domingo, 8 de enero de 2017

EL HOMBRE DEL TIEMPO - Capítulo 6





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CAPÍTULO 6



Despertó en su cuerpo de cuarenta y cinco años dos días después. Era viernes por la mañana, y al pensar en lo que sería ese viernes de oficina le dieron ganas de realizar otro viaje al pasado. Un nuevo viaje le costaría cuatro días del presente, por lo que despertaría el martes, salteando un fin de semana del que no esperaba nada bueno.

Estaba algo enojado; la noche con Clara no había sido tan perfecta como la recordaba, y aún sentía los choques de silla y los codazos que recibió de los sujetos que ingresaron al baño junto a su asiento.

Hubo momentos en donde tuvo deseos de insultar a algunos de los que lo golpearon, pero temió que Clara pudiese pensar que él fuese una persona agresiva, por lo que prefirió dejarlos pasar.

Fue entonces cuando recordó lo que le había ocurrido en su niñez, en un cumpleaños de una compañera de escuela. Un niño se había peleado con él por un vaso de gaseosa, y la discusión terminó cuando recibió un golpe a puño cerrado en medio del estómago.

Oscar fue a la habitación del libro y apoyó las manos de sobre él:

―¿Por qué no me defendí de ese imbécil? Terminé llorando y todos mis compañeros se rieron de mí. Me encantaría ir a esa fiesta y romperle la cara a ese niño.

Las páginas del libro se movieron a toda velocidad mientras las sombras provocadas por el fuego de las velas dibujaban grotescas figuras en las paredes. Pronto Oscar apareció en su habitación de niño, durmiendo junto a su muñeco de felpa del payaso Bongo.

Tenía nueve años, y se sorprendió de ver al payaso Bongo, puesto que creía que había dormido con ese muñeco a lo sumo hasta los seis.

Fue un día normal en la escuela, con la excepción de que no le sacó la mirada de encima al niño del que ya ni recordaba el nombre, pero que lo golpearía en el estómago horas más tarde.

No prestó atención en clase; copiar y obtener buenas notas parecía tener menos sentido que el que tuvo en toda su vida. En el recreo ocurrió lo mismo; se quedó parado mirando a su pequeño némesis mientras los demás niños jugaban.

De pronto, en el medio del patio, vio a alguien conocido; se trataba de su viejo amigo Diego.

Diego estaba de nuevo allí, de pequeño, lleno de vida y sin la menor idea de que años más tarde sería asesinado.

―¡Amigo! ―gritó Oscar.

El niño no lo reconoció. No iba a su curso, ya que era un año mayor que él, por lo que aún no eran amigos.

―¿Te conozco?

―Ah, no ―dijo Oscar―. Tenés razón. Todavía no me conocés.

―¿De qué estás hablando?, ¿estás bien?

―¿Me veo mal?, ¿parezco débil o algo así?, ¿no me veo temible?

Diego no supo qué decir.

―La idea del macho alfa forma parte del ser humano desde la niñez, sobre todo para las mujeres que estarán viendo todo en la fiesta.

Diego quedó aún más mudo que antes.

―Ya vengo ―dijo el pequeño Oscar―; voy al baño.

Luego de dar unos pasos alejándose de quien sería su mejor amigo, se dio la vuelta:

―No me acuerdo de dónde está el baño.

Con los ojos bien abiertos Diego alzó la mano indicándole el camino con el dedo.

Oscar se acercó al niño y lo abrazó:

―Gracias, amigo. Te quiero mucho, ¿lo sabías? Vas a ser mi amigo toda la vida.

Diego se sorprendió de la extraña conversación que había tenido con aquel desconocido, pero a su edad, dos minutos más tarde ya estaba en medio de una nueva aventura.

Una vez en el baño, Oscar trabó la puerta y comenzó a practicar sus golpes. Practicó ganchos de izquierda y de derecha, golpes rectos, puntapiés en los tobillos…, al final se decidió por lanzar un jab alto para que su rival se protegiera y entonces lo atacaría con un uppercut directo al mentón.

