Escrito con la colaboración de Elena García Domingo
En la oscuridad pudo distinguir una silueta ubicada en el respaldo de la cama. Prendió la luz de la lámpara, y cuando vio lo que había allí salió de la cama de un salto.
―¡Oh, Dios mío! ¿Qué es eso? ¡Martín, despierta por favor!
Martín no despertó.
En el respaldo de la cama había una criatura con la palma de la mano ubicada a pocos centímetros del rostro de su amado. Julia vio un vapor, un aliento que se elevaba; era la vida de su novio.
La pequeña criatura la miró. Sus orejas eran largas y puntiagudas. Tenía la piel de un gris verdoso, y unos ojos grandes y brillantes que mostraban una profunda tristeza. Comenzó a hablar con voz aguda, temblorosa, intentando no asustar más a Julia.
―No, Julia ―dijo―; él no despertará. Vengo a llevarlo; le ha llegado la hora.
―Por favor ―dijo ella―, no lo hagas.
―Lo siento, no se suponía que despertaras. Me duele cuando eso sucede, no me gusta que me vean hacer mi trabajo.
―¿Pero por qué debes llevártelo? Yo lo amo.
―Así funciona el universo, Julia. Hay una cuota de dolor que se debe cumplir. No lo entenderías. Yo tampoco lo entiendo del todo.
―¿No hay nada que yo pueda hacer para que no te lo lleves? ―preguntó ella― Puedes cortarme un dedo si quieres; eso duele mucho.
―Un dedo no es suficiente, Julia.
―¿Y qué entonces? Haría lo que sea por él.
La pequeña criatura cerró el puño y dejó de absorber la vida de Martín. Luego de reflexionar unos segundos dijo su propuesta:
―No hay mayor dolor que no volver a ver el rostro del ser amado, me llevaré tus ojos...
Julia lloró, pero en ese momento sintió que no podría seguir viviendo sin Martín, y aceptó el trato.
―No morirá en mucho tiempo, ¿verdad? Quiero que lleguemos a viejitos juntos.
La criatura se puso unos lentes y sacó un pequeño cuaderno anillado de su bolsillo:
―Veamos… ―dijo―. Mi próxima cita con él será entonces…. dentro de treinta y seis años. Eso si no le dices lo ocurrido esta noche; si le cuentas deberé venir a buscarlo mañana mismo.
Con el rostro lleno de lágrimas Julia volvió a dormir. A la mañana siguiente despertó abrazada a su novio.
Martín enseguida se dio cuenta que algo no iba bien, y notó que Julia tenía los ojos blancos. Fueron enseguida al hospital. Él manejaba mientras tocaba la bocina sin parar, y casi chocó en más de una oportunidad.
El médico la revisó y le hizo varios análisis, pero no hubo nada por hacer. El diagnóstico fue degeneración macular, algo poco común a su edad. Lo más extraño fue que en el caso de Julia la degeneración fue inmediata, sin respuesta científica.
Martín siguió con ella, por supuesto, él la amaba. Pero la convivencia se volvió difícil. Él debió dejar de hacer horas extras en el trabajo para poder hacerse cargo de los quehaceres de la casa y cuidar de ella. Mientras tanto, Julia no sabía qué hacer para mejorar la situación, y se hundía cada vez más en una depresión.
Una madrugada Martín despertó a causa de un ruido proveniente de la cocina; decenas de platos habían caído al suelo.
―¿Qué sucedió? ―preguntó él.
―Estaba lavando y acomodando, y se me cayó todo.
―¡Has hecho un desastre!
―Quería ayudarte.
―Pues no lo estás haciendo, solo empeoras las cosas.
Julia se sentía inútil y lo peor, él nunca tendría conocimientos del sacrificio que ella había hecho. No podía siquiera pensar en que desapareciera de su lado, de este mundo. Se sumió cada vez más en su oscuridad, no dejando de pensar en que Martín encontraría a una mujer que pudiera devolverle la mirada, esa mirada que lo cautivó siempre y para siempre.
Martín sentía que el corazón dulce que había conocido en ella se había desvanecido en la oscuridad. Se sentía culpable de irse y dejarla, pero ya no podía tolerar el rechazo y la ingratitud de Julia. Una noche hizo las maletas y se fue cerrando la puerta con tristeza.
Julia había perdido la esperanza y la cordura, llamando a voz en grito a aquél ser que le arrebató la vista por su amado:
―¡Ven a mí! Haz que el universo quiera todo este dolor que siento ¡Quiero morir!
