Ocultismo, nigromancia, demonología...; era uno de esos sitios donde uno siente que no será el mismo tras cruzar la puerta.
Sergio tomó aire e ingresó. El lugar estaba a oscuras, y al principio creyó que no había nadie. Luego notó que, rodeada de estantes abarrotados de pócimas y viejos libros, estaba sentada una anciana:
―Buenas tardes, Sergio ―dijo la señora―; tengo justo lo que necesitas.
―¿Cómo sabe mi nombre?
Sergio tomó aire e ingresó. El lugar estaba a oscuras, y al principio creyó que no había nadie. Luego notó que, rodeada de estantes abarrotados de pócimas y viejos libros, estaba sentada una anciana:
―Buenas tardes, Sergio ―dijo la señora―; tengo justo lo que necesitas.
―¿Cómo sabe mi nombre?
―Soy bruja ―dijo ella.
La señora se puso de pie y él pudo verla con claridad. La piel de la anciana parecía hecha de cera, de cera derretida; una piel que intentaba cubrir con escasos cabellos que se habían vuelto blancos con el correr de los inviernos.
La anciana recorrió uno de los estantes con su mano huesuda, pasando junto a varios objetos cubiertos de polvo, hasta que tomó unos anteojos.
―Con estos anteojos mágicos tu éxito con el sexo opuesto será superior al que podrías imaginar. Pronto te verás rodeado de mujeres hermosas.
Sergio no creyó que aquello fuera cierto, pero pensó que no perdía nada por probar, además ella no le pidió mucho dinero por el artefacto.
―Una cosa más ―continuó la vendedora―: jamás te los saques frente a las mujeres que conquistas, o las perderás de manera inmediata.
Al llegar a su casa se probó los anteojos frente al espejo y se vio diferente. No solo parecía más inteligente, su rostro era más bello e incluso se veía más musculoso. Salió entonces a la calle con la intención de devorarse al mundo.
Miró a cada mujer que pasaba, y ellas lo miraban de vuelta; las saludaba, y ellas lo saludaban; Sergio estaba en el centro del universo. De pronto vio a una muchacha que llamó en verdad su atención...
Una joven pelirroja miraba la vidriera de un negocio y giraba la cabeza con disimulo para observarlo. Sergio se perdió en su figura y a ella se le escapó una sonrisa. Fueron los labios más bellos que él había visto. La joven bajó la mirada con timidez, pero enseguida la levantó mientras él se le acercaba.
―¿Te conozco? ―preguntó la joven.
Sergio hizo el chiste tonto de que era probable que lo estuviera confundiendo con un actor de cine, y pronto la conversación fluyó llena de risas. Minutos más tarde la invitó a tomar un café con total naturalidad.
Al día siguiente volverían a verse, y Sergio se preparó frente al espejo para la cita. Se preparó como cualquier día, con la excepción de que se colocó, con sumo cuidado, sus anteojos nuevos.
Cenaron, bailaron y caminaron por el parque; y no hubo un instante en el que él se quitara su accesorio mágico. Cuando se hizo tarde, la invitó a pasar la noche en su departamento.
Sergio se sacó toda la ropa, pero aun así se dejó las gafas.
―No te molesta que me deje los anteojos puestos, ¿verdad?
―Para nada ―dijo ella―; me encanta cómo te quedan.
Sergio tuvo el mejor sexo de su vida; jamás había estado con una mujer comparable en sus aptitudes amatorias. Ni siquiera sus mejores amantes, aquellas a las que consideraba pesos pesados en conocimientos anatómicos, habrían sido rivales para aquella muchacha.
A la mañana siguiente la despertó con una taza de café en cada mano.
Durante el desayuno no se sacaron la mirada de encima, y de pronto ella tomó coraje para decirle lo que ya era evidente:
―Sé que todo ha pasado demasiado rápido, pero creo que este es el inicio de algo especial.
Entonces él ya no pudo seguir guardando el secreto:
―Siento lo mismo, y es por eso que debo dejar de ocultarte quien soy.
Sergio cerró los ojos y se quitó los lentes. Al abrirlos vio nublado, hasta que poco a poco volvió a ver con claridad el rostro de su amante. Su piel parecía hecha de cera, de cera derretida; una piel que intentaba cubrir con escasos cabellos que se habían vuelto blancos con el correr de los inviernos.
Muy bueno el texto y muy lista la bruja jajaja.
ResponderBorrarSaludos
Es cierto, Yolanda; muy lista. Dicen que las brujas saben por brujas, pero más saben por viejas.
BorrarMuchas gracias por el comentario :)
Federico, creo que por primera vez te pillé, ya que imaginaba que la chica era la bruja, demasiada perfección para ser real, ja, ja.
ResponderBorrarSabes, así mismo es la vida, vivimos eternamente con unas gafas mágicas puestas, nos hacen ver lo que queremos ver, no lo que es, y la realidad dista mucho de lo que deseamos ver.
Me ha gustado tu relato Federico, porque tiene un final con moraleja, decir ante todo la verdad, deja al descubierto los engaños de los demás.
Quizás Sergio hubiera sido capaz de sacrificarse por el placer vivido, pero por su actitud sincera creo que no le perdonaría el engaño.
Con gafas o sin gafas, la vida debería ser así de placentera.
Te envío un abrazo con mi piel de cera derretida, ja, ja, de bruja.
Te estás volviendo cada vez más observadora, Harolina. Ya verás, volveré a tomarte por sorpresa en mi próximo relato.
BorrarMuy bonita tu reflexión.
Yo no te veo como bruja, aunque quizás sean mis anteojos los que me estén fallando.
Muchas gracias por las risas y el comentario!
