«¡Te destruiré!»
Al pequeño Juan le fascinaba oirme hablar. Una y otra vez pulsaba el botón ubicado entre los músculos de mi torso para oír mis clichés. Tener al Coronel Layne en la mano lo hacía sentirse el dueño del mundo. A las dos semanas de la compra, su madre debió cambiarme las baterías debido a lo mucho que él jugaba conmigo; pero eso no era todo lo que ella debía comprar; montones de accesorios invadían los sueños de Juan.
«Aplastaré tu rostro con mi mazo»
Pronto volví a hablar. La primera frase que dije con mis baterías renovadas fue adecuada a la compra del día anterior: la de mi nueva arma de mano. El nuevo mazo hacía ver al original como una patética miniatura; era más exagerado, digno de mi hercúleo brazo.
«¡Oye tú! ¡Adefesio!»
Las demás figuras de acción no se comparaban a mi porte, yo era el preferido del pequeño Juan. Claro que no se trataba de un puesto permanente; las fábricas de juguetes no viven de sonrisas, y pronto sacaron un nuevo modelo del Coronel Layne.
Mi nueva versión me eclipsó por completo. La empresa supo vencer incluso al más nostálgico de los niños. Pero el objetivo era eliminar la versión anterior por completo, y para eso hicieron ciertos cambios que me volverían obsoleto.
«No me pidas misericordia, que te perdone tu dios»
Las frases del nuevo Coronel Layne eran muy agresivas, haciendo que las mías parezcan pasadas de moda; de todas maneras pronto enmudecí. La fábrica de juguetes dejó de distribuir las baterías que yo utilizaba. La madre del pequeño Juan buscó en las mejores casas de juguetes, pero no logró encontrarlas.
Una tarde lluviosa, la madre de mi dueño se refugió en una vieja y olvidada juguetería. Ya que estaba allí, se le ocurrió preguntar si le quedaba alguna batería del modelo viejo del Coronel Layne, y entonces el señor apareció con una batería flamante, la última que le quedaba. Llegó corriendo a la casa entusiasmada por entregarle la batería a su hijo, quería ver esa sonrisa que únicamente la voz de su querido amigo lograba dibujar en su dulce rostro. Yo también me entusiasmé al verla llegar con las baterías en la mano; tenía tanto que decir..., había ensayado todas las frases en mi mente para entonarlas con más vigor. Pero en ese momento también llegó su ex marido con un paquete bajo el brazo; traía allí al nuevo modelo del Coronel Layne.
«Enfrenta tu destino, esperpento»
No pude hacer nada, mi nuevo yo tenía manos más grandes, armas más poderosas y baterías más duraderas. Sus armas, además, no entraban en mi mano, dejándome fuera de línea por completo.
Lo único en lo que el nuevo Coronel Layne y yo nos parecíamos era en el ancho de hombros; y así fue como terminé dentro de su caja.
Pobre Coronel, me hiciste sentir mal por mis Barbies que fui cambiando. Las buscaré para disculparme. Me gustó mucho Federico.
ResponderBorrarMe alegra que te haya gustado. Espero que tus Barbies te perdonen y logren hacer las paces.
BorrarMuchas gracias por el comentario, Mendiel.
Vaya! El progreso en los juguetes bélico ha llegado!! Jugar con el Coronel Layne, será la nueva forma de jugar a los soldados...! No se contaste un cuento de terror o una visión del futuro!! Felicidades Federico!! Eres grande!!
ResponderBorrarMuchas gracias por las palabras, amigo.
BorrarMe gusta como siempre ves un poco más allá de lo que escribo.
Un abrazo, Carlos!
Personificar un juguete de acción y ver como este es sustituido por otro mejor, algo que despierta el miedo a ser rechazados y olvidados por ese niño que alimenta nuestro ser. Una Toy Story con el "Made in Rivolta" en el dorso. Una lectura de doble capa, para disfrutar y reflexionar. Me ha gustado mucho.
ResponderBorrarAbrazo, Amigo de las Letras.
