos en los que la alumna supera a la maestra. Pronto lo sabrás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Jamás seré como usted!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Marcia abandonó la casa corriendo. La bruja quedó en su sillón sin poder ir detrás; tosía y se sentía demasiado débil. La joven se dirigió al sur con la esperanza de encontrar el pueblo en qué nació, pero allí no había caminos, y pronto se adentró en un bosque que se veía del mismo modo en cada dirección.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Corrió entre arbustos y árboles que apenas dejaban pasar la luz del sol. La tierra estaba húmeda, y sus pies descalzos enseguida se llenaron de barro. Horas más tarde tuvo hambre y sed, pero no había frutos ni arroyos a su alrededor. Oyó el cantar de los pájaros y el traquetear de las ardillas, y por momentos imaginaba cómo sería devorarlos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comenzó a oscurecer, y de pronto llegó a un poblado. Tuvo la sensación de que era el mismo en el que había nacido, pero no podía asegurarlo. Decidió entonces permanecer escondida, mientras pensaba qué decir a aquella gente para poder encontrar a su familia. En ese instante oyó un grito. Solo ella pudo oírlo, pues provenía de varios kilómetros de distancia; fue el grito final de la bruja.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un hombre pasó cerca, pero no la vio. Marcia estuvo a punto de alzar la mano para saludarlo, pero entonces sintió espasmos en todo el cuerpo. En un instante su cabello se crispó, y sintió un dolor en las encías que se ennegrecieron hasta corromperle los dientes. Sus ojos se tiñeron de rojo y su lengua se volvió bífida cual reptil venenoso. Todo en ella estaba cambiando. Después, en lugar de saludar, apretó el puño con fuerza acumulando allí toda su ira. Marcia vio que su mano poseía dedos desproporcionadamente largos, y la abrió mostrando un dado de hueso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«Que el azar decida si debo traer una peste a este condenado pueblo», murmuró la joven bruja. Sonrió mostrando sus pútridos colmillos y lanzó el dado al suelo, que rebotó varias veces hasta que la cara superior mostró un seis.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-61730538439491681542023-02-09T15:24:00.007-03:002023-02-09T15:29:21.068-03:00ALGO QUE NO ESTABA AHÍ<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlKyuEo1RwYbFJ9hKJdSsVrO0bfmH-EPMAGwypqpQF4NJsx3FcaPphbSiE-kk38FuIK_qerab7zUYVNMBENMoiP0Q8HHit0duEntj8n7saZdE3BscNtlNn9nUUDpm0EKUhhaanDBhix7OjFIMcTIdlS99W8xvbyIOIU_BThCTGSPqwMzzk4Pa-tx6zwQ/s400/AEKdyFem_400x400.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="400" height="355" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlKyuEo1RwYbFJ9hKJdSsVrO0bfmH-EPMAGwypqpQF4NJsx3FcaPphbSiE-kk38FuIK_qerab7zUYVNMBENMoiP0Q8HHit0duEntj8n7saZdE3BscNtlNn9nUUDpm0EKUhhaanDBhix7OjFIMcTIdlS99W8xvbyIOIU_BThCTGSPqwMzzk4Pa-tx6zwQ/w355-h355/AEKdyFem_400x400.jpg" width="355" /></a></div><p></p><span style="font-size: large;"><br /><br /><br />Debí reír.<br />Como de esa sombra proyectada<br />por una pequeña araña.<br />O el ulular de mi ventana<br />que no era más que viento entre las ramas.<br /><br />Me dejé llevar<br />por una simple figura bidimensional.<br />Envase vacío que yo<br />me encargué de llenar.<br /><br />Y así seguí,<br />perdido en laberintos de sombras,<br />corriendo por los gritos de un fantasma.<br />Hasta entender que había visto en ti<br />algo que no estaba ahí.</span><br /><div><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-43354614489655151132023-01-13T23:30:00.024-03:002023-11-15T20:54:22.906-03:00UNA GRULLA PARA AZAZEL<p> </p><p align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm; text-align: center;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzTu4RQcrd7ImDJKZCYNmX7p7XsfT6POqRwVAZ496HS5Tp6EKR7dPpaLOXg1i2aK9X3_OkZ5k9xH0M63zypG6mMNXwKcm8dHftKJICvSXAlmTzQtXZXs2WvIR9m2bdW0yMxkCDn1Va02fPpenCwzT4wL7EQGq5k6Xm4igqUhbnkqhmUJ5f49BWvZSD_g/s1172/maxresdefault-1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1172" height="308" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzTu4RQcrd7ImDJKZCYNmX7p7XsfT6POqRwVAZ496HS5Tp6EKR7dPpaLOXg1i2aK9X3_OkZ5k9xH0M63zypG6mMNXwKcm8dHftKJICvSXAlmTzQtXZXs2WvIR9m2bdW0yMxkCDn1Va02fPpenCwzT4wL7EQGq5k6Xm4igqUhbnkqhmUJ5f49BWvZSD_g/w502-h308/maxresdefault-1.jpg" width="502" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><i><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><p align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><br /></p><p align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><i><span lang="ES-MX" style="mso-ansi-language: ES-MX;"><br /></span></i></p></span></i><div style="text-align: center;"><i><span style="font-size: large;">Azazel tiene la piel blanca, cabello negro y lacio, y unas enormes alas retráctiles. Los libros de demonología lo ilustran sonriendo levemente, con una nariz aguileña y unos ojos amarillos que pueden leer el alma de los hombres. </span></i><i><span style="font-size: large;">Ese es su aspecto original; cuando se encuentra en el inframundo, pero en la tierra es imposible de reconocer pues puede cambiar de aspecto a su gusto.</span></i></div><div style="text-align: center;"><i><span style="font-size: large;">Azazel podría estar enfrente de ti y no lo notarías.</span></i></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">*</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo no creía en los demonios, tampoco creía en Dios. Aún no sé qué es lo que creo, pero prefiero respetar ciertas costumbres; solo por si acaso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Todos los días, antes de ir al trabajo o de ir a cualquier otro lugar, voy al cementerio. Me he mudado cerca de éste para que me sea más fácil, y desde que voy jamás me he ausentado un solo día.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mi hija suele preguntarme por qué voy tanto a ese lugar. «Será solo un momento» le digo, y ella me espera en el auto mientras voy a visitar a la misma persona de siempre. No le he dicho por qué lo hago; es muy pequeña aún. Siempre le prometo que algún día le contaré la historia completa, pero se trata de una historia no apta para menores; una historia que comenzó cuando estuve en prisión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me detuvieron por robo, aunque no fue un robo en verdad. Yo trabajaba en una tienda de ropa, y había otro empleado que cambiaba los precios a las prendas para quedarse con parte del dinero de las ventas. El dueño sospechó que estábamos haciendo algo extraño y puso cámaras ocultas. Pronto me captaron ayudando a mi compañero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Sí, él me daba una tajada de lo que sacaba, pero no fue exactamente un robo; digo, no fue un asalto. Aún no sé qué versión le contaré a mi hija llegado el momento, pues no quiero que me vea como el malo en esta historia, historia que ya tiene suficientes villanos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La cuestión es que el dueño envió unos policías a hablar con mi compañero y conmigo, y estuvimos discutiendo hasta que intentaron detenernos. Yo hui, y empujé a uno de ellos. Pero el otro me persiguió y me arrestó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Delito de resistencia al arresto; un delito de clase 6. Me condenaron a ocho meses a cumplir en el penal de Santa Fe. Fue una de esas situaciones que empiezan con algo pequeño y los sucesos se van sumando hasta que desenvuelven en una consecuencia inimaginable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Jamás había estado en un lugar como ese. Sentía que no sería el mismo al salir, si es que lo hacía con vida. Las paredes estaban ennegrecidas a causa de la humedad, que chorreaba por los pisos. La luz era escasa y el color predominante era el de los grises sueños rotos de los que allí vivían. Yo ya no era una persona en ese sitio, me sentí como un animal sin nombre, que solo era identificado mediante un número y que, ante cualquier movimiento en falso, podría terminar acuchillado y desangrándome ante las risas de los guardias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Deseaba que mi condena transcurriese de la manera más calma posible para poder salir de allí en menos tiempo por buena conducta. No quería conocer a nadie, no quería hacer ningún tipo de negocios; solo pensaba contar los días hasta el momento en que quedase en libertad. Pero los problemas me encontraron desde el primer día.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Debí compartir celda con un hombre mayor; eso me tranquilizó. El sitio era de solo seis metros cuadrados. Tenía camas encimadas, un inodoro metálico y un lavamos. Apenas ingresé, el anciano me saludó amablemente:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Mucho gusto ―me dijo―, mi nombre es Rogelio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Rogelio era pequeño y algo encorvado. Tenía el cabello blanco y una nariz grande y roja como la que tienen muchos hombres a su edad. Sus lentes no me permitían verle los ojos, pues eran de un aumento tal que daba la sensación de que con ellos podría ver un astronauta caminando por la Luna.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Recuerdo que me dio la mano como quien acaba de conocer al amigo de un amigo. Luego se acostó en la cama de abajo y me invitó a que me pusiera cómodo. Entendí que la de arriba sería la mía, pero estaba llena de figuras de papel; de esas de origami. Había miles de ellas, quizás diez mil, de distintos colores y tamaños; pero todas eran la misma: una especie de pajarito.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Rogelio…, voy a correr las figuritas de la cama, ¿sí?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¡No toques mis grullas! ―gritó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No me dio tiempo de hacer nada y enseguida lo tuve de pie detrás de mí, apoyándome un puñal en el cuello.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Devolví el pajarito a su lugar y me alejé aguantando la respiración.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Perdón ―dijo Rogelio―, esa cama es de ellas. Sé que te corresponde dormir en la cama de abajo, pero yo tampoco puedo moverme de ese lugar; padezco muchos dolores. Es por eso que me veo obligado a pedirte que duermas en el colchón que está en el suelo. Te compensaré por ello, lo prometo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El colchón tirado en el suelo habría sido rechazado hasta por un perro callejero. Tenía agujeros y manchas que, al igual que las grullas, eran de distintos colores y tamaños.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pronto llegaría la hora del almuerzo, por lo que decidí no discutir y lidiar más tarde con aquel viejo loco.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">*</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En el comedor conocí a otros reclusos que afortunadamente no me trataron mal. A decir verdad, varios me felicitaron por haber golpeado a un policía. No había sido más que un empujón, pero aun así me hicieron sentir menos incómodo de lo que estaba.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¿Así que estás en la F7? ―preguntó un muchacho con una cicatriz que le atravesaba un ojo―. Podría ser peor. Pero cuídate de Azazel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¿De quién?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Tu compañero de celda.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―No, no ―le dije―, yo estoy con Rogelio; un viejito medio raro…, y tengo un asunto pendiente con él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Ese mismo; él es Azazel. No sé cuál será tu asunto pendiente, pero no le hagas nada. Nadie se mete con Azazel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Durante el almuerzo supe que Rogelio (también conocido como Azazel) estaba preso desde el día en que se construyó la penitenciaría. No quise averiguar el motivo de su condena, lo de su apodo fue información más que suficiente para un día. Sucede que todos los reclusos le temían, y era sospechoso de varios asesinatos ocurridos allí dentro, pero siempre lo declararon inocente. De todas maneras, Rogelio ya tenía cadena perpetua, por lo que nada podría prolongar más su estadía.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El apodo era por un demonio. Allí mismo hubo una secta de adoradores de Azazel; aunque quedaban pocos de ellos en esa época. Sus sectarios consideraban a Azazel como una de las deidades más importantes del inframundo. Los libros de demonología sostienen que se trata de un demonio que, al presentarse en la tierra, es capaz de tomar diferentes formas; formas humanas e incluso animales. Azazel podría estar enfrente de ti y no lo notarías.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los sectarios no tenían nada que ver con Rogelio, y hasta a algunos les molestaba el hecho de que lo hubiesen apodado con el nombre de su dios, pero incluso ellos lo respetaban.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me contaron varias historias durante ese almuerzo que me dejaron aún más aterrado, y no sabía que haría esa primera noche en la celda cuando me encontrase a solas con aquel que llamaban Azazel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Cuando llegó el horario de salir al patio miré hacia todas partes buscando un modo de escapar. Sabía que si me atrapaban me darían varios años, pero si quien parecía un anciano inofensivo era comparado con un demonio, no quería ni conocer a los enormes sujetos que pasaban el día levantando pesas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Miré las torres con francotiradores, los reflectores que se encendían ante el mínimo movimiento, y los guardias a esperas de lanzar los perros a cualquier rebelde. Los muros parecían interminables, y al alzar la vista sentí que el cielo estaba más lejos que cuando estaba en libertad. Además, encima de esos muros había unos alambres de navaja dispuestos en círculos, de un modo que ni el más hábil artista circense podría sortear. Mientras más miraba, más me daba cuenta que no saldría de allí antes del tiempo dictado por el juez.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por la noche entré a la celda intentando no hacer ruido. Rogelio ya estaba allí, y al verme se puso de pie:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Para ti ―me dijo. Y me entregó un postre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era el mismo postre que nos dieron en el almuerzo; lo único que había comido en todo el día que no me había dado repulsión.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―No puedo comer azúcar ―dijo Rogelio―, podría venderlos, pero prefiero guardarlos para ti si lo deseas.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En poco tiempo me hice amigo de Rogelio, ¿quién lo diría?, y enseguida supe que no tenía nada que ver con aquel demonio. Él seguía, más bien, una filosofía de vida de tipo oriental, y era pacífico y muy sabio. Claro que yo debí continuar durmiendo en el suelo porque era firme respecto a sus grullas, pero en todo lo demás era el compañero ideal. No solo me regalaba sus postres, también me daba ropa y cigarrillos. Pero lo que más me gustaba era que, por alguna extraña razón, compartir celda con él me volvía intocable ante los demás prisioneros y guardias.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;">*</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">A pesar de esa seguridad que me brindaba mi compañero de celda, había personas con quienes no me acostumbraba a convivir. Muchos reclusos parecían estar siempre con una actitud agresiva, si los mirabas te insultaban por mirarlos, si no los mirabas te insultaban porque te consideraban débil. Los guardias también tenían esa actitud, a menos que les sirvieras para algo. El margen para moverse en ese sitio era muy fino si uno no quería conflictos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">También había unos pocos sectarios que aún rondaban los pasillos. No eran de hablar mucho, pero eran aterradores. Solían andar cubiertos por túnicas y así cubrían marcas ocasionadas por rituales que consistían en automutilarse el rostro. Vi a más de uno con marcas de quemaduras en las mejillas, con un ojo faltante, y hasta vi a uno que se había cortado parte de la nariz.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Vi muchos personajes difíciles de olvidar en ese sitio, podría escribir un cuento sobre muchos de ellos, pero ninguno era tan temible como Viktor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No sé si su nombre se escribe con k o con c. Supongo que es con c, pero por algún motivo lo imaginé escrito con k desde la primera vez que supe de él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Muchos de los criminales que se consideran guapos cuando andan por las calles, al ingresar a prisión pronto son sometidos. Terribles monstruos sociales como violadores y pederastas no duran veinticuatro horas sin ser sodomizados a causa de sus crímenes, encontrándose así con una forma de justicia salvaje, superior a aquella de la sociedad y de los dioses. Prefiero evitar entrar en detalles, aunque es difícil no incluir nada de esto si deseo explicar ese mundo y a su rey, ese rey llamado Viktor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Viktor era alto; muy alto. No podría decir su altura exacta, pero en mis recuerdos, y en especial en mis pesadillas, lo veo de un tamaño tal que no podría ingresar por una puerta. El ancho de sus hombros duplicaba aquel de un hombre normal. Sus brazos tenían músculos encimados con otros músculos. No eran como los brazos de un modelo de revistas, más bien diría que eran como los de un luchador, donde el aspecto no es importante sino la fuerza. Los tenía cubiertos de tatuajes, y desde lejos se veían como dos mangas negras.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Viktor controlaba el tráfico de drogas en el penal; no se podía vender o comprar nada allí dentro sin pagarle tributo, pues tenía a todos en la palma de su desproporcionada mano; incluso a los guardias. Si no me lo hubieran dicho, habría creído que él merecía el apodo de Azazel en lugar de Rogelio.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo no podía ni mirarlo a los ojos. La primera vez que lo vi de frente fue en el almuerzo, cuando casi lo choqué con mi bandeja. Creo que él no me vio, no podría asegurarlo; Viktor tenía la vista desviada y era imposible determinar hacía qué lado estaba mirando.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La segunda vez que lo crucé no tuve la misma suerte. Mi bandeja chocó con su brazo y un poco de puré de zapallo salpicó su musculosa blanca. Miré hacia arriba en lo que pareció una eternidad. Sus pectorales, que estaban a la altura de mi cara, se extendían en todas direcciones. Muy por encima vi lo que más temía: la mirada perdida de Viktor que, aun apuntando en dos direcciones cualesquiera, no tuve dudas de que se había posado en mí.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Perdón ―dije en vano, pues esa palabra no estaba en el pobre diccionario de Viktor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Él no dijo nada, pero durante el almuerzo no dejó de mirarme, o al menos eso sentí. Yo solo lo vi unas pocas veces mientras intentaba descifrar si él tenía intenciones de matarme o solo darme una golpiza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―No te preocupes por Viktor ―dijo Rogelio esa noche―, él y yo jamás hemos tenido un problema, y aquí todos saben que eres mi compañero de celda.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pero, como dije antes, los problemas pronto me encontrarían. Es que es difícil mantenerse alejado de ellos en un sitio atestado al punto en que indignaría incluso a los protectores de animales; donde las enfermedades florecen ante la falta de higiene; donde es preciso encontrar una salida para no enloquecer, ya sea la droga, la religión o, como en el caso de Viktor, un constante deseo de poder y destrucción.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fue otra vez en el almuerzo cuando nos volvimos a cruzar, mientras llenábamos nuestras bandejas. Esa vez me encargué de no perderle la vista; no lo miraba a los ojos, por supuesto, solo miraba su enorme figura de reojo manteniendo la mayor distancia posible mientras íbamos recolectando los platillos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Iba tan distraído que en un momento el cocinero alzó una especie de budín de pan que allí servían, y yo lo tomé; un budín que no era para mí, sino para Viktor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me senté sin darme cuenta en ese entonces, pero pronto mi bandeja fue eclipsada por una enorme figura. Viktor introdujo sus dedos deformes en el budín que yo tenía y sacó de allí unos pequeños paquetes que pronto puso en su bolsillo. Luego se chupo los dedos y habló en una voz tan grave que nadie podría imitar sin lastimarse la garganta:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Te salvas por ser compañero de Azazel, pero él no podrá protegerte por siempre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Ese día no paré de temblar. Por la noche Rogelio intentó tranquilizarme mientras hacía una nueva grulla de papel:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Ya te dije que no te hará nada porque no quiere tener problemas conmigo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¿Crees que quiere matarme?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al terminar la figura de origami la sumó a las otras y tomó un viejo libro:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―No tiene razones para hacerlo, él querrá darte una lección violándote.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me sentí aún peor, y esa noche no puede dormir. Rogelio en cambio, leyó sin parar durante unas horas y luego roncó más que nunca. Eran ronquidos de una persona enferma, pues sus dolores no eran vanos; Rogelio estaba muriendo de cáncer.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">*</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los días pasaron y yo solo rogaba no hacer enfadar más a Viktor, no quería ni pensar en lo sucedido. Pero, siendo tan famoso en aquel sitio, muchos hablaban de él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Otro altercado lo tuvo de protagonista; en el patio esa vez.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Un pelado estaba levantando pesas en la banca cuando Viktor se paró junto a él:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―¡Vamos! Una más ―le dijo. A lo que el pelado continuó con un máximo esfuerzo―. Otra, ¡hazlo!</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los brazos del calvo se flameaban mientras Viktor insistía que continuara.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al final, cuando no pudo más, lo ayudó sosteniendo la barra, que tenía no menos que mi propio peso a cada lado. Parecía que Viktor iba apoyarla en los soportes, pero en lugar de eso la soltó, y desde lejos se escuchó un chasquido ante el que todos volvieron la vista.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al día siguiente supe que el golpe le provocó una fractura de esternón y de tres costillas al recluso. Por poco no murió ahogado en su propia sangre. Al oírlo yo también estuve cerca de morir ahogado con el almuerzo:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Nadie sabe por qué lo hizo ―dijo el muchacho de la cicatriz que le atravesaba el ojo―. Anda más enojado que nunca desde que se supo que tiene sida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fue otra noche sin dormir para mí. No solo por miedo a Viktor, sino porque Rogelio se quejó más que de costumbre a causa de sus dolores.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me senté a su lado, y le sequé varias veces la transpiración de la frente con un paño.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Hoy no hice una grulla ―me dijo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En ese momento pensé que deliraba, y estuve por llamar al guardia para que lo llevaran a enfermería, pero insistió con el asunto:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Todos los días debo hacer una grulla, hoy no pude. Debes hacerlas tú. Prométeme que las harás tú a partir de ahora.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo no sabía hacer nada en papiroflexia. Entonces Rogelio me fue dando las indicaciones (me cuesta llamarlo Azazel, más aún cuando lo recuerdo en momentos como ese).</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">«Dobla el papel por su diagonal» me decía, «ahora levanta cada punta hasta la mitad» me explicaba.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de varios errores y correcciones la terminé. No quedó perfecta, pero era una grulla entre tantas que había en la cama, y desde lejos nadie prestaría atención a los detalles.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―Ya está ―le dije―. Yo haré las grullas que hagan falta hasta que te recuperes ―pero Rogelio no contestó.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Había perdido el conocimiento. Lo llevaron a enfermería y yo dormí solo en la celda F7. Esa noche recé por primera vez, tampoco sabía cómo hacerlo, pero, al igual que la grulla, mi rezo fue uno más entre tantos que se escuchaban por las noches, y Dios desde tan lejos, no prestaría atención a los detalles.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Recé por Rogelio y también recé por mí, para que Viktor no se enterase de que yo estaba solo en el tiempo que mi compañero estuviese en enfermería.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pronto supe que no era más que un Iluso. Las noticias corren rápido en un lugar atestado al punto en que indignaría incluso a los protectores de animales.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">*</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Era medianoche cuando comenzaron los ruidos. Se trataba de varios presidiarios chocando tazas metálicas contra los barrotes a unísono. Los insoportables segundos transcurrían y los golpes se escuchaban cada vez con mayor intensidad. Algo se estaba aproximando.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La reja de mi celda se abrió y dos enormes figuras aparecieron. La primera era la de Viktor, la otra era la de uno de sus amigos de casi la misma talla; como si él necesitase a alguien para que lo ayude a encargarse de mí…</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Yo estaba acostado en posición fetal en la cama de Rogelio, y en algunas pesadillas que tengo sobre esa noche me veo a mi mismo chupándome el pulgar.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Viktor levantó mi cuerpo con una mano, como lo hacía con las pesas que utilizaba para entrar en calor.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No tenía sentido decir algo; no había palabras en el pobre diccionario de Viktor que pudieran ayudarme a salir airoso de ese asunto.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me dio un golpe cerca del oído derecho y caí al suelo aturdido. Eso es lo último que recuerdo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Desperté en enfermería. Y enseguida me miré porque tenía la sensación de que Viktor me había descuartizado, arrancando mis miembros con sus propias manos desproporcionadas. Pero no encontré daños graves, solo un dolor en la mandíbula y un silbido constante que escuchaba a causa del golpe en mi oído.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―No te preocupes ―dijo un enfermero―. Estarás bien. Quienes te atacaron no volverán a molestarte.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me explicó entonces lo que había sucedido. Su voz parecía provenir de adentro de una botella, pero me pareció entender que Viktor y su secuaz habían fallecido. A mí me hallaron inconsciente debajo de la cama, y ellos dos se habían matado el uno al otro; al menos eso es lo que quedó escrito en el expediente. La explicación tiene demasiados huecos, y lo que en verdad ocurrió permanecerá por siempre guardado entre los muros de la cárcel.