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CAPÍTULO 3
«¡Oscar!, ¡levantate!»
Había escuchado ese llamado miles de veces, no existía grito más familiar en todo el mundo; era la voz de su madre.
Oscar se levantó de su vieja cama para revivir uno de los días más memorables de su vida. Se paró en medio de la habitación y vio las paredes repletas de figuras de acción. Allí estaba He-Man, el Encantador de pájaros, Nenddir el sabio, los hermanos Makilí…; todos sus héroes y villanos favoritos colmaban las repisas.
Al pararse frente al espejo vio que era un niño otra vez, y sus brazos y piernas le parecieron más ágiles que nunca. Estaba lleno de vida, y lleno de sueños.
Bajó corriendo por las escaleras y se sentó a la mesa redonda de la cocina frente a su padre. Se quedó mirándolo por unos segundos; no podía creer que estuviese allí, vivo, fumando y tomando un café negro. Estaba leyendo el diario, y lo dobló un instante hacia abajo para saludar a su hijo. Usaba un grueso bigote que le tapaba la boca, pero igual se notaba cuando sonreía.
Oscar se sirvió un plato de cereales con leche y comenzó a devorarlo a grandes cucharadas sin siquiera respirar.
―¡Tranquilo! ―dijo su padre―, ¡te vas a ahogar!
En su vida adulta se sentaba a comer sin ganas, sin disfrutar la experiencia. Pero aquella mañana tenía un hambre animal, el hambre del que adolece, un hambre que lo hizo sentirse vivo.
Luego de los cereales siguió comiendo: tostadas, galletas con queso…, fue un desayuno muy diferente al café cortado que tomaba cada mañana en su pequeño departamento.
Se levantó de un salto de la mesa y la golpeó con la rodilla; aún no se acostumbraba a aquel cuerpo tan enérgico.
―Te levantaste con ganas ―dijo su madre―. Estoy segura de que hoy van a ganar. Entrenaste duro y es como siempre digo: “Si te esforzás y hacés las cosas bien, podrás lograr todo lo que quieras”.
Oscar odiaba a esa frase trillada y odiaba cuando la gente decía “Es como siempre digo”, además el otro equipo también se había esforzado, pero solo habría un campeón. Sin embargo, no se enojó aquella vez; su madre tenía razón, y además hacía décadas que no la veía sonreír con tanta alegría.
Los tres subieron al auto y se dirigieron al estadio. Las piernas del muchacho temblaban; no por miedo –él sabía que todo saldría bien–, sino por una fuerza irresistible que recorría sus venas.
Al llegar al estadio el cielo se nubló un poco, era algo que él no recordaba, siempre pensaba en aquel día como si el sol estuviese radiante en medio del cielo. Oscar saludó a todos con una sonrisa, excepto a un niño con quien había tenido una pelea y, aunque había olvidado su nombre, aún recordaba que lo odiaba.
Sus compañeros no estaban tan entusiasmados como él. Sabían que el equipo contrario había llegado invicto a la final y ellos, aunque jugaban bien, tenían mucho que mejorar.
Durante los primeros quince minutos del partido el equipo de Oscar casi no tocó la pelota. Los estaban humillando, y en un momento, tras varios pases seguidos, clavaron la pelota en el fondo de la red.
Oscar recordaba que el gol había sido por la banda izquierda, pero no se preocupó por detenerlo, pensó además que, de no haber sido convertido, el juego no habría sido tan emocionante; además, él quería ser héroe que marcara el tanto del empate y el del triunfo.
El encuentro transcurrió con pocas emociones hasta que llegó el pelotazo del capitán de los adversarios que se estrellaría en uno de los palos, a centímetros de poner fin al encuentro. Oscar recordaba el lugar a donde se dirigiría la pelota luego de rebotar, y se dirigió allí al instante ganando unos segundos de ventaja.
Pasó lo mismo que recordaba casi todos los días de su vida: logró eludir al rival que se lanzó contra él con los tapones en punta para luego hacerle el caño al segundo defensor.
Cuando llegó al área rival amagó al arquero y convirtió el gol del empate con el arco libre.
El equipo festejó, pero Oscar los miraba a todos sin demasiada emoción; sabiendo que lo que acababa de hacer era poco comparado a lo que estaba por venir.
Falta poco para el final del encuentro y los rivales controlaban el partido. Estaban todos adelantados; incluso el portero, quien estaba parado en el borde de su área con ganas de correr para ayudar a sus compañeros. De pronto Oscar robó el balón y vio al arquero contrario mal posicionado. Pateó al arco desde mitad de cancha y el estadio entero se paralizó. Todos dejaron de respirar por un instante hasta que la pelota entró justo por debajo del travesaño.
