No fue mi culpa; éramos muy jóvenes, y mis padres hicieron todo lo posible por separarnos.
«Es la hija de la criada, ¡por Dios santo!»
«Te enviaré a la escuela militar; ellos te van a enderezar»
No entendían que lo nuestro era especial.
Ella me mostró lugares que yo jamás había visto. En realidad sí los había visto, pero no de esa forma, no a través de sus grandes ojos color miel. Ríos, bosques, casas abandonadas…, todo, incluido el basural, estaba dotado de una belleza a la que yo estaba ciego antes de conocerla.
Cada vez que teníamos oportunidad nos escapábamos para pasar las horas en los rincones más solitarios del pueblo.
Yo iba con mis libros. En aquella época había descubierto a Edgar Allan Poe, y leía sus cuentos uno tras otro, una y otra vez.
En una ocasión, mientras ella miraba la laguna, yo saqué un libro de mi bolso. Me miró y me acarició el cabello:
―Me encantan tus rulos ―dijo.
Luego se quedó en silencio, sonriendo, cerrando sus hermosos ojos color miel. Minutos más tarde miró por encima de mi hombro:
―¿Qué estás leyendo?
―Un cuento de Edgar Allan Poe. ¿Lo conoces?
―No. No lo conozco. Léelo en voz alta, por favor.
Leí La caída de la casa Usher para ella. Me escuchó en silencio, y apenas terminó la historia hizo un comentario:
―Entonces eran como un alma que habita dos cuerpos ―dijo.
Me di cuenta de que yo no había entendido del todo el cuento hasta ese momento. Lo había leído varias veces, pero no del modo en que ella lo comprendió a la primera lectura. Así me pasó con muchos cuentos de Edgar; cuentos de los que sabía incluso algunos fragmentos de memoria, pero sus interpretaciones me dejaban fascinado.
Los años pasaron y yo seguí recordando momentos como ese a pesar de que no volví a saber de ella.
Cuando me recibí, mis padres ya se habían mudado y yo ingresé a la facultad. Decidí ir a mi viejo pueblo a buscarla, pero ya no vivía allí. Lo recorrí todo en su búsqueda, pero, no conociendo más que a su madre, no supe cómo ubicarla.
Tiempo después me casé. Me había vuelto a enamorar, aunque de un modo… diferente.
Un día, viajando por trabajo, debía pasar muy cerca de mi viejo pueblo. Pensé en recorrerlo para visitar al menos uno de esos bellos lugares que, a pesar de haberlos visto muchas veces, no los vi en verdad hasta que ella me los presentó.
Pasé por un almacén y pedí una bebida fría.
―¿Eres tú?
Me di la vuelta y unos grandes ojos color miel me estaban observando.
Me acerqué a ella y la abracé. Habían transcurrido más de diez años, pero fueron tantas las veces que pensé en ella que fue como si hubiésemos pasado toda nuestra juventud juntos.
―¿Qué haces aquí? -le pregunté- He venido al pueblo varias veces y lo recorrí intentando encontrarte pero nunca te vi.
―Me mudé lejos de aquí con mi madre al poco tiempo que tú te fuiste. Hace unos meses ella falleció y decidí regresar.
Me quedé con ella en el almacén hasta que terminó su horario. Le conté sobre la escuela militar y sobre mis estudios. Hablamos de muchas cosas y hablamos de Edgar, sobre todo de Edgar. A las seis de la tarde cerró el negocio y me invitó a su casa.
Mientras caminábamos continuamos con la conversación:
―Cada vez que veo una imagen o leo algo sobre Edgar, pienso en ti ―le dije.
Ella sonrió y luego me acarició el cabello:
―Me encantan tus rulos ―dijo.
Morí de ganas de caminar con ella de la mano.
―Tengo un gato al que casi le puse el nombre Edgar –dije–, pero me habría recordado más a ti que al escritor, y he intentado olvidarte durante estos años.
Se produjo un silencio incómodo.
―Perdón ―dije―, no debí decir eso. Comienzo a sonar como un adolescente que sufre por amor.
Ella se rio:
―Igual que Edgar.
Llegamos a su casa. Tenía dos pisos pero era muy pequeña. Me abrió la puerta y quedé sorprendido; en su biblioteca estaban mis viejos libros de Edgar Allan Poe.
―Los robé de tu habitación cuando te enviaron a la escuela militar ―dijo―. No te molesta, ¿verdad?
―En absoluto ―dije―. Me alegra que tú los tengas.
―Edgar fue lo único que me dejaste ―dijo ella―. Y fue mucho, en serio. Aunque te hemos necesitado.