Mientras ella imploraba Martín también vivía un infierno. No pasaba un día sin pensar en ella; la tenía presente en todo lo que hacía. Estaba en otra casa, pero aun así la veía apoyada en cada pared, sentada en cada mueble. Cuando no pudo resistirlo más regresó para verla.
Entró al edificio, pero al intentar abrir la puerta del departamento descubrió que ella había cambiado la cerradura.
Martín la llamó pero no obtuvo respuesta. Preocupado decidió tirar la puerta abajo y, tras llegar al dormitorio, encontró a la criatura de ojos temblorosos y tristes, devorando la vida de su amada que yacía con los signos vitales a punto de apagarse.
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A la mañana siguiente Julia despertó y notó que Martín estaba a su lado.
―¿Martín? ¿Has vuelto? ¿Cómo ingresaste?
―Estabas durmiendo profundamente y no me escuchaste, así que rompí la puerta. No te preocupes, ya llamé al cerrajero. Todo va a estar bien.
―Abrázame ―dijo ella. Y entonces se dio cuenta de que a Martín... le faltaba el brazo derecho.
―Abrázame ―dijo ella. Y entonces se dio cuenta de que a Martín... le faltaba el brazo derecho.
FIN
me impactaste con esta entrada muy interesante
ResponderBorrarMe alegra haberte impactado, Ana.
BorrarGracias por tu visita y comentario.
Me ha encantado. Felicidades a los dos.
ResponderBorrarUn abrazo.
Me alegro mucho, Sue.
BorrarGracias!
Un abrazo.
Menudos sacrificios. ¿Qué haríamos por amor? Un gran relato.
ResponderBorrarUn abrazo.
Muchas gracias por el comentario, María. Me alegra que te haya parecido así.
BorrarAbrazo!
Ella la vista, él un brazo. Espero que aquel ser no vuelva hasta al cabo de muchos años para llevárselos a los dos a la vez.
ResponderBorrarEl amor exige, a veces, sacrificios pero, caramba, de esa magnitud ya son palabra mayores.
Un relato realmente impactante. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Yo también espero que puedan estar juntos muchos años.
BorrarMe alegra que te haya gustado, Josep.
Abrazo!
Realmente el amor, es ese poder adyacente a lo humano, tan lleno de esa energia que no pasa despercibida ni para la misma muerte...¿Qué no seriamos capaces de hacer por amor?...
ResponderBorrarMuchas gracias por el poético comentario, Yolanda.
BorrarUn saludo!
Ambos estaban dispuestos a hacer lo necesario para evitar que el otro desapareciera. Un amor a prueba de sacrificios, no hay duda :)
ResponderBorrarMuy bueno, ¡¡enhorabuena a los dos!!
Un abrazo :))
Muchas gracias, Julia.
BorrarMe alegra que te haya parecido así. Algo me dice que eres de las que aman así, como la Julia del cuento.
Abrazo!
Un sacrificio por amor y la vida sigue y no sabemos lo que nos deparará para vivir juntos o no. Un abrazo
ResponderBorrarAsí es, María. Hay que vivir plenamente y saber aceptar lo que nos depara el destino y no podemos cambiar.
BorrarGracias por el comentario.
Abrazo.
Todos tus relatos se leen con avidez y deleite. Éste no es una excepción. Has tratado de forma muy original y convincente la idea del ente succionador de almas que se alimenta del dolor humano. Le has dado una dimensión que, más allá del terror que un principio nos causa el relato, en sus primeros párrafos, nos acerca más a ese inmenso sacrificio de amor que cada uno de los protagonistas es capaz de hacer, aún a costa del propio y tremendo sufrimiento. Ese final, con la recíproca muestra de entrega del amado es magistral. Te felicito de nuevo por tan buena escritura
ResponderBorrarSaludos
Te agradezco como siempre la atenta lectura y comentario, Isidoro.
BorrarUna alegría que te haya parecido así el cuento.
Un saludo y espero que no te cruces con ese ente succionador de almas.
!Un gran relato!, Mis respetos y felicitación para ambos.
ResponderBorrarDiría que es un relato terrorífico de amor y apego. me ha fascinado el hecho de que la muerte sea "tan caballerosa y condescendiente" y que tenga también libre albedrío, un novedoso punto de vista.
