―Me rehúso a usar la máscara ―dijo ÉL ante el jurado.
La condena no se hizo esperar. Lo enviaron a la caverna hasta que cambiara su parecer, hasta que se volviera a poner la máscara asignada por la ley, la misma máscara que todos estaban obligados a usar.
Se lo que estás pensando: «Que se la ponga y vuelva a salir». Pero ÉL no era así, ÉL prefería conservar su rostro, ser tal cual es.
La caverna no era más que una caverna, un hueco en la piedra, un lugar lleno de insectos y de humedad. Solo había dos conductos allí: una puerta blindada y un caño que atraviesa la roca hacia algún lugar desconocido.
Y así pasaron días, meses, años. Tal vez pasaron siglos, imposible determinarlo porque ÉL no contaba con un reloj ni con un calendario. No había ventanas tampoco, pero de algún modo en aquella caverna había una luz, solo para que pudiera ver la piedra que lo aprisionaba.
Un día escuchó algo, un llanto tal vez, o una risa; imposible determinarlo.
―Hola, ¿hay alguien allí? ―gritó por el caño que atravesaba la roca.
Alguien gritó también del otro lado.
Si bien las palabras le resultaron incomprensibles, pudo notar que aquella era una voz femenina.
Poco después recibió un trozo de papel a través del caño, lo abrió y leyó la única palabra que allí estaba escrita:
«Hola»
Sintió una gran emoción por haber encontrado a alguien real. Nunca lo había hecho en toda su vida, su vida vacía, llena de gente que caminaba alrededor suyo usando todos la misma máscara.
¿Quién habría imaginado que justo ahí conocería a alguien, allí, en la caverna?
No tenía con qué escribir, por supuesto, pero no necesitó pensar siquiera un segundo antes de recibir un bolígrafo a través del caño.
Comenzaron una amistad única.
Y así pararon días, meses, años. Tal vez pasaron siglos.
Todo era increíble hasta que leyó un mensaje que decía:
«Esto duele demasiado. Ya no te escribiré. Ya no me escribas»
No había caso, no podía hacer nada, sabía que ELLA lo había dicho en serio, por lo que dejaron de comunicarse.
Y así pasaron días, meses, años…
«Sé que me pediste que no te escribiera, pero lo estoy haciendo para que tal vez así te enojes conmigo. No mucho, solo un poco, lo suficiente para que ya no me quieras tanto como para que te duela pero que tampoco ocasione que dejemos de ser amigos»
Poco después recibió la última carta de ELLA; la nota estaba ensangrentada. La abrió y, con los ojos llenos de lágrimas, leyó su contenido:
«Me pondré la máscara nuevamente y saldré de aquí. Quisiera estar contigo pero no puedo. Créeme que lo intenté, me corté un dedo para así de algún modo unirme a ti de a poco; pero eres como la gangrena, que debe amputarse de una vez y para siempre»
Al recibir el dedo de ELLA a través del caño, solo sintió ganas de gritar por la hendija de la puerta pidiendo que también le pusieran la máscara.
Y así pasaron días, meses, años…
ÉL volvió a su rutina, a su vida vacía, llena de gente caminando alrededor suyo usando todos la misma máscara. Hasta hoy la sigue buscando, a ELLA, por su manera tan especial de decir las cosas.
Quizás algún día la encuentre, no puede ser tan difícil, su forma de escribir es única y no es debido a que le falta un dedo.
Y yo tanto quería reflejarme en tu reflejo... Y en tu cielo la estrella se está enfriando de nuevo, y en mi cielo comienza a brillar.
ResponderBorrarMi corazón suena hasta que sepa que todavia se puede quitar todas las máscaras.
Nos fuimos de nuevo y detrás de la máscara, sabiendo que no volveremos nunca, simplemente te encontraré y aquel sol que se ha enfriado
Muy buen poema, Galina. Y muy apropiado al cuento.
BorrarDetrás de cada historia existe un soporte que permite que ésta pueda agarrar vuelo. Escondida está una historia verdadera, que se puede sentir, oler, saborear.
ResponderBorrarYo te felicito. Me parece genial el movimiento de la trama y el poder que tuvo la narrativa de llevarme y traerme. Saludos.
Gracias por tu comentario, David.
Borrar¿Una historia verdadera? Tal vez.