Estuve a punto de decirle que me habría gustado estar de nuevo con ella si no fuese porque me acababa de casar, pero no me atreví.
―Edgar fue mi única alegría desde que te fuiste. Aunque por él no pude terminar mis estudios.
Fruncí el ceño; no le encontré sentido a su último comentario. Entonces ella se acercó a la escalera y miró hacia arriba:
―¡Edgar!
Un muchacho de diez años bajó. Tenía ojos color miel, y la cabeza llena de rulos.
Awww Federico tambien tenías tu corazoncito bajo esas garras. Hermoso relato que evoca ese lugar donde se conocieron de forma nostálgica, me encanta como llegaste a darle esa importancia al gran Poe en la historia romántica de ellos y ese final tan dulce que nos deja abiertas las posibilidades. Me gustó mucho mucho mucho. Abrazo de garras dulcetes!
ResponderBorrarAsí es, Mendiel. Aunque no lo parezca, tengo corazón.
BorrarMe alegra que te haya gustado tanto, monstruosa amiga.
Mis garras te abrazan!
Un cuento con mucho amor y melancolìa, me encantò.
ResponderBorrarQué bueno, Raquel! Gracias por el comentario.
BorrarEsta faceta tierna en tus cuentos me sorprendió. Pero no me sorprende del hombre con el cual cruce conversaciones. Hay en ti un ser humano especial, que hizo al escritor para mostrar el horror y el espanto en sus cuentos. Pero si se leen y analizan se encuentra la mirada dulcificada que en algún punto guarda el relato.
ResponderBorrarMe encantó tu cuento Federico, tiene la belleza de lo simple.
Un beso amigo...
Me alegra que te haya gustado mi cuento, amiga.
BorrarMuchas gracias por las palabras.
Federico que relato tan sensible, lo que mas me ha gustado es que no dejas huellas de tristeza en el, nostalgia quizás, con que madurez enfocas la relación, la separación y el encuentro, genial, todo dentro de un marco de dulzura, normalidad, libertad y amor. es hermoso el amor que se da sin esperar nada a cambio, solo se vive el momento plenamente agradecido.
ResponderBorrarMe encantan tus relatos oscuros, porque siempre me han dejado ver lo obvio, ese corazón sensible y amoroso que posees y se asoma tímidamente en cada uno de tus relatos, a este le encendiste la luz y te ha dejado al descubierto ante todos y !Que bueno!, es hora de que todos sepan que posees un corazón que es toda ternura, desde luego, eso no quita que se te den tan bien los relatos basados en el terror y la maldad, definitivamente eres un monstruo bello o un bello horripilante, ja, ja, no se cual prefieras, pero de todas formas eres mi favorito.
Te agradezco mucho las palabras, Harolina.
BorrarCuando empecé a escribir pensé que todos mis cuentos iban a ser de terror, pero a veces se me escapa alguno como este.
Me alegra que te gusten mis relatos oscuros y los más claros también.
La vida se abre camino en esta historia de amor...
ResponderBorrarPasión, fascinación, deseo, separación, reencuentro, y una nueva vida que llena de significado nuestra existencia.
Un microrrelato en el que reside la verdadera magia humana... "como un alma que habita dos cuerpos".
¡Abrazo, mi buen amigo de las letras!
Siempre tendremos a nuestros amigos de las letras.
BorrarMuchas gracias por el gran comentario, Edgar.
Un fuerte abrazo!
Hola Fede, esta ocasión no puedo escribir nada, mi mente y mis lagrimas no me dejan, un cuento hermoso como desgarrador.
ResponderBorrarsolo puedo decirte gracias por tus lecturas. ¡saludos!
Gracias a ti por los comentarios que siempre me dejas y que aprecio mucho.
BorrarSaludos, Tere.
¡Qué grande Federico! Me ha gustado todo de tu cuento. Esa romántica y tan bien construida historia con Poe de fondo, la caracterización de los personajes tan sólo con dos características, los rulos y los ojos de color miel, la forma como se insertan los relatos del maestro del terror en tu narración, incluyendo las distintas interpretaciones y su destino final, en la casa de ella. Genial ese intercambio, entre la mirada distinta de las cosas que ella le regala y su amor por Edgar que él le entrega. Y el final, magnífico, como no podía ser de otra manera. Por cierto, muy bueno ese comentario cuando él le dice que "casi le pone el nombre de Edgar al gato", jua, juaaa... Y luego fíjate.