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los dos hombres que me atacaron terminaron con múltiples heridas en todo el cuerpo, tenían miles de ellas, quizás diez mil entre los dos. Yo jamás habría podido hacer algo así, y se cerró el caso concluyendo que se apuñalaron entre ellos hasta que ambos murieron a la vez. No eran heridas profundas, como las que un hombre como Viktor podría hacer con una navaja, pero eran tantas que dejaron sus huesos expuestos, tiñendo de rojo el suelo de la celda y volviendo sus rostros y cuerpos irreconocibles.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">*</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Apenas me sentí mejor quise ver a mi amigo Rogelio, pero me dijeron que también había fallecido. Su corazón no soportó los calmantes y yo no pude despedirme de él.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Días después regresé a mi celda; ya me quedaba poco para quedar en libertad. Las últimas semanas transcurrieron sin problemas; durante ese tiempo nadie se metió conmigo. Luego de lo ocurrido, los otros reclusos me respetaron y hasta comenzaron a apodarme “Azazel”.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El anterior Azazel, Rogelio, fue cremado, y sus restos descansan en un panteón familiar. Yo no sabía que tenía familia; durante el tiempo que estuve en prisión nadie fue a visitarlo. Tampoco me crucé con ningún pariente en el tiempo que llevo yendo al cementerio, y eso que voy a verlo todos los días.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Cada vez que voy llevo una grulla de papel, que se van acumulando. Llevo grullas de diferentes colores y tamaños, una cada día. No sé por qué lo hago, aún no sé qué es lo que creo que pasó aquella noche, pero prefiero respetar ciertas costumbres; solo por si acaso.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><p></p>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-9548808985212835482020-08-14T22:28:00.010-03:002023-02-13T01:26:29.724-03:00PLÁSTICO<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-8sxg8jAVbDs/Xzc6DYjFVxI/AAAAAAAA7aY/A2DhSTn_Mqc9En5Y3KEl7Nl_ht_g3tQDwCNcBGAsYHQ/s882/plastico.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="882" data-original-width="600" height="400" src="https://1.bp.blogspot.com/-8sxg8jAVbDs/Xzc6DYjFVxI/AAAAAAAA7aY/A2DhSTn_Mqc9En5Y3KEl7Nl_ht_g3tQDwCNcBGAsYHQ/w272-h400/plastico.jpg" width="272" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Hemos creado un mundo de plástico. Una masa amorfa que avanza inexorablemente; destruyendo el pasado, creando un presente despiadado que se convertirá en un futuro en el que nadie desearía vivir.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los paisajes naturales dan espacio a las enormes ciudades. Allí jugamos a un juego sin reglas, sin códigos, perdiendo de vista incluso nuestro objetivo. La verdad es que solo buscamos aire, que nunca será suficiente, pues ese poco aire está contaminado.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Algunos respiran aires más puros: reyes y reinas de plástico aislados en castillos de plástico. Sus famas son efímeras, de segundos quizás. No merecen mucho más; sus obras no tienen corazón y, si los tuvieran, serían de plástico.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">Yo trabajo todo el día en una oficina, entre paredes de plástico, rodeado de formularios que nunca leí para aprobarlos con sellos de plástico. Todos los meses me dan un sueldo miserable, aunque nunca veo el dinero. Me pagan en plástico, pues no me sobra nada tras amortizar las cuotas de mis tarjetas de crédito.</div></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El único modo de saldar mis deudas sería muriendo, y que mi familia cobrase la prometedora suma del seguro. Pero la compañía de seguros también es de plástico; del mismo plástico del que están hechos todos mis acreedores.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Camino en sentido contrario a un mar de personas de plástico. Que no me miran, que no me oyen, que avanzan apuradas al unísono mientras chocan contra el suelo sus zapatos de plástico.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Llego a mi casa de noche y veo a mi esposa acostada. Ella no quiere hablar, yo no deseo oír más mentiras. Su boca es de plástico, sus tetas también. Hasta sus nalgas son de plástico.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Me acuesto a su lado tras un gran esfuerzo, pues mis rodillas y codos no son movibles. Es tarde ya, apago el televisor, cierro mis ojos de plástico y finjo que estoy dormido.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-88436637527449758092020-07-30T20:07:00.026-03:002023-02-03T16:14:46.862-03:00INFECTO<div style="text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-aAQVTczC0lQ/XzSaB_LWg0I/AAAAAAAA7YI/F3ygn0MM3QMWFr6yhxP5N0vP-3mNZkwZQCNcBGAsYHQ/s491/54af1e90f07fc2d4cc703f02b93f64f0.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="491" data-original-width="368" src="https://1.bp.blogspot.com/-aAQVTczC0lQ/XzSaB_LWg0I/AAAAAAAA7YI/F3ygn0MM3QMWFr6yhxP5N0vP-3mNZkwZQCNcBGAsYHQ/s0/54af1e90f07fc2d4cc703f02b93f64f0.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Hay algo malo en mí; algo malo en mi interior. Es un problema que tengo en la sangre; que está viciada, corrupta, infecta de enfermedades que no tienen cura. Nací con esta afección que poco a poco me está consumiendo, convirtiéndome en un horrible ser de piel y hueso.</span></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No quiero tratarme, prefiero morir y acabar para siempre con este dolor que arrastro y así no se siga propagando. Deseo alejarme del mundo mientras recorro el inevitable camino hacia la muerte, rendido a la espera del día en que mi estirpe maldita arda por fin en el infierno.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por las noches despierto sudado, a los gritos. Son gritos causados por pesadillas tan horrendas, que muchos quedarían atrapados en ellas para jamás volver al mundo de la vigilia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tengo un sueño recurrente desde hace un tiempo. En él me encuentro en una playa mirando hacia el mar, con los pies descalzos. La marea crece y me cubre los tobillos. De pronto el cielo se nubla y la espuma se torna cobriza. Intento entonces salir, pero la arena me retiene. El agua se convierte en sangre y yo sigo apresado, inmóvil, mientras comienzan a aparecer restos humanos en el agua. Veo globos oculares que salen a flote, manos, vísceras, y hasta cráneos que las olas traen consigo para chocar contra mis piernas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego de aquello ya no logro dormir de nuevo, y paso las horas en un estado de estupor mirando cómo las luces nocturnas forman imágenes paganas en el techo de mi habitación, riéndose de mí, recordándome que al día siguiente me veré peor que de costumbre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sufro antes de mirarme en el espejo. Me paro frente a él manteniendo los ojos cerrados, apretando los párpados con fuerza. Luego, cuando me animo a observar la patética figura que reflejo, mi aspecto vuelve a sorprenderme.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi tez se vuelve más pálida día a día, y ya casi está transparente. Mis ojos, grandes y líquidos, reflejan toda la luz del lugar. Tengo además los labios cada vez más finos, y hasta mi mentón parece estar desapareciendo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A pesar de mi enfermedad mis esperanzas se mantenían con vida gracias a una mujer; la muchacha más maravillosa que he conocido. Imagino que a la mayoría de los hombres les sucede lo mismo; el único modo de encontrar la salvación es conquistando el alma de una mujer buena.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me enamoré de Katherine como nunca lo había hecho; como nunca creí que se podía amar a alguien. La conocí en la época en que mi aspecto comenzaba a deteriorase y, a decir verdad, me preocupaba más la posibilidad de perderla que mi estado de salud. Incluso llegué a maquillarme para que no notara mi decadencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego de tres meses saliendo con ella aún no estaba listo para hablarle de mi enfermedad; no quería poner en riesgo nuestra hermosa historia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día en que los médicos me dieron los primeros resultados de los análisis, Katherine me invitó a conocer a su familia. Nuestro amor estaba llenándose de flores de todos los colores mientras mi pútrido interior se pintaba de negro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los estudios revelaron que mi padecimiento es genético; es mi sangre la que está contaminada.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me pareció extraño no tener parientes que padecieran de lo mismo, y al hablarle del tema a mi madre confesó que fui adoptado. Me dijo entonces el apellido de mi familia biológica, y me contó que muchos de ellos también habían sufrido de esta horrible afección. Al adoptarme rezó pidiendo que yo no tuviera la enfermedad, pero ésta no solo estaba presente en mí, sino que se desarrollaba en todo su esplendor.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No había caso; estaba condenado. Solo me restaba decírselo a mi amada Katherine. Esa misma noche fui a su casa a cenar junto con ella y su familia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Estaba hermosa. Llevaba puesto un vestido rojo más escotado que lo que a su padre le habría gustado y más corto de lo que su madre habría preferido. Tenía un brillo en sus pómulos llenos de vida, y su mirada felina me hacía desear saltar por encima de la mesa, atravesando los platos con comida solo para morir besando su carnoso labio inferior.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dormimos juntos a pesar de que para sus padres no estaba bien visto que su hija, apenas mayor de edad, invitara a un muchacho a pasar la noche, pero ella les había dicho que yo era el indicado y que estaba enamorada de mí. Ni siquiera yo podía creer mi buena suerte.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A medianoche comenzamos a besarnos y ella se quitó la ropa. En mi estado yo ya comenzaba a temer no lograr mantener una erección, pero la belleza de Katherine habría alzado hasta a un cadáver de su tumba.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se puso encima de mí, haciendo que mi corazón se acelerara en un instante. Creí que iba a perecer por asfixia, ahogado entre sus senos, lo que habría sido una maravillosa manera de morir. Luego comenzó a moverse con una fuerza admirable. Sus muslos saltaban sobre mi pelvis al punto de provocarme dolores en los genitales; pero era un dolor agradable, porque mientras lo hacía, yo me perdía en sus ojos en blanco y en sus gemidos que eran como el canto de una sirena. Hicimos todo lo que habíamos hecho en otras noches y hasta algunas cosas nuevas. Pasamos juntos dos horas admirables que no olvidaré mientras viva. Incluso rompimos la cama, literalmente. Bueno, al menos se aflojó una de las patas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A la mañana siguiente la luz del sol me acarició el rostro y desperté de buen humor por primera vez en mucho tiempo. Miré entonces a mi alrededor, pero no pude encontrar a mi amada.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me vestí, tomé el pantalón que estaba sobre la mesa, y entonces vi los resultados de unos estudios médicos. Hoy me pregunto si habría sido mejor contener la curiosidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En ese momento Katherine ingresó a la habitación:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Por fin despertaste ―dijo―. Iba a preguntarte si querías café.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No pude emitir sonido. Solo la miré boquiabierto mientras sostenía la carta, que temblaba en mi mano.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Perdóname por haberla leído ―dije al fin.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―No te preocupes –dijo ella―. De todas maneras, tenía pensado contarte todo. Tengo una enfermedad que no tiene cura, pero me he estado cuidando y siguiendo un tratamiento; por el momento parece que los síntomas no están avanzando. No es contagiosa; es algo genético.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La carta con los análisis cayó al suelo. No podía moverme, estaba petrificado frente a Katherine mientras ella continuaba hablando:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Mis padres no padecen de lo mismo. Verás, fui adoptada. El apellido de mi familia biológica es…</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No la dejé terminar. Salí corriendo mientras ese nombre maldito se vaporeaba detrás de mí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Corrí las diez cuadras hasta mi casa e ingresé con el corazón a punto de partirme el pecho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Subí las escaleras mientras mi débil sistema respiratorio solo producía sibilancias, y al cruzar el espejo del pasillo me vi peor que nunca.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mis ojos estaban irritados, y noté que mi frente estaba descamada. Me toqué el cabello y un mechón quedó pegado a mi mano, junto con sudor y una extraña oleosidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Entonces vi a mi madre en su habitación y le pedí que me contara más sobre mis orígenes. Cuando terminó de decirme lo que sabía, lo entendí todo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En mi familia biológica había algo maldito; una enfermedad que se había transmitido por generaciones. Se trataba de un gen recesivo, como en la mayoría de esos padecimientos, pero la endogamia había mantenido e intensificado la afección.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me dieron en adopción para evitar que yo siguiera en ese ambiente plagado de pecado, en esa casa donde la vida mata a la vida, donde la decadencia humana adicta a monstruosas orgías iba a infectarme sin remedio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi madre biológica no solo quiso salvarme a mí, sino también a mi hermana melliza, dándonos en adopción a familias distintas con la esperanza de que jamás nos conociéramos, porque sabía que el incesto estaba en nuestro interior, porque no éramos más que una abominación en potencia. Pero Katherine y yo logramos lo impensado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No fue casualidad, fue una fuerza como ninguna otra la que nos atrajo, y solo bastó con una mirada para que nos enamoráramos perdidamente. ¿Quién habría imaginado que éramos mellizos?; cuando nos dijimos nuestras fechas de cumpleaños creímos que se trataba de una prueba más de que estábamos hechos el uno para el otro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En los dos estaba presente la misma enfermedad, pero Katherine había comenzado a tratarla desde los primeros síntomas, por lo que aún lucía saludable. Pero yo no quiero curarme.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Prefiero dejar que mi afección termine de consumirme. Quiero dejar de cargar con esta sangre viciada, corrupta, infecta de enfermedades que no tienen cura. Quiero acabar para siempre con este dolor que arrastro y así no se siga propagando. Deseo alejarme del mundo mientras recorro el inevitable camino hacia la muerte, rendido a la espera del día en que mi estirpe maldita arda por fin en el infierno.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div></span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-11082077470959322202020-02-01T23:44:00.019-03:002023-11-03T00:14:42.161-03:00UNA MUERTE PARA SABRINA<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt;">
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<div style="text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEibWKPNmyutMzolDH2KZe6ahy4ox9RXa1AhQhA9_6AYCsxdlegvtw-9K3b-XyB_AzeC4DyQXEkKIZKELFijvPoqBe1nn-VLgizOCiI-7bmMsh9q4celjuX5gFz-LWGp0qQIb20C5bNQMqeNSG03squrCxFj1lt1H4zh4TPEZ2kF3-l4B3H4RwDsLkZYvg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="711" data-original-width="800" height="306" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEibWKPNmyutMzolDH2KZe6ahy4ox9RXa1AhQhA9_6AYCsxdlegvtw-9K3b-XyB_AzeC4DyQXEkKIZKELFijvPoqBe1nn-VLgizOCiI-7bmMsh9q4celjuX5gFz-LWGp0qQIb20C5bNQMqeNSG03squrCxFj1lt1H4zh4TPEZ2kF3-l4B3H4RwDsLkZYvg=w345-h306" width="345" /></a></div></div>
<div style="text-align: center;">
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif">Escrito junto a Alejandro Silver</span></div>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
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<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;"><b><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif">PRIMERA </span><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif">TEST</span>IGO: NATALIE</b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif">―¡Ratas! ―dijo Natalie― ¡Una <span style="text-align: justify;">mo</span></span><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="text-align: justify;">ntaña de r</span></span><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large; text-align: justify;">atas! Sucias…, asquerosas… Aparecieron de repente y corrieron todas juntas hacia mí. Al darme la vuelta vi que venían de todas partes. ¡Me tenían rodeada! Entonces tropecé y se me subieron encima. Una de ellas chilló sobre mi rostro. Pude ver sus dientes largos y amarillos. Grité y me moví intentando deshacerme de ellas, pero varias estaban prendidas de mis piernas, y algunas comenzaron a morder las puntas de mis zapatos.</span><br />
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span>
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">La joven hizo una pausa mientras cerraba los ojos. Tenía el rostro embarrado en maquillaje de tanto llorar.</span><br />
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">―Perdón ―continuó Natalie―. Jamás había sentido tanto miedo en mi vida. Solo recuerdo que al lograr ponerme de pie, salí corriendo de allí. Una vez en la calle busqué a las chicas, pero no pudimos encontrar a Sabrina.</span></div></div>
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">
</span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">Natalie fue la primera interrogada de las tres testigos que estuvieron la noche del viernes en la fábrica abandonada. Junto con sus amigas, se había metido allí a modo de aventura. Algo sucedió que hizo que huyeran del lugar. Ellas estaban bien, pero la cuarta muchacha llevaba desaparecida más de cuarenta y ocho horas.</span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">
</span>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">El caso estaba a cargo del experimentado detective Francisco Romero y el joven oficial Zurita. Natalie seguía temblando por lo que había vivido, y la habitación no la ayudaba en aquel momento de tensión. Las paredes eran grises y vacías, a excepción de una en la que había una pequeña puerta y un vidrio de visión unilateral. La iluminación dependía solo de una vieja lámpara que apuntaba directo al rostro de la joven. En el medio del lugar había una mesa metálica atornillada al suelo, y las manos de Natalie temblaban sobre ella.</span></div>
<span face=""helvetica neue", arial, helvetica, sans-serif" style="font-size: large;">
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Podrían darme un pañuelo? ―dijo la testigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Zurita le ofreció un pañuelo que tenía varias manchas de origen dudoso, y enseguida ella hizo un gesto de repulsión:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¡No! Quiero un pañuelo limpio. ¿Pueden pasarme mi cartera, por favor?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El detective suspiró. Luego hizo una señal hacia el espejo de la pared indicando que trajeran la cartera de la joven, y un oficial la llevó a la sala de interrogación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Está seguro de darle sus cosas, jefe? ―preguntó Zurita.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué puede tener una chica como ella en su cartera? ―dijo el detective alzando una ceja―, ¿una ametralladora? ¿O acaso temes que nos asesine con un peine?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Natalie abrió su cartera y sacó de allí unos pañuelos descartables.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero jamás se preocupaba por seguir el protocolo. Él hacía las cosas a su modo, algo a lo que sus superiores ya estaban acostumbrados. En el departamento toleraban sus métodos que, aunque no siempre eran legales, lograban resolver crímenes que nadie más habría podido. Había sido asignado a aquel caso en el que nada parecía tener sentido, y esos eran precisamente los de su especialidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Voy a necesitar ver tus zapatos para confirmar que hayan sido mordidos ―dijo el detective.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Pero…, los tiré a la basura cuando llegué a mi casa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Tendremos que revisar tu basura entonces; son parte de la evidencia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Usted cree que las ratas pudieron devorar a Sabrina? ―preguntó Natalie― Yo no vi nada más. Perdí por completo el control y corrí hasta estar afuera.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―No hallamos rastros de sangre en el lugar, debió ocurrirle otra cosa. Hiciste bien en huir y ponerte a salvo. A veces el miedo no nos permite pensar. A mí me pasa lo mismo cuando veo una araña. Te parecerá gracioso que un hombre grande como yo les tenga miedo, pero es verdad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ambos oficiales se retiraron de la sala dejando sola a la joven. Enseguida Romero ordenó que revisaran la basura en la casa de Natalie en busca de sus zapatos. La muchacha seguía apoyando sus temblorosas manos sobre la mesa metálica. Recorrió la habitación con la mirada y luego bajó la vista; no había mucho que mirar allí.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿De verdad lo asustan las arañas, jefe? ―dijo el joven Zurita con una leve sonrisa que parecía una carcajada a punto de estallar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Así es. No soporto ni hablar de ellas. En la escuela me hicieron recitar un poema estúpido sobre arañas: <i>Si subiera por tus dedos pronto me descubrirías, sería imposible no causarte un cosquilleo…</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¡Ah, sí! <i>…te desharías de mí con un golpe certero, un instintivo puntapié al viento…</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Ese mismo. Le dije a la maestra que odiaba a las arañas y ella me dijo que hay que aprender a enfrentar los miedos. Maldita vieja loca. Me da escalofríos ese poema.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Zurita movió sus dedos como patas sobre el rostro de Romero:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―<i>Me descubrirías, tal vez, recorriendo tu espalda, trepando por sitios fuera de tu alcance…</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué parte de “Me da escalofríos” no entendiste?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Perdón, jefe. Es que me gusta ese poema.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero encendió un cigarrillo y enseguida Zurita apuntó al cartel de prohibición:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Señor, aquí no se puede…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El viejo detective volvió a alzar la ceja; ese gesto bastaba para que el joven Zurita se guardase para sí los comentarios sin sentido.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era momento de interrogar a la segunda testigo: Clara, quien estaba sentada esperando en la oficina de al lado. El detective Romero le pidió a Zurita que la hiciera pasar a la sala en diez minutos, y aprovechó el tiempo libre para subir a su despacho a beber un vaso de coñac.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al regresar vio a la segunda muchacha sentada en la sala de interrogación. Cuando iba a ingresar, Zurita lo interrumpió:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Hay algo muy extraño, jefe. Esta testigo dijo no haber visto ni una sola rata.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>SEGUNDA TESTIGO: CLARA</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero ingresó a la sala de interrogación y acomodó la lámpara sobre el rostro de Clara. Ella estaba más arreglada que la muchacha anterior. Clara era de esas jóvenes glamorosas que se mantenían impecables en toda situación, de esas que la humedad no les arruina el peinado y que ningún día del mes parece tener efecto sobre ellas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ante la misma pregunta del detective, su respuesta fue completamente diferente a la que había dado Natalie:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―No pude ver nada ―dijo Clara―. Solo recuerdo los gritos de mis amigas y unos ruidos de golpes que parecían venir de todas partes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿No viste las ratas? ―preguntó el detective Romero.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―No. Yo llevaba una linterna con la que estábamos explorando la fábrica, pero de pronto se apagó y todas comenzamos a gritar. Entré en pánico y salí corriendo de allí, ni siquiera sé cómo llegué a mi casa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué estaban haciendo en la fábrica? ―preguntó el detective.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Fue idea de Amanda el pasar la noche allí. Había leído sobre algo que ocurrió en ese lugar hace muchos años: un asesinato. Le dije de ir durante el día, pero ella insistió en ir a la noche.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué asesinato? ―el detective hizo la pregunta mientras miraba al espejo de la sala de interrogación. Al otro lado, el joven Zurita abrió ampliamente los ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Un muchacho al que mataron allí. Pero eso pasó hace como cincuenta años.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero se retiró de la sala, necesitaba tiempo para pensar y, sobre todo, tiempo para beber otro vaso de coñac. Subió entonces las escaleras hasta su despacho y enseguida Zurita subió detrás.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras su jefe se servía el trago, el oficial Zurita tomó asiento. El joven miraba al piso con tal concentración que parecía dispuesto a ver el centro de la Tierra.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero se sentó detrás de su escritorio y bebió su vaso de golpe, arrugando la frente, no por el sabor de coñac, al cual se había acostumbrado hacía mucho tiempo, sino por la pena que le causaban casos como éste.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Miró a Zurita, quien continuaba concentrado como quien está a punto de enunciar una revelación divina. De pronto sus miradas se cruzaron:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Jefe…, estaba pensando…, tal vez no eran ratas, eran gatos, porque en la oscuridad todos los gatos son pardos... O eran ratas pardas...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero alzó la ceja silenciando al joven en el acto. Ni siquiera quiso contrariarlo; en ese momento los pensamientos en su cabeza tenían el mismo o menor sentido que el comentario de Zurita.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>TERCERA TESTIGO: AMANDA</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Alguien golpeó la puerta; habían encontrado los zapatos que Natalie tiró a la basura.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El oficial entregó una bolsa que había sido cerrada con sumo cuidado para no contaminar la muestra. Romero la abrió y dejó caer los zapatos con torpeza sobre el escritorio de su despacho. Enseguida notó que las puntas tenían varias marcas de pequeñas mordeduras.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Lleva a la tercera muchacha a la sala de interrogación ―ordenó a Zurita.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Solo faltaba interrogar a Amanda, la última de las tres amigas de Sabrina que estuvieron con ella aquella noche. Minutos después el detective bajó las escaleras:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Soy el detective Francisco Romero. Estuve hablando con tus amigas y algunas cosas no cierran. ¿Qué ocurrió la noche del viernes?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Amanda estaba despeinada y un poco desarreglada, aunque no estaba así a causa de lo ocurrido, ella siempre se veía de ese modo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Estábamos las cuatro juntas, en medio de lo que parecía haber sido una oficina de la fábrica. Estábamos sentadas en el suelo y de pronto todas salimos corriendo. Natalie dijo que vio unas ratas, pero yo no las vi.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―“Unas ratas” no, ¡una montaña de ratas! ―interrumpió el detective.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Bueno, yo no vi ninguna. Salí corriendo apenas vi entrar a un hombre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Un hombre? ¿Qué hombre?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Mi tío.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Cómo que tu tío?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Sí. Era el novio de mi tía en realidad. Clara dice que no lo vio porque en ese momento justo se le apagó la linterna, pero yo lo vi. Salí corriendo apenas apareció. No lo veía desde hacía más de diez años, pero estoy segura de que lo vi. Mi tía lo echó de su casa cuando supo lo que me hizo, y no volvimos a saber nada de él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero se retiró de la sala de interrogación dejando sola a la joven. En su rostro se notaba que con cada testigo obtenía más preguntas que respuestas. Zurita, por el contrario, estaba satisfecho, como si todo el caso estuviera resuelto:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―El tío degenerado volvió y no la pudo atrapar, entonces se llevó a Sabrina.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El detective se pasó la mano por la cara:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Tú debes ser una especie de genio, ¿verdad? ―dijo el detective― ¡Es imposible que haya sido su tío! Dice que no lo vio en más de diez años. Pudo tratarse de cualquier hombre en ese momento, ella creyó que era su tío porque estaba asustada. De todas maneras, quiero que localices a ese sujeto para tranquilizar a la joven y así poder seguir avanzando en el caso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero ingresó de nuevo a la sala para seguir interrogando a la testigo:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Por qué fueron a esa fábrica?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Nos pareció divertido… ―dijo Amanda―; con el asunto de ese asesinato que ocurrió hace cincuenta años.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Cuál asesinato?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Amanda le contó lo poco que sabía sobre un antiguo caso ocurrido en ese mismo lugar. El pueblo lo había olvidado, pero la joven había encontrado un viejo artículo del diario local mientras estudiaba sobre la historia de la ciudad y le fue imposible resistirse a ese suceso que ya se había convertido en mito.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Zurita golpeó la puerta para llamar a Romero:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Ya averigüé lo que me preguntó, jefe.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Pues dímelo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―El tío de Amanda…, el señor que apareció esa noche…, falleció hace tres años de un paro cardiaco.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: center;">