Me alegro de que lo hayas disfrutado, Amigo de las Letras.
BorrarMuchas gracias por la reflexiva lectura y comentario Made in Yera.
Un gran abrazo!
Me ha recordado un poco a Toy story pero una versión más dura y muy buena por supuesto Federico!!!
ResponderBorrarUn saludo :)
P.d: El nombre del niño fue elegido por el día de la publicación o es casualidad?jeje
Fue una casualidad, lo acabo de ver. Hace varios meses escribí este cuento y hoy lo revisé y lo publiqué.
BorrarMe alegra que te haya parecido así, Agustín.
Gracias por el comentario :)
Si el antiguo Coronel ya decía frases inquietantes, miedito me da el nuevo. Y más aún teniendo en cuenta que son capaces de pensar por si mismos. Muy bueno, Federico. Los muñecos siempre tan turbios
ResponderBorrarSupongo que los juguetes son un reflejo del mundo.
BorrarMe alegro de que te haya parecido bueno, Ragnar; sigo a la espera de la cuarta temporada de tu serie.
Gracias por el comentario!
Una historia, sin duda, patética y de gran realismo. Lo nuevo sustituye a lo viejo, que queda inmediatamente arrinconado y en el olvido. Lo peor de todo es que se trata de un envejecimiento orquestado, innecesario, para crear nuevas necesidades. Seguramente, en estos momentos, los fabricantes ya están diseñando un nuevo modelo del Coronel Layne y el actual correrá la misma suerte que su predecesor.
ResponderBorrarUn cuento muy entretenido e ilustrativo.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu reflexiva lectura y comentario, Josep. Me alegra que te haya parecido así.
BorrarYo también me estoy imaginando al nuevo y mejorado Coronel Layne y no aguanto las horas de tenerlo en mis manos.
Un abrazo!
Federico me encanta como combinas y encajas la imaginación a la realidad. Si bien es cierto que todos, absolutamente todos, corremos la suerte del coronel y es lo sano, siempre estar renovandose para no quedarse obsoleto en el tiempo. Muy a pesar de las noltalgias siempre dejamos atrás el pasado y quien no lo hace sufre y no vive el presente, bien por tí por este mensaje tan claro.
ResponderBorrarPor otro lado tomando literalmente la historia visualizo dos tópicos diferentes, uno lo que hace la tecnologia para convertirnos en sus esclavos, crearnos dependencia y tenernos a sus pies, el otro hasta donde es capaz de cegranos y de influir en la forma en que criamos y educamos a nuestros hijos, ya que resulta increible que unos padres sean capaces de comprar semejante juguete a sus hijos y lo peor aún, seguir actuando como autómatas en perjuicio de los hijos por el simple hecho de no ser capaces de pensar, aceptar y abrir los ojos a su descerebrada realidad, carente de criterio personal, sentido común, lógica y visión sicológica del futuro de los hijos con semejante actitud. Después nos quejamos de como anda el mundo y de los desequilibrios mentales, los suicidios y crímenes que nuestros jovenes están cometiendo a diario, sin atrevernos a aceptar y reflexionar que esos desordenes los incitamos nosotros (los padres y tutores) en ellos con nuestro comportamiento irresponsable.
Perdón por el sermón, pero tus relatos tienen la facultad de abrir puertas en mi mente y me inducen a narrar lo que veo dentro. Y eso que me controlo, pues podria describir unas cuantas cosas más, ja, ja.
Como siempre un placer leerte, me encanta sobre manera y agradezco que tus relatos oscuros sirvan para aclararnos la mente.
Te leo
Excelente análisis el tuyo, Harolina; como siempre.
BorrarAdemás de ser una triste historia sobre el viejo Coronel Layne, también quería retratar a las empresas que incitan al consumismo desmedido y al entretenimiento, que no es otra cosa que un reflejo de la realidad.
Un honor el poder abrir puertas en tu mente y un placer leer tus comentarios.
Esta historia se puede perfectamente aplicar a diferentes circunstancias de la realidad.
