Te sorprendería si te dijera mi verdadera edad. A nadie se lo he dicho, y para que no sospechen, abandoné a mi familia, a mis amigos y a mi pueblo. Me he mudado más veces de las que puedo recordar, he atravesado desoladas tierras recorriendo bibliotecas, buscando libros de hechizos y artefactos arcanos.
Jamás me interesó ser invisible, la capacidad de volar ni la transmutación; de los misterios más grandes de la humanidad siempre quise resolver el de la vida eterna.
Te sorprendería si te dijera mi verdadera edad. ¿Cuántos años dirías que tengo?, ¿sesenta?, ¿setenta tal vez? Eso es lo que muchos creen, pero se equivocan. Sucede que existe un secreto; un secreto para evitar que las células se degeneren y, así, escapar a la muerte.
Sucedió hace mucho tiempo, cuando yo era un muchacho que no pensaba en muchas cosas más que en sexo y en la mortalidad.
Era lógico que pensara en sexo; era virgen aún, y en el colegio las chicas se desarrollaban frente a mis ojos; niñas que de la noche a la mañana se convertían en pulposas señoritas que les bastaba dirigirme la palabra para que mis hormonas germinasen como flor en primavera. Lo extraño era que estaba obsesionado con no querer morir. Tenía miedo; quería que mi adolescencia, aún con todos sus problemas, durase para siempre.
De joven era delgado y desafortunado en el acné, por lo que no tenía mucho éxito con las mujeres. Fue entonces cuando mis pensamientos sobre la vida eterna comenzaron a ocupar la mayor parte de mi tiempo libre. Me sentía fascinado por objetos de leyenda como La piedra de la vida, y sentía admiración por el gran mago Crátilo; no tanto por su capacidad de ejecutar hechizos como por el hecho de haber vivido mil años.
Decidí incursionar al mundo de la magia, pues estaba convencido de que alguna de las historias que se escuchan por ahí debía ser cierta; alguno de entre tantos datos espurios debía surgir de un sitio verdadero.
Una tarde de abril, a la salida del colegio, decidí visitar un local que siempre llamó mi atención. Ocultismo, nigromancia, demonología...; era uno de esos lugares donde uno siente que no será el mismo tras cruzar la puerta.
Al ingresar me atendió una mujer madura, con edad suficiente como para ser mi madre o, incluso, una joven abuela.
―Buenas tardes ―dije―; estoy buscando libros de magia.
―Buenas tardes ―dijo ella―. Tenemos muchos libros de magia. ¿Buscas libros que hablen sobre magia, sobre la historia de la magia…?
―Busco libros que tengan hechizos reales.
La señora sonrió con orgullo.
―Muchacho…, tengo libros con poderes superiores a aquellos que podrías imaginar. Pasa; te mostraré unos tomos donde encontrarás hechizos de invisibilidad, otros que dan la capacidad de volar y hasta de transmutación. Tengo todo lo que necesitas y mucho más.
La mujer levantó una tabla del mostrador y abrió la pequeña puerta invitándome a pasar, y yo de nuevo sentí que no sería el mismo tras cruzarla.
Al pasar al otro lado del mostrador me sentí apabullado por las altas bibliotecas que llegaban hasta el techo. Los estantes estaban repletos de frascos de todas las formas y tamaños, huesos de animales extraños, y libros a punto de caerse a pedazos. El lugar olía a incienso, y el humo recorría los objetos llevándose consigo su aroma a antigüedad.
Seguí a la mujer por un pasillo de techo abovedado y luz tenue, proveniente de unas gruesas velas negras.
Al tener a la señora delante olvidé el motivo de mi visita, pues al enfocarme en su culo ya no pude ver nada más. Era majestuoso, grande y redondo, y ella lo movía con cada paso a sabiendas de su atractivo; consciente de que yo la estaba mirando.
―¿Te gusta lo que ves? ―preguntó.
―¡No!… Digo… ¡Sí!... Es que estoy impresionado con tantos libros y… cosas raras.
