miércoles, 18 de enero de 2017

EL HOMBRE DEL TIEMPO - Capítulo 11





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CAPÍTULO 11



Un nuevo viaje al pasado le costaría casi medio año de vida, pero a esa altura Oscar estaba obsesionado con la idea de seguir reviviendo el pasado. Se dirigió a la habitación de su libro de cabecera y habló frente a la luz de las velas:

―Deseo viajar de nuevo al día de la final de fútbol cuando era niño. No me interesa nada más en este momento. Quiero ir a esa época previa al trabajo y previa a las mujeres; ya fracasé en todo.

Pronto despertó de nuevo en su habitación:

«¡Oscar!, ¡levantate!»

Oscar miró a su alrededor y sonrió al ver de nuevo a sus viejas figuras de acción.

―¿Qué dicen, amigos?, ¿voy a jugar ese partido tan bien como lo hice la primera vez?

Los muñecos le devolvieron una mirada muerta.

No pudo encontrar la nobleza de He-Man, ni la sabiduría del Encantador de pájaros; ni siquiera la malicia de Nenddir. El día había perdido sentido para él, y sintió que aquel momento de gloria había sido a la vez el principio del fin.

Bajó las escaleras y se sentó a la mesa redonda de la cocina frente a su padre, quien estaba fumando y tomando un café negro mientras leía el diario.

―No voy a jugar el partido; me siento mal.

El hombre dobló un instante el diario hacia abajo para mirar a su hijo:

―¿Me estás cargando? ¡Hoy es la final!

―Estoy descompuesto. Debe ser por algo que comí.

―Eso te pasa por comer como un animal.

―¿No vas a ir? ―preguntó su madre―. Estuviste entrenando tan duro para esa final; tus compañeros te van a necesitar. El equipo no será lo mismo sin vos.

Su padre siguió regañándolo por la manera en que comía mientras su madre le daba aliento como lo hacía incluso cuando él no lo merecía.

El joven Oscar tomó un té y subió enseguida a acostarse. Tenía hambre, pero esperó a que sus padres terminaran de desayunar para ir en busca de alimento.

Una hora más tarde sonó el teléfono, y luego de atender, su madre subió corriendo las escaleras:

―¡Oscar! ¡No lo vas a poder creer! Llamó tu entrenador, dijo que el micro del otro equipo chocó en el camino. Los chicos están bien, pero pasaron el partido para el fin de semana que viene.

Más tarde bajó. Su padre estaba leyendo el diario en el living, y al verlo dobló el periódico al medio:

―¿No era que estabas enfermo?

―Estoy un poco mejor. Pensaba ir a dar una vuelta en bici.

Oscar extrañaba su bicicleta, además es imposible estar triste mientras se anda en bicicleta.

―¿Estás loco vos? ―dijo su padre― Volvé a la cama.

―Ahora te llevo una sopa ―dijo su madre.

El joven volvió a acostarse. Minutos después su madre le llevó la sopa; fue la sopa más sabrosa que había tomado en años.

Esa tarde se quedó en la cama jugando con sus figuras de acción. Horas después, mientras el Encantador de pájaros se enfrentaba a Nenddir el sabio, se quedó dormido.

Al despertar se prometió no realizar más viajes, se dio cuenta de que no podía cambiar nada de lo sucedido y, además, mientras viajaba su vida seguía empeorando día tras día.

Seguía pensando en Samanta, en su ascenso y en su novio. Rompió entonces la promesa que había hecho minutos atrás y se dirigió a la habitación oculta:

―¿Cómo fue que ascendieron a Samanta y no a mí? Me gustaría saber más sobre lo que ocurre cuando estoy reviviendo días del pasado. Sé que este viaje me tomará… muchos días, pero valdrá la pena. Será como un experimento.

Oscar sabía bien que aquel sería su noveno viaje y que le haría perder nada menos que doscientos cincuenta y seis días del presente, pero igual intentó engañarse.

―Deseo revivir el primer día que perdí por haber viajado al pasado.