<b>CUARTO TESTIGO: CUATRO PAREDES</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por lo general, cuando tres testigos tienen versiones diferentes sobre un mismo hecho, es porque al menos dos de ellos están mintiendo. Romero, sin embargo, tenía el presentimiento de que las matemáticas no eran tan sencillas en esa oportunidad. Decidió entonces averiguar más sobre lo ocurrido la primera vez que alguien había desaparecido en esa fábrica; estaba convencido de que allí estaba la clave.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue a la biblioteca municipal y pidió las notas de diarios de cinco décadas atrás. Estuvo horas pasando las páginas en el monitor, rodeado por aquellas enormes bibliotecas de madera desteñida atestadas de libros viejos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ya era tarde, y en el lugar solo lo acompañaba un alcohólico que iba a dormir allí las noches en que no hallaba un mejor lugar. De pronto el detective encontró lo que buscaba:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">«Joven desaparece en fábrica de juguetes abandonada sin dejar rastros».</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se trataba de cuatro amigos que había ido al sitio luego de que lo cerraran, y jamás se volvió a saber sobre uno de ellos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero tenía una pista: un desaparecido más en el mismo lugar. Tenía tres nuevos testigos a quienes preguntar qué ocurrió en la vieja fábrica; si es que seguían vivos tras medio siglo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al buscar en la base de datos de la policía, vio que dos de ellos habían fallecido, pero aún quedaba uno con vida. Se trataba de Gabriel, un hombre septuagenario. ¿Podría aportar algún dato útil tras tanto tiempo? Los años transcurridos no eran el único problema, Gabriel había pasado todo ese tiempo en el Instituto Psiquiátrico Dra. Banach.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El detective condujo durante horas hasta llegar al sitio. Rodeado de una enorme arboleda encontró el edificio. El lugar era gigantesco y desolador, con paredes de un gris opaco, como si se tratara de una fortaleza en lugar de un hospital; como si lo importante allí no fuese curar a los enfermos sino evitar que escaparan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Caminó por el interminable pasillo junto a una de las enfermeras:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Le deseo suerte ―dijo la mujer―, es uno de nuestros pacientes más silenciosos, y lo poco que dice carece de sentido.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A Romero le abrieron la habitación y vio a un anciano de espaldas. En unos días cumpliría los setenta años, pero después de medio siglo en aquel sitio, parecía haber sobrepasado los cien.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Buen día, soy el detective Francisco Romero. Vengo a preguntarle sobre lo ocurrido en la fábrica hace cincuenta años.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El individuo se balanceaba en su silla hacia atrás y hacia adelante. Continuó haciéndolo sin contestar durante varios segundos, hasta que el detective perdió la paciencia:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Me oyó lo que dije o está demasiado loco para contestar?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Lo oí perfectamente, detective ―dijo sin darse la vuelta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Luego giró hacia Romero y éste pudo verlo; tenía el rostro arrugado, un rostro que intentaba cubrir con escasos cabellos que se habían vuelto blancos con el correr de los inviernos. Sus ojos padecían de cataratas; cincuenta años de encierro en aquel infierno sin ventanas lo habían vuelto completamente ciego.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Entonces ―insistió Romero― ¿Recuerda algo de aquel día?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Se refiere al día en que murió mi mejor amigo? ¿Al último día de mi vida en que estuve en libertad? Creo recordarlo, sí.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A Romero no le gustaba el sarcasmo a menos que fuese él quien lo emplease, y ya había perdido la poca paciencia que tenía en un principio:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Pues comience a hablar y tal vez pueda sacarlo de aquí ―dijo el detective.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¡Eso nunca! ―dijo Gabriel―. Aquí estoy bien. Verá, detective; sufro de agorafobia, aunque antes era al revés.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Sufre de qué?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―De agorafobia; miedo a los espacios abiertos. Antes de llegar a este sitio yo tenía una leve claustrofobia; es decir, miedo al encierro. Verá, a veces, el enfrentarnos a nuestros peores miedos y vencerlos, da lugar a otros completamente nuevos. Esa noche en que mis amigos y yo fuimos a la fábrica abandonada, el techo se nos cayó encima. Habíamos subido a una de las torres, y recuerdo que las paredes comenzaron a moverse hacia mí. El sitio se estaba haciendo cada vez más pequeño y comencé a sentirme sofocado. Intenté huir de ese lugar pero la única salida era la puerta que daba a las escaleras. Quise abrirla pero estaba trabada, mientras tanto, las paredes continuaban apresándome. Entonces el techo comenzó a desplomarse. En ese momento golpeé la puerta con el hombro y logré romper la cerradura, y mis amigos y yo escapamos. Todos salimos de allí excepto Dylan, a quien jamás volvimos a ver.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Y qué ocurrió con tus otros dos amigos?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Uno murió unos días después en una avenida. Al parecer cruzó con un semáforo en rojo y quedó paralizado en el medio mientras los vehículos intentaba esquivarlo, hasta que un camión no lo logró. El otro, poco después, fue a incendiar la fábrica para que jamás se volviera a poner en marcha. La policía lo atrapó, y días después se prendió fuego en la celda. Yo soy el único testigo que permanece con vida porque me mantuve a salvo entre estas cuatro paredes. Irónico, ¿verdad? Podría decirse incluso que tuve un final feliz.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué estaban haciendo en esa fábrica?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Era viernes por la noche, éramos jóvenes, solo buscábamos divertirnos. ¿Ha pensado alguna vez que no somos más que muertos haciendo cosas de vivos, y al tomar conciencia de ello, morimos?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Mi trabajo no es tan filosófico.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Hay cosas que es mejor no perturbar, que es mejor dejarlas en el olvido. Podría usted seguir investigando y descubrirlo todo, pero le recomiendo dejar las cosas como están, detective. Además, ¿no se le ocurrió pensar por qué nadie se atrevió a reabrir el caso en cincuenta años?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Porque yo no había nacido ―dijo Romero, y luego salió de la habitación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>ÚLTIMO TESTIGO: LAS PAREDES RECUERDAN</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lejos de arrojar luz sobre el caso, la entrevista con Gabriel tornó todo más oscuro. Romero entendió que, de tratarse de la misma situación de hacía cincuenta años, a las demás chicas tampoco les quedaba mucho tiempo. Así que decidió ir junto con el oficial Zurita a la vieja fábrica abandonada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El lugar estaba destruido. Las paredes estaban negras tras el incendio, y los escombros dificultaban el paso. Era el sitio perfecto para echar a volar de la imaginación y despertar los miedos más profundos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué buscamos aquí, jefe? ¿Cree que haya algo útil después de tanto tiempo? Deberíamos volver a leer los expedientes del caso a ver si omitimos algo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Puede que seas muy joven para entenderlo, pero no podemos fiarnos de un expediente. Verás, interpretamos lo desconocido comparando y midiendo con lo que ya conocemos. Esta es la razón más grande de que el universo, lejos del alcance de nuestro conocimiento, siga siendo tan rico y vasto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Jefe… ―comenzó Zurita como quien tiene un <i>bypass</i> que conecta sus orejas despidiendo en tiempo real la información entrante―. Estaba pensando… ¿podría suceder que este asesino ataque una vez cada cincuenta años? Si es así podríamos tenderle una emboscada ―Zurita hizo una pausa para acomodar sus ideas―. Claro que para entonces yo estaré retirado y usted... estará muerto...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la oscuridad, el joven oficial no podía ver el gesto que empezaba a crecer en el rostro del detective. Justo cuando Romero iba a decir algo, encontraron la escalera que dirigía a lo alto de la torre en donde había ocurrido el incidente medio siglo atrás:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Es aquí ―dijo Romero―; ésta tiene que ser la torre de la que me habló Gabriel. Debemos subir y resolver el primer crimen si queremos resolver el segundo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Zurita miró hacia arriba y enseguida le bajó la presión. La escalera caracol parecía una hélice infinita, una espiral oxidada que se retorcía y que podía venirse abajo en cualquier momento. Debió apoyar la mano en la pared para así evitar desmayarse:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Lo siento, jefe. No podré subir. Le temo a las alturas, y esta escalera se ve muy peligrosa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero comenzó a reír:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Así que te hiciste el gracioso cuando supiste de mi miedo a las arañas y ahora me dices que le temes a una escalerita? Pues quédate en tierra firme mientras yo hago el trabajo duro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El detective subió por las escaleras sin dificultad. A pesar de los años y del incendio, el hierro fundido había permanecido firme y seguro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras subía, iba riendo y recitando el viejo poema:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―<i>...preferiría tal vez, subir por tu talón, trepando tu tobillo en un descuido...</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Zurita miró de nuevo hacia arriba y lanzó un grito de terror:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¡Tenga cuidado, jefe!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A sus ojos la escalera se movía de un lado al otro y ya le había generado un vértigo horrible con solo verla desde abajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Poco antes de llegar a lo más alto, el detective emitió un grito que desgarró el silencio de la fábrica en desuso en conjunto con el temple del joven oficial; el cual, aterrado, hizo lo propio remedando un eco.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Qué sucede? ―Preguntó Zurita, pálido, espectral.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Me la debías.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero llegó a lo alto de la torre carcajeando mientras el joven Zurita devolvía el estómago. Al iluminar con su linterna vio lo que parecía ser el escenario de una cita con seres del más allá, donde tuviera sitio un ritual. El lugar tenía restos de viejas velas, fotos, y hasta un pentagrama trazado en el suelo con manchas donde presumiblemente hubo materia orgánica. El lugar olía a muerte, y la adrenalina y el miedo se apoderaron de él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero se dio cuenta de que Zurita había exagerado con lo de la escalera, y que había sido afectado por algo, pues éstas no eran de temer, eran firmes y no medían más que unos cinco metros de altura. A causa de ello él ahora estaba solo en ese lugar, entonces se sintió como un muerto haciendo cosas de vivos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una gota de sudor frío recorrió su rostro, y pronto oyó ruidos provenientes de todas partes, que se intensificaban poco a poco. Parecían ser sonidos de pasos muy pequeños, diminutos, que aumentaban en cantidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se dio cuenta entonces de que hay cosas que es mejor no perturbar, que es mejor dejarlas en el olvido, como aquello que lo estaba esperando en aquel sitio. Lo que iba a encontrar allí no era una criatura de carne y hueso, ni tampoco una de esas entidades con cuernos, alas y ojos amarillos como las que ilustran los libros de demonología. Aquello que lo estaba observando desde la oscuridad era precisamente lo que menos deseaba encontrar, era la suma de todos sus miedos, era el miedo mismo el que, tras cincuenta años expectante, había sido al fin despertado de las profundidades para llevarse el cuerpo y el alma de Sabrina. Romero no podía explicar por qué dejó con vida a las otras tres muchachas, pero algo le dijo que no había sido una cuestión de azar. Todo fue deliberado, pues aunque no lo podamos poner en términos racionales, el miedo elige. Elige la fobia que cada uno de nosotros padecerá, y elige el momento en que se nos hará presente, ya sea para traumatizarnos de por vida o para poner fin a ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Romero pensó todo eso mientras los sonidos a su alrededor continuaban intensificándose, hasta que ya no pudo pensar más, hasta que su mente y su cuerpo quedaron paralizados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Arañas. Una montaña de arañas. Aparecieron de repente y comenzaron a caminar todas juntas hacia el detective. Al darse la vuelta vio que el lugar estaba lleno de ellas. ¡Lo tenían rodeado! Entonces tropezó y se le subieron encima. Una caminó hasta su rostro, y pudo ver sus dientes largos y filosos. Gritó y se movió intentando deshacerse de ellas, pero varias estaban prendidas de sus piernas, y algunas comenzaron a clavar sus colmillos en las puntas de sus zapatos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
FIN</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;">Teaser del relato, <span style="text-align: justify;">hecho por Alejandro Silver</span>:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.blogger.com/video.g?token=AD6v5dynSyZiPBDJEegBx2vDxUl-tjfiN0lCeA6BAqKWoTICHr23yT2N7hzNoHV_j2p53OC5iCEOyOfZKmQCMibkeg' class='b-hbp-video b-uploaded' frameborder='0'></iframe></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div style="text-align: center;"><br /></div>
</span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-26050352169917937832020-01-22T21:32:00.005-03:002023-09-29T20:25:28.175-03:00LA MORSA<div style="text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-zD7xICiYQ1o/Xijo8oTJQ0I/AAAAAAAA3kY/cBDd4xxhR6QFWyP9dcVtbLMOHDd_q2RAgCK4BGAYYCw/s1600/walrus-3-ibolya-taligas.jpg"><img border="0" height="366" src="https://2.bp.blogspot.com/-zD7xICiYQ1o/Xijo8oTJQ0I/AAAAAAAA3kY/cBDd4xxhR6QFWyP9dcVtbLMOHDd_q2RAgCK4BGAYYCw/s400/walrus-3-ibolya-taligas.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tengo una pesadilla recurrente. Sueño que estoy durmiendo, y un ser me despierta. Es una criatura con rasgos humanos y también animales, con facciones similares a las de una morsa. Tiene una piel grisácea con pliegos, y dos colmillos como sables que podrían abrirme el abdomen sin esfuerzo. Me mira fijo con ojos redondos, y me sacude con sus garras mientras gruñe y deja caer saliva sobre mi rostro. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo comenzó una mañana próxima a Navidad. Mi madre quería armar el árbol conmigo, y fui al altillo en busca de las guirnaldas y las luces. Yo tenía quince años, pero siendo hijo único no pude negarme a armar el árbol con ella al igual que cuando era niño. Además, me lo pidió con el triste tono con que hablaba siempre, con esa mirada vacía que la caracterizaba a ella y a mi padre, como si ambos arrastraran una tristeza tan grande que acabó por matarles el alma. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Busqué entre cajas que estaban sin tocarse desde hacía décadas, hasta que por fin di con una que tenía escrito “Adornos navideños”. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Encima tenía una caja sin etiquetar, y al ponerla a un costado vi que algo cayó de ella. Era una fotografía. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Allí estaba mi madre abrazada a mi abuelo. La vi sonriente; me sorprendió verla así. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Continué mirando la imagen y vi que con su mano se tocaba el vientre. En la fotografía ella estaba embarazada, y mi abuelo la abrazaba tan sonriente como ella. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No conocí a mi abuelo, falleció antes de que yo naciera, pero en la casa teníamos varias fotos de él. Guardé la fotografía en la caja y bajé los adornos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras armábamos el árbol con mi madre me surgió una duda; uno de esos pensamientos que permanecen en estado latente, como si nuestra mente se mantuviera trabajando en silencio hasta tener una idea concreta que sacar a luz. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Cuándo falleció el abuelo? ―pregunté a mi madre. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Fue antes de que tu nacieras ―dijo ella. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Cuánto tiempo antes? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Dos años… ¿Por qué? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hice una pausa. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Por nada ―dije al fin. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
* </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esa noche tuve de nuevo la pesadilla; más vívida que la mayoría de las veces. La criatura me sacudía con fuerza, sujetándome de los hombros con sus garras desproporcionadas. Desperté y enseguida vino a mi mente aquella fotografía. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era imposible que yo estuviera en el vientre de mi madre con el abuelo vivo. Tampoco podría haberse equivocado al decirme que falleció dos años antes de mi nacimiento, ya que en una ocasión como esa un año lo cambia todo; ella recordaría que él la vio estando embarazada, recordaría todo lo que hablaron sobre su primer nieto. ¿Acaso mi abuelo seguía con vida? Pensé en la posibilidad de que estuviera preso, y me lo hubieran ocultado, y hasta se me ocurrió que hubiera abandonando a la familia, y que por ese motivo todos decían que había muerto; muerto para ellos, para mitigar el dolor. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Subí a ver en la caja, a ver qué más encontraba. Había muchos papeles viejos, pero no hallé nada más sobre mi abuelo, no encontré un documento, un certificado de defunción…, ni siquiera una carta de despedida. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De pronto vi algo que llevó el misterio por nuevos senderos: el folleto de un orfanato. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Volví a mi dormitorio más insomne que antes. «Mi madre perdió un hijo», pensé, «…y yo soy adoptado». </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esa mañana fui el primero en la cocina. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando mis padres bajaron para desayunar hablé sin rodeos: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¡Hay algo que me están ocultando! ―dije mientras apoyaba a la fotografía con fuerza sobre la mesa. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Les conté sobre lo que había encontrado y la discrepancia cronológica de aquella imagen. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―El abuelo falleció dos años antes de que tú nacieras ―dijo al fin mi padre―. El que lleva tu madre en su vientre no eres tú. En esa fotografía está embarazada de tu hermano. Tuviste un hermano mayor que falleció. Ahora que sabes la verdad, no volvamos a mencionar el asunto. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
* </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mi padre terminó la conversación de ese modo y yo mantuve el folleto del orfanato en mi bolsillo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Luego de desayunar tomé mi bicicleta, pero en lugar de ir al colegio, me dirigí a ese lugar. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras viajaba, la idea de que yo fuese adoptado iba cobrando cada vez más fuerza. Un embarazo perdido pudo ser motivo para que mis padres fuesen a buscar un niño allí; quizás, luego del aborto, mi madre fue incapaz de quedar encinta de nuevo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Conduje durante dos horas hasta que, rodeado de una enorme arboleda, encontré el edificio con un viejo cartel en que se leía: “Mensajeros del Padre Solís”. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El lugar era gigantesco y desolador, las paredes eran de un gris opaco, como si se tratara de una fortaleza en lugar de un orfanato; como si lo importante allí no fuese dar hogar a niños desamparados, sino evitar que escaparan. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ingresé y caminé por un corredor de más de cien metros de largo. Las paredes eran tan altas que bien podrían haber hecho tres pisos allí en lugar de uno. El lugar estaba mal iluminado, y junto con la pintura que se caía a pedazos, la oscuridad y la humedad parecían dotar al lugar de vida propia. Las risas de los niños se perdían a lo lejos. Risas o llantos; imposible determinarlo. Finalmente llegué a una oficina donde descubriría la siguiente pista del secreto que ocultaban mis padres. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tras un antiguo escritorio de madera estaba sentada una anciana de anteojos, era la madre superiora, directora del lugar. A su lado, una monja que la acompañaba no hizo más que temblar durante todo el tiempo que permanecí allí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Le dije mi apellido y la anciana no hizo gesto alguno, pero la mujer más joven movió extrañamente la boca, fue un rictus nervioso que no pudo evitar al oír mi nombre. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Tú no eres adoptado ―dijo la directora―. Soy tan vieja como las paredes de este edificio y tu nombre no me resulta conocido. En tu lugar olvidaría todo el asunto. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Salí del lugar derrotado, sin saber cómo seguir con la investigación. Pero entonces alguien me tocó el hombro. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al darme la vuelta vi que se trataba de la monja que estuvo en silencio junto a la madre superiora: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Si quiere descubrir la verdad, deberá ver a los Sierpinski ―dijo―. Cuando la directora no tiene respuestas es porque lo ocurrido tiene que ver con ellos. A veces venía él, otras veces venía ella. Hace años que no se los ve por este orfanato y, a decir verdad, espero que nunca regresen. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La mujer temblaba, no sé si lo hacía por los nervios de la situación o si tenía una especie de problema neurológico: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Dónde puedo ubicarlos? ―le pregunté. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Ubicarlos? Acabo de decirle que fueron los Sierpinski; los famosos hermanos Sierpinski. ¿No los conoce acaso? Los del circo, joven; los del circo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