Ella se dio la vuelta y sonrió nuevamente mientras giraba el picaporte de la pequeña puerta de madera al final del pasillo.
Ingresamos a la habitación y allí había un viejo escritorio de madera, un sofá Chesterfield de cuero marrón, y una biblioteca detenida por el tiempo. La mujer tomó algunos libros y me los mostró uno tras otro:
―Dime muchacho, ¿te interesa la teletransportación, hablar con fantasmas, invocar a Astaroth…? ―luego dejó caer los libros al suelo y abrió su blusa mostrando unos enormes senos―, ¿o estás más interesado en algo como esto?
Sus tetas eran de infarto; mucho más firmes de lo que habría imaginado. Era la mujer más voluptuosa que había visto, y me sentí atraído por ella cual acto de un embrujo.
Tuvimos sexo en el sofá Chesterfield, en el viejo escritorio, y de nuevo en el sofá Chesterfield. Quedé impresionado por su piel, tan tersa y suave, y por sus aptitudes amatorias que, aun siendo yo un muchacho virgen, me eran evidentes.
Sobre el final me acosté en el suelo; exhausto tras lo que parecieron ser horas de sexo desenfrenado. Ella se sentó en mi miembro y comenzó a moverse como si recién estuviéramos comenzando. En ese momento empecé a sentirme mareado, sentí que mi vitalidad me estaba abandonando. Los ojos se me cerraban y apenas podía mantenerme despierto, fue entonces cuando noté algo extraño entre parpadeos.
Encima de mí ya no estaba la señora entrada en años que había conocido; se había convertido en una muchacha de mi edad. Era delgada, con el mismo cuerpo de joven adolescente que tenían mis compañeras de curso. Ambos acabamos al unísono, y yo me desmayé.
Desperté en una cama, y al mirar a mi alrededor supe que estaba en un hospital. Llamé entonces a una enfermera para preguntarle qué había ocurrido.
Me dijo que estuve inconsciente por casi veinticuatro horas, pero que mis signos vitales ya estaban regulados. Continuó explicándome varias cosas, pero yo no pude escuchar nada luego de que ella pronunciara la frase: «Quédese tranquilo, señor; todo va a estar bien».
Miré la sonda junto a mí y al seguirla con la mirada hasta mi brazo vi que aquel no era mi brazo, sino el de un hombre.
Me paré de repente, arrancando la sonda, sin hacer caso a los gritos de la enfermera que insistía en llamarme “señor”.
Ya en el baño me paré frente al lavabo, pero al mirarme en el espejo no me vi, vi a un hombre maduro, con arrugas en el rostro y cabello gris. Un hombre con edad suficiente como para ser mi padre o, incluso, un joven abuelo.
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Regresé a buscar a quien me había hecho eso, pero ya no estaba allí. El sitio estaba vacío, con un cartel de Se alquila, y al preguntar a los vecinos nadie supo darme información sobre lo ocurrido a aquel negocio ni a sus dueños.
Decidí que no sería buena idea regresar a mi casa y que me vieran convertido en un hombre de la noche a la mañana, por lo que abandoné a mi familia, a mis amigos y a mi pueblo.
Desde entonces me he mudado más veces de las que puedo recordar, he atravesado desoladas tierras visitando bibliotecas detenidas por el tiempo, y buscando sitios donde el humo de incienso recorre los estantes repletos de frascos y huesos de animales, llevándose consigo su aroma a antigüedad.
Espero un día poder resolver el misterio de la vida eterna, o quizás cruzarme con aquella mujer, aunque no sé de qué manera reaccionaré al tenerla frente a mí. La sola idea me llena de odio a la vez que me aterra. También es posible que no la reconozca, quizás la vi más de una vez sin saber que era ella, pues no es fácil reconocer a alguien que puede rejuvenecer tantas veces como lo desee; una persona que bien podría tener mil años. Aun así, sigo buscando respuestas desde aquella vez que estuve con ella; desde aquella tarde de abril ocurrida hace poco más de una década.