Sonó el timbre para que los niños regresaran a las aulas; y Oscar pensó que ya solo quedaba una hora para que todos se dirigirían a ese cumpleaños del que ni siquiera recordaba a quién pertenecía.

Pasó la hora mirando a su rival hasta que por fin llegó el momento de irse. La madre de la cumpleañera, junto con otros padres, buscó a los niños en algunos autos y todos se dirigieron a la fiesta.

Globos, música y payasos; el cumpleaños de la niña lo tenía todo. La fiesta había sido una de las más memorables del año, pero a Oscar solo le quedó el recuerdo del golpe recibido. Esa segunda vez que asistió tampoco pudo disfrutar de la colorida decoración ni de la variedad de alimentos chatarra que había sobre las mesas.

Los demás niños se agasajaron con los pequeños sándwiches y pizzas, y rieron a carcajadas de las tonterías que hacían los dos payasos contratados.

Oscar no se rio de los payasos; ni siquiera los miró. Durante dos horas estuvo paseando por la casa mirando a su rival con actitud desafiante. Esperó a que le dijera algo, pero el niño no pareció sentir la provocación.

Por fin llegó el momento que estuvo esperando durante todo el día, y fue igual que la primera vez. Oscar se acercó a la mesa de las bebidas y tomó un vaso de gaseosa. De pronto alguien lo empujó desde atrás:

―Ese es mi vaso, idiota.

Oscar miró hacia atrás y entonces lo vio: el causante de sus vergüenzas ante las niñas, el niño que lo había llenado de temor, aquel que lo había convertido en un hombre rencoroso pero cobarde a la vez; allí estaba aquel que se reiría de él con aires de superioridad durante toda la escuela solo porque una vez le dio un golpe en el estómago.

Al verlo sonrió, ya no le tenía miedo, su némesis era solo un pequeño niño de nueve años y no podía creer cómo se dejó dominar de esa manera aquella tarde.

Oscar relajó la mirada y luego, con total tranquilidad, apoyó el vaso de plástico sobre la mesa.

―Ponte en guardia ―le dijo al niño.

Cuando su rival cerró los puños, Oscar amagó con lanzarle un jab de izquierda. El niño alzó las manos para cubrirse, y entonces le lanzó un uppercut directo a la mandíbula.

Todos miraron lo sucedido.

―¡Oscar! Gritó la cumpleañera.

Él la miró, orgulloso por su hazaña. Pero sus pequeños puños no habían logrado lastimar al otro niño que lo superaba en peso y altura. Su rival se reincorporó y entonces Oscar recibió un golpe en la boca del estómago tan o más fuerte como el que recordaba, y cayó al piso sin aire, llorando de dolor frente a los demás invitados.

La madre de la niña llamó a la casa de Oscar para que lo fueran a buscar, pues para él la fiesta había terminado.

Se quedó sentado junto a la puerta, con la cara sucia por el llanto, hasta que su madre lo fue a buscar antes de que siquiera cortaran el pastel de chocolate que tampoco había podido probar la vez anterior.

La semana siguiente, en la escuela, recibiría varias burlas respecto al resultado de la pelea. Pasados unos pocos días, todos los niños de su curso olvidarían lo sucedido, pero a él la vergüenza le duraría por más de tres décadas.




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12 comentarios:

  1. Hola Federico, buen inicio de semana.

    4 días perdidos por una riña de niños, eso si es un precio bastante alto, además ya no me gustaría saber mi pasado si me pasará lo que a Oscar, que lo quiere cambiar, y desgraciadamente soy de las que piensa que aún cuando puedas regresar el tiempo 100 veces, el resultado siempre será el mismo. Lo interesante sigue siendo el hecho de que no recordamos el pasado realmente como sucedió, muchas veces nos hacemos las victimas del pasado, y tal vez fuimos el villano, o viceversa.

    Me recordó el capítulo de una serie de las de AXN donde uno de los personajes se encuentra con un ex-compañero de universidad y recordaba como si el hubiese humillado a su amigo en la universidad, así que sintió la necesidad de disculparse, cuando llegó con su ex-compañero, éste le dice, "¿porqué te disculpas por algo que yo te hice a ti?... (el siempre fue la victima y siempre guardo el recuerdo como ejecutor).