Un texto muy ingenioso. Me ha gustado la trampa que tiendes al lector, y que con un poner y quitar de gafas se desvela todo el truco. Más que bruja era una trilera la vieja.
ResponderBorrarUn saludo!
Me alegra que te haya parecido así el relato, César.
BorrarGracias por el comentario.
Cuídate de los trileros... y de los mimos.
Saludos!
Genial microrreltao, es original, plagado de humor y de final sorprendente, pues aunque uno sabe que la mujer que tiene en frente no es lo que parece, debido a la magia de los anteojos, yo al menos no esperaba que fuera la misma bruja que se los vendió, y la manera de exponerlo utilizando exactamente la misma descripción me ha parecido todo un acierto para el impacto y el juego con el lector.
ResponderBorrar¡Abrazo, mi buen amigo de las letras!
Me alegro que te haya parecido así, mi buen amigo de las letras. Me alegra también de haberte sorprendido con el final y que te sirva de lección por si una bruja intenta engañarte.
BorrarMuchas gracias por el comentario, Edgar!
Te mando un abrazo.
Buenísimo!! como todo lo que escribís, paso un rato agradable leyendo tus relatos, chau, hasta el próximo cuento.
ResponderBorrarMuchas gracias por las palabras, Raquelita!
BorrarHasta la próxima, por este mismo canal.
Al contrario de los demás, yo pensaba que al quitarse los lentes, el que iba a quedar hecho un monstruo era el jajaja. A mi si me pillaste. Me encanta esa manía tuya de comenzar y terminar varios de tus textos con las mismas palabras. Saludos máster.
ResponderBorrarMe alegro de haberte pillado y de que te encante mi manía; no todas mis manías son encantadoras.
BorrarMuchas gracias por las palabras, terrorífica amiga!
Mira que me olía algo así.... jajajaja maravilloso relato
ResponderBorrarMuchas gracias por la visita, el comentario y las risas.
BorrarSaludos :)
Holaaa Fede!!! Ya de nuevo visitándote tras mi larga "travesía" invernal, que me dejó exhausta y con una lumbalgia bastante molesta. Después se han ido volando los días y ya ves casi regreso a un año vista.
ResponderBorrarUna historia curiosa con ese prodigioso artilugio que es capaz de llevar al protagonista al mismo punto inicial en que se hallaba, en fin que sabes jugar al gato y al ratón y en esta ocasión algo me decía que la historia acabaría mal para el prota.
Un placer perderme entre tus letras.
Un abrazo fuerte.
¡Hola, Estrellita!
BorrarBienvenida :)
Un placer tenerte de nuevo por aquí. Espero que estés mejor.
Es cierto; el artilugio no le sirvió de mucho al protagonista, al menos que desee quedarse con la anciana.
Te agradezco mucho la visita y el comentario.
Otro fuerte abrazo para ti! :)
Je, je, je. Vaya con la bruja, Federico. Engañó al bueno de Sergio pero, por lo menos, éste ganó una espléndida sesión de sexo. ¿Estaremos ante el principio de una bella historia de amor? Sólo tú lo sabes.
ResponderBorrarUn saludo, amigo.
Exacto, Bruno. No puede decir que los anteojos no le trajeron beneficios. Y tal vez sea solo el principio de su historia de amor, con o sin anteojos.
BorrarMuchas gracias por el comentario, amigo.
Un saludo!
¿Quién en engaña a quién? jejeje
ResponderBorrarMuy bueno Federico.
Eso le pasa por intentar ser alguien que no era, aunque puede que esto termine siendo un final feliz, ;)
Un abrazo.
¡Gracias por el comentario, Irene!
BorrarMe alegra que te haya parecido así.
Es cierto, eso le pasó por querer engañar a los demás. Claro que no hay buenos y malos en esta historia, tal vez esos anteojos le den más felicidad de la que esperaba :)
Otro abrazo para ti!
¡Oh Sergio!
ResponderBorrar¿quién te dijo que las cosas buenas de la vida se obtienen de manera tan fácil? Incluso apresuré la lectura porque ya intuía que el pobre iba a llevarse un chasco al quitarse los lentes. Pagó el precio por no seguir las indicaciones, se le previno para que pudiera seguir disfrutando el engaño, trato de imaginar el desenlace, imaginar cómo habría reaccionado, ¿pérdida de la cordura quizá? O de menos imaginar si se podría resarcir después de un evento así de traumático. Gracias Federico, porque leer tus relatos siempre me permiten escapar de las actividades rutinarias, me permito un descanso donde me dejo llevar por ese genio que plasmas historia tras historia. ¡Te mando un afectuoso saludo!
Muchas gracias a ti por el comentario, Mauricio.
BorrarA mí me pasa igual; la lectura y la escritura me permiten escapar, aunque escapo hacia un mundo que termina siendo una metáfora de nuestra realidad.
Una alegría que mis relatos despierten eso en ti y que tu imaginación desborde desenlaces mientras los lees.
Te mando un abrazo!
Buenisimo!!! Me encantó. Saludos
ResponderBorrarMuchas gracias por la visita y el comentario, Mónica.
BorrarUna alegría que te haya gustado tanto.
Saludos!
Muy bueno, amigo. Eso le pasó por no hacer caso a la bruja. jejeje
ResponderBorrarMuchas gracias por el comentario y por las risas, amigo.
BorrarUn saludo, Pedro!
Jajajajajajaja bueeeeeenaaaaa la viejita jajaja
ResponderBorrarMe alegra de haberte hecho reír con mi relato, Elias.
BorrarGracias por la visita y el comentario.
Saludos de mi parte y de la viejita.