viernes, 1 de julio de 2016

GUERREROS DEL SOL NACIENTE





La hermana Jessica caminó por la terraza hasta la orilla. Miró hacia abajo; estaba a un salto de acabar con todo su sufrimiento. El cielo estaba cubierto de nubes y el viento soplaba fuerte; de pronto su velo salió volando dejando al descubierto sus indómitos cabellos. La joven tenía los párpados colorados, al igual que la punta de la nariz, pues llevaba varias noches llorando sin cesar. Iba a lanzarse de cabeza al concreto cuando escuchó un grito profundo y rasposo:

―¡Pero miren a quién vengo a encontrar en este peligroso lugar!

Jessica se dio la vuelta y entonces lo vio: un gigantesco anciano cubierto con una túnica.

―¿Y usted quién es? ―preguntó ella― ¡Déjeme en paz!

―Me conoces, Jessica.

El individuo se acercó y se quedó mirándola con una amarillenta sonrisa de dientes largos, enmarcada por una barba corroída por la mugre del tiempo.

―¿Cómo sabe mi nombre? Yo no sé el suyo; no lo he visto en mi vida. ¡Váyase, por favor!

―¿Mi nombre…? Tengo muchos nombres. Tú sabes bien quién soy; no es necesario que te lo diga. Tampoco es necesario que te diga lo que estoy haciendo aquí, lo que importa ahora es lo que tú estás haciendo... o a punto de hacer.

Jessica no respondió. El extraño individuo se asomó a la cornisa apoyando su mano en el borde y miró hacia abajo. La joven pudo ver que la enorme mano del sujeto estaba llena de heridas infectas, y que su túnica de lana tenía agujeros de polillas por todas partes.

―Ese último escalón se ve alto ―dijo el anciano.

―¿A eso vino?, ¿a reírse de mí? Como si no hubiese tenido suficiente…

―Todos dicen haber tenido suficiente sufrimiento. Y sí, entre otras cosas he venido a reírme de ti; el sarcasmo es uno de mis defectos favoritos. Ahora cuéntame qué te hizo llegar a esta situación. Hagamos de cuenta de que no lo sé; quiero escuchar tu versión.

La joven se sorprendió ante aquellas expresiones, pero por algún motivo le contó su verdad:

―No soy digna de la iglesia; he fallado a mis votos. Desde niña todo lo que quise fue ser fiel a Jesús y hacer el bien, pero me he enamorado de otro hombre. No soy buena; soy una inútil.

El anciano comenzó a reír, luego la risa se transformó en carraspeo y el carraspeo en expectoración.

―Ser hermana no te hace menos mala ni menos inútil. De todas maneras, no todos los hombres buenos son religiosos, y esa es una de las pruebas más difíciles de refutar sobre la existencia de Dios.

―¿Se supone que eso probaría su existencia o su no existencia? –preguntó Jessica.

―Permíteme contarte una historia…


Hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven y yo ya era viejo, existió una anciana que vivía en una torre oscura en medio de un bosque. Su pertenencia más preciada era un pequeño pájaro que tenía encerrado en una jaula.

Todos los días le gritaba para asegurarse de que él fuese suyo para siempre.

Tú nunca serás libre le decía ¡Me perteneces!

En el interior de su prisión el animalito temblaba ante los gritos de su ama.

Una noche, la torre fue azotada por una fuerte lluvia que hizo que el césped se convirtiera en tierra y la tierra en lodo. La anciana le gritó a su prisionero mientras sacudía la jaula:

¡Te mostraré lo que te espera ahí afuera si alguna vez te escapas!

La mujer sujetó al ave de su frágil cuello y bajó las escaleras de caracol. Al salir, una docena de gatos hambrientos maullaron deseosos por probar el suculento bocado emplumado.

¿Los ves? Ellos te devorarían si yo no te protegiera dijo la señora. Por eso debes quedarte conmigo hasta que mueras.