Te sorprendería si te dijera mi verdadera edad.
ResponderBorrarUn cuento increíblemente maravilloso!!!! Admiro tu capacidad de lograr que el lector disfrute tanto de tus espectaculares cuentos. Me encantó-
Muchas gracias por las palabras, Raquel! Me alegra que lo hayas disfrutado.
BorrarFeliz 2019 Federico, que bueno que estés de vuelta.
ResponderBorrarTe sorprenderias las veces que he entrado a tu perfil buscándote de nuevo, al fin llegaste amigo y al parecer cargado de erotismo.
Tu relato, diferente a lo acostumbrado, pero con el mismo toque de misterio y oscuridad que te caracteriza, me ha dejado pensando muchas cosas, entre ellas que asi de confusa y rápida es la transcisión de la adolesencia a la madurez. Nos damos cuenta de repente de que somos mayores y nos preguntamos en que momento pasó, otras veces nos quedamos detenidos en el tiempo y no maduramos, seguimos siendo niños adolescentes a pesar de tener el rostro arrugado.
Me encantaron las velas negras. El titulo y la imagen nos hacen pensar en que ha durado mil años, cuando en realidad lo que imagino que quieres dejer ver, es que luce muy viejo para la edad que tiene, o que cree tener.
Federico definitivamente que no eres el mismo tras haber atravesado la puerta del 2019. Eres un hombre con edad suficiente como para ser un joven abuelo.
Te envio un fuerte abrazo
Hola, Harolina. Feliz año a ti también!
BorrarAsí es; a veces los años pasan casi sin darnos cuenta, pero está en nosotros mantenernos jóvenes por dentro.
Te agradezco el reflexivo comentario y te mando un abrazo de esos que parecen detener el tiempo.
Maravillosa historia que nos deja ese misterio mágico que nos acostumbras pero leo algo con un lado erótico. Un abrazo.
ResponderBorrarGracias por el comentario, María del Carmen. Una alegría que te haya parecido así.
BorrarNo fue mi intención hacerlo erótico pero sí misterioso.
Un fuerte abrazo!
Magistral relato.
ResponderBorrar¿Que mayores intereses puede haber que ejercer la sexualidad y vencer a la muerte?
Parecía que iba a lograr las dos cuestiones. Pero la primera sirvió para que alguien más triunfe con lo segundo.
Siniestra y astuta, dejó que la mirada del personaje se perdiera en ella, para hacerle una pregunta ambigua. Y luego pareció otorgarle su deseo, lo que hizo pero a un costo alto.
Lo erótico, lo sugestivo, contribuye al misterio.
Saludos.
Hola, Demiurgo!
BorrarMe alegro de que te haya parecido tan bueno.
Te agradezco la atenta lectura y el comentario.
Saludos
Oh, Federico Rivolta, qué hermosa historia, y qué maravilla de relato. Ojalá y encuentre su protagonista a la mujer para que le devuelva algo tan valioso como le arrebató. Un abrazo mi querido amigo. Feliz año nuevo.
ResponderBorrarMe algro mucho de que te haya gustado tanto mi cuentito, Mercedes. A mí también me gustaría que el protagonista recuperase su juventud.
BorrarMuchas gracias por las palabras.
Te mando un fuerte abrazo y te deseo un muy feliz 2019.
Vuelto a leer tus relatos oscuros, Federico. Me gusta el parte de sexo, me dió excitación. Tu deberías escribir más en esta forma, te resulta muy bien.
ResponderBorrarBesos desde Bratislava
Hola, Anna. Un gusto tenerte de nuevo por aquí.
BorrarNo esperé causar excitación con esa parte, pero te agradezco el consejo.
Muchas gracias por dejar tu comentario. Besos desde Buenos Aires.
Humildemente siento melancolía. .. enamoramiento. Gran escrito!
ResponderBorrarSi te gustan los hombres mayores con alma de niño, el protagonista del relato es para enamorarse.
BorrarAgradezco, humildemente, tu comentario.
Saludos, Laura!