El libro lo llevó al día en que se conocieron. Despertó en su departamento y vio que la pared del fondo no estaba rota. Pensó en la posibilidad de que todo aquello hubiese sido un sueño, entonces buscó el martillo para golpear el muro. Los trozos de cemento comenzaron a caer y pronto pudo ver la madera de la puerta oculta. Convencido de que no era un sueño, se vistió y se dirigió a la oficina.

Saludó a sus compañeros de trabajo como si fuese el último día antes de unas largas vacaciones, y al sentarse en su escritorio no lo vio tan pequeño. Visto desde cierto ángulo, parametrizar divergencias no era un mal trabajo, tenía café gratis, aire acondicionado, y mucha gente con la que podría haber socializado pero que simplemente decidió no hacerlo.

A primera hora se acercó Samanta:

―Hola, Oscar, ¿cómo estás? Este sábado va a ser mi cumpleaños. Voy a hacer una pequeña reunión en mi casa ―le entregó entonces un papel con la dirección―. Espero que puedas venir.

Aquel “Espero que puedas venir” lo dijo todo, o al menos así fue como lo recordaría Oscar. Dijo que iría con una amplia sonrisa, pero enseguida recordó que jamás iría a aquella fiesta, e imagino que su cuerpo andando en piloto automático se habría negado.

Más tarde uno de los jefes se acercó a su cubículo, llevaba traje y corbata, no de una mala calidad como los de Oscar, sino de una marca conocida.

―Buen día Oscar, ¿cómo van esas divergencias?

―Excelente.

―¿Excelente?, ¿de verdad? Nunca te oí tan entusiasmado. ¿Podrás venir un momento a mi oficina? Debo hablarte de algo en privado.

Oscar lo siguió y fue invitado a sentarse. Jamás se había sentado allí, lo más lejos que había llegado fueron dos pasos tras cruzar la puerta para llevar unos documentos. Esa vez no solo se sentó, sino que el jefe le ofreció un vaso de whisky F&7 etiqueta negra, una bebida muy por encima de lo que su salario le permitía.

Le pidió que lo ayudara con una presentación, y que, de ser necesario, le pagaría horas extra. Aquel dinero no sería importante, pero sí el hecho de trabajar codo a codo con su jefe en algo diferente en lo que hacía a diario, anotándose además puntos a favor para cuando llegara el momento de un ascenso.

Por supuesto que Oscar jamás habría contestado con un “Excelente” y su jefe habría ido en busca de otro empleado que lo ayudase con aquella presentación. Entonces comprendió que, tras su negativa, su jefe se habría buscado ayuda en el cubículo junto al suyo: el de Samanta.

Volvió a su escritorio y comenzó a pensar en lo que podría haber sucedido. Pensaba en ese año que perdió, lleno de oportunidades que dejó pasar. De pronto, Samanta se acercó sonriente:

―Me diste una alegría diciéndome que vas a venir a mi cumple. La vamos a pasar excelente.

Pero no había forma de saber cómo la habrían pasado.




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10 comentarios:

  1. Qué habría pasado si... Esa es la típica pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez y Oscar no es una excepción. Y del mismo modo, tampoco resulta excepcional quedarnos sin respuesta.
    o me atrevo a anticipar sus siguientes pasos. Ese hombre es inpredecible, jaja
    Un abrazo.

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    1. Así es, Josep; lamentablemente todos perdemos a veces el tiempo con esa pregunta.
      Gracias por el comentario :)
      Abrazo!

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  2. Al fin Oscar comprendió que nunca podrá cambiar su pasado, y que debe aceptarlo tal cual es, esperemos que no sea demasiado tarde, aunque nunca es tarde para mejorar o cambiar.

    Yo sigo creyendo que si vemos la vida de forma positiva siempre nos llegaran cosas positivas, y Oscar aun puede hacer algo bueno con su vida aunque haya perdido un año y no haya sabido que pasó.

    ¿Qué habría pasado? o mejor dicho ¿Qué hubiese pasado si...? Como dices una pérdida de tiempo, sin embargo es una pregunta que siempre nos haremos, ya sea porque hicimos las cosas o porque no las hicimos, siempre que no hayan salido como uno quisiera. Una pregunta sin sentido y sin respuesta. Pero nos gusta torturarnos jajajajaja.