* </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Jamás había oído el nombre de ese circo, y no sabía cómo iba a hacer para encontrarlo, pero tuve suerte de que la monja estuviera al tanto de su paradero: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Lo último que escuché fue que estaban en Santa Fe ―dijo―. Ojalá tenga suerte y aún sigan allí. Los circos viajan de una ciudad a otra sin descanso. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Iré mañana mismo ―le dije―. Muchas gracias por todo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―No me lo agradezca, joven. Solo espero que usted se anime a hacer lo que yo no hice, y así logre desenmascarar a ese circo maldito. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La ciudad de Santa Fe está ubicada a cuatrocientos kilómetros de donde vivo. Considerando que los circos viajan incluso por diferentes países, me consideré afortunado de tenerlos a unas horas de viaje. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ese sábado dije a mis padres que iría a lo de un compañero de escuela y que me quedaría a dormir allí. Así pude viajar en tren a Santa Fe. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Intenté dormir durante el trayecto, pero una y otra vez me despertaba la misma pesadilla. Soñaba que estaba en mi cama y el ser de siempre estaba frente a mí. Ese ser que no era una persona, sino una especie de morsa. Con una piel grisácea con pliegos, y dos colmillos como sables que podrían matarme sin esfuerzo. Me miraba fijo con ojos redondos, sujetándome con sus garras mientras dejaba caer saliva sobre mi rostro. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Luego de varias horas de viaje llegué a mi destino. Desde la estación se veía la enorme tienda principal del circo. Caminé hasta el lugar y vi el predio repleto de globos y guirnaldas, que adornaban el camino desde la calle hasta la entrada principal; decenas de sogas cruzadas sujetaban banderines de cada una de las diferentes funciones: las gemelas araña, la niña cíclope, el hombre más gordo del mundo…; todo era exuberante en aquel lugar, nada se hacía a medias en el circo de los hermanos Sierpinski. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La fila de gente esperando para ingresar parecía no tener fin, y junto a la entrada vi a un personaje de lo más curioso. Era un hombre alto y delgado, tenía puesto un traje blanco con rayas rojas y un sombrero de copa de los mismos colores; era el presentador. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Pasen a ver ―dijo―, pasen a ver. El circo de los hermanos Sierpinski llegó a la ciudad. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Unos enanos abrieron las vallas y la gente se apresuró por pasar, chocándose entre sí mientras el presentador los guiaba con su bastón. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Quise comprar una entrada, pero ya habían cerrado la ventanilla. Esperé entonces a que todos ingresaran y hablé con el presentador. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Ya no hay más lugar, joven ―dijo con una amarillenta sonrisa de dientes largos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―Por favor, déjeme entrar. Vengo de muy lejos y no puedo esperar hasta mañana. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">―¿Mañana? ―dijo mientras le daba brillo a la bola en la punta de su bastón con un pañuelo– Mañana nos iremos de aquí. Nos iremos lejos, muy lejos de aquí. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No podía creer mi suerte. Había estado tan cerca de ingresar y quizás descubrir qué ocurrió con mi hermano. Decidí entonces esperar a que oscureciera para escabullirme. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
* </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aguardé en la vereda de enfrente, mirando a la enorme tienda a rayas proyectando luces y sombras como una alegoría en donde la verdad se rehusaba a revelarse. En medio de la velada crucé la calle y salté la valla. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me metí entre los grandes carros llenos de animales, recorriendo aquel laberinto de colores. Desde fuera el circo es un espectáculo como ningún otro, pero al otro lado de la valla la cosa cambia. Las tiendas estaban llenas de tierra, y en la oscuridad de la noche, las imágenes de los carteles se veían grotescas y morbosas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Caminé despacio, por miedo a que alguien pudiera descubrirme, y cada sonido parecía provenir de las figuras de los carteles que es erigían como gigantes ante mí. Oía murmullos y pasos lejanos, y hasta una bestia soltó un rugido que me heló la sangre. En un momento escuché ruidos provenientes de una jaula y al darme la vuelta lo vi. Fue una de esas situaciones en las que uno no sabe qué es lo que está buscando hasta que lo encuentra. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era un vagón, una jaula con ruedas. Estaba tapada por una cortina pesada y en la parte superior se leía: “El Niño Morsa”. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En ese momento unas personas se acercaron, pero logré correr la cortina un instante para echar un vistazo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Allí estaba él, tenía una piel grisácea con pliegos, y dos colmillos como sables que podrían abrirme el abdomen sin esfuerzo. Me miró fijo con ojos redondos, gruñendo, aferrado a los barrotes con sus garras desproporcionadas. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me escondí entre las sombras y esperé a que los hombres llevaran el carro mientras el ser que estaba dentro continuaba gruñendo desde el otro lado de la cortina. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando se fueron yo salí de mi escondite, y corrí mientras escuchaba a lo lejos al presentador del circo: «Mitad humano, mitad animal. Cien por ciento monstruo». </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
* </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aquel ser no me lo dijo, pero sé que me reconoció. Me pidió ayuda con su mirada y yo no se la di. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Recordé entonces haberlo visto de pequeño, hasta que un día desapareció de mi vida, pues mis padres habían decidido no criarlo más como a un hijo. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esa noche no lo ayudé, y sé que no me lo perdonaré mientras viva. Lo dejé en el circo porque fui un cobarde, porque soy un cobarde al igual que mis padres. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde entonces, más que nunca, los veo a ellos seguir con sus vidas vacías, y veo sus miradas sin alma; unos ojos iguales a los míos. Ahora yo también cargo en mi interior ese profundo dolor superior a cualquier vergüenza. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Frente a mí pasan los días como los de un niño huérfano que espera a una familia perfecta que nunca llegará. Así, camino con tristeza hasta que cae el sol, momento en que estoy de nuevo en mi cama a punto de que quedarme dormido, sabiendo que tendré otra vez la misma pesadilla.</div>
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<br /></div>
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</span>Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-24372026821444168042019-11-29T23:40:00.004-03:002023-03-26T20:20:02.065-03:00EL NIÑO DE LA BURBUJA<div style="text-align: justify;">
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://1.bp.blogspot.com/-HUHDIrqLAto/XeHWgWdWtDI/AAAAAAAA09I/T31xP7U6np8UsJ-wAopW23xTiUx_itHggCNcBGAsYHQ/s1600/uhod-v-ten.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="733" data-original-width="1100" height="266" src="https://1.bp.blogspot.com/-HUHDIrqLAto/XeHWgWdWtDI/AAAAAAAA09I/T31xP7U6np8UsJ-wAopW23xTiUx_itHggCNcBGAsYHQ/s400/uhod-v-ten.jpg" width="400" /></a></div>
<span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La primera vez que lo vi yo aún era una niña. Su madre era amiga de la mía, y un día fui a conocerlo:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Él tiene tu edad, Lucille ―dijo mi madre mientras manejaba.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¿Y por qué nunca vino a casa?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Porque… es especial.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo iba en el asiento de atrás, quise entonces verla en el espejo, pero ella bajó la mirada. Luego de eso no volvió a hablar en todo el viaje.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La casa era grande, con un parque cuidado y rodeado de árboles. Entramos, pero él no estaba allí, de hecho, aquel no parecía ser un hogar donde viviese un niño. Los muebles eran antiguos y todo estaba lleno de adornos. Mi casa no era así; siempre estuvo llena de juguetes tirados por todas partes.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La mujer nos sirvió te. Era viuda, y se la notaba muy contenta de tenernos allí. En un momento incluso comencé a sospechar que hubiese mentido que tenía un hijo, pero entonces me invitó a conocerlo:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¿Quieres conocer a Christian? ―dijo al fin― Sube por las escaleras. Está arriba, en su habitación.</div></span><span style="font-size: large;"> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El día estaba soleado, y con aquel enorme parque mi madre me habría sacado de los pelos de no haber salido a disfrutar del aire libre. Pronto supe que él no salía al aire libre como la mayoría de nosotros, porque él no era como la mayoría de nosotros.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al ingresar al dormitorio me topé con una tela plástica transparente, como esas que usan en los hospitales; la habitación entera parecía una burbuja.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Christian estaba sentado en medio, y entonces nuestras miradas se cruzaron.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Hola ―dijo―. Me llamo Christian.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lo dijo en un tono de lo más corriente, como si no nos separara una tela plástica, como si yo no estuviera presenciando uno de los momentos más extraños de mi vida.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jamás conocí a alguien como él. Christian era calvo, y tenía la piel muy blanca. Sus ojos se veían pequeños, como si la luz lo dañara.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Soy Lucille ―dije. Y entonces me regaló una hermosa sonrisa.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comencé a ver todo lo que tenía en la habitación: su computadora, sus estantes repletos de libros…, pero enseguida me interrumpió.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¿Te gustan los juegos de mesa? Los tengo todos.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En unos estantes cerca de mí había unas cien cajas de juegos. Del otro lado del plástico, otras cien cajas idénticas parecen estar ubicadas a modo de espejo.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jugamos durante horas, y él ganó todas las partidas. Era un excelente jugador, en especial en el ajedrez.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Juegas muy bien ―dije.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Gracias. No tengo mucho que hacer aquí más que leer y aprender cosas nuevas.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¿Por qué estás aquí?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me explicó entonces que tenía una extraña condición que no le permitía salir y tener contacto con otras personas.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pasé todo el día con aquel niño, y al llegar la hora de irnos deseaba quedarme.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No le pregunté nada más sobre su enfermedad, no por evitar incomodarlo sino porque estaba tan entretenida que llegué a olvidar incluso que estábamos separados por un plástico. Luego leí acerca del síndrome de los niños burbuja, una condición genética que afecta el sistema inmunológico. Quienes la padecen son vulnerables a todo tipo de infecciones por lo que, mientras reciben tratamiento, deben permanecer aislados sin poder vivir en un entorno normal. Claro que no vi a otros que también fuesen calvos como él, y entendí que estaría en un estado avanzado, un caso extremo quizás.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me habría gustado encontrarme con él otra vez, pero una semana después mi padre obtuvo un ascenso en la empresa en que trabajaba y debimos mudarnos a otra ciudad, por lo que no volví a ver a Christian.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los años pasaron y me convertí en una adolescente, olvidando por completo a mi amigo y a su enfermedad, pero un día nos mudamos con mi familia otra vez a nuestro viejo pueblo.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En la escuela me sentí una extraña, hasta que un día me invitaron a una fiesta. Era en la casa de Erika, la chica más popular del colegio.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nunca me sentí cómoda en esas reuniones, soy de las que prefieren los grupos reducidos; no más de dos o tres personas.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Recuerdo a Erika sujetándome del brazo, obligándome a bailar y presentándome muchachos. Poco a poco, los vasos de alcohol que me convidaba ayudaron a que me soltase.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se hizo tarde, y todos comenzaron a irse. Al final me quedé con Erika, su novio y un amigo de él. Creo que yo le gustaba, pero no era de mi tipo.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fuimos a un depósito de herramientas que tenía en el fondo, y nos quedamos despiertos a la luz de una linterna relatándonos leyendas urbanas. En un momento el novio de Erika contó una historia de terror:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Hace mucho tiempo, cerca de aquí, vivía una familia con mucho dinero. Luego de que sus padres fallecieran, dos hermanos heredaron toda la fortuna. Comenzaron a vender poco a poco todas las propiedades, pero aún conservaban las más valiosa: una enorme estancia con una mansión en medio. Un día los dos discutieron por su venta hasta que uno cayó al suelo y se golpeó la cabeza contra una mesa, muriendo al instante. El otro tenía problemas de alcohol y apuestas, y sabía que, si decía que aquello había sido un accidente, nadie le habría creído, por lo que decidió guardar el secreto. Lo enterró en un lugar apartado de la casa, y mientras lo hacía, notó que un cuervo lo estaba observando desde un árbol. Intentó echarlo, pero el pájaro no se fue, y entre el apuro y el cansancio, se le cayó el reloj, que terminó enterrado junto con su hermano. No era un reloj cualquiera; era enchapado en oro con sus iniciales grabadas, igual a otro que tenía su hermano muerto. A partir de ese día el cuervo lo siguió a todas partes, acechándolo, incluso entrando en su dormitorio por las noches hasta el punto de volverlo loco. Poco después el hombre consiguió un comprador para la mansión y, como nadie pudo ubicar a su hermano, lo dieron por desaparecido y logró vender la propiedad. Pero al momento de firmar las escrituras, el ave entró en la oficina por la ventana y dejó caer algo sobre la mesa, algo que salpicó todo de tierra y sangre; el cuervo había desenterrado su reloj y el de su hermano asesinado, revelando su secreto.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Contaron entonces más cuentos; de asesinos, monstruos, héroes y villanos. Yo no conocía muchas historias de terror, pero ante su insistencia solo se me ocurrió hablarles acerca de Christian.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Él vive a pocas cuadras de aquí ―dije―. Su nombre es Christian. Tiene nuestra edad, pero no asiste a la escuela como nosotros porque él no es como nosotros. Tiene una extraña enfermedad genética que afecta su sistema inmunológico y, para no contagiarse, evita todo contacto con la gente. Nunca sale de su habitación, que es como una burbuja de plástico que lo aísla del mundo. Es calvo y transparente. Es la persona más aterradora que he conocido.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mentí, traicioné a Christian no solo diciendo que era aterrador, sino que omití detalles más importantes para mí que su enfermedad; como su simpatía, o el hecho de que tenía cientos de juegos de mesa y que era un gran jugador de ajedrez, pero sobre todo omití la hermosa sonrisa que tenía. Decidí describirlo así, como un monstruo; del mismo modo en que se cuentan las historias de terror, porque las personas necesitamos a los monstruos, los necesitamos para compararnos con su infamia y así poder reconocer lo perfectos y felices que nos creemos.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al día siguiente Erika me llamó por teléfono; ella y los muchachos querían conocer a Christian. Habían quedado fascinados por la historia que les conté y no aceptarían un no por respuesta.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pocos días después supe que la madre de Christian iría a mi casa; sola, por supuesto, porque él seguía bajo tratamiento médico y aún vivía en su burbuja.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al verla le pregunté cómo estaba su hijo:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Christian está muy bien, querida. Siempre te recuerda. Deberías visitarlo alguna vez. Este fin de semana iremos al cine con tu mamá, puedes ir a hacerle compañía si lo deseas.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Enseguida llamé a Erika para contarle lo que me dijo la señora. Ese sábado fui a la casa de Christian y su madre me dio las llaves dejándome sola con él:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Jueguen y pásenla lindo. Nos vemos en un rato.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ahora sé que debí haber hecho eso, pero en ese momento continué con el estúpido plan y llamé a los muchachos para que fueran también.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mientras esperaba tuve miedo subir las escaleras sola, no por Christian en sí, sino por la falsa historia que inventé en la que lo hice quedar como un monstruo frente a los demás, así que esperé a que Erika llegara.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El timbre de la puerta sonó y supe que todo era un error.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los muchachos ingresaron riendo como idiotas:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―No aguanto las ganas de conocer al estúpido niño de la burbuja ―dijo el novio de Erika.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¡Qué equivocado estaba! Christian era mucho más inteligente que ellos tres juntos.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los cuatro subimos las escaleras y yo fui la primera en ingresar a la habitación.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Allí estaba él. Sentado, con un tablero de ajedrez aprendiendo nuevas jugadas.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Hola, Christian ―dije.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Hola, Lucille ―dijo él. Lo dijo en un tono casual, como si nuestro encuentro anterior hubiera ocurrido hacía solo unas semanas.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sonrió, pero enseguida Erika y sus amigos ingresaron y volvió a ponerse serio.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Hola, niño burbuja ―dijo uno de los muchachos― ¿Por qué no sales un rato a jugar con nosotros?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¿Por qué eres calvo? ―preguntó el otro― ¿Por qué eres tan feo?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―No puedo salir ―dijo él―. Tengo una extraña condición que no me permite entrar en contacto con la gente. Es una enfermedad genética que afecta mi sistema inmunológico.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―No te pregunté la historia de tu vida, esperpento. Sal; nos divertiremos.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comenzaron a patear la tela plástica y a buscar el modo de atravesarla:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¡No lo hagan! ―dijo Christian― ¡Por favor!</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fue entonces cuando intenté evitar que continuaran y grité también:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¡Ya basta! ¡Es peligroso! ¡Podría ser mortal para él!</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El novio de Erika me apartó y sacó una navaja de su bolsillo. Luego cortó la tela plástica haciendo una abertura por la que ingresaron los tres. Christian los miró sin levantarse de su asiento:</div><div style="text-align: justify;"><br />―¿Qué ocurre, adefesio? ¿Temes que si toso en tu horrible rostro puedas morir?</div></span><span style="font-size: large;"> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―¿Acaso no sales porque eres demasiado feo para este mundo?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Erika se acercó a Christian y le habló en voz baja:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Dime, ¿alguna vez tocaste a una mujer?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―No puedo hacerlo ―dijo él―. No puedo tocar a nadie.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Todos rieron, y Erika movió los senos cerca del rostro de Christian.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Tócame, ¡vamos!, solo un momento ¿No te gusto acaso?</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Uno de los muchachos se acercó y lo escupió en la cabeza:</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">―Toma, ¡ahí tienes mis bacterias, monstruo!</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Christian sujetó a Erika del brazo y se puso de pie. Ella intentó soltarse, pero no pudo, y enseguida empezó a gritar. Pude ver humo saliendo de su piel, no de la piel de él, sino de la de Erika, y cuando por fin la soltó, tenía una terrible quemadura que derretía su muñeca.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El novio de Erika quedó perplejo ante la aterradora escena. Christian se puso frente a él y tosió sobre su rostro antes de que el muchacho pudiera hacer algo. El joven dejó caer la navaja y comenzó a gritar. Enseguida se llevó las manos al rostro mientras se le llenaba de ampollas, parecía que le hubiesen arrojado gas mostaza.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El otro muchacho quiso huir, pero tropezó con la tela plástica y cayó al suelo. Christian se acercó y le metió la mano bajo la camisa. Pronto comenzó a quemarle la espalda. No pude ver el daño que le hacía, pero la camisa se llenó de sangre.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me alejé de la habitación, caminando de espaldas, y entonces Christian me saludó regalándome una sonrisa justo antes de que me fuera corriendo.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El juicio declaró que los muchachos habían ingresado a robar a la casa y que lo ocurrido fue en defensa propia. Los dos jóvenes fallecieron y Erika se cambió de escuela. No volví a hablar con ella, y lo último que supe fue que había perdido el brazo.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Christian sigue sin salir de su dormitorio, y aunque en mi colegio nadie lo vio en persona, todos hablan de él como si lo conocieran. Lo describen como un muchacho calvo y transparente, de aspecto aterrador. No nombran detalles como su simpatía, o el hecho de que tiene cientos de juegos de mesa y que es un gran jugador de ajedrez. Prefieren describirlo así, como un monstruo; del mismo modo en que se cuentan las historias de terror, porque las personas necesitamos a los monstruos, los necesitamos para compararnos con su infamia y así poder reconocer lo perfectos y felices que nos creemos.</div> <div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div></span>
Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-15688839863020161422019-09-21T20:51:00.009-03:002024-03-16T05:39:15.685-03:00ENTREVISTA CON EL DEMONIO<br />
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<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"></span><br />
<div style="text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-WaYohhfYI84/XYa4pDnNgGI/AAAAAAAAx4w/kXP1KoJBnic1v9MzhbRqbI2y-wuM0B2cACK4BGAYYCw/s1600/caratula.jpg"><img border="0" height="400" src="https://2.bp.blogspot.com/-WaYohhfYI84/XYa4pDnNgGI/AAAAAAAAx4w/kXP1KoJBnic1v9MzhbRqbI2y-wuM0B2cACK4BGAYYCw/s400/caratula.jpg" width="380" /></a></div>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: large;"><div style="text-align: justify;">Dios y el Diablo. Dos caras de una misma moneda. Durante siglos nos hemos preguntado si en verdad existen. Creo que nos hemos estado haciendo la pregunta equivocada. Ellos existen, la pregunta es qué entendemos por Dios y el Diablo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dicen que Dios es pura bondad, ¿acaso el ser humano no tiene bondad? Hay gente que hace a un lado sus intereses para luchar por un ideal, personas que donan un órgano sin dudarlo, y hasta hay quienes dan su vida por salvar a alguien a quien aman.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el lado opuesto está el Diablo: pura maldad; así lo describen. El ser humano es capaz de brindar una infinita cantidad de amor, pero también puede albergar una infinita cantidad de odio. La maldad también habita entre nosotros, en los que matan, en los que violan. Hay quienes gozan mientras ven como otro se desangra ante sus ojos, y quienes disfrutan de torturar al que nació con otro color de piel, con otra nacionalidad, o tiene una opinión diferente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dios y el Diablo existen, están aquí mismo, en la tierra. Ellos aguardan en nuestro interior expectantes durante años, hasta que llega el momento en que por fin los dejamos salir.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No, no soy teólogo. Tampoco espero convencer a nadie de compartir mis opiniones. Soy un periodista que solo desea contar un suceso real.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando ingresé a la facultad de periodismo tenía una meta fija, contaba con un sueño: contar historias con una ética infranqueable y a la vez con entusiasmo. Deseaba contar historias de impacto, esas en las que la gente no entiende cómo es que nos arriesgamos tanto para captar cada detalle. Siempre quise hacer una nota sobre un médico trabajando en un campo de guerra, o una entrevista sin reservas a un narcotraficante, pero jamás pude conseguir un trabajo de ese estilo. Mi carrera se truncó cuando empecé a trabajar en El Deportivo Ilustrado, revista en la que permanecí por trece años. Fue un tiempo perdido realizando notas sobre fútbol y baloncesto en las que ni siquiera aparecía mi nombre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un día decidí renunciar a aquel empleo y volver a luchar por mi sueño de juventud. Las cosas no salieron como habría deseado, y en lugar de obtener lo que creí sería el mejor trabajo de mi vida, hoy me encuentro adicto a la bebida y contemplando el suicidio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La tragedia comenzó aquella mañana en que desperté más tarde que de costumbre. Mi esposa Adriana y mi hija Giselle estaban terminando de desayunar cuando bajé las escaleras:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Intenté despertarte varias veces ―dijo Adriana―. Tu café ya debe estar frío.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pude ver la insatisfacción en su mirada. No era por el café en realidad, sino porque yo llevaba varios meses desempleado, y verme levantándome sin apuros la impacientaba más aún.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Todavía está caliente ―dije tras beber un trago.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era mentira; el café ya estaba a temperatura ambiente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Mira ―dijo ella, y me entregó una carta que había llegado esa mañana.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era la factura de electricidad, y tenía un aumento considerable respecto de la anterior.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Adriana se dio la vuelta y aproveché para tomar una tostada de la mesa; a veces me daba vergüenza que me viera comer. Poco después intenté calmarla, pero todo resultó para peor:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Hace unos días dejé mi currículum a un tipo que prometió conseguirme algo ―dije―. Estoy esperando que me llame. Si no tengo suerte esta vez, iré a ver si me devuelven mi viejo empleo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Todos los días dices lo mismo!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sabes bien que odio ese lugar ―dije―. No quiero pasar otros trece años haciendo notas aburridas para esa estúpida revista.