También muy significativas las ofrendas en cada caso, en ella quizás demasiado alto el precio a pagar en comparación al precio de él, pero tienen una simbología muy particular, al menos así me pareció, la vista es la representación de la sabiduría, la intuición y la seducción en la mujer, los brazos la representación de la fuerza, el sostén y protección en el hombre. Supongo que la muerte fue muy piadosa al solo pedirle un brazo, para que pudiera seguir siendo su soporte.
Federico a pesar de lo hermoso de ambos gestos de los amantes, que podría significar un amor sin limites, como no soy muy romántica ni soñadora este relato tiene un mensaje que mas bien nos deja ver hasta donde puede ser capaz de llevarnos el apego, no imagino que pasará cuando ya no tengan nada mas que ofrecer de sus cuerpos, ja, ja.
En serio, a veces nos apegamos tanto a los demás que preferimos convertirnos en un guiñapo con tal de estar juntos, un amor demasiado patético diría yo.
Me encantó la descripción de la muerte, su sinceridad, y la imagen absorbiendo el aliento de vida.
Bien por los dos, tiene un interesante contexto y mucha profundidad.
Muchas gracias, Harolina!
BorrarComo bien dices, el relato no es solo sobre amor, también muestra la otra cara, la de esperar que el otro se sacrifique al igual que uno, al igual que forzar la situación aunque algo parezca no funcionar.
Muy acertada tu lectura de los sacrificios elegidos para cada personaje; fue uno de los temas que más importancia dimos hasta que nos decidimos por esos dos.
Atrapa, felicitaciones.
ResponderBorrarGracias, Marina!
Borrar:)
Impresionante cuento desde el comienzo hasta el sorprendente final- Felicito a los dos por tanta imaginaciòn.
ResponderBorrar¡Muchas gracias, Raquel!
BorrarMuy bello cuento,con el sacrificio que conlleva el amor.
ResponderBorrarGracias Federico, por tan bonita entrega.
Muchas gracias por el bello comentario, Pavel.
BorrarUn abrazo.
Muy al estilo de Edgar A Poe Me gusto.gracias
ResponderBorrarMe alegra que te haya gustado, Rosita.
BorrarCualquier comparación con el gran Poe es un enorme honor.
Gracias por el comentario.
Un relato triste definitivamente, me hiciste llorar...
ResponderBorrarAún cuando no terminó en tragedia, termino siendo una hermosa historia de amor. en la que habrá que saber que pasará en la adaptación ahora de vivir sin un brazo.
Muy muy triste tu relato aunque como siempre encantador...
Saludos y bonita tarde
Me alegra que te haya llegado tanto el relato. Quería lograr que fuese un relato con un final triste y feliz a la vez.
BorrarMuchas gracias por las palabras, Tere.
Saludos!
En un principio pensé que la moraleja era la de no luchar contra la hora de la muerte, sin embargo, el desenlace muestra lo contrario, con el regreso de él, y un segundo sacrificio en pos de la unión. A mí parecer, quien goza del dolor ajeno, no merece nuestros ojos, ni siquiera un brazo.
ResponderBorrarUn relato impactante y sorprendente. Felicitaciones a Elena y a ti por la labor.
¡Abrazo, mi buen Amigo de las Letras!
El no luchar contra ciertas cosas del destino es parte del relato, aunque hay que aprender a saber elegir las batallas.
BorrarMe alegro mucho de haberte impactado y sorprendido, mi buen amigo de las letras!
Abrazo grande, Edgar.
Demasiado sufrimiento, todo debería ser más fácil, ¿no crees? y no tener que ofrendar partes vitales de nosotros en pos a una relación que parece que a cada paso queda truncada.
ResponderBorrar¿Un amor sólido? Si es sinónimo de sacrificio sí, mucho.
Y como siempre la lacra de cualquier relación, secretos y silencios.
Con este relato me dejáis pensando, bien!
¡Felicidades!
Un abrazo, :)
Estoy de acuerdo. El amor debería ser más fácil. Pero he oído muchas historias de sufrimiento que tienen un final feliz.
BorrarComparto también lo de la lacra de cualquier relación.
Muchas gracias por la reflexiva lectura y el comentario, Irene :)
Abrazo!
Ahh el amor, el amor.
ResponderBorrarExelente relato. Precioso, me ha encantado. Felicidades!
Me alegro mucho por ello, Angélica.
Borrar¡Gracias por las palabras!