El árbitro dio un pitazo para indicar el gol y luego dio otro para marcar el final del partido. Las gradas estallaron de emoción y enseguida los suplentes, junto con el entrenador y algunos familiares, invadieron el campo para celebrar el triunfo.
―¡Gracias por haber nacido, pibe! ―le gritó el entrenador mientras lo abrazaba.
Luego el instructor se acercó al arquero y también lo felicitó con entusiasmo: «Gracias por haber nacido, arquerito. ¡Te atajaste todo hoy!»
Oscar no recordaba que el entrenador les hubiese dicho eso al otro niño. Se quedó pensativo un instante, quería saber si los otros muchachos recibían el mismo halago, pero pronto unos compañeros lo abrazaron y olvidó el asunto.
Luego de la final fueron todos a celebrar a una heladería, y más tarde se juntó con sus amigos a hablar sobre el encuentro.
El pequeño Oscar se quedó dormido sonriente y pensando en el campeonato. Al despertar su sonrisa se había desdibujado, y no podía pensar en otra cosa que en volver a utilizar el libro.
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Bonito inicio de año Federico.
ResponderBorrarAhora sabemos exactamente como fue el día mas feliz de Oscar cuando era niño, incluso nos enteramos cosas que el mismo no recordaba.
Ahora habrá que esperar a ver el evento que le ocasionó quitarle esa sonrisa que tuvo el día que ganó el campeonato, se comienza a poner aún mas interesante.
¡Saludos!
Así es, Tere; de a poco se va revelando información sobre su vida. Este fue uno de los capítulos más alegres; pronto subiré otros en los que entenderás cómo perdió su sonrisa.
BorrarGracias por comentar!
Me he astillado. Me queda la espinita de la duda, de no saber si las cosas están cambiando en el pasado o si en verdad son cosas que se le habían escapado a la memoria; lo digo tanto por el golpe en la rodilla como el agradecimiento a la natalidad del portero.
ResponderBorrarEspero alivio en los demás episodios.
Abrazo, Fede.
Se irán respondiendo dudas a lo largo de los capítulos, pero no creo que haya alivio hasta el último ;)
BorrarGracias por comentar, mi astillado amigo.
Abrazo!
Ya digo yo que ese libro creará adicción al muchacho. Si no, tiempo al tiempo.
ResponderBorrarA mí también me gustaría regresar al pasado de mi infancia y adolescencia. Pero a falta de libro mágico, tengo que conformarme con los recuerdos.
Interesante historia que pide a gritos la continuación.
Un abrazo.
Así parece, Josep. Lo veo bastante entusiasmado.
BorrarLos recuerdos son suficientes, no es necesario el viaje (aunque creo que yo también usaría el librito).
Pronto responderé a tus gritos.
Gracias por el comentario!
Un abrazo.
La vida real muchas veces es como una novela, con cada episodio aumentan las emociones, si son gratificantes todo marcha bien, pero si son deprimentes hay problemas existenciales y estos son los que han dejado a Oscar atrapado en un pasado que reniega a soltar para asimilar una realidad que no fue capaz de superar para crearse un futuro mejor.
ResponderBorrarFederico me temo que Oscar terminara por descontarse varios años de vida, de una vida que de seguro pudo ser mejor que la actual. Buscando encajar con su pasado lastimero y victimizante, terminara con su futuro que bien podría volverse prometedor.
El Oscar de este tercer relato parece haber quedado frizado en el tiempo, esperemos que el revivir el momento de su gloria lo saque de la burbuja que lo atrapó. Los nuevos detalles del episodio revelan su éxtasis.
Al igual que Oscar vamos por mas Federico.
Una gran reflexión y toda una enseñanza de vida la que nos dejas con dejas con tus comentarios.
BorrarTe agradezco mucho la atenta lectura y las sabias palabras, Harolina.
Este hombre que ahora ha viajado a su niñez, vive ese tiempo de su gran grandezas jugando al fútbol. A ver que es lo que nos depara el siguiente capítulo. Un abrazo
ResponderBorrarMe alegra que sigas la historia, María.
BorrarEspero que te guste el próximo episodio. Abrazo!
Tu relato rezuma magia, y aviva paso a paso el misterio de lo que ocurre, y aún más, lo que está por suceder, las consecuencias.
ResponderBorrar¡Abrazo, Federico!
Muchísimas gracias, amigo de las letras.
Borrar¡Abrazo grande, Edgar!
Mmm... No tengo muy claro por donde irán los derroteros está vez. No me queda otra que leer otra parte a ver qué :)
ResponderBorrarHasta ahora!
Aún es pronto para saber qué ocurrirá; ni siquiera Oscar tiene idea de lo que le espera.
BorrarGracias por comentar, Carmen.
Te espero en el próximo capítulo :)