Un día, sin previo aviso, el suelo bajo mis pies se derrumbó.
Caí en un extraño fango primitivo, quedando enterrado hasta la cintura.
Quise salir de aquel caldo oscuro y repulsivo, pero éste me sujetaba con fuerza, como una criatura viva.
Al cabo de un rato de estar ahí atrapado, me acostumbré; me acostumbré al olor y me acostumbré a no poder mover mis piernas. Llegué incluso a sentirme seguro dentro de ese pozo, pero aquella situación era insostenible y pronto mi asquerosa trampa comenzó a devorarme.
Cuando noté que me estaba hundiendo comencé a gritar, y entonces una pareja mayor apareció. Me sujetaron con desesperación, uno de cada brazo, pero mi muerte parecía inevitable.
―No creo que podamos ayudarte esta vez, quizás haya llegado tu momento de partir ―dijo ella haciendo un esfuerzo para que las palabras no se le atravesaran en la garganta.
―Sí, que se vaya ―dijo él con una férrea actitud.
Y ambos se retiraron dejándome a mi suerte.
En los siguientes minutos, cientos de individuos pasaron junto a mí. Seres sin rostro, tristes marionetas que arrastraban sus pies en forma mecánica.
Camuflados en aquella desalmada multitud, visualicé algunos rasgos conocidos: un ojo que me miraba afligido, una boca que emitía un suspiro leve; pero por mucho que les supliqué, todos ellos continuaron marchando.
Una de las marionetas se acercó, llevaba puesta una máscara roja con una enorme sonrisa pintada. Se quedó mirándome inmóvil durante unos segundos y luego me pisó la cara, hundiéndome aún más en mi pozo.
Comenzaba a sentir que no saldría de allí cuando un hombre vestido de traje y corbata llegó. Se trataba de un profesional, un especialista en el rescate de personas. Puso su maletín a un lado, se arremangó, y me dio una serie de indicaciones para que trabajáramos de manera metódica en mi liberación.
Recién había empezado a sacarme cuando de repente se detuvo. Me dijo que no tenía más tiempo para mí, que debía ayudar a otros que estaban en la misma situación. Lo entendí a la perfección, en estos tiempos que corren es común caerse a un pozo lleno de un extraño fango primitivo.
Corrían las horas y mis esperanzas para salir de aquel flemático vórtice se agotaban. La execrable sustancia comenzaba a cubrir mis hombros cuando una muchacha apareció ante mí. Me tomó de las manos y dio todo de sí por rescatarme; pero no había caso, sus fuerzas no eran suficientes y yo seguía descendiendo en forma helicoidal hacia mi sigilosa tumba.
En un último esfuerzo, la joven resbaló y por poco no la arrastré conmigo. Nos miramos a los ojos y juro que jamás vi rostro más bello.
―Murámonos juntos ―me dijo―, porque vivir sin ti no es vivir.
Solté sus delicadas manos y contemplé su mirada, su gesto era tan triste que detuvo el tiempo.
―No te preocupes ―le dije―, morir habiéndote conocido no es morir.
Se alejó llorando sin consuelo entretanto yo me hundía de manera inexorable.
No soy un hombre de plegarias, pero cuando solo me quedaban unos segundos más de vida hice lo que cualquier persona hace cuando se encuentra con la mierda hasta el cuello: miré al cielo y pedí ayuda divina. No esperaba obtener una respuesta, y quizás por eso no la obtuve.
En el acto final, cuando la sustancia llegó a sumirme por completo, extendí una mano hacia arriba. Estaba a punto de morir ahogado cuando alguien me sujetó, y haciendo un enorme esfuerzo logró liberarme.
Quedé tirado a su lado, con los ojos embarrados, tosiendo para largar toda aquella ponzoña que colmaba mis pulmones.
Comencé a reponerme, no podía creer mi buena fortuna. Corría una brisa fresca y las aves vitoreaban mi éxito; poco a poco fui disfrutando de aquella hermosa tarde primaveral.
Cuando retomé el aliento, aún sin poder ver a mi héroe, le agradecí por haberme salvado la vida.
―No me lo agradezcas ―dijo una voz familiar.
Limpié mis ojos y ahí estaba él, un hombre exactamente igual… a mí.
FIN
¡Ya sabes el dicho! Si no te cuidas tu mismo, quien te va a cuidar... Estupendo, con tintes de thiller psicológico.
ResponderBorrarToda la razón, Miguel.
BorrarGracias por tu comentario y seguí cuidándote.
Al final, el único que puede sacarnos del pozo, somos nosotros mismos; el resto de nuestros seres queridos pueden intentar ayudarnos, pero si nosotros no ponemos de nuestra parte.. no hay nada que hacer!
ResponderBorrarMuy bueno, me ha gustado mucho!!