    Saludos y seguiré en espera de mas memorias de Oscar...

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    1. Muy interesante lo que cuentas de esa serie, Tere. Así pasa a veces con nuestros recuerdos.
      Pronto subiré nuevas memorias de nuestro amigo Oscar.

      Muchas gracias por el comentario. Que tengas una bonita semana :)

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  2. He llegado hasta aquí recorriendo los dos capítulos que me había saltado y, tras comprobar las malas experiencias de Óscar, creo que abandonará (o debería abandonar) su repetido propósito de volver al pasado. Está visto que no le sirve de mucha ayuda, todo lo contrario. Y es que el pasado pasado está y ya no hay quien lo cambie. Lo sé por propia experiencia, pues a uno de mis personajes le ocurrió lo mismo que al tuyo, jaja
    Pero si Óscar persiste en su objetivo, debería elegir mejor al momento pero ¿quién sabe cuál es el adecuado? Quizá debería centrarse en aquellos instantes de su vida pasada que le brindaron felicidad para volver a revivirlos, pero que fueran indudablemente felices y no pura fantasía o exageración de su memoria.
    Un abrazo.

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    1. También comienzo a pensar que debería abandonar su búsqueda, aunque todavía tiene algunos momentos muy tentadores que revivir.

      ¿A cuál texto te refieres? Envíame el enlace, por favor.

      Muchas gracias por el comentario, me alegra que sigas la historia. Un fuerte abrazo, Josep.

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    2. Es un relato del 20 de julio de 2015 que pasó sin pena ni gloria pero trata de eso, de lo imposible que es cambiar el pasado. Se titula "Vuelta atrás".
      Ahí va el enlace:

      http://jmretalesdeunavida.blogspot.com.es/2015/07/vuelta-atras

      Espero que funcione. Otro abrazo.

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  3. A eso le llamo ser iluso, a sabiendas de que no podría cambiar el pasado lo olvido solo para tratar de aliviar una vergüenza que le pesa y apesta mas que la vida misma.

    Pobre Oscar, me parece que ya esta mas que fuera de control y quizás hasta de combate.

    Veremos hasta donde nos lleva tu historia, tan humana y real como la que mas, frecuentemente hacemos lo mismo que si tuviéramos ese libro, nos pasamos la vida rememorando un pasado que nos lastimó y nos continua lastimando a diario y nos perdemos tantos dias y a veces años del presente.

    Sin dudas una sabia e increíble semejanza y simbolismo el que usas para ilustrar nuestra realidad Federico.


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    1. Me hizo reír que dijeras que está fuera de control y de combate. Es cierto; pobre Oscar. Tal vez si tuviera alguien sabio que pudiera aconsejarlo... alguien como tú, Harolina.

      Gracias por las palabras, amiga.

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  4. Los viajes en el tiempo de Oscar, a parte de restarle días de vida, están entrando en terreno peligroso, si bien cómo mencionaste en el primer capítulo; no puede cambiar el presente con sus diferencias en estas experiencias revividas, la psique del protagonista si se puede ver afectada.
    Otro guiño, esta vez al payaso Bongo, y una muestra de tus conocimientos en boxeo.
    Gran entrega, Federico.
    ¡Abrazo, Amigo de las Letras!

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    1. Rectifico: en el segundo capítulo se menciona el tema del pasado escrito, y el presente invariable.

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    2. Gracias por el comentario, mi buen amigo de las letras.
      El payaso Bongo se alegra de que lo recuerdes, y sus ojos, por un instante, no mostraron la tristeza de mil despedidas.
      ¡Un abrazo, Oscar!

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  5. Me temo que Óscar está perdiendo la oportunidad de mejorar aquello que pasó en el pasado, dejándose llevar por lo que sintió de niño, en lugar de verlo desde la distancia...

    Veremos como continua ;)

    Abrazo Federico!!

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    1. Así parece, Carmen :)
      Muchas gracias por dejar tu comentario.
      Un fuerte abrazo!

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