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Adriana apoyó sus manos sobre la mesa y me miró fijamente a los ojos:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Pues mientras buscas algo mejor haz lo que sea; yo tampoco adoro mi trabajo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Adriana tomó su cartera y fue a llevar a Giselle al colegio sin siquiera saludarme:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Chau, papi ―dijo mi hija mientras mi esposa la llevaba apurada tomándola del brazo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me quedé solo en la casa, en ropa interior, tomando un café frío con la mañana perdida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fui a sentarme frente al televisor y comencé a alternar entre los canales de noticias intentando ver algo que me distrajera un poco. El equipo de baloncesto del Sportivo Saccheri había pasado a la segunda ronda del torneo local, la temperatura de verano acababa de superar un récord de hacía veinte años, una actriz no se había dado cuenta de que su vestido estaba rasgado durante una entrega de premios…; las mismas noticias de siempre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De repente vi algo que captó mi atención. Hablaban sobre un macabro suceso en Santa Fe. Un hombre había sido hallado asesinado en su departamento, a pocas cuadras de mi casa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Un oficial de la policía explicó que encontraron a la víctima colgada en la pared, de cabeza, y que lo habían degollado vivo. Lo más extraño era que el suelo estaba limpio; como si los asesinos hubiesen llevado la sangre para un uso que nadie se atrevería a imaginar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego de entrevistar al policía, el periodista hizo preguntas a los vecinos del occiso, y una señora mayor dijo algo que me estremeció:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><i>«Son los miembros de una secta; se llevan la sangre de un inocente para sus rituales. No es la primera vez que veo algo así. Cuando era niña, en mi pueblo vivían unos indios adoradores del Wingakaw, y estas cosas pasaban todo el tiempo».</i></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No sé si fue el tono de la señora, el gesto del periodista o si fue el mismísimo Wingakaw quien me estaba llamando usando ese incidente como medio. Solo sé que no pude olvidar esa noticia en todo el día.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por la tarde fui a la librería de mi amigo Luciano, era el único sitio donde podría relajarme y olvidarme del mundo durante unas horas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Desde que abrió su librería, el lugar pareció estar detenido en el tiempo. Allí no encontrarías ni un best seller de la última década, pero sus estantes atestados de libros polvorientos siempre me dieron la sensación de esconder un Grimorio de Herodes o un tomo original del Necronomicón.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El lugar estaba como siempre: sin clientes, sucio y lleno de libros apilados cuyas hojas se estaban deshaciendo. Una luz tenue dotaba al sitio de color sepia, dificultando más aún la inspección de los viejos ejemplares</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano y yo fuimos compañeros de escuela, pero cualquiera creería que él es más joven. No es que esté en mejor estado físico que yo, no es así, pero todo en su aspecto hace creer que se trata de una ex estrella de rock. Remeras negras con letras ilegibles, largos cabellos indómitos, pulseras en exceso y pantalones con más agujeros que tela son parte de un aspecto descuidado al detalle, que completa con un collar con una pequeña calavera metálica.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Aquel día no fue la excepción. Luciano estaba sentado escuchando Iron Maiden, y aún se sentía un olor dulce por la marihuana que solía fumar en el fondo de la tienda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Luciano..., ¿todo bien?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Amigo! ―dijo mientras me estrechaba la mano.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego subió el volumen de la música:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Escucha! ¡Escucha! ―dijo mientras señalaba con el dedo índice hacia arriba.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se trataba de la canción “El número de la bestia”. Yo apenas la tolero, pero pude reconocerla gracias a la cantidad de veces que intentó volverme fan de la banda.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego se levantó la manga de la remera para mostrarme un nuevo tatuaje. Era una estrella pentagonal invertida con un carnero encima de ella. No soy especialista en tatuajes, pero su calidad me sorprendió.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pasaron horas hasta que alguien ingresó al lugar, no para comprar, sino para vender una caja llena de libros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era una señora algo mayor. Dijo que los libros pertenecieron a su padre, que había fallecido hacía unas semanas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Mi amigo bajó el volumen de la música y fue sacando los tomos uno tras otro, sin que ninguno de ellos lo entusiasmara en lo más mínimo, pero de pronto hubo uno que captó toda su atención.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Noté su intento por disimular que había hallado allí a una pequeña joya:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Bueno… ―dijo―. Se los compro. Aunque no valen mucho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego volvió a guardarlos en la caja sin siquiera haberlos visto a todos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tras acordar un precio, Luciano le preguntó si tenía más libros para vender.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tengo algunos más, sí. Aunque algunos están muy viejos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tráigalos. No importa que tan viejos sean. Tráigalos a todos que seguramente se los voy a comprar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando se retiró la señora, mi amigo volvió a sacar los libros de la caja hasta encontrar aquel tomo:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡El <i>Tacet Larvis</i>! ―dijo como quien ya no soporta contener el entusiasmo―. No es una edición completa, por supuesto, muchas de sus páginas están perdidas desde hace siglos. Aun así, sigue siendo un hallazgo impresionante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano volvió a subir el volumen de la música para celebrar la compra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se trataba de la traducción al español, y contenía los tres primeros capítulos del original, escrita por Marcus Solnium hace más de cuatrocientos años.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Conozco un sujeto extraño que seguramente querrá comprarlo ―continuó mi amigo―. Está metido en una secta de adoradores del Wingakaw.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era la segunda vez que oía aquel nombre ese día. Entonces lo sentí como un llamado, y luego de un instante le dije mi idea a Luciano:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Quizás podría hacer una investigación sobre el Wingakaw…</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Harás qué?, ¿estás loco?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Conozco muchos periodistas independientes que realizaron investigaciones para luego venderlas a un diario, una revista, o directamente a una editorial de libros. Yo podría escribir uno sobre esas sectas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano quedó boquiabierto. Luego apagó la música y se separó del respaldo de su silla para hablarme en secreto como si hubiese más personas en la tienda que nosotros dos:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Mira…, sabes bien que a mí me fascinan los libros de magia y de leyendas, pero el Wingakaw es algo con lo que no se bromea. Es por eso que hay muy poco escrito sobre sus adoradores.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Eso es algo bueno ―le dije―. Yo podría ser el primero en escribir un libro entero sobre ellos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano hizo otra pausa, más larga que la anterior. Luego se puso de pie y fue hasta la puerta. Se aseguró que nadie estuviera cerca, mirando a ambos lados, luego puso el cerrojo y dio vuelta el cartel indicando a los pasantes que el sitio estaba cerrado. Volvió entonces a hablar como si se tratara de un secreto del gobierno:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―El Wingakaw es el dios del bosque. Sus seguidores dicen que es el protector de la naturaleza. Es un ser superior a los hombres y por lo tanto no podemos comprender su manera de actuar. Él no se preocupa por los humanos, nos mata y nos deja vivir del mismo modo en que nosotros matamos o dejamos vivir a una hormiga. Los nativos kiokees lo adoraban. Hoy en día hay pocos fanáticos de él, pues fueron muy perseguidos por la iglesia durante siglos. Esos sujetos no querrán que les hagas un reportaje. Se dice que hacen orgías mientras sacrifican animales. Lo único que me da más miedo que el Wingakaw son aquellos que le rinden culto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Mi idea no es la de ir como periodista ―dije―, sino como un adorador más. Me mezclaré entre ellos para ganar su confianza hasta llegar a ver uno de sus rituales en vivo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano insistió que no lo hiciera y hoy sé que debí hacerle caso, pero luego de un rato aceptó seguir contándome todo lo que sabía respecto a aquella abominable deidad y sus fanáticos. Al final le pedí que aún no llamase al sujeto para venderle el libro así me daba tiempo para poder leerlo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me quedé allí con mi amigo hasta tarde, y por la noche bebimos unos tragos de un whisky que por poco queman mi garganta. La verdad es que yo no tenía nada mejor que hacer, y terminé quedándome hasta pasada la medianoche.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Llegué a mi casa a la una de la mañana. Adriana y Giselle estaban dormidas, y decidí sentarme en un sillón del living a leer el esotérico Tacet Larvis.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Era un ejemplar de unas doscientas páginas con muchas ilustraciones, por lo que no me tomaría más que unas pocas horas leerlo todo. No sería apropiado decir que las imágenes decorasen al libro; al contrario, lo volvían desagradable. Se trataba de gráficos deformados de estilo medieval, que parecían pintados por un niño.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Fui pasando las páginas y vi que nombraba sitios, personas y demonios que yo apenas conocía: Astaroth, Azazel…, el Wingakaw.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Comencé entonces desde la primera página y no comprendí ni la mitad de lo que leía. Tenía párrafos largos y sobrecargados de palabras rebuscadas, y tras unos minutos empecé a sentirme mareado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las páginas comenzaron a moverse ante mis ojos, y las letras se mezclaron con las ilustraciones. De pronto caí en un letargo en el que tuve el sueño más vívido que experimenté jamás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al abrir los ojos estaba fuera de mi casa; fuera de mi cuerpo. Viajé lejos de allí, y enseguida abandoné mi ciudad. Atravesé selvas, ríos y mares. Viajé a otros mundos, más allá de los desiertos, volando a la velocidad del pensamiento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De pronto vi una luz en medio de un campo, se trataba de una antigua taberna. Ingresé, y en el centro del lugar estaba Astaroth en una de las mesas. Aquel demonio grotesco estaba sentado acompañado por dos mujeres, una a cada lado. Tenían rostros deformes y cuerpos voluptuosos, y ambas lo acariciaban con lascivia. Astaroth estaba jugando a los dados, y entonces tomó un par de ellos con su garra desproporcionada y los lanzó sobre la mesa. «Siete» me dijo, «Perdiste».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El suelo bajo mis pies se derrumbó, y caí en un infierno resquebrajado con lava ardiente debajo. Era un escenario desolador, lleno de almas arrastrándose suplicantes, prisioneras de sus deseos y obsesiones. Un ser se paró frente a mí, se trataba de Azazel. Era un demonio de piel blanca, cabello negro y lacio, cuernos, y unas enormes alas retráctiles. Tenía nariz aguileña y unos ojos amarillos que parecían leerme el alma. Fue tan fuerte la sensación de tenerlo frente a mí, que debí apartar la vista por un momento. Volví a mirarlo y me di cuenta de que aquel demonio no era más que mi reflejo en un espejo. Estiré la mano, y al tocarlo con las puntas de mis dedos el espejo se rompió, y aparecí en una llanura que se extendía en todas las direcciones.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De la tierra surgieron unos individuos enmascarados que danzaron a mi alrededor, haciendo movimientos similares a los de un mimo. Sus máscaras eran todas iguales, de color rojo vivo, a excepción de una que tenía una enorme sonrisa pintada. Los sujetos se quitaron las máscaras mostrándome que no tenían rostros, pero el de la sonrisa pintada aún la llevaba puesta y continuaba bailando. Al sacarse la máscara lo pude ver: era el Wingakaw: una enorme bestia con partes de múltiples animales. Abrió sus fauces engulléndome, y en ese instante desperté.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al regresar del trance vi el libro sobre mis muslos, estaba abierto exactamente en la última página.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-NNWGKO0PG0c/XYa5KBaq8-I/AAAAAAAAx5Y/KeN9AC_0cDADhgQAq6YcEarOTiayc1SPACK4BGAYYCw/s1600/satanic-spells.jpg"><img border="0" src="https://3.bp.blogspot.com/-NNWGKO0PG0c/XYa5KBaq8-I/AAAAAAAAx5Y/KeN9AC_0cDADhgQAq6YcEarOTiayc1SPACK4BGAYYCw/s200/satanic-spells.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lancé el ejemplar al suelo y subí las escaleras hasta mi habitación como preso de un embrujo. Allí estaba Adriana durmiendo. La observé, observé su rostro, su cuello…, todo su cuerpo; jamás la había deseado tanto. Mi pulso se aceleró, y al respirar sentía cómo se me inflaba el pecho.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se trataba de mi esposa; la madre de mi hija. Pero nada de eso me importaba. No deseaba hacerle el amor, estaba en búsqueda de algo más brutal.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nuestra vida sexual se había aplacado con los años, y más de una vez conversamos sobre el hecho de que haber formado una familia nos dificultaba vernos como objetos de deseo. Pero estoy seguro de que Adriana tampoco habría querido que yo la mirase como lo hice aquella noche.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No me importaba quién era; es más, tampoco habría hecho diferencia si ella se hubiera negado. Me acerqué a la cama y quité la sábana. Vi sus piernas desnudas y bien torneadas, y mis latidos se intensificaron más aún.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me puse sobre ella y me acerqué a su oído:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Te voy a coger.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Adriana despertó y frunció el ceño. Intentó decir algo, pero enseguida apreté sus senos. Tenía puesta una vieja remera que había sido mía, y se la saqué para poder besar y morder su piel.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La penetré con fuerza, cada vez más rápido, mientras respiraba y sudaba sobre ella:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Ay, no puedo más! ―dijo Adriana más de una vez.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero aquella frase, mezcla de cansancio y éxtasis, me ponía más caliente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No veía nada concreto a mi alrededor, solo había sombras y figuras dibujadas por las luces de la calle. Los jadeos de Adriana sonaban cada vez con mayor intensidad, los sentí envolverme junto con las imágenes que comenzaban a tomar formas monstruosas, mientras yo seguía penetrándola sin descanso. Terminamos tarde, y apenas dormimos para despertarnos a las siete de la mañana.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Adriana se levantó cansada, pero yo me sentía renovado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Durante el desayuno la noté con un mejor humor que los días anteriores:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Viniste con muchas energías anoche ―dijo― ¿Pasó algo en particular?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sí…, tendré una entrevista para un trabajo este viernes. Luego te cuento bien.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Jamás le había mentido a mi esposa, sin contar las ocasiones como cuando le dije que el café no estaba frío o cuando me preguntó si había recuperado su forma tras haber tenido a nuestra hija. Sin embargo, aquella vez sentí la necesidad de hacerlo, solo deseaba sacármela de encima para poder hacer mi investigación en paz. Incluso la odié un poco en el momento en que me hizo esa pregunta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Qué bueno, papi! ―dijo Giselle con una sonrisa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Intenté sonreírle, pero no pude, y enseguida di un sorbo a mi café para cubrirme el rostro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ese día regresé a la tienda de mi amigo, llevando el libro para que se lo pudiera vender al sujeto de la secta.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Ese tipo está loco ―dijo Luciano mientras buscaba el número de teléfono―, y tiene unos ojos saltones que me dan escalofríos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego de encontrar el número lo llamó:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Hola, soy Luciano ―dijo mi amigo al teléfono―; el de la librería de la calle 7. Ayer me vendieron una caja llena de libros viejos y no me vas a creer, pero entre ellos tenía una edición del Tacet Larvis. No sé si te interesa, puedo vendértelo por...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano guardó silencio; el sujeto había cortado la conversación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué te dijo?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Dijo que viene para acá.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Se me ocurrió que lo mejor sería que yo le vendiese el libro al individuo, diciéndole que Luciano debió retirarse por alguna emergencia. Mi amigo no estaba de acuerdo con el plan, pero yo insistí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Me senté en la silla junto al mostrador y Luciano se escondió tras una biblioteca. Minutos más tarde un hombre ingresó a la librería y con solo verlo supe que se trataba de él. Era un hombre delgado y calvo, y tenía unos ojos saltones; como los de un pescado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Se encuentra Luciano ―dijo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El sujeto era tan parco que hasta cuando hacía una pregunta la decía sin entonarla como interrogación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Luciano no se encuentra ―dije―, tuvo una emergencia familiar y se acaba de retirar; hoy lo cubriré yo. Dígame, ¿en qué lo puedo ayudar?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Dejó un libro para mí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Un libro? ―dije girando la cabeza, mostrándole que aquel lugar estaba lleno de libros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El individuo miró la puerta de salida, mientras yo no le sacaba los ojos de encima. Vi su piel pálida, transparente, con sus venas rojas y azules decorando su cráneo como un mapa. No tenía ni un solo cabello, ni en la cabeza ni en las cejas. Luego de un instante volvió a dirigirse a mí:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Me llamó hace media hora.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¡Ah, sí!, ¿es este el libro?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Saqué el Tacet Larvis, que estaba bajo del mostrador. y el hombre abrió aún más sus enormes ojos de pescado. Al sujetar el ejemplar le temblaron las manos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Es interesante ―le dije―, lo leí hace mucho tiempo. Lástima que tenga poca información sobre el Wingakaw…</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El individuo hizo un gesto con los labios cuando nombré al demonio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Lo sé ―dijo―. Igual me interesa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Conoces al Wingakaw?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿De verdad lo conoces? Por esta zona no es muy conocido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El hombre hizo otro gesto con la boca que pareció una sonrisa. Intenté entonces seguirle el tema esperando que me diera alguna información:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Si te interesa esta clase de libros y el Wingakaw, puedo conseguirte más información de la que te imaginas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El sujeto alzó la vista del libro:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tú. Me hablarás a mí sobre el Wingakaw.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Entendí que me estaba haciendo aquella pregunta con ironía, por lo que seguí provocándolo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Si prefieres leer el libro en la tranquilidad de tu casa, me parece bien ―le dije―. Pero si algún día te animas a algo más, me avisas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El hombre me miraba y luego volvía a mirar el libro. A pesar de su aspecto impasible, no podía ocultar sus ganas de decirme que era yo quien no tenía idea de quién era el Wingakaw en comparación con todo lo que él sabía. Decidí continuar incitándolo:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Antes de mudarme a Santa Fe solía reunirme con varios conocedores del tema ―le dije―. Pero aquí no conozco gente que desee reunirse para hablar de esos asuntos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por fin el hombre decidió abrir la boca para decir algo, pero luego se arrepintió:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Qué? ―pregunté―. Dime. Si sabes algo que valga la pena, puedo hacerte un buen descuento en el libro.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano parecía gritar sin emitir sonidos desde su escondite, mientras se agarraba la cabeza.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No te conozco ―dijo el hombre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Podría regalarte el libro…</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Tienes un bolígrafo ―preguntó.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El sujeto anotó una dirección en un papel:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Este viernes a las once de la noche. Ve solo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Puedo llevar a mi amigo Luciano?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luciano se señaló el pecho y negó con la cabeza con mucha insistencia.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No. Ve solo. Tu amigo es un farsante.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Claro ―dije―; él no es como nosotros. Los verdaderos conocedores del tema no necesitamos mostrarlo a los demás. La cuestión es aparentar ser un ciudadano común y corriente, no poseer señas particulares que pudieran ser de ayuda para distinguirnos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Exacto ―dijo el hombre, e hizo un nuevo gesto similar a una sonrisa mostrando unos filosos dientes amarillos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tenía dos días hasta la noche del viernes, por lo que decidí aprovecharlos para continuar aprendiendo sobre el Wingakaw leyendo artículos en internet.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Lo encontré representado como un ser bestial con múltiples extremidades. De su cuerpo esquelético salían brazos, garras, pinzas…, y hasta poseía algunos miembros desconocidos en este mundo. Lo vi dibujado con cabeza de cabra, de alce y de ciervo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Leí que es un demonio de las Américas, que era la deidad que faltaba a los principales demonios, como Astaroth y Azazel, sobre los que escribieron los pueblos semitas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Algunos textos sostienen que Astaroth es el demonio de los placeres terrenales y es quien viene a establecer pactos con el hombre, mientras que Azazel casi no sale del inframundo, y son muy pocos los que han estado frente a él.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El Wingakaw, por otro lado, es la personificación de la naturaleza, una personificación monstruosa pero bella según sus devotos. Los indios kiokees sostenían que es el dios de la fertilidad, y hasta hay quienes dicen que es el espíritu de la tierra misma. Dicen. Muchas cosas dicen. Yo solo esperaba leer algo que me sirviera para no quedar como un ignaro el día en que conociera a aquellos adoradores.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ese viernes por la noche fui al encuentro con el extraño sujeto. Luego me dijo que su nombre era Nemesio, aunque entendí que aquel no era más que un apodo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Nemesio me estaba esperando en una calle oscura, en el interior de un automóvil pequeño y viejo. No sé de qué marca era, pero creo que era un auto ruso.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Junto a él estaba sentado un hombre mayor que parecía tener sangre de nativo americano; kiokee tal vez.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Quise sentarme en el asiento trasero, pero Nemesio abrió la puerta de adelante:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―No ―dijo―. Siéntate con nosotros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El kiokee se corrió hacia el medio y yo pude subir al vehículo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Saludé, pero aquel hombre desconocido no dijo una palabra, ni en ese momento ni en todo el recorrido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Íbamos apretados, pero ellos no parecían estar incómodos. En un momento sentí un olor desagradable y al voltearme vi que en el asiento de atrás había un carnero muerto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">No pude evitar hacer un gesto de repugnancia, pero entonces el kiokee me miró y preferí guardar silencio. Abrí un poco la ventanilla y respiré por ahí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Creí que no podría tolerar el hedor, pero pronto tomamos la ruta, y con la velocidad y las ventanillas bajas el animal muerto no se olía tanto.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Por fin llegamos a un lugar en medio de la nada. Descendimos del vehículo y caminamos por el medio de un denso bosque hasta llegar a un claro. En el sitio habían puesto una tarima de madera, donde cinco hombres con túnicas negras dirigían a los que íbamos llegando.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">«¡Oh, gran espíritu! No soy más que uno de tus hijos, soy pequeño y débil, soy carne y hueso, soy carne y hueso».</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-zYoAAc8h72U/XYa40Mr38_I/AAAAAAAAx44/hp6pNaQjNi0W0X2axTbLTAGKhagPkpQ5QCK4BGAYYCw/s1600/Satanic-Ritual.jpg"><img border="0" src="https://4.bp.blogspot.com/-zYoAAc8h72U/XYa40Mr38_I/AAAAAAAAx44/hp6pNaQjNi0W0X2axTbLTAGKhagPkpQ5QCK4BGAYYCw/s200/Satanic-Ritual.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los cinco hombres de la tarima repitieron el cántico hasta que todos los que estábamos en el suelo nos fuimos acomodando; éramos unos cien aproximadamente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En el escenario había una fogata, y las chispas y humos que de allí salían dibujaban imágenes paganas en el aire.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Observé a los adoradores. Muchos de ellos se cubrían con gorras y capuchas, pero ni las sombras lograban ocultar sus grotescos rostros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pude ver bien a uno de los hombres que cantaba a mi izquierda; tenía la mirada perdida, y de su boca caía saliva mientras repetía el verso. Una mujer intentaba sin éxito cubrirse con el cabello; tenía medio rostro quemado, y se notaba que había perdido la vista en uno de los ojos. En ese momento busqué a Nemesio, quien en aquel escenario comencé a sentirlo casi como un viejo amigo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una mujer mayor empezó a gritar con los brazos abiertos. Su mirada en blanco mostraba un enajenamiento que solo una entrega total podría lograr.