El bar estaba lleno. No tan lleno como en sus inicios, cuando el blues vivía sus años de gloria, pero aun así era una buena noche. La banda que tocaría aquella vez era nada menos que Los Calamares, y tenían muchos seguidores.
En medio de la noche se corrió el rumor de que la banda no llegaría al lugar debido a un accidente de tránsito. Un hombre joven se aproximó a la barra mientras el cantinero limpiaba las copas:
―¿Es verdad que no vendrán a tocar Los Calamares?
―Así es ―contestó el cantinero―. Hubo un accidente en la autopista y no llegarán a tiempo. No te preocupes, pronto vendrá un reemplazo que es excelente.
―¿Un reemplazo para Los Calamares? Son una gran banda; los sigo desde hace años. No es lo mismo que venga cualquiera a reemplazarlos.
―Quedarás más que satisfecho, amigo; quédate tranquilo. Viene Koby, el mejor guitarrista del mundo.
El joven comenzó a reír:
―Yo conozco mucho sobre blues y no tengo idea de quién es ese. Si es el mejor entonces debería ser famoso, ¿no lo cree?
El cliente se dio la vuelta listo para retirarse, y el cantinero lo llamó:
―Contéstame una pregunta antes de irte: ¿cómo se llamó el primer baterista de Los Calamares?
―Roger Blatt ―dijo el cliente sin dudar―. Tocó durante dos años hasta que se unió a una secta adoradora de Astaroth y dejó la música. Lo reemplazó por un tiempo Dwayne, el hermano del cantante, hasta que falleció por sus problemas de alcohol. Luego se unió Sean, que toca con ellos desde hace diez años.
El hombre de la barra sonrió.
―Pareces conocer todo sobre Los Calamares. Supongo que debe ser duro para ti que ellos no lleguen hoy. Te contaré la historia de Koby, y si logro convencerte te quedarás a escucharlo y me dejarás una buena propina.
El cliente volvió a reír:
―De acuerdo ―dijo―, es un trato.
El cantinero apoyó el brazo en la barra y comenzó a contar la historia…
Hace mucho tiempo, cuando yo aún era joven, comencé a trabajar en este bar fascinado por su lujo y buen ambiente. No se veía como ahora, claro, las cerámicas del piso estaban brillantes, y todas las luces funcionaban llenando el sitio de colores. El escenario se lustraba cada semana. Las sillas eran todas iguales y las mesas estaban barnizadas para que las gotas de bebida resbalasen en lugar de dejar perennes manchas oscuras.
Una noche iba a tocar una de las mejores bandas de blues de aquella época: Los Empedernidos. Llegaron temprano para sentarse un rato a beber y a fumar. Se sentaron los seis en la mesa redonda del centro.
Todos estaban alegres y expectantes. Algunos se acercaban a saludar y a escuchar las anécdotas que contaban los miembros de la banda, otros bebían y bailaban…, todos parecían estar pasando un buen momento a excepción de un misterioso anciano sentado en la mesa del fondo.
El extraño individuo era calvo, y usaba lentes oscuros de vidrio redondo. Llevaba puesto un traje azul a rayas de una tela de la mejor calidad. El traje estaba impecable, recién planchado, pero su rostro mostraba las arrugas de alguien que bien podría tener mil años. Pidió para beber una botella del mejor whisky de la casa, y le llevamos un F&7 etiqueta negra. Minutos más tarde pidió una segunda botella, y luego una tercera.
Cuando faltaba poco para que Los Empedernidos subieran al escenario hubo un accidente. La camarera tropezó con alguien y cayó encima de la mesa en la que estaba la banda. Nadie prestó atención en ese momento, pero yo vi que había tropezado con el misterioso anciano, quien tras el incidente volvió a sentarse en silencio en la mesa del fondo.
La bandeja cayó encima del guitarrista, Skinny, quien se cubrió el rostro con el brazo. Un vaso de la bandeja se rompió en la muñeca del músico y le provocó un corte del que enseguida brotó sangre sin parar. No fue de gravedad, pero estaba claro que esa noche no iba a poder tocar con el resto de la banda.
La camarera no sabía cómo disculparse por lo ocurrido, pero Skinny la calmó diciéndole que no era su culpa y que los accidentes ocurren por alguna razón. Los Empedernidos se destacaban no solo por su música sino también por su humor y buen corazón.
La banda debió entonces buscar un remplazo para el guitarrista, y enseguida se acercó un joven blanco de cabellera rubia.
