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CAPÍTULO 7
¿Otro martes en la oficina? De ninguna manera. Oscar se quedó en la cama pensando en cualquier excusa para no regresar al trabajo. Su último viaje había sido un fracaso, y terminó perdiendo un fin de semana a cambio de un golpe en la boca del estómago.
Hay quienes recomiendan pensar en un lugar bonito cuando uno está triste, ya que el recordar algo que nos hizo sentir bien hace que nos sintamos un poco como en ese momento. Lo mismo sucede si uno recuerda mucho un mal momento de su vida; parte la angustia que nos invadió aquel día vuelve a surgir en nuestro interior. Oscar necesitaba una pequeña alegría. «Sexo», pensó; «eso anima a cualquiera». Solo le quedaba elegir con quién y cuándo. En su vida había tenido sexo con y sin amor, y decidió que revivir una noche de sexo casual no lo habría dejado satisfecho. Pensar en una noche con Clara luego de mucho tiempo juntos también podría haber sido decepcionante. Su pareja, como muchas, había caído en un período de sábanas frías, y no quería perder ocho días por unos pocos minutos de movimientos básicos ejecutados en forma mecánica.
Se levantó y, sin siquiera pasar por el baño, fue a la habitación oculta y se paró frente al libro:
―Quiero viajar a aquella noche en que me acosté con Clara por primera vez. Esa noche supe que éramos uno para el otro; quiero revivir ese momento único y perfecto.
Volvió a ser un hombre joven con un físico que, por contraste con el que tenía a los cuarenta y cinco años, lo hizo sentirse como He-Man.
Por la noche iría a cenar con Clara, pero no recordaba la hora, así que la llamó para confirmarlo. Hablaron unos minutos y de pronto le preguntó:
―Entonces…, nos vemos a las nueve, ¿no?
―Te dije ayer que no podía antes de las diez.
―Ah, sí, sí, tenés razón. Bueno… nos vemos.
Al cortar se quedó lamentando aquel olvido, pero no era importante; una cita no debería arruinarse por una frase.
Se bañó, se afeitó y se peinó como nunca, incluso hizo algunas flexiones y elongaciones. No fue a trabajar ese día –no iba a cambiar nada–, y decidió quedarse en su casa.
Se encontraron en un restaurant, ella pidió una ensalada y él pidió pollo con papas españolas; su comida preferida. Luego recordó que el pollo había estado crudo la primera vez que fue:
―Disculpe ―le dijo al camarero―, mejor cancele el pollo. Prefiero unos ravioles con salsa a la bolognesa.
Minutos después el camarero llevó los platos: ensalada para ella y pollo con papas españolas para él.
―Camarero… ―dijo Oscar.
―¿Señor?
―Nada…, gracias.
Comió el pollo como si fuese inevitable y estaba tan crudo como la vez anterior.
Una hora después estaban caminando por la vereda, conversando y riendo, hasta que llegaron al edificio en donde vivía Clara. El corazón de Oscar se aceleraba mientras esperaba que ella lo invitara a subir.
El tour por el departamento no tuvo sentido, Oscar había estado cientos de veces en aquel lugar y lo conocía de memoria: Un living comedor lleno de muebles restaurados de todos colores, una habitación grande con una cama repleta de almohadones, un baño con variedad de aromatizantes y jabones, y una cocina llena de frutas y envases de comida naturista.
Luego regresaron al living, y en el pasillo ella le mostró unos cuadros:
―Estos paisajes son de un artista llamado Nikolai Kolmogorov ―dijo Clara― ¿Te gustan?
―Sí ―dijo él―. Es impresionismo, ¿verdad?
Ella sonrió sorprendida:
―¡Sabés de arte!, ¡qué bueno!
En realidad, Oscar no sabía de pintura antes de conocerla a ella, solo estaba recordando lo que le había enseñado.
―Te mostraré algo ―dijo mientras se acercaba a un viejo sillón―. Este sillón era de mi abuela. Yo lo restauré.
―Quedó muy bien. Me encantan los sillones estilo Luis XIV.
Clara comenzaba a sentir que estaba en presencia de su otra mitad.
Siguió mostrándole cada detalle de su departamento: macetas vitange, un bahiut provenzal, y hasta le describió cada imagen del mural de sus fotos de danza. Oscar solo pensaba en besarla, pero no encontraba pausa entre tanta conversación. En un momento se detuvieron junto a la biblioteca, el mismo lugar en que se habían besado la primera vez, donde se acercó y le dio un beso.
En un instante ella estaba apoyada contra los estantes. Cayeron varios libros al suelo, y pronto ella lo guio hasta la cama.
Clara le desabrochó la camisa mientras se sacaba los zapatos con los pies. Luego abrió el cajón de su mesa de luz:
―Tomá.
La joven estiró la mano dándole un condón.
«¿Por qué guarda preservativos en su mesa de luz?» pensó Oscar. La primera vez no se había hecho esa pregunta; se había colocado el condón sin dudarlo, aliviado de que no haber tenido que ir en medio de la noche a comprar uno, pero esa vez tardó en romper el envase.
―¿Qué pasa? Ponételo.