Abrazo
Me gustó tu cuento, no ponerse una máscara puede costar mucho, puede costar hasta un amor. Pero no ponérsela requiere valentía, honestidad y amor propio, cualidades admirables. Excelente Federico.
ResponderBorrarAbrazos.
Alejandra, muy bueno tu comentario. Me alegro de que te haya gustado el cuento.
BorrarAbrazo.
La vida de cada uno es así un poco una caverna, en la que buscamos desesperadamente que alguien nos conteste desde el otro lado. Muy buen relato. saludos
ResponderBorrarGracias, Luis.
BorrarA veces te contesta alguien, otras veces es tu Doppelgänger.
Abrazo
MUY GENIAL.. TU TEMA RECURRENTE ACERCA D E LA FALTA DE LIBERTAD DE LA SOCIEDAD Y SU HIPOCRESÍA DA PARA UNO Y MIL CUENTOS, ENTRE ELLOS, ESTAS GENIALIDADES QUE MUY BIEN MUSITAS AQUÍ EN TU BLOG. COMO SIEMPRE, NETO.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario, Zequi.
BorrarAbrazo grande.
Cruel destino el de los hombres, pues con máscara o sin ella están destinados a la soledad. La elección entre la aceptación de uno mismo o la aceptación por parte de los demás es nuestra encrucijada. Genial relato Federico.
ResponderBorrarMuy buena reflexión, amigo Santiago.
BorrarVoy leyendo tus líneas y me imagino un claustro color sepia con olor a humedad salina... De alguna forma todos llevamos una máscara propia, que nos sirve para disfrazar nuestras debilidades y así protegernos de algún daño. El problema es cuando la sociedad nos obliga a usar una máscara genérica para poder encajar en ella, entonces aquellos que se resisten son ignorados, echados a la soledad, tomados como locos y solos los que tienen una férrea intensión, pueden soportar el claustro color sepia y cargado de humedad salina. Estas reflexiones me vienen al leer tu relato, Federico, al cual encuentro excelente y fascinante, por eso mis respetos y mi admiración para ti, hermano. Un abrazo!
ResponderBorrarEsto es casi un ensayo antroposociológico basado en mi cuentito.
BorrarMe alegro de que te haya gustado, Alonso.
Abrazo.
Muy buen relato. Es un gusto leerlo.
ResponderBorrarMuchas gracias, Jag.
BorrarMe alegro de que te haya gustado.
Abrazo.
Fiel reflejo de la sociedad en que vivimos, o te adaptas a sus normas o te condenan.
ResponderBorrarMuy bueno! ;)
Muchas gracias, Angélica.
BorrarEse era el mensaje, aunque también lo es en otros de mis cuentos ;)
¡Abrazo!
Otra genial metáfora de tu autoría. Dos rebeldes que prefieren el destierro antes que usar la máscara impuesta por la sociedad o el sistema; pero al final deben adherirse. Me recordó un poco a 1984 en ese sentido.
ResponderBorrarAcertadas palabras, Carlo. Esa obra me impactó mucho.
BorrarAgradezco tu comentario.
Exacto, Mabel; este relato es en parte una metáfora de esa pregunta.
ResponderBorrarGracias por tu comentario.
De nuevo sales muy bien parado con otra alegoría sobre la sociedad humana (en cualquier época). O ¿Que ha sucedido con todas o todos aquellos que son de alguna manera "diferentes"? Otro de los grandes temas: La Libertad y la soledad. Muy buen relato, felicitaciones.
ResponderBorrarGracias por la reflexiva lectura y comentario, Carlos.
BorrarAbrazo!
Cuando nos quitamos la mascara nos quedamos desnudos, frágiles, expuestos antes los mismos temores que tenemos en común, pero acéptalos ¡nunca! eso sería ser tal cual somos y eso no le gusta a nadie..¿o si?
ResponderBorrarAsí es, Gabriela. La máscara deshumaniza pero también protege, en algunas situaciones requiere de mucho valor sacársela.
BorrarMuchas gracias por tu comentario.
... y encontró a su enmascarada y vivieron felices para siempre.
ResponderBorrarjajajaj creo que no verdad, eso solo sucede en Disney jajajajaja
Me haces reflexionar sobre muchas cosas con tus escritos, muchas gracias Federico, ¡saludos!
Me gustaría creer que la encontrará, pero lo veo difícil.
BorrarMuchas gracias a ti por las palabras, Tere.
Saludos!