―Yo puedo reemplazarlo ―dijo.
Todos lo miraron sorprendidos; no se veían muchos jóvenes rubios en el bar en aquellos tiempos.
―Los he escuchado varias veces. Soy estudiante del conservatorio y tengo mi propia banda. Si quieren puedo tocar alguna canción para que me oigan.
Buck, el baterista, apoyó su vaso en la mesa. Era un hombre muy obeso que sudaba profusamente.
―Te he oído tocar una vez aquí. Eres bastante bueno, pero no llevas el blues en la sangre como nosotros.
El joven blanco no dijo nada, la gente a su alrededor asentía en silencio de acuerdo con lo que había dicho Buck.
Entre la gente apareció otro muchacho. Era un joven del Bronx que llevaba puesto un viejo sombrero fedora cuya sombra le tapaba el rostro. Tenía un traje gris de lana lleno de agujeros de polillas, y cargaba un estuche de guitarra gastado:
―Yo puedo reemplazarlo ―dijo.
Nadie conocía a aquel joven.
―¿Cómo te llamas, muchacho? ―preguntó uno de Los Empedernidos.
―Mi nombre es Koby, y soy el mejor guitarrista del mundo.
Todos rieron. Sin embargo, con ese modo de presentarse, nadie se animó a negarle una audición.
El joven sacó la guitarra de su viejo estuche y todo el bar hizo silencio. Carraspeó y comenzó a interpretar Sweet Sixteen de B. B. King.
Tenía una voz ronca y suave a la vez, que no sonaba nada mal, pero lo que en verdad se destacaba era su habilidad con la guitarra. Movía los dedos a una velocidad que yo jamás había visto, agregando todo tipo de adornos a la melodía. De repente tocó un solo en el que hizo cosas que yo no sabía que se podían hacer con las cuerdas. No solo hacía bendings y slides, él inventaba cosas nuevas, cosas mágicas.
Cuando terminó la canción la gente lo ovacionó. Todos lo aplaudieron a excepción del anciano calvo, quien lo escuchó en silencio en la mesa del fondo, oculto entre las sombras, sonriendo con cinismo mientras bebía su whisky F&7 etiqueta negra.
Koby se unió a la banda esa noche y tocaron mejor que nunca. Cuando terminaron, todos se acercaron a Koby. Los miembros de la banda le ofrecieron compartir la paga de esa noche, un hombre le preguntó cuánto dinero quería por tocar en su bar, y hasta hubo un señor que le ofreció un contrato para grabar un disco. Pero Koby se negó a todas y cada una de las ofertas.
El joven guardó la guitarra de nuevo en el estuche y se retiró. Pasaron años antes de que alguien lo volviera a ver.
―¿Y por qué no aceptó el dinero? ―preguntó el cliente― Por lo que dice se ve que era pobre.
―Cuando lo volví a ver en el bar se lo pregunté. Pasó lo mismo que hoy: una banda no pudo asistir y él tocó en su lugar, pero cuando le ofrecieron dinero por su música él tampoco aceptó. Al finalizar la noche le invité un trago, y ya pasado de copas se atrevió a contarme la verdad.
El cliente abrió los ojos deseoso de escuchar el resto de la historia…
Cuando era un niño, Koby practicaba durante horas con su guitarra. Soñaba con ser un gran músico, pero jamás tuvo una educación formal porque era muy pobre.
Una noche su padrastro volvió a la casa más borracho que de costumbre y los golpeó a él y a su madre. A la mañana siguiente quiso despertarla para proponerle escapar juntos, pero ella estaba drogada y no pudo ni levantarse de la cama. Koby huyó solo, llevando consigo un pequeño bolso en una mano y su guitarra en la otra.
Recorrió grandes trayectos viajando en tren, en los vagones de carga. Una noche de lluvia, conoció a un misterioso anciano de traje y anteojos negros; era el anciano que se sienta solo en la mesa del fondo a beber whisky.
―¿Tocarías algo para mí, muchacho? ―preguntó el hombre.
Koby tocó lo mejor que pudo, aunque se equivocó varias veces.
―Eres bastante bueno ―dijo el anciano―, pero tienes mucho que aprender.
Koby le dijo que pensaba seguir practicando para convertirse en un gran guitarrista, pues ese era su sueño, y que daría cualquier cosa por ser el mejor guitarrista del mundo.
El anciano se puso de pie y le preguntó: «¿Incluso tu alma?»