La torre oscura fue rodeada por más gatos con el correr del tiempo. Los chillidos desesperados del pájaro atraían a los felinos a la vez que ninguna otra ave se atrevía a acercarse a aquel lugar.

La anciana reía mostrando sus escasos dientes a medida que los gatos se amontonaban alrededor de su hogar; ellos le proporcionaban el modo perfecto de mantener a su esclavo bajo control: el miedo.

Una noche, un gato negro trepó por la enredadera de la torre. Era un gato famélico, con una cicatriz que le atravesaba su ojo izquierdo. Subió arañando los grandes e irregulares bloques de basalto de la torre. Entró por una ventana y se relamió cuando vio al pájaro enjaulado. Saltó sobre la jaula tirándola al suelo, y entonces la puerta de alambre se abrió y el prisionero voló de la torre para nunca regresar.

Esa mañana los llantos de la anciana resonaron en cada arbusto. Salió de la torre con una escoba y golpeó a los gatos que merodeaban su hogar, e hizo lo mismo cada mañana. Con el tiempo los gatos fueron abandonando la región.

La primavera llegó y los árboles se llenaron de flores y hojas, y una mañana algo hizo que la anciana se asomara a la ventana. Se trataba de cientos de pájaros cantando afuera, deseándole los buenos días a coro.


―Entonces… ―dijo Jessica―, al dejar libre a su objeto de deseo la mujer fue libre también, ¿verdad? ¿Eso es lo que debo hacer? ¿Y qué tengo que dejar? ¿Debo dejar la iglesia o dejar de pensar en el hombre cuya sonrisa me atormenta? Lo lamento, pero su cuento me dejó más preguntas que respuestas.

―Yo no vine a darte respuestas ―dijo el anciano―. Las respuestas son para los tontos, los sabios solo encuentran preguntas.

El hombre se sacó la capucha y Jessica pudo ver que tenía los ojos completamente blancos. Y entonces volvió a sonreír ante la mirada atónica de la joven:

―Y ahora, para generarte más incógnitas, te contaré otra historia…


Hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven y yo ya era viejo, existió un hombre que vendió su alma al Diablo.

Desesperado, una noche se paró frente al espejo iluminado solo por una vela, y espero durante horas.

El espejo le devolvió oscuridad, hasta que de pronto sus ojos se reflejaron furiosos. Eran de un color amarillento, como los de un animal. No se trataba ya de sus ojos; eran los de alguien más.

¿Por qué me molestas? dijo la criatura al otro lado del espejo ¿Qué es lo que quieres?

El hombre le explicó que amaba a una mujer, y que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de recuperarla. El Diablo le dijo que ella regresaría a sus brazos, pero que a cambio debía entregarle su alma para siempre.

A la mañana siguiente ella apareció en su puerta y le dijo que lo amaba. Fue un milagro, un milagro del Diablo; pues Dios no es el único que hace milagros. Sin embargo, cuando se abrazaron, el hombre no sintió lo mismo; no sintió nada.

Esa noche, mientras ella dormía a su lado, él corrió despacio su brazo y fue de nuevo hasta el espejo. Prendió la vela y esperó otra vez durante horas hasta que el Diablo volviera a aparecer.

¿Por qué me molestas ahora? dijo la criatura al otro lado del espejo ¿Qué es lo que quieres?

No la amo dijo él―. Creo que me he equivocado.

Claro que no la amas, imbécil dijo el Diablo, ¿acaso olvidaste que ya no tienes alma?


―Esas cosas suelen suceder ―dijo Jessica―. No me refiero a lo de vender el alma al Diablo, sino a lo de enamorarse y desenamorarse.

―Es cierto; eso pasa a menudo. Todos creen que sus amores durarán por siempre, y sin embargo luego de que terminan, las personas se vuelven a enamorar de otras. Esa es una de las características más bellas y horrendas que tienen los humanos.

―Yo amo a Jesús y amo a otro hombre ―dijo la hermana―. Pero así como hay gente fuerte que puede superar los obstáculos y seguir adelante en busca de su destino, hay otros como yo. Algunos nacen para ser reyes y otros para ser peones.