―¿Por qué hay preservativos en tu casa?, ¿son viejos?
―No te interesa; es un tema mío. ¿Sabés qué? No te lo pongas; se me fueron las ganas.
―Solo quería saber si era normal que vengan tipos a tu casa.
Clara lo miró con una expresión de odio tan bien lograda que habría hecho sonrojar al mismísimo Boris Zhanitsyn. Comenzó entonces una enérgica discusión que terminó cuando ella le pidió que se largara.
Oscar se vistió y bajó las escaleras al grito de: «¡No vuelvas a llamarme!».
Mientras se alejaba cabizbajo por la calle vacía escuchó un nuevo grito de Clara; estaba apoyada en la ventana pidiéndole que regresara. Había salido todo bien a pesar de que él había hecho las cosas mal.
Al despertar otra vez con cuarenta y cinco años se sintió fuera de su hábitat natural. No le interesaba el presente, quería seguir reviviendo los momentos claves de su vida.
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Aaaauch! Pobre Oscar. Una tras otra sus memorias. Todo por quererlas perfeccionar.
ResponderBorrarPerdió 8 dias de su vida por otro mal recuerdo.
Esperaré a saber como amanece hoy y en que condiciones.
Los cuarentas son una edad complicada yo creo en el ser humano. Mas cuando en la adolescencia algo te marxcò o no pudiste arreglar como hubieras querido.
Saludos.
También comienzo a sentir pena por Oscar, por seguir perdiendo el tiempo en esos viajes.
BorrarMuchas gracias por la atenta lectura y el comentario, Tere. Una alegría que sigas la historia con tanto entusiasmo.
Saludos!
Resultaría irónico (?) que cambiara, Oscar, su pasado y su vida real quedara solamente en sus recuerdos.
ResponderBorrarPor suerte (mala, más bien) está dejando todo igual.
Recordar es volver a vivir, diría el zombie que continúa la vida que pierde Oscar cada que vuelve al libro.
Ese libro bien podría ser un diaro o un horrocrux (;
Abrazo, Fede.
Así es, ese zombie quiere que Oscar se vaya de viaje para hacer de las suyas (es decir: no hacer nada).
BorrarGracias por el comentario, Axl.
Abrazo, amigo!
Esta historia me ha encantado. Ha estado muy lograda. Y lo del periodo de sábanas frías me lo apunto, jajaja
ResponderBorrarAl volver al lugar de los hechos, tu Oscar se percata de cosas que le pasaron totalmente inadvertidas la primera vez, como la existencia de condones en la mesilla de su querida Clara.
Yo lo que veo es que, a este paso, la vida le menguará una barbaridad. He perdido la cuenta del tiempo que se le ha ido restando pero se le ve muy lanzado a ir repitiendo esos viajes.
Un abrazo.
Así es Josep, parece que seguirá viajando.
BorrarMe alegra mucho que te esté gustando tanto la historia.
Te deseo una buena noche y que tus sábanas nunca se enfríen.
Abrazo!
Me encantò!! este capìtulo.. pobre Oscar ojalà utilice las matemàticas antes de seguir perdiendo vida- Te felicito! Fede-
ResponderBorrarGracias! Una alegría que te haya encantado este capítulo, Raquelita.
BorrarTal vez si hubiese hecho los cálculos de los días que perdería antes de comenzar a viajar, no se habría hecho adicto al libro :)
Moraleja si te embulles en el pasado de seguro que perderás la mayor parte de tu presente.
ResponderBorrarAlgunos detalles pasan desapercibidos mientras otros juegan un interesante papel para poder dejarlo todo tal cual sucedió.
Oscar se ha convertido en un alma en pena, tan aferrado al pasado que se ha enterrado en vida. creo que ya huele a muerto, ja, ja.
Quizás Clara lo echó por su olor y no por haberse ofendido...
BorrarMuy buena tu moraleja, Harolina.
Es curioso como manejas el tema de los viajes en el tiempo en este relato. Hemos leído y visto películas que tratan el tema y nos alertan de las paradojas temporales, los efectos mariposa, y otras posibles consecuencias catastróficas, sin embargo, en tu relato es una propuesta novedosa y misteriosa.
ResponderBorrarLos viajes aquí son como revivir recuerdos en los que, ha pesar de nuestro esfuerzo por cambiar o disfrutar de nuevo la experiencia pasada, todo acaba por tener el mismo sabor, es un anclaje que, en realidad, lo único que logra es que nos perdamos vivir el tiempo presente.
Un capítulo que ahonda en la reflexión de lo que refleja.
Me encanta, Federico.
¡Abrazo, Amigo de las Letras!
Muy buena observación, amigo de las letras. Es, de algún modo, la propuesta contraria al efecto mariposa.
BorrarMe alegra mucho que te guste tanto, Edgar.
Un fuerte abrazo!
Creí que no podías cambiar lo sucedido.
ResponderBorrarAsí es, Alonso; hasta ahora solo ha provocado cambios irrelevantes. Aquella noche Oscar se había acostado con Clara, y a pesar de la discusión que él provocó en este viaje, volvieron a hacerlo.
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