Un relámpago sonó con fuerza y el vagón entero se iluminó.
El anciano le ofreció un contrato en donde él se quedaría con el alma del muchacho a cambio de convertirlo en el guitarrista de blues más rico y famoso del mundo. El joven firmó sin siquiera leer. Luego el hombre le pidió que pusiera las palmas de las manos hacia arriba, y se las tocó con las uñas de sus dedos índice. El anciano tenía uñas largas y gruesas, como de garras, y al tocarlas, Koby sintió que lo estaba quemando. Le quedaron dos cicatrices luego de aquello, y en ellas radicaría su poder musical.
Volvió a tocar la guitarra para probar sus habilidades y todo había cambiado. Era excelente, era impecable. El joven conocía todas las canciones de blues a la perfección, incluso aquellas que no había escuchado en su vida. Koby sabía todo sobre música, y hasta podía leer y escribir partituras a pesar de no haber recibido jamás una educación formal.
―Pronto te ofrecerán contratos y mucho dinero ―dijo el anciano―, y entonces tu alma será mía para siempre.
―¿Mi alma no es suya aún? ―preguntó Koby.
El anciano dudó:
―No…, lo será cuando aceptes tu primera paga. Cuando comiences a ser famoso y millonario.
―Pero a mí no me interesan la fama y el dinero―dijo Koby―. Yo quiero ser el mejor del mundo por mí, no por los demás.
Otro relámpago sonó con fuerza iluminando el vagón, y el anciano se puso furioso:
―¡No te pases de listo conmigo, muchacho! No podrás evitar ser famoso; te lloverán ofertas y algún día aceptarás, ¡eres pobre!
Koby jamás aceptó una oferta de tocar por dinero, y hasta hoy conserva su alma. El anciano lo sigue a todos los bares esperando verlo tocar, y sabe que, si no consigue el alma del muchacho, al menos escuchará muy buena música.
―Me quedaré a escuchar a Koby ―dijo el cliente, y luego pagó su bebida dejando una buena propina.
En ese momento todos miraron hacia la puerta de entrada; Koby había llegado. Seguía viéndose casi como la primera vez que ingresó al bar; los años no le pasaron como al común de los mortales.
El guitarrista subió al escenario y comenzó a tocar Sweet Sixteen. La gente lo ovacionó. Todos lo aplaudieron a excepción del anciano calvo, quien lo escuchó en silencio en la mesa del fondo, oculto entre las sombras, sonriendo con cinismo mientras bebía su whisky F&7 etiqueta negra.
FIN
Vender el alma por aquello que deseas y quedarte sólo en ese deseo, sin más... Me pongo en pié y aplaudo!! Espero que siga llenando su alma con el sonido de la guitarra encima del escenario. Me ha encantado y disfrutado de la lectura. Un abrazote, Federico. :)
ResponderBorrarMe alegra mucho que te haya gustado mi cuento, Elena.
BorrarGracias por el comentario; es como música para mi blog.
Abrazo!
Federico tu historia es genial, lo primero es que me fascina el blues y sueño con ir a uno de esos bares a escucharlo como veo en las películas.
ResponderBorrarTu ingenio creativo es muy particular, conviertes mágicamente en hermosa vida todo lo que tocas, aun sea un cadáver putrefacto, tienes un don especial para las letras y para dar rienda suelta a tu imaginación y meternos en tu relato, si no hubiera sido por lo de venderle su alma y ..., diría que trataba de un relato de la vida real.
Gracias por llevarme a ese bar y escuchar esas notas musicales tan hermosas, incluso hasta pude ver al señor clavo reír y beber tan complacido como yo.
Un saludo amigo
Un placer, Harolina. Me alegra que te haya parecido así mi historia.
BorrarTe agradezco mucho las palabras, amiga.
Un saludo de mi parte y otro del señor calvo que espera tu regreso.
Gracias por el saludo de ambos Federico. El señor calvo que es el cadáver putrefacto de quien hablo en el comentario anterior y al que le das una visión diferente, compasivo y generoso, dos cualidades que es probable que tenga el famoso "diablo" pero que nunca fueron descubiertas o reconocidas me parece un gran aporte a la oscuridad de tus relatos, en este en particular haces gala de novedosos recursos, como el expresado anteriormente y el que deja ver que siempre hay forma de alcanzar nuestros grandes sueños sin dañarnos, dejando a un lado la ambición material y solo satisfaciendo la ambición espiritual que en este caso también satisface a todo el que le escucha, incluso al mismo diablo.