ResponderBorrarLo nuevo y reluciente desplazando a lo usado y gastado, olvidando todo lo que nos brindo en el pasado.
Me encantó!!!
Te envío un abrazo.
Así es, Mónica; todos somos como el hombre de la caja.
BorrarMe alegra mucho que te haya encantado.
Un fuerte abrazo!
Muy bueno amigo ese punto de vista diferente, hace que las cosas a nuestro alrededor, cobren vida incluso estando inmóviles.
ResponderBorrarExcelente amigo!!! Un saludo.
Me alegra mucho que te haya parecido así, amigo.
BorrarEl Coronel Layne agradece que no lo veas como una pieza inmóvil.
Un saludo, Jesús!
Una realidad que se puede observar en muchas situaciones actualmente, en la que lo más nuevo trata de dejar obsoleto a lo demás.
ResponderBorrarUn relato bastante bueno.
Saludos.
Me alegra bastante que te haya parecido así, Felipe.
BorrarAsí es, todos terminamos siendo el hombre de la caja en algún momento.
Agradezco tu visita y comentario.
Un saludo.
Buenìsimo! tu cuento. Me causò nostalgia, tratè de imaginar còmo serìan tus juguetes de la infancia, seguro que no terminaron en una caja...
ResponderBorrarMe alegra que te haya parecido así, Raquel.
BorrarNo eran muy diferentes al Coronel Layne.
Un saludo!
Una historia que perfectamente, podría ser real. Reemplazamos lo viejo por lo nuevo. Una tradición consumista que le vamos pasando a nuestros hijos. Un abrazo.
ResponderBorrarAsí es, María. Muy buena lectura la tuya.
BorrarGracias por el comentario.
Un abrazo.
Gran historia Fede.
ResponderBorrarComo siempre.
Abrazo amigo.
Muchas gracias por las palabras, amigo.
BorrarAbrazo grande, Richard.
¡Qué cruel! ¡Pobre juguete de acción! Aunque he de decir que has plasmado la sociedad en la que vivimos de modo claro y conciso, cómo lo nuevo aplasta a lo viejo en un afán de consumir más y más. Interesante.
ResponderBorrarComparto ;)
¡Besos!
Gracias por la reflexiva lectura y comentario, amiga.
BorrarA mí también me dio pena lo del pobre Coronel.
Besos :)
La historia me ha hecho pensar en nuestros cuentos. Siempre sustituidos por otros nuevos, pues el tiempo los pasa de moda, con nuevas frases que pretenden ser mejores, y por bueno que fuera un cuento, siempre termina en el fondo del blog. Y por mucho que nos haya gustado un juguete, el mejor siempre estará por llegar.
ResponderBorrarSaludos compañero.
Recuerdo esa charla. Es cierto, todo parece durar poco en el mundo virtual.
BorrarAbrazo, compañero. Espero que encuentres ese juguete.
Qué buena historia, me encantó. En los tiempos que vivimos los vínculos, los afectos se han vuelto "líquidos" y como tales, pasan y se van rápidamente. Nos hemos vuelto descartables, renovables, intercambiables. En fin, tu historia vuelvo a decirte, me encantó; es casi casi, el reflejo de la vida misma. Te felicito, me gusta mucho tu estilo.
ResponderBorrarMe alegra mucho que te haya gustado mi cuenta y mi estilo, Stella.
BorrarMuchísimas gracias por tu reflexiva lectura y comentario.
Saludos, Licenciada!
Cuantas historias de juguetes abandonados existen. Y cuantas de personas que cambian tambien como si fueran juguetes. No es tan oscuro a simple vista. Pero creo el trasfondo lo vuelve bastante oscuro.
ResponderBorrarA ver si no se te aparecen tus juguetes abandonados por la noche. ;-)
¡saludos!
Ese podría ser el inicio de un nuevo cuento, Sofía.
BorrarGracias por la reflexiva lectura y comentario.
Saludos a ti y a tus juguetes abandonados.