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Todos parecían corrompidos por aquella maldad a la que adoraban, y hasta sus rasgos humanos se desdibujaban en aquel bosque siniestro. Seres sin almas, almas en pena, pérdida del ser.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cuando dejó de llegar gente a la reunión, uno de los sujetos con las túnicas ordenó silencio alzando las manos, y luego mostró una bolsa de cuero con un animal dentro que se movía con desesperación. Metió su mano y tomó a un gato. A pesar de los esfuerzos por soltarse que hacía el pobre felino, el individuo se mostraba indiferente a los rasguños y mordidas. Luego sacó un cuchillo y le abrió el abdomen sin pérdida de tiempo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Había oído de rituales en donde matan gallinas y conejos, pero ver como mataban a un gato me pareció más cruel.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Otro de los encapuchados tomó la palabra:</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Sean bienvenidos, hermanos de sangre. Daremos inicio a este encuentro con una purificación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">A cada uno de los cinco encapuchados se le entregó un fierro para marcar ganado y lo apoyaron sobre el fuego. Poco después los cien adoradores se corrieron liberando un pasillo hacia la tarima.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Imaginé lo doloroso que sería para las cinco personas que pasarían a ser marcadas por esos hierros al rojo, pero por el momento solo un hombre joven pasó caminando entre nosotros.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al subir, se quitó la camisa quedando con el torso desnudo. El muchacho no tendría mucho más de veinte años. Entonces los cinco encapuchados tomaron los fierros y lo apoyaron a la vez sobre su espalda. Soltó entonces un alarido mientras el metal derretía su pellejo, y un olor a carne chamuscada penetró mis fosas nasales haciéndome lagrimear.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El joven se desmayó a causa del intenso dolor y entonces se lo llevaron arrastrándolo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Al recibir la invitación me imaginé llegando a un sótano donde vería unos pocos sujetos recreándose con juegos de rol, pero se ve que aquellos adoradores no hacían nada a medias.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―¿Era un traidor? ―pregunté a Nemesio.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Es uno de los seguidores más fieles que conozco ―dijo―. Él mismo pidió su purificación.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Quienes dan testimonio de lo que ocurre en esos rituales suelen quedar traumados psicológicamente, por lo que no se puede afirmar la certeza de sus relatos, y debo admitir que no puedo asegurar qué cosas que creí haber vivido sucedieron en realidad, solo intentaré contar la noche como la recuerdo, junto con lo que sentí en aquellos momentos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pensé entonces que muchos allí tendrían sus lomos marcados, y pensé que en algún momento podrían pedirme que yo también hiciera un sacrificio para mostrar mi devoción.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tuve miedo, y deseé haber llevado un arma conmigo; aunque no me habría servido de mucho frente a tanto individuo inconmovible y en un lugar tan alejado de la ciudad. La única opción que tenía era seguir con todos los sentidos alerta, pero fingiendo que aquella reunión era normal para mí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una persona llegó caminando. Llevaba el rostro cubierto por un cráneo de búfalo. Sus cuernos eran masivos, pero a pesar de ellos los llevaba con total naturalidad.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Todos se arrodillaron al verlo, incluso los cinco encapuchados de la tarima. Yo también me arrodillé. Al mirar a mi alrededor vi que todos tenían los ojos cerrados, a excepción del indio kiokee, que me estaba mirando fijamente.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El del cráneo de búfalo tenía puesta una capa de cuero, y de pronto la abrió mostrando unos enormes senos. No creo que haya sorprendido a los demás que se tratase de una mujer, pero a mí sí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Dejó caer la capa al suelo quedando desnuda por completo, y se quitó el cráneo de búfalo para relucir una larga cabellera negra.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Uno de los encapuchados encendió una vela negra y le hizo oler el humo a la mujer. En ese momento todos se pusieron de pie, y yo hice lo mismo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Poco después ella empezó a mostrar signos de alucinaciones. Movió la cabeza, girando y diciendo palabras incomprensibles, y los cinco encapuchados se acercaron a ella y la besaron.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Le besaron el cuello, los brazos…, todo el cuerpo. La mujer respiraba cada vez más agitada. Luego los hombres se quitaron las túnicas, quedando desnudos también, pero aún conservaban las capuchas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Pero… ¿ella quiere que le hagan eso? ―le pregunté a Nemesio―, ¿o está demasiado drogada?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Estaría mal si así fuera ―contestó con lo que interpreté como una pregunta retórica.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Entonces pude oler el humo de aquella vela que comenzó a llenar el lugar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-bvZckEPZF6Q/XYa5SXaGgWI/AAAAAAAAx5o/8oHuRGJHuh0HD0p67QReCa0VhYQmCIoXQCK4BGAYYCw/s1600/free3.jpg"><img border="0" src="https://4.bp.blogspot.com/-bvZckEPZF6Q/XYa5SXaGgWI/AAAAAAAAx5o/8oHuRGJHuh0HD0p67QReCa0VhYQmCIoXQCK4BGAYYCw/s200/free3.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Una espesa niebla no me dejaba ver nada con claridad, y solo podía distinguir luces y siluetas amorfas que se movían a mi alrededor. Danzaban, saltaban, y podría jurar que hasta vi volar a algunas de ellas.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">En medio de aquel escenario escuchaba como penetraban a la mujer y ella gemía con cada arremetida. Me quería ir, me sentía sofocado, el aire ingresaba a mis pulmones pero no podía expulsarlo. El indio kiokee me sujetó de los hombros y abrió la boca por primera vez en toda la noche. Hablaba, pero no pude escuchar lo que decía, solo dio un discurso mudo mientras oía unos tambores de fondo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Luego de eso recuerdo que Nemesio me estaba abofeteando para sacarme del trance.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Hicieron un anunció con lo que pareció ser el cuerno de un animal, y vi que a mi lado dos mujeres se quitaron las prendas y fueron desnudas a buscar algo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">―Te gusta el carnero ―dijo o preguntó Nemesio. Y mostró sus colmillos amarillos en una perturbadora sonrisa.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Las mujeres regresaron con el carnero muerto que había llevado Nemesio en su automóvil, pero estaba sin cuero. Uno de los encapuchados se acercó y extrajo de sus ropas un cuchillo de fabricación casera con el que comenzó a cortar al animal. Todos los adoradores metieron la mano en la tierra, por lo que hice lo mismo. Al igual que ellos arranqué un puñado de tierra junto con hierba, y lo acerqué a mi rostro para olerlo. Sentí la humedad, la vida que había allí; mientras las lombrices caían de mi mano. Luego las mujeres caminaron entre nosotros para entregarnos una porción de carnero a cada uno.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pusieron en mi mano un trozo sangriento. La sangre chorreaba por mi brazo, y el color de aquella carne cruda me provocó náuseas. Vi como todos a mi alrededor devoraban lo que les habían servido, pero de ningún modo iba a hacerlo yo, por lo que miré a mi alrededor, y cuando el kiokee estaba distraído comiendo su porción, tiré la mía hacia atrás.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Minutos después las mujeres desnudas regresaron con un cuenco de barro. Metieron en él unas escobillas para luego sacudirlas hacia los demás. Aquel recipiente estaba lleno de sangre.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Salpicaron a todos con ella. Los encapuchados mostraron sus rostros para ser bendecidos por aquella lluvia escarlata. Salpicaron al kiokee, a Nemesio, y también a mí.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Yo recibí bastante sangre, y aunque me causó repulsión, supuse que muchos habrían querido estar en mi lugar.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">El ritual había llegado a su fin, y yo regresé del bosque en el pequeño automóvil de Nemesio junto con el indio. Me senté en el asiento de atrás esa vez. Había sangre del carnero, pero yo también estaba sucio, y con todo lo que había visto aquella noche la verdad es que ya no me importaba. Solo quería regresar a mi casa a darme un baño.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;">*</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pronto iba a amanecer. Estaba exhausto, manchado con sangre y barro, pero tenía información como para escribir todo un volumen sobre el Wingakaw y sus fanáticos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Creí que Nemesio iba a dejarme en la misma dirección en donde me había recogido, pero me dejó directamente en mi casa a pesar de que no le había dado la dirección.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Apenas descendí del vehículo, arrancó sin siquiera despedirse.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sentí una presión en el pecho y mi cabeza latía con fuerza. Caminé desde la vereda hasta la casa tambaleándome, y al sacar las llaves de mi bolsillo para abrir la puerta vi que ésta ya estaba abierta. Al ingresar vi varios muebles en el suelo y cuadros con los vidrios astillados. Llegué temblando a la sala y allí encontré a Adriana y a Giselle. Estaban colgadas de la pared, una junto a la otra, con la cabeza hacia abajo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Caí de rodillas junto a ellas. Mis manos temblaban en el suelo y al alzar la vista vi que las habían degollado. Lloré desconsolado apoyando la cara en el suelo. No podía pensar, pero de algún modo una idea vino a mi cabeza.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Noté que el suelo estaba limpio, y entendí que los asesinos habían recolectado la sangre de mi esposa y de mi hija, para un uso que nadie se atrevería a imaginar.</div></span> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">FIN</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div>
Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-83554930404031434312019-04-17T03:28:00.008-03:002023-09-10T14:08:18.192-03:00DIAMANTE NEGRO<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://3.bp.blogspot.com/-LthYfaoSccs/XLbG_eQ1ftI/AAAAAAAAunk/7AFyijIpQjYovvPzRj_cl1c-ZByR-1ohgCLcBGAs/s1600/crow-artwork-1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="1600" height="225" src="https://3.bp.blogspot.com/-LthYfaoSccs/XLbG_eQ1ftI/AAAAAAAAunk/7AFyijIpQjYovvPzRj_cl1c-ZByR-1ohgCLcBGAs/s400/crow-artwork-1.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Día de cobro. Raquel fue al cajero automático llena de miedos. Estaba obsesionada con la tasa delictiva, y retirar su salario se había convertido en un problema. Siempre iba a sacar dinero antes de que el sol se pusiera, pero aun a plena luz del día, odiaba los segundos que le tomaba regresar al automóvil. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Miró a un lado y al otro mientras acercaba la tarjeta a la lectora, y apenas la máquina le entregó los billetes, los guardó con recelo en la cartera. Miró otra vez a su alrededor, desconfiando de todos los transeúntes que a sus ojos comenzaban a verse como criaturas infrahumanas dispuestas a matar por míseras monedas. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Avanzó a paso doble hacia su vehículo, y justo cuando estaba abriendo la puerta, le sacaron algo de la cartera. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Raquel quedó atónita; la había asaltado alguien más rápido que la vista. Pero no había nadie corriendo hacia la derecha ni un motoquero yendo hacia la izquierda; el peligro había llegado del cielo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Alcanzó a ver entonces un pájaro negro que se alejaba por los aires, llevando en sus garras nada menos que su billetera. Raquel gritó, pero ya no había nada por hacer. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">La mujer no supo reconocer el tipo de ave en ese momento, pero se trataba de un cuervo. No era un cuervo corriente, por supuesto, era uno especialmente entrenado para robar. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
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<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><b>* </b></span></div>
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<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">En una pequeña cabaña en las afueras de la ciudad, estaba esperando un hombre delgado de nariz prominente; era Samuel, el entrenador. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Durante años, Samuel había adiestrado animales para circos y programas de televisión. No era muy bueno con los mamíferos, su especialidad eran las aves. Palomas, canarios, águilas y grullas; era el mejor en lo que hacía, y solía decir que, si es de plumas, podría enseñarle algunos trucos hasta a una almohada. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Su habilidad era muy específica y las ofertas de trabajo escaseaban, por lo que un día decidió tomar otros derroteros. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Todo comenzó con Edgar Allan Poe. Samuel entrenó un cuervo para un cortometraje, pero cuando ya estaba listo para filmarse, cancelaron la producción. No solo no le pagaron, sino que cuando fue a preguntar qué harían con el ave, el productor le contestó con una serie de improperios para luego cerrarle la puerta en la nariz. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel se quedó entonces con el cuervo, sobre todo porque con él había establecido un vínculo como con ningún otro. Aquel pájaro de ébano tenía una inteligencia privilegiada, y su capacidad de aprendizaje parecía no conocer de límites. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris –así se llamaba el cuervo–, había nacido para el crimen. Era algo pequeño, pero sus garras y pico tenían fuerza más que suficiente para cargar anillos, collares y hasta relojes pulsera. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris podía ingresar por tragaluces y ventanas sin dificultades, aunque por lo general sobrevolaba una plaza pública hasta que algo llamaba su atención, siendo las carteras sin cerrar su blanco predilecto. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Cuando comenzó a robar, fueron muchas las veces en que el ave llegaba a la cabaña con un trozo de vidrio o un envoltorio de papel metalizado. Con el tiempo aprendió a distinguir qué cosas deseaba su dueño, hasta que se volvió un especialista diferenciando los objetos valiosos de las baratijas. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Qué trajiste hoy, Boris? </span><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>preguntó Samuel. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cuervo dejó caer una alianza de oro sobre la mesa; se la había robado a un señor luego de que éste la guardase en el bolsillo de su saco intentando hacerse pasar por soltero. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris y su dueño llevaban varios meses haciendo de las suyas, y en la ciudad ya se había comenzado a hablar sobre un pájaro ladrón. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Las personas contaban las cosas que habían visto junto con otras que no vieron pero que, en medio de tanta exageración, parecían ser ciertas. Un vendedor ambulante dijo que el cuervo le robó todos los lentes originales dejándole las imitaciones. Una anciana puso la excusa de que le habían llevado el monedero, para así volver a pedir fiado en la carnicería. Y no faltó el niño diciendo que un pájaro le había robado la tarea cuando estaba de camino a la escuela. Boris se estaba convirtiendo en una verdadera leyenda urbana. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Las habilidades del cuervo iban en aumento, al igual que lo hacía la ambición de Samuel: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Oye, Boris…; hay una joyería a la que le tengo ganas. No será fácil, pero encontraré el modo de hacerte ingresar. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cuervo contestó con un graznido. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel fue entonces al lugar a elegir el artículo más valioso y a mirar a la gente entrar y salir. El local tenía una puerta que daba ingreso a un pequeño hall, y luego una segunda puerta más pesada que la primera. El entrenador pensó entonces que la mejor manera de llevar a cabo el robo sería sosteniendo él mismo ambas puertas para así hacer ingresar a su compañero. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Para el entrenamiento, recreó el sitio en su propio hogar. Con unas cajas de cartón armó los mostradores de la forma más fiel posible, y puso varios maniquíes para representar a los empleados y a los posibles clientes, que serían obstáculos en el vuelo de Boris. Por último, ubicó unos caramelos color esmeralda en el lugar exacto donde estaban los mejores aros de la tienda. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Ese día Samuel se puso un traje que había comprado hacía pocos meses. Le quedaba un poco holgado, pero era el mejor que tenía, y necesitaba aparentar ser alguien de alto poder adquisitivo. Se afeitó en forma meticulosa, peinó lo mejor que pudo sus indómitos cabellos, y fue a la joyería con paso firme. Una vez allí pidió ver los aros. Dijo que eran para su esposa, a quien quería dar un obsequio tras diez años de matrimonio. Las pocas relaciones amorosas que solía tener Samuel no duraban más que semanas, pero el empleado de la tienda pareció creer la historia. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Pidió ver los aros más valiosos, uno tras otro, e hizo preguntas de todo tipo sobre la procedencia de cada objeto. Manoseó cada pieza procurando desordenar lo más posible todo lo que estaba apoyado sobre el mostrador. Luego de asegurarse de que hubiera decenas de aros a la vista, se dirigió hacia la puerta: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Espéreme un momento, por favor ―dijo mientras se alejaba. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Abrió la primera puerta y luego abrió la segunda sin dejar de sostener la anterior, y Boris, que había estado esperando posado en un árbol, enseguida voló hacia adentro al ver a su entrenador. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cuervo esquivó sin problemas las cabezas de los clientes y pronto llegó al mostrador donde aún estaban los aros expuestos sobre el vidrio. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel, fingiendo sorpresa, se quedó parado sosteniendo ambas puertas, mientras su socio tomaba los aros para luego desaparecer de la vista de todos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El plan se había ejecutado perfectamente a excepción de un no tan pequeño detalle: el empleado de la tienda se dio cuenta de que Samuel era cómplice del cuervo, y al realizar la denuncia le describió su aspecto al dibujante de la policía. Pronto el retrato apareció en las noticias junto con el titular: «El Encantador de pájaros ha sido descubierto”</span><span style="font-size: x-large;">»</span><span style="font-size: x-large;">. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><b>* </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel y Boris debieron esconderse durante algunos meses mientras vivían de lo obtenido en la venta de los aros. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">A medida que se le acababa el dinero, el entrenador pensaba más y más en dar un nuevo golpe, hasta que una tarde mirando televisión, supo cuál sería su próximo y último robo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Un desfile de modas se llevaría a cabo en la ciudad en dos semanas. Además de ropa de los más famosos diseñadores, las modelos llevarían invaluables piezas de una joyería mundialmente conocida. Entre las gemas que formarían parte de la exposición estaría nada menos que <i>el Ojo negro</i>, un diamante oval color azabache de más de dos centímetros de largo. Su belleza opacaría a todos los demás, e</span><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">ra una pieza que parecía tener un universo en penumbras en su interior. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El Ojo negro valía una fortuna. Había sido tallado por el lapidario italiano Niccolò Rivalti, quien intentó alcanzar la perfección con aquella piedra. Le dedicó cientos de horas de trabajo, más que a cualquier otra gema, pero cuando estaba terminando de pulirla, notó un pequeño rayón. No entendía cómo aquello había sucedido; él era muy cuidadoso, en especial con la que sería su obra maestra. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Corregir aquella marca habría arruinado la simetría milimétrica lograda, y no pudiendo tolerar la tragedia, el joyero se cortó las venas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Varios han asegurado que, si se mueve lentamente el Ojo negro, se puede ver una leve policromía que provoca un efecto de abrir y cerrar. Ese sería el último pestañeo de Niccolò Rivalti, que se reflejó y grabó en la joya la noche en que se desangraba a su lado. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Siendo la última pieza en la que trabajó el famoso tallador, y sobre todo cargando con esas y otras muchas leyendas, el valor de la gema se elevó por los aires. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Mira, Boris ―dijo Samuel apuntando al televisor―. Se parece a tus ojos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris contestó con un graznido. Sus ojos negros también parecían contener un universo en penumbras. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel comenzó ese mismo día a entrenar al cuervo para la hazaña; la última que realizarían juntos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El Ojo negro estaba unido a un excepcional collar de titanio y pequeños diamantes, pero su valor era despreciable a comparación de la pieza principal. El entrenador pensó que lo mejor sería que Boris robase únicamente el diamante para que no llevara tanto peso, y calculó que si tiraba de él, se rompería el segundo eslabón que lo sujetaba, por ser el más pequeño. Practicaron varias horas al día con un collar del que colgaba una piedra de tamaño y peso aproximados a los del Ojo negro, colocándolo en el cuello de un maniquí. Boris volaba y atrapaba la pieza desde todos los ángulos, cada vez con mayor velocidad. Finalmente logró hacerlo en forma perfecta. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El día del desfile llegó. La exposición se realizó en la Galería Nacional de Arte, y el lugar había sido preparado como nunca para la velada. Las columnas jónicas de mármol estaban adornadas con luces doradas y plateadas. Diversos banderines colgaban con los nombres de las marcas y diseñadores más vanguardistas del mundo de la moda. Las alfombras negras fueron lavadas para la ocasión, quedando como nuevas, contrastando más aún con las paredes color marfil. Había pedestales en cada esquina, arreglados con rosas blancas, y no había una lámpara faltante en las arañas de cristal que colgaban de los techos hemisféricos. El jardín central de la galería no era techado, y todas las estrellas habían asistido aquella noche. Pero ese espacio abierto sería como una pista de aterrizaje hecha exclusivamente para Boris. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Preciosas modelos atravesaron la pasarela, una tras otra. Llevaban puestos vestidos hasta el suelo de todos los colores del arco iris. Tenían además una gran variedad de joyas: pulseras de oro sólido, aros de platino, anillos con esmeraldas; pero la que más aplausos se llevó fue la legendaria gema de Rivalti. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">La elegida para aquella pieza fue una alta modelo de Camerún. Tenía puesto un vestido rojo escotado, y llevaba sus rizos recogidos para que no cubriesen sus hombros. No llevaba aros ni pulseras; el único accesorio que tenía era aquel collar. En medio de su pecho acentuado por el vestido, la gema negra se llevó todas las miradas. No duró mucho allí, claro; cuando la muchacha estaba en medio de la pasarela, Boris hizo su aparición. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Llegó en una veloz caída libre que más que parecer la de un cuervo, era propia de un halcón. Con absoluta precisión arrancó la piedra del collar de la modelo sin siquiera lastimarla; rompiendo el segundo eslabón, justo lo que Samuel había calculado. La imagen de Boris no duró más que un parpadeo, pero fue suficiente para que se grabara en las retinas de todos los allí presentes. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El collar vacío cayó al suelo en cámara lenta, mientras la modela cubría la desnudez de su cuello con las manos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Apenas Boris llegó a la cabaña con la joya, su entrenador tomó el teléfono e hizo todos los arreglos necesarios para una nueva vida. Mientras tanto, en la televisión se escuchaba la noticia: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">«Fue como una sombra», dijo un periodista; «un espíritu manifestándose en el mundo tangible para regresar enseguida a las tinieblas». </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><b>* </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">A la mañana siguiente Samuel no podía dejar de observar el precioso diamante. Era el centro de la mesa, el centro de la pocilga en la que vivían aquellos amigos de lo ajeno. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">En la televisión todos los canales seguían hablando de ellos: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">«El Encantador de pájaros y su cuervo atacan de nuevo» </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">«Cría cuervos y te robarán los ojos</span><span style="font-size: x-large;">»</span><span style="font-size: x-large;"> </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">«Y el cuervo dijo: Nunca más verán este diamante</span><span style="font-size: x-large;">»</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">No eran buenas noticias; así como estaban en boca de todos, también estarían en la mira de la policía, pero Samuel tenía todo pensado. Ya había conseguido un comprador: un empresario ruso con quien se encontraría cerca de la estación de trenes. Luego de la venta, iría de allí al aeropuerto. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Ese día se puso un sobretodo que había comprado hacía muchos años. Era el más viejo que tenía, pues necesitaba aparentar ser alguien de bajo poder adquisitivo. Se había estado dejando crecer la barba, y sus cabellos estaban más largos e indómitos que de costumbre. No armó siquiera una pequeña maleta, solo llevaría consigo el bolso cargado de dinero que obtendría en la transacción. Se puso una boina y antes de irse miró con tristeza a su compañero: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Ha llegado el momento de despedirnos, Boris. No puedo llevarte conmigo en el avión, amigo; todos se darían cuenta de que somos los ladrones. No creo que me reconozcan con la barba y el sombrero, pero ¿qué puedo hacer contigo?, ¿disfrazarte de gallina? </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris contestó con un graznido. Luego tomó el diamante con su pico y miró hacia la ventana. Samuel leyó las intenciones del ave, y enseguida saltó de la silla para cerrarla. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cuervo comenzó a volar en círculos con la intención de salir de allí con la gema mientras Samuel corría y gritaba detrás: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Qué demonios estás haciendo? ¡Ven aquí! ¡En una hora debo entregar la joya al ruso! </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris dejaba plumas por todo el lugar mientras Samuel chocaba con los muebles intentando agarrarlo. Finalmente lo atrapó: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¡Pájaro estúpido! Dame ese diamante; la policía está tras nuestra pista y pueden aparecer en cualquier momento. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Boris tragó la gema, lo que heló la sangre y dilató las pupilas de su entrenador: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Qué has hecho, Boris? ¡El ruso me va a matar! ¡Enviará gente para que me mate por no haber cumplido! </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel sacudía a su compañero con fuerza; estaba dominado por la cólera. De pronto las frágiles cervicales del cuervo sucumbieron en un chasquido. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¡Boris! </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel gritó, pero el pájaro no reaccionaba. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¡Boris! Por favor, despierta… </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El mejor socio que tuvo en su vida yacía en sus manos temblorosas. El amigo que tantas alegrías le había dado, parecía una marioneta a la que le cortaron los hilos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Los ojos negros de Boris se apagaron mientras las lágrimas de Samuel caían y resbalaban sobre sus plumas. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El hombre estaba desconsolado, y ni siquiera tenía tiempo para lamentarse. Debía llevar el diamante al comprador y no podía entregar el pájaro diciéndole que estaba allí dentro, o correría el riesgo de terminar también con las cervicales rotas. Fue entonces en busca de un cuchillo para cortar a Boris por la mitad. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Hizo un pequeño corte y metió los dedos revolviendo entre las entrañas del plumífero hasta que sacó por fin el diamante de su interior. Había sangre sobre la mesa, sobre el suelo, y en especial en sus manos, pero allí estaba: el preciado Ojo negro era suyo de nuevo. Lo limpió, y justo al momento en que lo puso en su bolsillo, oyó a los patrulleros rodeando su escondite; había volado demasiado alto. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Imposible mostrarse inocente en medio de aquella barbarie; no pudo hacer otra cosa que entregarse. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Mientras lo llevaban detenido pensó que tal vez Boris estaba intentando esconder el objeto en su interior. Tal vez su oído de cuervo, más agudo que el humano, logró escuchar las sirenas cuando aún estaban lejos. O su instinto de cuervo, no subyugado a la razón humana, sabía que lo mejor era ocultar la joya por un tiempo. Quizás simplemente se trataba de uno de esos casos en los que el alumno había superado al maestro. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><b>* </b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel estaba sentado cabizbajo en su celda. El juicio había salido peor de lo que habría imaginado, y lo esperaban muchos años en prisión. Estaba arrepentido de todas las decisiones que había tomado en los últimos tiempos, y se sentía merecedor del castigo. No tanto por los robos como por haber matado a su socio y mejor amigo Boris.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Se llevó las manos al rostro. Comenzaba incluso a contemplar el suicidio. De repente oyó un ruido que provenía de la ventana; lo único que le permitía ver una porción del cielo libre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Miró entonces hacía arriba y vio que tenía visitas: era un precioso jilguero. Los vivos amarillos en sus alas y el rojo de su rostro iluminaban la oscura celda que no conocía otro color más que el de los grises sueños rotos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Hola, amiguito ―dijo Samuel intentando esbozar una sonrisa. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El jilguero caminó por el alféizar atravesando los barrotes. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El recluso se puso de pie y se acercó extendiendo la mano, y el ave se posó con suavidad sobre ella. Lo hizo sin dudarlo, con una confianza pocas veces vista en un pájaro. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Samuel tomó unas migas de un trozo de pan duro que tenía a su lado, y lo acercó al pequeño pico del jilguero: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Dime, muchacho ―dijo Samuel― ¿Conoces la historia de Boris el cuervo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com20tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-12597211417286180442019-03-05T22:09:00.006-03:002023-01-21T05:04:00.547-03:00LA BATERÍA DE ROGER BLATT<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-qs9JVT-vlsU/XH8ZJ18gneI/AAAAAAAAt-Y/FhMe_sCKzsQ5aLDjnirEm740lwM87suXgCK4BGAYYCw/s1600/7-16-3-9-19-13-56m.jpg"><img border="0" height="287" src="https://1.bp.blogspot.com/-qs9JVT-vlsU/XH8ZJ18gneI/AAAAAAAAt-Y/FhMe_sCKzsQ5aLDjnirEm740lwM87suXgCK4BGAYYCw/s400/7-16-3-9-19-13-56m.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El bar estaba lleno. No tan lleno como en sus inicios, cuando el blues vivía sus años de gloria, pero aun así era una buena noche. La banda que tocaría aquella vez era nada menos que Los Calamares, y tenían muchos seguidores.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">Un hombre joven se aproximó a la barra; era blanco, uno de los pocos que visitaban el lugar.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cantinero, un anciano que había trabajado en el bar desde sus inicios, lo saludó mientras limpiaba una copa:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Qué se le ofrece, amigo?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Buenas ―dijo el joven blanco― ¿Me daría una carta?, ¿o qué me recomienda tomar?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Es tu primera vez aquí, ¿verdad? Pues si tu bolsillo lo puede pagar y tu garganta lo puede soportar, tengo whisky F&7 de etiqueta negra; nada mejor para disfrutar de un buen blues.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Sírvame un vaso entonces ―dijo el joven.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cantinero llenó un vaso con hielo y luego echó el famoso whisky.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cliente revolvió el vaso para enfriarlo y probó un trago. Segundos después comenzó a abrir los ojos poco a poco hasta que gritó eufórico:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¡Esto sí que es bueno! Ideal para escuchar a Los Calamares.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Los conoces?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Por supuesto. Bueno…, no en persona. Mi tío me hizo escuchar un disco cuando era niño y ayer por casualidad vi un anuncio en la calle que decía que tocarían aquí esta noche. Quedé fascinado desde la primera vez que los oí, sobre todo con el baterista.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Ah, sí; el joven Sean.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―No, no ―dijo el cliente mientras fruncía el ceño―. El baterista se llama Blatt, Roger Blatt.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¡Amigo!, vaya que estás desinformado. Blatt dejó Los Calamares hace más de diez años.</span><br />
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span>
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El joven suspiró con tristeza al enterarse de aquella noticia:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¡No lo puedo creer! Era el que más me gustaba de la banda. ¿Y ahora qué hago? La verdad, me sacó las ganas de quedarme.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―No digas eso </span><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>dijo el cantinero</span><span>―</span><span>. Te gustará Sean.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Sí?, ¿se parece en algo a Roger Blatt?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―En absoluto; Sean apenas tiene formación musical; pero no te preocupes, porque usa la vieja batería de Roger Blatt.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El joven comenzó a reír:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Y eso qué tiene que ver? Es como si a mí me dieran el saxo de Ben Sincire. No por eso voy a tocar como él.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―En primer lugar, en este bar no apreciamos a Ben Sincire; en otro momento puedo decirte el motivo. En segundo lugar, la batería de Roger Blatt no es un instrumento como cualquier otro. Te contaré una historia y, si logro convencerte, te quedarás a escuchar a la banda y me dejarás una buena propina.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cliente volvió a reír:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―De acuerdo </span><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>dijo</span><span>―</span><span>, es un trato.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cantinero apoyó el brazo en la barra y comenzó a contar la historia…</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>«Hace mucho tiempo, cuando yo aún era joven, comencé a trabajar en este bar fascinado por su lujo y buen ambiente. No se veía como ahora, claro, las cerámicas del piso estaban brillantes y todas las luces funcionaban llenando el sitio de colores. Las sillas eran todas iguales y las mesas estaban barnizadas para que las gotas de bebida resbalasen en lugar de dejar perennes manchas oscuras.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Una noche iba a tocar una de las mejores bandas de blues de aquella época: Los Empedernidos.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Llegaron temprano para beber y fumar un rato. Se sentaron justo allí: en la mesa redonda del centro.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>El gordo Buck, baterista de la banda, ordenó una doble porción de costillas de cerdo con salsa barbacoa extra. Pidió además una botella de whisky F&7; para bajar la comida.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Al terminar el plato quedó inmóvil en su silla con los ojos bien abiertos y sudando profusamente. Los otros músicos le preguntaron qué le ocurría, y el gordo Buck se llevó la mano al pecho apretándose en el corazón.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>“¡El gordo Buck está teniendo un infarto! ¡El gordo Buck está teniendo un infarto!” Todos en el bar gritaban mientras él seguía sin responder.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>De pronto comenzó a toser hasta largar un trozo de carne que se le había atorado en la garganta.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Debió recostarse un poco porque le quedó doliendo el pecho, pero no fue algo de gravedad.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Tras el incidente estaba claro que esa noche no iba a poder tocar con el resto de la banda, por lo que los músicos preguntaron al público si había alguien que quisiera reemplazarlo; y este es el preciso instante en el que aparece Roger Blatt en esta historia.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Aquel muchacho nacido en el Bronx cuyos solos de batería te trajeron a este bar, estaba allí para escuchar a su banda favorita, y la idea de tocar junto a Los Empedernidos sería su sueño hecho realidad.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>―Yo puedo reemplazarlo ―dijo Roger Blatt.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Los Empedernidos no lo conocían, y le pidieron que tocara un poco para poder oírlo.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>―¡Claro que sí! ―dijo él―. Voy a mi casa y regreso; vivo a dos cuadras de aquí.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Salió entonces corriendo y unos amigos que estaban con él lo acompañaron. Mientras, Los Empedernidos se miraron entre sí sorprendidos de la velocidad con la que el muchacho abandonó el bar.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Diez minutos más tarde regresaron con una batería.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><i><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―¿Qué hacen? ―preguntó uno de Los Empedernidos</span><span style="font-size: large;"><span>―</span><span> ¡En el escenario hay una batería nueva!</span></span></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Entonces Roger Blatt dijo que él jamás tocaba sin su batería.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Los Empedernidos se miraron entre sí de nuevo, pero permitieron que Roger utilizara su propio instrumento.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-Yv71ER6LZEU/XH8cfdw9PdI/AAAAAAAAt-0/tVoMk7_-4AkR0p_UvC2sCk5KCWdzw1bjgCK4BGAYYCw/s1600/2d641d9f020a7be0f39ed6fd5b42f18f.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://4.bp.blogspot.com/-Yv71ER6LZEU/XH8cfdw9PdI/AAAAAAAAt-0/tVoMk7_-4AkR0p_UvC2sCk5KCWdzw1bjgCK4BGAYYCw/s200/2d641d9f020a7be0f39ed6fd5b42f18f.jpg" width="135" /></a><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>El joven comenzó a tocar y parecía que lo hacía con ocho brazos a la vez, su velocidad superaba a los tamborileros del circo de los hermanos Sierpinski, y al público le resultó imposible mantenerse inmóvil ante ese ritmo hipnótico. Todos en el bar movían sus pies sentados en sus asientos, intentando seguir la música como si el suelo estuviera cargado de corriente eléctrica. No dejaba tambor sin sonar, no había pausas entre los redobles, parecía una máquina encendida que cada vez funcionaba más aprisa.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Esa noche Roger Blatt tocó tan bien como el gordo Buck; o más perfecto aún, si me permites la expresión.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Poco tiempo después formó su propia banda: Los Calamares, que vendieron tantos discos como Los Empedernidos, s</i></span><i><span style="font-size: large;">iempre tocando con su vieja batería.</span></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Lamentablemente Roger abandonó la música y años después apareció muerto en su hogar por causas que hasta el día de hoy son desconocidas.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Los Calamares le buscaron reemplazo, pero ningún baterista lograba convencerlos. El único que duró un tiempo y que era más o menos bueno fue el hermano del cantante, pero falleció ahogado por su propio vómito.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Un día conocieron a Sean, quien no era merecedor siquiera de llevar los palillos del gran Roger Blatt, pero al menos era abstemio.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>La banda estaba pasando por su peor momento cuando la madre de Roger Blatt los llamó para obsequiarles la batería de su hijo fallecido, diciendo que, además de ocuparle mucho espacio en la sala, le ocasionaba una extraña sensación cada vez que la miraba; como si un viento frío le pasara por al lado.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Habían pasado años desde la última vez que Roger Blatt tocó con Los Calamares, pero aún sentían que vivían bajo su sombra. Pensaron entonces que utilizar su batería sería un modo de traerlo de regreso, y así fue…</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>El nuevo baterista sorprendió a los otros miembros de la banda, fue casi como si su viejo miembro hubiera reencarnado. Sean mismo dijo haber tenido una sensación mágica desde el momento que se sentó en el banquillo de aquel instrumento, y desde entonces jamás toca otra batería que no sea la de Roger Blatt</i></span><span style="font-size: x-large;"><i>»</i></span><i style="font-size: x-large;">.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Imagino que esa batería debe ser una de las mejores del mercado –dijo el cliente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Para nada ―dijo el cantinero―. La batería de Roger Blatt es de la peor calidad. Además, tiene borrada la marca desde hace mucho, y nadie sabe ni en dónde la compró. Pero tiene algo que no te he contado aún.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cliente abrió los ojos, deseoso de escuchar el resto de la historia...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>«</i><i>Cuando era un niño, Roger Blatt practicaba durante horas con su batería. Soñaba con ser un gran músico, aunque su viejo instrumento era de mala calidad y no le era de mucha ayuda. Pero lo peor de todo era que unos vecinos lo molestaban constantemente.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>En el edificio vivían tres muchachos blancos a los que no les agradaba el blues. Una tarde llamaron a su puerta para decirle que no hiciera ruido:</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>―¡Oye, negro! ―le dijeron―. No me dejas ni pensar con esa música vudú.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>El pequeño Roger Blatt pidió perdón atemorizado. Vivía solo con su madre, quien estaba trabajando, y no quería problemas con esos vecinos que parecían ser parte de una banda, aunque no precisamente musical.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Al día siguiente cubrió las paredes de su habitación con colchones viejos, aislándola para que no se escucharan los golpes de su instrumento. Pero los muchachos blancos regresaron con sus insultos:</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>―¿Qué te dije, negro? No quiero oír tus sonidos tribales. Llévate tu música de gorila de nuevo a la selva.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Roger volvió a pensar qué hacer para no ser escuchado, y cubrió con trozos de goma espuma todos los huecos que habían quedado en las paredes de su habitación. Al final, puso unas alfombras a los bombos para hacer menos ruido.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Era imposible que alguien lo escuchara ensayar desde afuera, aun así, los muchachos blancos regresaron, pero esa vez las agresiones no fueron solo verbales.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Apenas se asomó a la puerta ellos entraron y lo empujaron tirándolo al suelo. Mientras dos de ellos lo golpeaban, el otro fue a su habitación y pateó la batería, doblando varios fierros mientras reía a carcajadas.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Por fin se retiraron, dejando a Roger con el rostro ensangrentado. Tras ponerse de pie fue a ver su batería sin siquiera lavarse las heridas, y comenzó a reparar su querido instrumento mientras sus lágrimas y gotas de sangre caían sobre él.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Supo entonces que no tendría más remedio que ensayar en otro sitio, y consiguió un trabajo en un mercado para reparar su batería y alquilar un galpón en las afueras de la ciudad.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>El lugar estaba lejos de su hogar, pero una noche los tres muchachos aparecieron con sus motocicletas mientras él ensayaba solo, y le dieron una golpiza peor que la primera:</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><i><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">«¡Enfrenta tu destino, negro!</span><span style="font-size: x-large;">»</span></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;"><i><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">«¡No pidas misericordia, que te perdone tu dios!</span><span style="font-size: x-large;">»</span></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>El pobre Roger intentaba cubrirse en el suelo mientras los muchachos lo insultaban y pisoteaban.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Luego de dejarlo inconsciente, comenzaron a revolear las partes del instrumento recién reparado y a cortar los parches de todos los tambores con una navaja. Antes de retirarse, uno de los muchachos apoyó el bombo en el suelo, se bajó los pantalones y… bueno, mejor dejo esa parte a tu imaginación.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Roger Blatt lloró durante días hasta que pidió ayuda divina. Su madre le había dado una formación católica, pero harto de rezar para que las cosas le salieran cada vez peor, se dirigió a otro tipo de deidad. Al parecer, algún demonio execrable oyó sus plegarias, probablemente el mismísimo Astaroth.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-1Lsug-4Aue8/XH8de6dEGyI/AAAAAAAAt_I/6eiu2d3bRtsbAlcMBX6nUGZerZmqcu70ACK4BGAYYCw/s1600/davis-gr.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="158" src="https://1.bp.blogspot.com/-1Lsug-4Aue8/XH8de6dEGyI/AAAAAAAAt_I/6eiu2d3bRtsbAlcMBX6nUGZerZmqcu70ACK4BGAYYCw/s200/davis-gr.jpg" width="200" /></a><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Roger no pidió nada específico, solo deseaba que esos muchachos blancos no volvieran a molestarlo y que su batería aún pueda ser restaurada. Astaroth, el gran duque del infierno, resolvió sus dos problemas…</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Unos días después, los tres muchachos blancos aparecieron asesinados. Fueron encontrados despellejados en el departamento de uno de ellos. La policía quiso culpar a unos indios kiokees que vivían cerca de allí, pero la verdad era que no había ningún tipo de evidencia; nadie había forzado la cerradura ni las ventanas, y lo que es más extraño: ni siquiera se encontró una huella digital.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Ese mismo día, cuando Roger Blatt fue a buscar la batería al galpón con idea de rescatar alguna parte sana y tirar el resto a la basura, la encontró como nueva. Los fierros no estaban doblados, los parches habían sido reemplazados, y aquello que el muchacho blanco había dejado en el bombo tras bajarse los pantalones… bueno, sí, aún estaba allí, pero Roger Blatt lo limpió contento de haber recuperado su instrumento.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Notó que los parches de los tambores eran de un material con el que jamás había tocado, y al probarla supo que aquella batería tenía algo diferente.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Fue como si los parches atrajeran a los palillos cual imanes, haciéndolo tocar en los momentos exactos, como si la batería hiciera todo el trabajo y él fuese solo un títere manejado por hilos invisibles.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Desde entonces jamás dejaba que alguien tocara su batería, y él tampoco utilizó una que no fuese la suya.</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i>Roger Blatt se convirtió en uno de los mejores músicos de todos los tiempos. Y cualquiera que toque con su batería lo hará diez veces mejor que con cualquier otra</i></span><span style="font-size: x-large;"><i>»</i></span><i style="font-size: x-large;">.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><i><br /></i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Me quedaré a escuchar a Los Calamares ―dijo el cliente, y luego pagó su bebida dejando una buena propina―. ¿Está seguro de que traerán la batería de Roger Blatt?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Lo harán ―dijo el cantinero―. Te lo aseguro.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Debo admitir que, siendo uno de los pocos blancos aquí, me da escalofríos imaginar de qué material son los parches de esos tambores.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El cantinero sonrió:</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Disfruta de la música tranquilo, amigo. La que te conté no es más que una de las tantas historias que he oído en este sitio. Una leyenda quizás; una leyenda del blues.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">En ese momento llegaron Los Calamares y cargaban, como siempre, la vieja batería de Roger Blatt.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">―Otro whisky, por favor ―pidió el cliente.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">El anciano de la barra puso entonces otro vaso con hielo, y lo llenó con whisky F&7 de etiqueta negra.</span></div><div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;">FIN</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com22tag:blogger.com,1999:blog-7438030936250043245.post-29935205579876320432019-01-20T19:05:00.010-03:002023-10-14T18:44:22.050-03:00LA SOMBRA DEL CUERVO<div style="text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-94zLDTIWC7Q/XETwSyiwbdI/AAAAAAAAtCM/kdzjFaZVgkAZejYvIMOdBfPo42Cz-lWRQCK4BGAYYCw/s1600/1503295-7.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://2.bp.blogspot.com/-94zLDTIWC7Q/XETwSyiwbdI/AAAAAAAAtCM/kdzjFaZVgkAZejYvIMOdBfPo42Cz-lWRQCK4BGAYYCw/s320/1503295-7.jpg" width="244" /></a></div></div><div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span face=""helvetica neue" , "arial" , "helvetica" , sans-serif" style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Relojes iguales </span><span>―</span><span>dijo David</span><span>―</span><span> ¿A quién se le puede ocurrir? Somos tan distintos…</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David miraba la hora en su reloj pulsera que su abuelo le había obsequiado al cumplir veintiuno. Tres años más tarde, su hermano Sebastián recibiría el mismo regalo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se trataba de dos relojes Reznor Deluxe. Ambos tenían una malla de titanio, y sobre el fondo negro se destacaban unos números y manecillas en platino. Eran iguales al detalle excepto en una cosa: el de David tenía grabadas las iniciales D.W. mientras que en el de su hermano se leía S.W.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David comenzó a golpetear nerviosamente el volante de su auto y mirando al horizonte a la espera de Sebastián. A su alrededor todo era campo: quinientas hectáreas que rodeaban a la vieja mansión victoriana.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Volvió enseguida a mirar el reloj. Ya habían pasado veinte minutos desde la hora acordada y Sebastián aún no llegaba. David miraba las agujas como si intentara que se movieran más a prisa, solo para tener un mayor motivo para enojarse.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Su impaciencia lo obligó a descender del vehículo y comenzó a caminar apurado alrededor de la casa. La mansión victoriana quedó vacía cuando sus padres fallecieron, y desde entonces él y su hermano no podían ponerse de acuerdo sobre su venta. Ya habían vendido casi todos los otros bienes heredados, pero aquella propiedad era, por lejos, la más valiosa.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David no quería entrar, él habría preferido concretar el encuentro en cualquier otro sitio; no deseaba que ningún recuerdo lo hiciera sentirse culpable de la venta del hogar de su infancia. Pero viviendo a cientos de kilómetros uno del otro, eligieron ese punto para no sufrir un desencuentro.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Volvió a mirar a su alrededor esperando ver alguna señal a lo lejos; algún vehículo levantando una nube de polvo, pero no vio más que árboles en el horizonte, y decidió entonces abrir la puerta.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En su interior todo estaba intacto, como si el tiempo se moviera a otro ritmo encerrado entre esas paredes. Solo un poco de tierra sobre los antiguos muebles y algunas telas de araña en los rincones eran signos de aquella silenciosa soledad.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por fin se escuchó una bocina. Se asomó a la ventana y vio a su hermano descendiendo del automóvil. Cuando abrió la puerta, su hermano se acercó para abrazarlo, pero David apenas movió uno de sus brazos.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―</span><span style="font-size: large;">Llegas tarde </span><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>dijo. Y luego ingresó de nuevo a la casa.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se sentaron a la mesa, ubicada en el centro del salón; una gran mesa Chippendale ovalada con fuertes patas talladas que terminaban en forma de garra. Estaban enfrentados, uno en cada punta. En su esquina, Sebastián era pura tranquilidad, pero David mostraba su impaciencia en cada uno de sus miembros.