ResponderBorrarMis más sinceras felicitaciones. Un abrazo
Muchas gracias por las palabras y por la atenta lectura, Isidoro.
BorrarQuería poner referencias a Poe pero no muchas, así que pensé en cuáles serían las más indicadas.
Habría sido terrible si el gato también se llamaba Edgar :)
Me alegra que te haya gustado tanto.
Un fuerte abrazo.
Me ha gustado mucho: tierno, evocador, melancólico... Tiene ese puntito de inquietud (supongo que por la omnipresente sombra del gran Poe) que te hace temer que algo trágico vaya a pasar. Otro aliciente más para disfrutarlo.
ResponderBorrarEnhorabuena.
Me alegro de que te haya gustado tanto, Òscar.
BorrarSuelo ponerles un poco de luz a mis relatos más oscuros. Y esté que es de los más tiernos, quedó bien, creo, bajo la sombra de Poe.
Muchas gracias por el comentario!
Me gustan los finales sorpresivos
ResponderBorrarAsumo que te sorprendí con este :) Espero seguir haciéndolo.
BorrarGracias por comentar, Ritsu!
Una historia que va más allá de las palabras que con acierto describen la esencia del más puro sentimiento humano, es decir, el amor incondicional, universal y que nos enseña a ver la vida de otro color, como así lo experimentó el protagonista gracias a "Ella", su musa y guía a través de esta desconocida "mutación", con la que le llegó a hacer comprender la idea del alma que habitaba dos cuerpos.
ResponderBorrarNo quiero omitir de qué forma tan sutil y sencilla, logras atraparnos intentando conocer el desenlace, que para serte sincera, me temía que no iba a terminar tan "rosa" como había comenzado, es por lo que cuando acabas la lectura, reconoces ese estilo inconfundible del gran Edgar Allan Poe, su romanticismo, aunque en tu caso, no ha resultado oscuro y siniestro, sino más bien luminoso y nostálgico, algo muy personal y meritorio como estupendo escritor que eres.
Un abrazo grande, Fede.
Como bien dices, quería que mi cuento tuviese un tono romántico pero triste, y relacionarlo con Poe me pareció ideal porque era un verdadero maestro en eso.
BorrarMuchas gracias por las palabras, Estrellita.
Un fuerte abrazo.
Federico, has escrito un relato maravilloso, has construido una historia original, una narración impecable, bien llevados trama y argumento, con acertados diálogos dignos de elogio. No quiero repetirme con todos los halagos que has recibido, solo decirte que he disfrutado mucho con la lectura. Me has hecho recordar además a ese cuento de Poe, unos de los mejores, en mi opinión.Eres un excelente escritor, te deseo lo mejor. Te mando muchas felicitaciones y un gran abrazo.
ResponderBorrarAriel
Muchísimas gracias por las palabras, Ariel.
BorrarUna alegría que lo hayas disfrutado.
Te mando un fuerte abrazo!
Un historia de amor muy Edgariana. Me ha entretenido mucho y el giro final fue completamente inesperado. Yo estaba pensando en que ella se había suicidado de tanto leer a Poe, y era su fantasma el que había encontrado en jóven enamorado.
ResponderBorrarSaludos mimosos... digo mimicos
Me alegra que mi Edgariana historia te haya entretenido.
BorrarEso que pensaste mientras leías podrìa convertirse en un gran relato.
Gracias por el comentario, amigo mimo.
No se porque se me borro el comentario antes de mandarlo T-T Bueno, te pongo más o menos lo que te ponía en el otro jeje Te decía que qué historia más triste y tierna a la vez... Tienes el don de dejarme descolocada jeje Hacía tiempo que no me pasaba por aquí y la verdad es que esperaba encontrarme una historia siniestra y lúgubre. Pero me encuentro con esta historia de amor con ese final tan inesperado. Y cómo me encanta cuando me sorprenden asi!! ^^
ResponderBorrarMe ha encantado!! Como siempre, tus historias no me dejan indiferente :) Así que lo comparto con mucho gusto! Un abrazo fuerte, Federico!! :)
Muchas gracias por las palabras, Carmen.
BorrarMe alegra que te haya gustado tanto y de haberte sorprendido una vez más.
Es cierto, este es uno de mis relatos más tiernos :)
La próxima vez te espero con algo más lúgubre.
Un gran abrazo para ti también!
Busquen comentarios viejos.. creo q fui el primero en decir q Federico era un romantico.. mucho antes de este cuento. Genial Fede
ResponderBorrarEs cierto. Me lo dijiste por el cuento Encadenados :)
BorrarGracias por el comentario, amigo!