―Pues si te fijas bien, notarás que el rey y el peón están hechos de la misma madera. Y respecto a esto, te contaré la última historia de hoy:


Hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven y yo ya era viejo, existió un maestro oriental que era venerado y temido por sus alumnos. Los jóvenes acólitos hacían cualquier cosa por ser aceptados como Guerreros del Sol Naciente, y los métodos del anciano para decidir quién era aceptado y quién no, parecían volverse cada vez más caprichosos.

El maestro pasaba el día entero meditando en el templo, observando caer las flores blancas y rosas de los cerezos. Tenía muchos enemigos, quienes podrían haber atravesado las paredes de madera y papel sin dificultad, pero nadie se atrevía a enfrentar la ira de su espada.

Una tarde, un joven guerrero regresó de su última prueba y le dijo al maestro:

He llegado a tierras que pocos hombres se han atrevido a visitar. Atravesé valles con escasos alimentos y bebiendo pocos sorbos de agua al día. Escalé colinas empinadas utilizando mis manos desnudas. Me he aferrado a la tarea con botas desgastadas, trepando con uñas lastimadas por la roca. Estoy listo para ser un Guerrero del Sol Naciente.

El anciano se paró y se acercó a su discípulo, luego negó con la cabeza en absoluto silencio.

Le suplico que me acepte como miembro continuó el aprendiz. Ese es mi mayor deseo, Maestro.

Aún sin decir palabra, el anciano sacó su sable y en lo que dura un parpadeo le cortó la cabeza al joven, la que rodó hasta la puerta.

Al día siguiente un nuevo alumno regresó de la prueba final y se dirigió al sabio:

He llegado a tierras que pocos hombres se han atrevido a visitar. Atravesé valles con escasos alimentos y bebiendo pocos sorbos de agua al día. Escalé colinas empinadas utilizando mis manos desnudas. Me he aferrado a la tarea con botas desgastadas, trepando con uñas lastimadas por la roca. Estoy listo para ser un Guerrero del Sol Naciente.

El anciano se paró y se acercó a su discípulo, luego negó con la cabeza sin decir palabra.

Apreciaría que usted me aceptara continuó el aprendiz, pero el saber que tengo méritos para ser un miembro es suficiente recompensa para mí. Así que haga lo que quiera, Maestro.

Te felicito dijo el anciano. Es un honor recibirte como miembro.


Jessica había quedado sin aliento desde que escuchó la parte en que el maestro le cortó la cabeza al primer aprendiz, y no pudo evitar preguntar al respecto:

―¿Por qué asesinaba a sus discípulos? Entiendo que no eran dignos de formar parte de su legión por no tener fe en sí mismos, pero no era necesario que los matara. ¿O los mataba por pedigüeños? De todas maneras no entiendo por qué inventa historias como esa.

―¿Y quién dice que yo inventé las historias?

―Igual no está mal que los alumnos quisieran ser aceptados; es bueno pertenecer a algo, a algo más grande que uno mismo.

―Hay muchas maneras de pertenecer a algo.

Jessica se alejó del borde, estaba agotada de tanto sufrir, y comenzó a sentir que no tenía ni fuerzas para suicidarse.

―Intenté ser buena y no pude, soy una fracasada. Ni siquiera soy capaz de matarme, y aunque lo lograse…, el suicidio es pecado, ¿verdad?

―El problema no es fracasar, sino darse por vencido. Respecto al suicidio…, no es tan fácil de juzgar. De todos modos yo no vine a evitar que te suicides, sino que comentas un pecado mucho mayor: el de matar a tu hijo.

Jessica se tocó el vientre y miró hacia abajo sorprendida. Poco después miró de nuevo hacia el frente y el enorme anciano ya no estaba allí.



FIN




14 comentarios:

  1. Ohhhhhhhhh menudo final. Preciosas las historias, y muy bonito el cuento. A veces la belleza se esconde detrás de un anciano con sonrisa amarillenta.
    Un besillo.