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David continuó entonces, con más detalle, la conversación que habían tenido por teléfono unos días antes:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―</span><span style="font-size: large;">Te pedí que nos reuniéramos lo antes posible porque el hombre que quiere comprar las oficinas me ofreció dinero por la casa. No me vas a creer lo que está dispuesto a pagar por todo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Sebastián hacía dibujos con el polvo acumulado en la superficie de la mesa:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―</span><span style="font-size: large;">¿Y cuánto ofreció por las dos oficinas?</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">―</span><span style="font-size: large;">Eso no importa. Ahora el precio es por las tres propiedades juntas. Además, las oficinas no valen mucho; la casa es por lejos lo más valioso.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Lo sé </span><span>―</span><span>dijo Sebastián</span><span>―</span><span>, pero esta casa perteneció a nuestra familia por cinco generaciones. Te dije muchas veces que no quiero venderla.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David se pasó la mano por la cara, sus nervios comenzaban a crecer simulando unos pequeños insectos que escalaban su cuerpo desde el interior.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>A ver… </span><span>―</span><span>dijo mientras se rascaba el cuello</span><span>―</span><span>, te explico: necesito ese dinero. Tengo la oportunidad de hacer un negocio que se me va a escapar si no invierto pronto.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Véndele una de las oficinas de Boston y yo me quedaré con la otra. Puedes invertir todo el dinero de esa venta.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Pero no me alcanza!</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David se puso de pie de un salto y se dirigió a la ventana. El día comenzaba a nublarse. El enjambre que caminaba por su interior lo descontrolaba. Comenzó a sentir unas pequeñas patas bajo la piel, ascendiendo con cuidado, por la espalda hasta los hombros, para escalar por su cuello y anidar justo detrás de sus orejas.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Toda la sangre se le acumuló en la cabeza y debió respirar profundamente para no estallar. Se acomodó el cabello con ambas manos, dejándolo aún más grasiento, y en ese momento Sebastián se puso tras él.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Has estado apostando de nuevo, ¿verdad? </span><span>―</span><span>dijo Sebastián apoyando la mano en el hombro de su hermano mayor.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David le quitó la mano empujándolo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Eso no te importa!</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Sí me importa. Por tu culpa estamos vendiendo todo. Solo nos quedan estas tres propiedades. Me sorprende que aún conserves el reloj que te dio el abuelo </span><span>―</span><span>dijo mientras lo tomaba de la muñeca</span><span>―</span><span>. Debieron ofrecerte poco por el hecho de estar grabado, ¿verdad?</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David le dio un golpe en el rostro a su hermano.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Ambos se sujetaron y comenzaron a forcejear. Iban de un lado al otro tomándose de la ropa mientras chocaban con los muebles de la sala. De pronto Sebastián tropezó y cayó junto a la mesa Chippendale, golpeándose la cabeza con el duro borde de roble macizo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David quedó perplejo, temblando, mirando como la sangre brotaba de la herida de su hermano para formar una alfombra roja que crecía junto a la garra de una de las patas de la mesa.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">De nuevo se acomodó los cabellos con ambas manos. Ya no eran insectos los que recorrían su interior; en él solo había vacío, y un silencio que lo envolvía hasta que solo pudo escuchar un silbido alejado. Frente a él, los ojos muertos y abiertos de Sebastián parecían estar mirándolo. Se acercó, pero no había caso. El golpe había sido tan fuerte que le provocó una muerte instantánea.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Miró por la ventana de nuevo; el cielo estaba a punto de abrirse en una tormenta apocalíptica. Afuera, quinientas hectáreas sin testigos hacían ver la muerte de su hermano como algo ocurrido en un sueño. Lo pensó un rato mientras caían las primeras gotas. Había tenido muchos problemas legales últimamente: apuestas ilícitas, estafas, conducción en estado de ebriedad…, de hecho, había bebido varias medidas de licor esa misma mañana. No habría sido fácil defenderse de ese caso frente a la justicia; cualquier jurado lo habría culpado de asesinato sin vacilar. Decidió entonces hacer uso de las quinientas hectáreas de su familia por última vez.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fue en busca de una pala y subió el cadáver de su hermano en la cajuela del auto para dirigirse hacia una zona arbolada del campo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En medio de un terreno verde vivo se encontraba un cúmulo de árboles grises, árboles que habían muerto hacía décadas, y que solo se mantenían erguidos gracias a sus raíces secas.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Comenzó a cavar mientras los ojos de su hermano miraban hacia la nada. En lo alto, las nubes aguantaban el agua con paciencia hasta que terminara el pozo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Las ramas de los árboles rodeaban a David como enormes garras; el viento soplaba con fuerza, y los ruidos provocados por las quebraduras entre las ramas alteraban más sus nervios.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por fin terminó el pozo, y dejó caer el cuerpo de su hermano. En ese instante oyó un ruido; era un aleteo. Vio entonces que un cuervo se había posado en un árbol a pocos metros.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¿Y tú qué me ves? </span><span>―</span><span>dijo David con ojos mefistofélicos</span><span>―</span><span> ¡Lárgate!</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El cuervo le contestó con un graznido.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Comenzó a llover, y debió apurarse en llenar el pozo de tierra.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Tierra y agua caían sobre el cadáver de Sebastián, y David solo pensaba en terminar y escapar de allí. En el esfuerzo, el mango de la pala se enganchó en el reloj, rompiendo la malla metálica.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El reloj cayó al pozo, pero cuando se asomó, no pudo encontrarlo. El cadáver de su hermano estaba envuelto en sangre y tierra, y la lluvia había convertido toda la tumba en barro.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El cuervo volvió a graznar:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Lárgate, pájaro sucio! Ustedes traen mala suerte.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El ave aleteó para sacudirse el agua de las plumas y permaneció en aquella rama hasta que David terminó el trabajo y se retiró en su vehículo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al llegar a la casa vio el auto de Sebastián y supo que debía deshacerse de él de inmediato. Por suerte para él, las amistades que le habían brindado una vida llena de vicios le sirvieron en aquel momento, ya que enseguida llamó por teléfono a un sujeto que iría a buscar el vehículo para convertirlo en una pila de repuestos, dándole además algunos billetes a cambio.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David dijo la marca del automóvil y dio la dirección:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Iré mañana a primera hora. </span><span>―</span><span>dijo el sujeto desde el otro lado.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Bajo esa tormenta y debiendo estar en aquel sitio a la mañana siguiente, no halló mejor opción que pasar la noche allí, en la casa que lo vio crecer.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pensó en ir en busca de algo de comer, y sobre todo alguna bebida, pero prefirió no mostrarse por el pueblo donde alguien podría reconocerlo. Ni siquiera quería mostrar su rostro en alguna estación de servicio, donde las cámaras podrían captar su imagen, llena de tierra metida en cada arruga causada por la angustia de aquella tarde.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Puso a funcionar la bomba de agua y se dio un baño. El agua se llevó la tierra y hasta la sangre, que era en parte de su hermano y en parte del corte que la malla del reloj le había ocasionado al romperse.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Miró cabizbajo la espiral de agua que poco a poco iba dejando de ser rojiza para volverse nuevamente incolora, esperando que aquella limpieza material exonerara su alma de culpas.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Unas prendas viejas en el armario de su padre le sirvieron a la perfección, y bajó al comedor para limpiar el suelo junto a la mesa Chippendale. Luego limpió también, con sumo cuidado, la pata en forma de garra de la vieja mesa.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En ese momento se oyó un graznido; en el marco de la ventana estaba el cuervo que lo vio enterrar a su hermano.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Maldito pájaro! ¿Qué haces aquí?</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se acercó a la ventana y el cuervo voló enseguida. Luego cerró la cortina, poniendo fin a una tarde para el olvido.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">En el piso de arriba estaba el dormitorio que usó durante más de veinte años. Al lado estaba la habitación de su hermano, y al pasar junto a esta volteó la mirada.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Su cama estaba llena de manchas de humedad, y abrió el armario en busca de unas sábanas que, aunque también tenían olor a encierro, servirían para cubrir el colchón.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Apenas había oscurecido y aún faltaban diez horas para que el sujeto del desarmadero de autos llegara. David llevaba treinta minutos mirando el techo, tocándose el abdomen con hambre y sed; sobre todo sed.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Bajó de nuevo las escaleras. Se acercó a la ventana sobre la que se había posado el cuervo y volvió a acomodar la cortina para que la cubriera por completo. Fue luego hasta la cocina, donde revolvió estantes y alacenas sin suerte.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pensó en el sótano, donde su padre tenía una enorme bodega que formaba parte de la herencia familiar. Muchos en aquella situación habrían pensado dos veces antes de dirigirse al sótano en aquella casa solitaria tras todo lo ocurrido, pero él había ido cientos de veces a aquel lugar y lo conocía de memoria.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al prender la luz del sótano, ésta parpadeo y enseguida se quemó, quedando el lugar de nuevo en penumbras. Debió entonces descender con una vela que encontró en la cocina.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">No había nada en el sótano; la bodega había sido limpiada por completo. Fue él mismo quien lo había hecho; en cada visita se había llevado decenas de costosas botellas de vino llenando el baúl de su automóvil en cada oportunidad.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/-zFZ6km3Fdlg/XETtmpvF92I/AAAAAAAAtBc/S_ncMtJ1DUgslrhgIb1t5jMHtYOAIX4rQCK4BGAYYCw/s1600/33a02cbd305c94b1588c8c2c0525dec8.jpg"><img border="0" src="https://2.bp.blogspot.com/-zFZ6km3Fdlg/XETtmpvF92I/AAAAAAAAtBc/S_ncMtJ1DUgslrhgIb1t5jMHtYOAIX4rQCK4BGAYYCw/s200/33a02cbd305c94b1588c8c2c0525dec8.jpg" /></a></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Recorrió la oscuridad del sótano en búsqueda de alguna botella que habría sido un tesoro para él. De pronto encontró algo. Acercó la vela y no pudo leer la etiqueta debido a la tierra que tenía. Subió corriendo con ella y al limpiarla pudo leer las letras doradas que decían</span><span style="font-size: large;">: «Amontillado». </span><span style="font-size: large;">Había encontrado nada menos que el vino más generoso de Córdoba.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La bebida era oscura, mucho más que otros vinos, y al moverla sobre su mano supo que estaba en perfecto estado. La olió, y se embriagó tan solo con el olor a avellanas que emanaba del vaso.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los fantasmas de su pasado aparecían tras un trago para desaparecer con el siguiente, hasta que todos se extinguieron al terminar la botella. Luego subió hasta su habitación con muchas más ganas de dormir que antes.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Durmió hasta la mañana, cuando unos bocinazos lo despertaron. El hombre al que llamó fue con una grúa a buscar el auto de su hermano.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al bajar vio aquella grúa destartalada, cubierta en desechos de pájaros, y tras un forcejeo, el hombre pudo abrir la puerta.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Del vehículo bajó un hombre desaliñado, con una gorra con visera y una remera del Atlético de Santa Fe llena de agujeros. Saludó rápidamente a David y, sin hacer preguntas, sacó unas cadenas oxidadas para enganchar el auto de Sebastián.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de cargar el vehículo, fue en busca de un destornillador con el que le quitó las patentes al automóvil y le puso otras a cambio. Lo hizo como un ejercicio de rutina, lo hizo como quien lleva miles de veces haciendo lo mismo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se quitó la gorra y se secó el sudor de la frente con un trapo. Luego sacó un manojo de billetes arrugados y se los entregó a David.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David contó el dinero con un gesto de repulsión debido a su humedad, y vio que allí no había ni la mitad de lo acordado:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¿Y el resto del dinero?</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Tuve un viaje muy largo </span><span>―</span><span>dijo el hombre</span><span>―</span><span>. Debía descontárselo. Creo que fui justo. Podría hacer un show diciendo que si no quieres el dinero me lo llevo y le dejo el vehículo, y luego esperar a que usted quiera negociar hasta llegar a un acuerdo, pero ¿para qué perder el tiempo? A mí me sirve el auto y usted necesita que me lo lleve.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David quedó sin palabras mientras el hombre lo miraba con una amarillenta sonrisa de dientes largos. Tenía razón; aquel vehículo parecía estar prendiéndose fuego ante sus ojos. Finalmente hizo un gesto de resignación y guardó los arrugados billetes en su bolsillo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Un placer hacer negocios con usted </span><span>―</span><span>dijo el hombre, y luego le regaló otra amarillenta sonrisa de dientes largos. Segundos más tarde desapareció con su grúa hacia la nada misma de donde había venido, dejando solo una nube de polvo detrás de él.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por fin David estaba listo para abandonar el lugar, y también lo hizo tan rápido como pudo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al volver a su ciudad decidió esperar unos días antes de ponerse en contacto con quien deseaba comprar las propiedades. No quiso hacerlo de inmediato, pero tampoco podía dejar pasar mucho tiempo ya que se trataba de una suma muy generosa.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Le pidió al comprador que se contactase con Sebastián, diciéndole que hacía mucho tiempo que no hablaba con él. Por supuesto, el comprador no pudo ubicarlo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David habló con un abogado, de esos que conoció gracias a una vida llena de vicios, y le explicó que no podía ubicar a su hermano y que le urgía vender las propiedades.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Mientras hablaban por teléfono sobre el marco legal y otros marcos no tan legales, un ruido proveniente de la ventana de su departamento lo distrajo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Te llamo luego </span><span>―</span><span>alcanzó a decir. El cuervo había regresado.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David miró con ojos desorbitados al pájaro de ébano; no podía creer que se tratara del mismo cuervo. Pero era el mismo, él lo sabía, y aunque no era un especialista en cuervos, su tamaño, la curvatura de su pico y el vidrio de sus ojos le resultaron inconfundibles.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Cállate! </span><span>―</span><span>le dijo tras oír el primer graznido.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pero el cuervo no se calló.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David le lanzó una botella vacía que se estrelló contra el marco de la ventana a la vez que el ave se iba volando, mientras emitía un graznido que se oía cada vez más como una risa.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los días siguieron pasando y no pensaba en otra cosa más que en el dinero de la casa. En su departamento había más botellas vacías que de costumbre, y todo el lugar evidenciaba que no había sacado la basura en semanas.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El comprador continuaba intentando comunicarse con Sebastián, por supuesto sin éxito, mientras el abogado aceleraba el proceso de declararlo ilocalizable y así él pudiera vender las propiedades. Le advirtió que su hermano podría aparecer y reclamar su parte, pero eso, desde luego, lo tenía sin cuidado.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El día llegó, y todo estaba listo para iniciar la venta. Por fin lo llamó la secretaria del escribano:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Si usted puede, mañana mismo pueden firmar las partes.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David hizo un gesto como si estuviese por estallar en un grito, pero solo exhaló un rugido mudo mientras apretaba los puños.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Puedo hacerme un tiempo para ir mañana, sí.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Luego de cortar la comunicación volvió a gritar, pero esa vez el rugido se oyó en toda la cuadra.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Esa noche se emborrachó, como muchas noches, si bien ya no estaba mal por no poder vender la casa, debía celebrar el poder hacerlo; le era fácil encontrar buenas razones para beber.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Entre las cajas en donde tenía cosas de su padre encontró una botella de whisky F&7 que había sacado hacía mucho de la gran colección. Estaba sin abrir, y era de etiqueta negra.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se sentó en su sillón y llenó el primero de tres vasos que tomaría en total. La bebida ingresó por su garganta, y tuvo la sensación de que él mismo era quien ingresaba por su garganta, viajando a través de su propio cuerpo, convertido en un fuego que atraviesa una cañería revestida de un material no inflamable, como si el mismo whisky laminara las paredes de su faringe para así evitar quemarlo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Durmió plácidamente durante horas, pero a las tres de la mañana algo lo despertó. Fue como si un demonio de la ribera plutónica hubiera ingresado en su dormitorio. Abrió los ojos, pero todo era oscuridad. Sabía que no estaba solo, sabía que alguien o algo lo estaba observando. Se trataba de su propia culpa quizás, o del alma de su hermano que regresaba desde el más allá para vengar su muerte. No sabía quién era aquel ser que lo escudriñaba, pero su mirada intensa lo estaba perturbando hasta los huesos.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Fue un accidente! </span><span>―</span><span>exclamó. Pero no hubo respuesta.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Aquel ser seguía allí; podía sentirlo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Prendió la lámpara junto a su cama y una enorme sombra cubrió todo el dormitorio, había algo en su mesa de luz.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Su vista se acomodó y vio que aquella sombra estaba cubierta de plumas; era el cuervo que estaba parado junto a él, era la silueta del ave la que estaba dibujada en toda la habitación.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Se paró enseguida y el cuervo voló hacia el armario, y él corrió en busca de una escoba.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Regresó con ideas de expulsarlo por la ventana, pero vio entonces que ésta estaba cerrada, y su mente se perdió por un instante:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¿Cuánto tiempo llevas en mi departamento? ¿Estuviste observándome durante horas?, ¿durante días? ¿Estuviste aquí semanas juzgándome y acechándome desde la oscuridad?</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-NNma37U7qoo/XETwBZTdRRI/AAAAAAAAtB8/0v3Q9l03QIcN4XGaxdUQb-j6LWVlW3dqACK4BGAYYCw/s1600/148d91bb364adaff502243857396.jpg"><img border="0" src="https://1.bp.blogspot.com/-NNma37U7qoo/XETwBZTdRRI/AAAAAAAAtB8/0v3Q9l03QIcN4XGaxdUQb-j6LWVlW3dqACK4BGAYYCw/s200/148d91bb364adaff502243857396.jpg" /></a></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Abrió la ventana y se acercó al cuervo sujetando la escoba con fuerza. La luz producía imágenes ígneas en los ojos del pájaro, su pico se proyectaba amenazante como un clavo de nueve pulgadas, y un nuevo graznido provocó que a David se le erizara la piel. No había suficiente alcohol en su hogar como para animarse a enfrentar a aquel animal que parecía ser el vocero de la muerte. Tomó entonces su sobretodo gris y abandonó el departamento para recorrer las calles hasta que llegase la hora de firmar la venta.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por lo general, aquellas noches en que no lograba conciliar el sueño, iba a una casa de apuestas clandestinas, o recorría las calles buscando una mujer que lo haga olvidar sus problemas por una hora completa. Pero sus bolsillos estaban vacíos y ya había agotado la paciencia de todos aquellos a los que les pidió dinero prestado, por lo que solo vagó por la ciudad.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Caminó mirando hacia todas partes, atento a cada ruido, a cada sombra. Su corazón latió con fuerza cuando vio salir a una rata de un callejón. Iba volteando hacia atrás a cada instante, y así, chocaba con cestos de basura y con otros sujetos como él que también vagaban por la noche; seres sin alma, almas perdidas, pérdida del ser.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Llegó a la escribanía muchas horas antes de lo acordado, por lo que se sentó a la puerta y se quedó dormido, tapándose con su sobretodo gris.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Al amanecer despertó y se arregló lo mejor que pudo, se acomodó la ropa y el cabello, dejándolo aún más grasiento, y esperó a que llegara la hora de apertura.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Por fin llegó la secretaria:</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Buen día, señor W. </span><span>―</span><span>dijo ella</span><span>―</span><span>. Llegó temprano. Si quiere puede pasar a esperar, le prepararé un café.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los nervios de David ya estaban en un punto límite otra vez, y el café solo habría aumentado su nivel.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¿Podría ser un té mejor? </span><span>―</span><span>dijo apretando los dientes.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La secretaria sonrió y abrió la puerta.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David pasó al baño, donde se lavó el rostro, y fue a sentarse en un sillón haciendo un esfuerzo para mantenerse quieto y no distraer a la secretaria.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">A las diez llegó el escribano; un anciano con pequeños lentes redondos, vestido de negro. Su piel parecía hecha de cera, de cera derretida. Poco después llegó el comprador, un hombre obeso, calvo, con un traje de la mejor calidad. Le dio la mano a David y éste pudo ver su reloj, cadenas y anillos de oro. Juntos pasaron al salón principal.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Una gran mesa Chippendale ocupaba el centro de la habitación; ovalada, con fuertes patas talladas que terminaban en forma de garra. Si no fuera porque conocía de memoria la mesa de la casa de sus padres, habría creído que se trataba del mismo mueble; eran casi idénticas. Las paredes estaban cubiertas por libros con excepción de la que daba a la calle, ésta poseía un ventanal del que David apartó la mirada por miedo a encontrar el cuervo sobrevolando la zona.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El escribano leyó el contrato de venta mientras David tenía una lucha en su interior. Comenzó a mirar el roble tallado del borde de la mesa y notó que allí, donde su hermano se había golpeado la cabeza en la otra mesa, había una marca de un viejo golpe.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¿Podríamos abrir un poco la ventana, por favor? </span><span>―</span><span>dijo el comprador.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David estaba envuelto en sudor, y a pesar de que odiaba la idea de estar en una habitación que no estuviese herméticamente cerrada, sentía que se iba a ahogar si permanecía allí por más tiempo.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El escribano abrió la ventana redonda que coronaba el ventanal, y luego prosiguió con la lectura. David ya no oía lo que éste decía. En él solo había vacío; un silencio que solo le permitía escuchar un silbido alejado mientras recordaba los ojos muertos y abiertos de su hermano Sebastián.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Señor W. </span><span>―</span><span>dijo el escribano. Pero él no respondió</span><span>―</span><span> ¡David!</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El grito lo hizo regresar de la plataforma de pensamientos vacíos en la que se encontraba perdido.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>¡Sí! </span><span>―</span><span>dijo.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span>―</span><span>Si estás de acuerdo con todo, puedes firmar al pie de cada página.</span></span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">David tomó la pluma junto con el contrato y se dispuso a firmar. La mano le temblaba, y le costó un gran esfuerzo apoyarla sobre la hoja. Pero justo cuando se disponía a poner su signatura, algo cayó sobre la mesa.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Fue una explosión que dejó a todos sorprendidos. El escribano y el comprador se apartaron de la mesa a causa del susto. El cuervo había ingresado a la habitación para dejar caer algo, y luego se paró en el marco de la ventana circular para emitir un último graznido.</span></div> <div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Los hombres volvieron sus miradas a la mesa para ver qué fue lo que el cuervo había llevado. Todo estaba salpicado con sangre y barro y, justo en el centro, se encontraban los dos relojes que habían estado junto al cadáver de Sebastián todo ese tiempo. Dos relojes Reznor Deluxe con mallas de titanio. Dos relojes iguales al detalle, excepto en una cosa: uno tenía grabadas las siglas S.W. identificando a la víctima, mientras que en el otro se leía D.W. nombrando al culpable.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;">FIN</span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><br /></span></div> <div style="text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-9PxZE7uvPjI/XETwgmm_3SI/AAAAAAAAtCU/ZPxy7KAhcnAp85GFvHpUM6Fia1nhXdibgCK4BGAYYCw/s1600/3c22e307332e5d4b76094c53b55537ce.jpg"><img border="0" src="https://4.bp.blogspot.com/-9PxZE7uvPjI/XETwgmm_3SI/AAAAAAAAtCU/ZPxy7KAhcnAp85GFvHpUM6Fia1nhXdibgCK4BGAYYCw/s200/3c22e307332e5d4b76094c53b55537ce.jpg" /></a></div><div style="text-align: center;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div> <div style="text-align: justify;"><br /></div>
Federico Rivoltahttp://www.blogger.com/profile/04594855346099800716noreply@blogger.com14