Así es, Ángela, muy bien dicho.
BorrarMe alegro mucho de que haya gustado.
Es genial, Federico! Por todo, todo lo que sugiere, y el absurdo tan bien elaborado. Y está cerrado de maravilla.
ResponderBorrarMuchas gracias por tus palabras, Guillermo.
BorrarUn abrazo
Tocar fondo, darse cuenta y querer salir del pozo, solo asi te puedes salvar. Exelente.
ResponderBorrarBien dicho, Estela.
BorrarMuchas gracias por tu comentario.
Felicidades Federico. Excelente trabajo hermano, digno de ser compartido con personas en diferentes lugares del planeta, una forma de llegar a ello/as con palabras que alimentan el espíritu de cada uno, una forma bella de ayudar a las personas. tus palabras me recuerdan lo que el día de hoy compartí con las personas por medio de un video, donde se puede apreciar que es uno mismo el que decide que puertas abrir y cuales cerrar. Mi video lo comparto contigo y dedicado a lo mas importante en mi vida, que es mi hijo Santiago. puedes verlo al siguiente enlace; https://www.youtube.com/watch?v=fNCS_4QsFhM Saludos desde Colombia. Carlos Anel.
ResponderBorrarCarlos, agradezco tus palabras.
BorrarMe alegro que te haya gustado mi relato y de que lo veas como un mensaje positivo.
Saludos
Pues con todos estos comentarios, es muy poco lo que puedo decir, estimado Federico. Un relato excelente, con una metáfora directa y sin ambigüedades, que además llama a la reflexión. Una historia envolvente, que muestra cuan deletéreo puede llegar a ser nuestro trasfondo psicológico, y que a la final, quien no ponga de su parte, no saldrá de ese pozo nunca. Te felicito, hermano. Un abrazo!
ResponderBorrarNo es poco lo que puedes decir, aprecio mucho tus palabras.
BorrarAbrazo grande, amigo Alonso.
Excelente relato Federico, y al igual que el poeta Alonso Gaudionlux, opino que cualquier comentario de mi parte estaría de más; cierto es que lo he disfrutado mucho, aunque el especialista a ti se te presentó en traje y corbata, a mi suele presentárseme en traje informal, en todo caso, el gran esfuerzo debemos hacerlo nosotros mismos si queremos salir del compromiso en que estamos, como tú muy bien lo has reflejado. Salud amigo.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario, Romulo.
BorrarEs verdad lo que dices, esos especialistas aparecen de muchas formas y, aunque nos dan una mano, su ayuda nunca alcanza.
Abrazo
¡Brutal relato! ¡Me ha encantado! No creo que hubieras podido cerrarlo mejor: sugiere tantas cosas...
ResponderBorrarEn la vida nos encontramos muchos pozos, y el cómo/si salimos de ellos depende de taaantos factores...
"– Murámonos juntos – me dijo –, porque vivir sin ti no es vivir." <--- Impresionante frase.
Marsar, me gusta como siempre eliges el momento de la historia que más te ha impresionado.
BorrarAgradezco mucho tus palabras.
Muy bien, Federico ... y si hay palabras favoritas al usar "la mierda", "mascara" etc. jaja
ResponderBorrarPero bueno, me acorde de una frase de Mahatma Gandhi "Si la muerte no fuera el preludio a otra vida, la vida presente sería una burla cruel".
Excelente la cita, Galina.
BorrarSegún la manera de interpretar el cuento, podría ir perfectamente.
Saludos
Simplemente me encantó!!! Cuando te encuentras en una situasión así, algunos intentan ayudarte y en la primera complicación abandonan, otros pasan de largo sin titubrar, están los que ponen cara de circunstancia, y hacen muecas como si les afligiese tu estado pero resuelven que nada peden hacer. Alguno aprovecha tu caida para pasar encima tuyo, y hasta lo que se presenta como un acto de amor demuestra que no es tal cuando también te abandona. Entonces solo queda darte cuenta que la única manera de salir es por ti mismo.
ResponderBorrarEsa es mi interpretación y me encantó la manera en que lo expones.
Una de las partes que más me gustó:
– Murámonos juntos – me dijo –, porque vivir sin ti no es vivir.
Solté sus delicadas manos y contemple su mirada, su gesto era tan triste que detuvo el tiempo.
– No te preocupes – le dije –, morir habiéndote conocido no es morir.
Un placer leerte... Saludos.
Me encantó como expusiste tu interpretación, estoy de acuerdo con lo que decís.
BorrarMe alegro de que te haya gustado.
Muchas gracias por el comentario.
Saludos.
Un relato magnífico, triste y esperanzador, oscuro y diurno. Y tan real en su fondo. El poder está en uno mismo, me encantó Fede, felicitaciones.
ResponderBorrarAbrazos.