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    1. Me alegra que te haya parecido tan bonito, María.
      Gracias por el comentario.
      Te mando una amarillenta sonrisa.

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  2. ¡Fantástico! Es de esas historias que lees con la cara de un niño al que su abuelo le cuenta una historia. Muy bueno

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    1. Muy bella forma de expresarlo, David.
      Me alegro de haber logrado ese efecto contigo.
      ¡Gracias por el comentario!

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  3. Un enriquecedor relato Federico. Sin perder tu manera siniestra de contar historias esta vez las revistes de piedad y compasión, mostrándonos la otra cara de la oscuridad, esa que es luminosa y capaz de dejarnos ver por dentro como lo que somos (seres fuertes pero debilitados por la programación, el miedo y el que dirán) y como nos sentimos (viejos a saber hasta el tuétano por las vivencias acumuladas).

    Tres historias enriquecedoras con mensajes contundentes.

    "Si dejamos fluir la vida en libertad, también fluiremos libres" (1era historia)

    "Nada es para siempre y por lo que tengas que pagar con tu vida, definitivamente no vale la pena conseguirlo, ya no vivirás para disfrutarlo" (2da historia)

    "Vivimos para probarnos a nosotros mismos, no necesitamos vivir para recibir la aprobación de los demás" (3era historia)

    Por cierto me gustó eso de que "Las respuestas solo son para los tontos, los sabios solo hacen preguntas"

    Me encantó tu personaje, siniestro, pero compasivo. Tuve la sensación de que ese hijo que salvó, era su próxima encarnación. Siendo así a eso le llamo luchar por hacer realidad sus sueños.

    Gracias amigo por el disfrute de leerte, abrazos.

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    1. Te agradezco mucho las palabras, amiga Harolina.
      Excelente tu lectura y las moralejas y reflexiones que extraes.
      Supongo que el hijo de Jessica será una gran persona. Me gustó lo que se te ocurrió sobre la próxima encarnación.
      Me alegra que hayas disfrutado del cuento.
      Un fuerte abrazo.

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  4. Federico, me resulta maravillosos leerte. Tu estilo me deja reflexiva y tan llena de esperanzas. Siempre he elogiado tus cuentos. Pero este me maravilló. Felicitaciones amigo...

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    1. Muchas gracias por las palabras, amiga.
      Me alegra mucho que te haya parecido así y de haberte causado ese efecto.
      :)

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  5. Hola Federico:

    Ya me esta cayendo bien el anciano de sonrisa amarillenta, es genial cada que sale en tus relatos, éste en específico se lució con las tres historias que le cuenta a la muchacha, al leerlo creo que hasta pude sentir al anciano aquí a un lado mío dándome esas tres grandes lecciones, que no solo aplican para esta chica, creo que nos aplican a todos los que queramos entender.

    Y el final... ¡Genial!... Algo así como decirle, puedes decidir por tu vida pero no por la de alguien más. Un final no tan abierto como otros, pero igual de genial.

    ¡Saludos y excelente día!


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    1. Me alegra que te caiga bien el anciano de sonrisa amarillenta. Tal vez un día te visite para contarte tres historias.
      :)

      Muchas gracias por el comentario, Tere.

      ¡Saludos!

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  6. Excelente historia, y mas que me sentí dentro de ella.

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    1. Una alegría que te haya parecido así y haber logrado ese efecto.
      Muchas gracias por el comentario, Juan Pedro.

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  7. Hola Federíco, me gustaría encontrarme con ese anciano para que me cuente historias, claro está, que en diferentes circunstancias a las de la protagonista, tal vez tomando mate en la Rambla...
    Saludos y es un gusto leerte.

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    1. Muchas gracias por dejar tu comentario, Mónica.
      Me parece que él solo aparece en los peores momentos de las personas, pero si lo llego a ver, le pediré que vaya a contarte unas historias y lleve unas facturas o unos bizcochitos.
      Saludos!

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