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CAPÍTULO 8
Las dudas que lo agobiaron durante años renacieron en su mente, y no tenía a nadie con quien hablarlas. Había perdido contacto con todos sus amigos, y su padre, aquel hombre que parecía saberlo todo, había muerto antes de que él alcanzara la pubertad. Estaba en un momento en el que sus únicos compañeros eran los libros, en especial uno…
―Hace treinta y tres años falleció mi padre. Hubo cientos de situaciones en las que necesité sus consejos. No me acompañó en mi juventud, jamás me habló de mujeres, y lo peor de todo es que nunca pude despedirme de él como lo merecía.
Las lágrimas de Oscar mojaron al viejo libro:
―Deseo revivir el día en que visité a mi padre en el hospital por última vez.
Las hojas del tomo comenzaron a moverse y el viento secó el rostro de Oscar. Pronto despertó en su vieja habitación.
―Oscar, despertate ―dijo su madre.
No fue el grito lleno de vida que tenía antes de que su marido enfermara; la mujer jamás recuperó la alegría que la caracterizaba de joven.
Oscar miró a su alrededor; las figuras de acción ya no colmaban sus repisas; las había cambiado por los afiches de bandas musicales. Había heredado la colección de discos de blues de su padre y, si bien no soportaba aquella música cuando era niño, pronto comenzó a escucharlos a diario. Fue en aquella época cuando colocó en su dormitorio las láminas de B. B. King, de Los Calamares y hasta una de Los Empedernidos.
Ver a aquellos músicos no lo ayudaron; ese día ya era demasiado triste, aun sin el blues, y habría preferido verlo a He-Man, al Encantador de pájaros, o incluso a Nenddir, para que le dieran ánimos para ir al hospital.
La madre no lo sabía, pero su marido moriría por la noche; esa sería la última vez que lo verían con vida.
Llegaron al enorme edificio. Tenía paredes gruesas, de color gris. Era un bloque gigantesco en donde no era difícil perderse, pero la madre de Oscar iba a diario desde hacía un mes, y ya conocía el sitio de memoria. Él iba menos de lo que le habría gustado admitir, y lo que más lamentaba es que aquella vez había estado en la habitación de su padre por apenas unos segundos para luego salir corriendo al verlo mucho más delgado y arrugado que la vez anterior.
Ingresó a la habitación y allí estaba el hombre; parecía un anciano. Ya no tenía el grueso bigote, y una gorra le tapaba los pocos cabellos que le quedaban. El convaleciente sonrió con esfuerzo al ver a su hijo, y le extendió una mano huesuda y llena de venas.
Al muchacho se le llenaron los ojos de lágrimas y salió de la habitación corriendo hasta la sala de espera donde se sentó y lloró en silencio. Pronto su madre se sentó a su lado y le apoyó la mano en el hombro:
―Perdoname, hijo ―dijo ella―. En estos últimos tres días empezaron con un tratamiento nuevo y su físico empeoró mucho. Debí haberte preparado. Mañana, cuando estés más tranquilo, volvemos a verlo.
La mujer volvió a acompañar a su marido mientras el joven se quedó juntando valor para volver a entrar. No habría un mañana, él lo sabía; debía hablar con su padre ese mismo día.
Respiró varias veces y se secó los ojos con la remera. Luego se paró para dirigirse a la habitación.
En ese momento la luz roja de la puerta de la habitación se encendió y un enfermero pasó corriendo con una camilla. Su padre había sufrido un paro cardíaco y otra vez se quedó sin poder despedirse.
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Quiero pensar que no està tan! mal el cambio que hace el pobre Oscar.Si a el lo hace feliz revivir el pasado... Me gustò mucho lo que escribiste, espero enterarme pronto del futuro del protagonista.
ResponderBorrarMuchas gracias, Raquel.
BorrarQuedan pocos capítulos; pronto sabremos que pasará con el futuro de Oscar.
Caramba, Federico, esta vez me has dejado con mal sabor de boca. Me ha dado rabia que, si Oscar sabe que a su padre le quedan unas horas de vida, vuelva a huir, como hizo la primera vez, y perderse ese último adiós que le había motivado a viajar hacia el pasado. Volvemos a lo mismo y no aprendemos. Insisto en que el pasado no hay quien lo cambie.