Muchas gracias, Ale.
BorrarMe alegro de que te haya gustado.
Abrazos.
Saludos, muy buen relato y excelente final. Ciertamente uno mismo es el que tiene que hacer algo al respecto para sacarse del hoyo. Éxitos!
ResponderBorrarMuchas gracias por el comentario, Mery.
BorrarUn saludo!
Impresionante relato Federico , bien a tu estilo y con un final para reflexionar sobre la depresión. Muy recomendable su lectura por eso lo comparto amigo.
ResponderBorrarMuchas gracias, amigo. Me alegro de haberte impresionado con este relato. Es una muy buena interpretación la de la depresión. Abrazo, Jorge!
BorrarLa lucha eterna entre la propia conciencia y la falsa realidad, inequívoca y absurda. Pesadillas que conviven con nosotros y se niegan a marchar... excelente relato, angustioso y a la vez vital. Felicidades Federico.
ResponderBorrarGracias por la visita y las palabras, Frank. Poético comentario el tuyo; genial.
BorrarBfff brutal!
ResponderBorrarGracias por tu breve pero espontáneo comentario, Andrés. Me alegro de que así te haya resultado mi cuento.
BorrarMuy bueno!! Solo TU puedes sacarte de tu propio fango.
ResponderBorrarSaludos Federico.
Muchas gracias por el comentario. Me alegro de que te haya parecido tan bueno y te deseo mucha suerte en caso de que alguna vez quedes atrapada en el fango.
BorrarSaludos!
Una historia salida de una mente surrealista. Solo nosotros podemos salir de los lodos en los que nos mete la vida o nosotros mismos.
ResponderBorrarEn realidad fue algo que me pasó, quizás no exactamente de este modo, pero así es como lo recuerdo :)
BorrarEs cierto lo que decís. A veces las cosas suceden; otras, somos los únicos culpables y debemos hacernos responsables. Un saludo, Santiago!
Me pregunto cuantos de nosotros estamos en el pozo y nos gusta vivir allí, tu final es crudo pero real. Sabes, en varios de tus relatos me hace recordar la narrativa del cuento "La máscara de la muerte roja".
ResponderBorrargracias, saludos
Esos seres de máscaras rojas tienen sus similaridades. Un honor demasiado grande la comparación que has hecho, Gabriela.
BorrarGracias por el comentario! Cuídate de los pozos.
¡Excelente lección, Federico!
ResponderBorrarGracias por el comentario, Luis Vicente!
BorrarCuesta ponerla en práctica, pero a veces no hay otra opción.
¿Quien no ha caído en un pozo alguna vez? Creas un ambiente asfixiante que me encanta. Enhorabuena.
ResponderBorrarMe alegra que te haya gustado, Alma.
BorrarEspero que no vuelvas a caer en uno.
Muchas gracias por el comentario!
Coincido con Alma, ¿quién no ha caído en un pozo alguna vez?, aquí el punto es ¿cuántos han logrado salir de él?. Como bien lo mencionas, solo nosotros mismos podemos salir de allí, tal vez con el apoyo de los demás pero de nosotros depende si salimos o nos hundimos.
ResponderBorrarExcelente Federico, como todo lo que escribes. Siempre me quedo con algo para reflexionar.
¡saludos!
Así es, Tere. Lo importante no es evitar caer al pozo -eso siempre va a suceder alguna vez-, lo importante es salir de él.
BorrarMe alegra mucho que te haya parecido así.
Saludos!
Magnífico cuento que te hace reflexionar, nosotros tenemos la decisión de salir de los apuros de la vida. Saludos.
ResponderBorrarAsí es, hermano.
BorrarMuchas gracias por el comentario. Saludos!
Hola Fede, querido amigo, por fin voy comenzando a salir del "pozo" donde me condujo el 2018 y parte de este año. Aún no he hizado las velas de mi nave, pero voy reuniendo fuerzas para manejar de nuevo el timón, aunque reconozco que me asusta este océano de quimeras y palabra fácil donde aún me considero una náufraga errante.
ResponderBorrarInevitablemente regreso a tu encuentro para disfrutar del ingenio que ampara tus creaciones que en esta ocasión me parece un interesante desarrollo de la historia hacia ese acto final donde impera la lucidez del protagonista siendo consciente de su grave error de dependencia ajena o de baja autoconfianza, lo cual le lleva a hundirse en el fango hasta que comprende que todo lo que necesita está en su interior y se libera.
Abrazotesssss!!!!
Hola, Estrellita. Una alegría verte. Así sucede, caemos a un pozo y a veces toma mucho tiempo salir de él. Qué bueno que ya estés reuniendo fuerzas, amiga; sé que puedes lograrlo.
BorrarTe agradezco mucho las palabras, amiga.
Un fuerte abrazo!