BorrarGrandes moralejas posee tu relato Federico, eres un visionario, me parece que por el camino que transitas nos vas a demostrar algo que creo muy real, la oscuridad es tan noble y generosa como la luz, incluso mas humilde ya que se esconde y le permite brillar.
Excelente, sin duda. Sin salirte del tono oscuro que caracteriza tu blog, nos envuelves mágicamente en el ambiente de ese local de blues, con detalles en tus descripciones y con datos precisos. Una historia triste pero esperanzadora al mismo tiempo, que habla de integridad, de verdadero Amor al Arte. Tu relato es la esencia del blues. Incontables veces hemos leído la historia de alguien que vende su alma al diablo por un sueño, pero muy pocas de quien ha sido capaz de poner en jaque al mismo diablo, y la única de quien le obliga a escuchar su música por toda la eternidad, prisionero de su propia ambición y del mismo sueño que pretendía corromper.
ResponderBorrarTe felicito por tu gran relato. Un saludo
Muy buena tu lectura, Isidoro; Koby salva su alma debido a su amor puro por el arte, y ese es uno de los mensajes fundamentales del relato.
BorrarMe alegra mucho que que te haya parecido así.
Gracias por el comentario.
Un saludo!
Muy, pero muy bueno Rivolta. Magnifica ambientación e ingeniosa la forma en que logra sortear la maldición. Felicitaciones.
ResponderBorrarMuchas pero muchas gracias, Dearma. Me alegra en verdad que te haya parecido así.
BorrarAbrazo!
Qué buen relato, Federico, me ha gustado mucho. Después de semejante historia yo también me habría quedado a escuchar a Koby sin dudar y sin perderme detalle. Espero que el anciano nunca obtuviera el alma del guitarrista...
ResponderBorrarUn fuerte abrazo!!
To también quiero que Koby conserve su alma. Supongo que lo hará pues solo le interesa la música. Una noche vamos a escucharlo :)
BorrarUn fuerte abrazo, Julia!
Un buen relato donde nos invitas a escuchar blues. Leyendo te metes tanto en el papel que se oye hasta la música. Un artista que no vendió su alma por dinero. Me ha encantado como lo describes y lo escribes. Un abrazo
ResponderBorrarMe alegra que te hayas metido en el relato, María.
BorrarMuchas gracias por el comentario.
Un fuerte abrazo.
Amo el blues, amo el ambiente, me encantó esta historia en cada palabra hasta el final, es justo mi tipo de relato♥ Me sorprendes mucho Federico, sigue así :)
ResponderBorrarMe alegra mucho que te haya gustado tanto mi cuento, Daniela.
BorrarMuchas gracias por las palabras.
Una alegría leer tu comentario :)
Genial como siempre Fede.
ResponderBorrarAbrazo amigo.
Muchas gracias, amigo.
BorrarUna alegría que te haya parecido así.
Abrazo, Richard!
Me encantò leer este cuento, como todos los que escribìs.
BorrarGracias, Raquel.
BorrarMe encanta que te haya encantado.
Me ha dejado fascinada este relato Federico, me parece muy diferente a lo que normalmente escribes, me pereció una historia genial, me encanta la música y el blues es de lo mejor.
ResponderBorrarUn buen músico siempre sera como Koby, hacer música genial solo por el placer de hacerla. Es como cuando trabajas en lo que te gusta y aparte te pagan, la diferencia que el nunca regalará su alma y podrá hacer música literalmente por siempre...
Espero algún día llegar al bar donde este tocando Koby...
Excelente Federico, como todo lo que escribes. ¡saludos!
A mí también me gustaría oír tocar a Koby pero no he tenido la suerte de asistir cuando el va. Si nos vemos en el bar un día te invito un whisky F&7 etiqueta negra.
BorrarMuchas gracias por el comentario, Tere. Una alegría que te haya parecido así.
Saludos!
Koby logró engañar al anciano, fue muy astuto. Este cuento se conecta con al menos otros dos sobre el bar donde tocan Los Calamares, es muy agradable como vas soltando fragmentos de historia de la banda y sus integrantes. Saludos!
ResponderBorrarAsí es, Arteriola; conecta con N.N. y con La batería de Roger Blatt, aunque también tiene guiños con otros relatos.
BorrarMuchas gracias por visitar el bar y dejar tu comentario.
Saludos!