ResponderBorrarMe gusta mucho tu estilo narrativo, tan fluido y natural, que nos sumerge en la historia como si la estuviéramos viviendo en primera persona.
Veremos cuál será la próxima elección de Oscar, pues veo que no se da por vencido.
Un abrazo.
P.D.- Aprovecho la ocasión para preguntarte si sabes qué le ha ocurrido a Edgar K. Yera y a su "Rincón creativo". La última vez que intenté entrar en su blog, aparecía como inhabilitado e incluso se ha dado de baja en Facebook.
Muchas gracias por las palabras, Josep. Una alegría leer un comentario así.
BorrarEdgar no está más en Facebook, es cierto. Recién pude ingresar a su Rincón Creativo, aunque hace meses no publica. Le escribí para preguntarle cómo está.
Abrazo!
Definitivamente creo que por mas que queramos cambiar el pasado, nunca lo podremos hacer, son las marcas que nos mueven hacia el futuro, ya nosotros decidimos si esas marcas nos benefician o nos perjudican, a veces es mas fácil que nos perjudiquen y sumergirnos en un mundo solitario esperando a que pase lo peor, pero nunca pasará porque cuando crees que algo no puede ser mas malo, siempre puede ser mas...
ResponderBorrarAsí mismo cuando las cosas van bien siempre pueden ir mejor, lo malo es que lo bueno tarda mas en llegar o a veces lo malo lo opaca tanto que no lo ves, pero tengo la experiencia de que a veces las cosas que cree uno malas siempre son para que renazca algo bueno.
A Oscar le hace falta ver su pasado como eso y hacer su presente mejor basado en los errores y aparentes cosas malas del pasado, es complicado pero siempre se puede. Siempre y cuando tu cerebro no te juegue mal y te confunda jajajaja.
jajajaj me sentí como psicóloga auto-analizando a Oscar jajajaja es divertido.
Seguiré en espera de las reacciones de Oscar con su pasado y ver que ha pasado en su presente que se ha perdido, que ahora es un fururo que ya no sabe ni que pasó con el.
¡Saludos y excelente viernes 13 Federico!
Todo un análisis el que has hecho, Tere.
BorrarMe alegra que leas mi relato en forma tan atenta y crítica.
Gracias por el comentario y que tengas tu también un hermoso viernes 13 :)
Federico supongo que ya Oscar se dará por vencido y entenderá que la única forma de cambiar el pasado es forjando un futuro mejor, libre de miedos y vergüenzas, de vanos arrepentimientos, ha intentado de varias formas y nada, solo le resta salir de la habitación y dejar todo su pasado en ella, dejarlo atrás.
ResponderBorrarNo me extrañaría que al final todo fuera un sueño, una ayuda divina o de su difunto padre para ayudarle a sobreponerse y salir adelante y marcarle tantos goles a la vida como fuere necesario hacerlo.
Muy bueno hasta el momento tu interesante y reflexivo relato sobre el tiempo, ya sea presente, pasado o futuro, lo importante son las ganas que les ponemos a cada momento vivido o por vivir, solo tenemos una oportunidad de vivir cada momento, vivamoslo intensamente y dejemoslo a un lado para darle paso al siguiente.
Buen mensaje el que nos deja ver tu hombre del tiempo, esperemos el desenlace de la historia.
Ya no falta mucho para que termine. Además, si sigue así, a Oscar no le quedarán muchos días.
BorrarPronto subiré un nuevo capítulo, Harolina. Me alegra que opines eso de mi relato.
Éste es, por el momento, mi capítulo preferido de "El hombre del tiempo".
ResponderBorrarRevivir para la despedida, con profunda tristeza, y sabor amargo, el recuerdo es doloroso, y la experiencia de volver para malgastar la vida presente, lo eleva.
Es sumamente introspectivo, poético y reflexivo. Encantador y sentido.
Bravo, Federico. No dejas de sorprenderme gratamente.
¡Abrazo, Amigo!
Muchísimas gracias por las palabras, mi buen amigo de las letras.
BorrarUna alegría que te haya parecido así.
¡Otro abrazo para ti, Edgar!