    Soy de las que no me gusta hacerme mucho esa pregunta y ando por la vida diciendo las cosas como son, pero como decía al inicio todo tiene un precio y la mayoría de las personas no acepta las cosas tal cual son, motivo por el cual no puedo decirte que tenga amigos. Por lo mismo y por creo que por eso a veces no hacemos las cosas y siempre tendremos por alguna causa la pregunta ¿Que hubiese pasado si...?

    Ahora veremos como resuelve su dilema Oscar, si es que lo resuelve y si es que el libro quiere ayudarlo regresando los días que perdió.

    Ya se percibe el final... sigo atenta y nos leemos en dos días. ¡saludos Federico!

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    1. Excelente reflexión la que haces, Tere.
      Te agradezco mucho la atenta lectura. Espero que no te tortures como lo hace Oscar.
      Te espero en mi oscuro rincón junto con el antepenúltimo capítulo.
      Nos leemos! :)

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  3. Federico sigo creyendo que Oscar esta soñando como antes sugerí, alguien está tratando de ayudarlo desde el mas alla, su padre o Diego. Pero de no estarlo, realmente de alguna manera lo está, se ha quedado dormido y suspendido en el tiempo, ha perdido mucho tiempo de su pasado sumido mentalmente en un pasado lastimero, ha perdido gran parte de su presente metido en un pasado enfermizo e insano y esta perdiendo parte de su futuro poseído por un pasado incambiable.

    Yo creo que mas que "El hombre del tiempo", la historia debería de llamarse "El hombre del pasado", ja, ja.

    A estas alturas creo que al menos toda esta revisión de su vida, ya sea en sueño o no le servirá para en lo adelante tener una vida mejor, mas objetiva y sacarse todas esas espinas del alma.

    Espero tu sorprendente final Federico, ya que la historia se presta para jugar con este, y dejarnos boquiabiertos a todos y mas tratándose de tu excelente ingenio.

    Que vivan los escritores de libros poderosos.

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    1. Faltan pocos viajes. Espero sorprenderte una vez más con el final que podrás leer en menos de una semana.

      Me alegra que sigas la historia y te agradezco mucho los poderosos comentarios, Harolina.

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  4. Anónimo19 enero

    Es un hecho curioso que ni siquiera haciendo uso de este artefacto "del tiempo" se pueda responder a la pregunta "¿qué hubiera sido si...?"; puesto que se basa en emulaciones de un pasado ya escrito dentro de las cuales las decisiones limitan su poder a alterar nimieadades que pueden escapar fácilmente a la memoria (más provechoso para Oscar habría sido encontrarse con el bolígrafo del tiempo y no el libro); y, se da que el tiempo cobrado por el trabajo del libro no se puede recobrar -ni su recuerdo, ni saber su "hubiera..."- debido a que si se vuelve con el libro a uno de los días perdidos, lo que ocurre es que lo vive por primera vez y el "hubiera hecho" es lo único que tiene, perdiendo el suceso original del que no participó propiamente Oscar (de haber participado, lo recordaría).

    Sería muy triste que tu hombre, sin tiempo, dejara de vivir, definitivamente, a causa de revivir una y otra vez lo que ya fue y no será de otra manera.

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    1. Muy inteligente tu análisis, amigo.
      Me gustó lo del "bolígrafo del tiempo" :)

      Te agradezo mucho el comentario.
      Abrazo!

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  5. Hay una gran lección en este relato, envuelta en una apasionante y original historia. El poder de la mente sobre la realidad es constante, una ilusión tan persistente como el mismo tiempo.
    Aquí y ahora todo puede suceder, anclarse en el pasado o en la idea de lo que podría haber sido, son los pilares de una habitación oscura y sin salida.
    Saboreando y disfrutando con calma tu relato, Federico.
    ¡Abrazo, amigo de las letras!

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    1. Acertado comentario el tuyo, mi buen amigo de las letras.
      Una alegría que estés disfrutando del relato Edgar. Espero que te gusten los últimos tres episodios.
      ¡Abrazo grande!

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