martes, 24 de enero de 2017

EL HOMBRE DEL TIEMPO - Capítulo 14





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CAPÍTULO 14 (ÚLTIMO)



Al llegar al estadio saludó a sus compañeros como si fuese la última vez que los vería, saludando con más entusiasmo al niño que lo había golpeado en aquel cumpleaños.

El equipo volvió a ser humillado y pronto recibieron un gol. En el entretiempo, Oscar le pidió a su entrenador que lo sacara:

―Estoy cansado, quiero salir.

―¿Estás loco, pibe? No puedo sacarte; sos un fenómeno.

El partido continuó y Oscar seguía sin tocar la pelota, hasta que uno de sus compañeros se la pasó:

―¡Corré!

Corrió hasta la portería y amagó al arquero para patear con el arco libre, pero se quedó quieto. Enseguida llegó un adversario que lo chocó para robarle el balón, y Oscar cayó con una enorme sonrisa. Entonces se oyó un fuerte pitazo; el árbitro había cobrado penal.

El niño que cometió la falta recibió tarjeta roja, y el entrenador le pidió a Oscar que ejecutara la falta.

―No quiero patear ―dijo.

―¡Pateá, pibe! Confío en vos.

Oscar no quería patear, Oscar no quería ni jugar. Luego de que el réferi indicara que estaba todo listo, el joven corrió hacia el balón y lo pateó varios metros por encima del travesaño.

Rio a carcajadas, no le importaba nada de lo que pudiera suceder, era como estar en un sueño y darse cuenta de que no es real.

Se escuchó entonces otro pitazo del árbitro; un jugador del equipo rival había ingresado a la zona antes de que se ejecutara el tiro y el penal debía ser pateado otra vez.

Oscar pateó un tiro sin fuerza, y el arquero lo atrapó con total facilidad. Otro pitazo sonó. El juez señaló la meta, indicando que el portero se había adelantado antes de la ejecución.

Por tercera debió patear el penal y, viendo que aquello parecía estar escrito, pateó con los ojos cerrados y clavó la pelota en el ángulo.

Su equipo festejó, pero Oscar no estaba emocionado.

El partido estaba por terminar y el joven volvió a pedir que lo sacaran:

―Me duelen las piernas, quiero salir.

―¿Estás loco, pibe? Sos el que mejor está jugando.

El balón le cayó a él y se quedó quieto. Nadie se le acercó, como si tocarlo habría significado cometer una falta. Oscar se sintió como aquellas celebridades que juegan al fútbol y todos lo dejan meter goles. Comenzó a hacer jueguito en medio de la cancha, llegando a patear la pelota diez veces antes de que esta golpeara el suelo. Luego, mirando hacia su propia meta, pateó hacia atrás.

El tiempo se detuvo, los que estuvieron presentes juraron que durante unos segundos no se escuchó el menor sonido. Nadie respiró hasta que la pelota por fin cayó y, metiéndose justo por debajo del travesaño, hizo explotar las gargantas de la tribuna.

El árbitro pitó el final del encuentro y todos los jugadores y varios familiares invadieron la cancha.

El entrenador abrazó al muchacho y le dijo las palabras que tenía grabadas en su memoria:

―¡Gracias por haber nacido, pibe!

Al día siguiente despertó con cincuenta y seis años, y no le quedaban muchos más viajes por realizar. Hizo el cálculo y supo que el siguiente recuerdo le costaría más de cuatro mil días, llegando entonces a la edad de sesenta y siete años.

Pensó en llamar a su madre e intentar hablar con ella; deseaba entablar una conversación profunda como las que tenía en su infancia antes de que su padre falleciera. La llamó por teléfono, pero no fue ella quien atendió:

―Lo siento; número equivocado.

Se dio cuenta de que su madre debía tener casi ochenta años, si es que aún estaba viva. Buscó con desesperación el número de algún familiar en su vieja agenda, pero todos le decían que se había equivocado.

Por fin pudo comunicarse con una prima, quien deseo ponerse al día luego de tantos años sin hablarle, pero Oscar no estaba interesado:

―…después me seguís contando, antes te quería preguntar sobre mi mamá.

―¿Sobre tu mamá? Era mi tía preferida. Pasaron cinco años desde su muerte, ¿no? Aún la recuerdo como si hubiese sido ayer.

A Oscar se le cayó el teléfono al suelo. Su madre había muerto y él ni siquiera recordaba cómo ni cuándo sucedió.

Se escuchó la voz de su prima que gritaba del otro lado del teléfono: «¡Hola! ¡Oscar! ¿Estás bien? ¡Hola!», pero Oscar no levantó el tubo.

Lloró en su cocina mientras miraba la puerta. Deseó destruir el libro como si estuviese maldito, pero el objeto no tenía la culpa; no existen los objetos malos, la bondad y la maldad está en los seres humanos.

De pronto escuchó un chillido, miró hacia abajo y allí había un pequeño ratón que lo observaba con sus ojos saltones, moviendo los bigotes de un lado al otro. En ese momento se puso de pie y se dirigió a la habitación:

―No me queda mucho por hacer en esta etapa de mi vida. Mis días no fueron emocionantes en los últimos treinta años y lo serán aún menos a partir de ahora.

Apoyó entonces las manos sobre el libro y habló con voz ronca:

―Quiero ir a ese momento puro, a aquel momento en el que aún no había cometido ningún error. Deseo revivir ese día antes de que apagara mi cohete, cerrara mi atril y arrancara mis bíceps. Ese día en que mi pasaporte esperaba los sellos del mundo entero, y mis diplomas y trofeos pudieron haber cubierto las paredes de mi hogar. Anhelo revivir el día en que aún no tomaba atajos ni ultimaba principios. Quiero viajar al día en que nací.

Las hojas del libro se movieron a mayor velocidad que nunca, y algunas comenzaron a desprenderse. Un remolino de hojas lo rodeó y de pronto desapareció de la habitación.

Una luz lo cegó, y sintió una insoportable libertad. La vida se abrió ante él como un mundo de posibilidades en un solo pensamiento. Fue tan fuerte la confusión que solo pudo llorar. Oscar había nacido.

Lo limpiaron y lo envolvieron en una manta para entregarlo a los brazos de quien lo había concebido. Ella estaba exhausta, sudada y con las mejillas coloradas, y por primera vez en su vida Oscar se dio cuenta de lo hermosa que era su madre.

Todo era paz, todo era eterno, y sintió el primer aroma de su vida, un aroma a seguridad y amor. Minutos más tarde se quedó dormido y tuvo sueños confusos; no había mucho que soñar entonces, o tal vez todo era sueño.

Pronto volvió a despertar, y una luz cegadora lo hizo llorar de nuevo; Oscar había vuelto a nacer.

Revivir su primer día de vida le había costado once años, y al regresar al presente él tendría más de sesenta y siete. Lamentablemente Oscar no vivió tanto, había muerto antes de cumplir los sesenta, y quedó atrapado en el día de su nacimiento abriéndose camino a un mundo que no conocería, reviviéndolo una y otra vez.

Luego de que Oscar realizara el último viaje, su cuerpo tapó la puerta secreta ocultando al libro, que hoy sigue allí, esperando, con ganas de conocer al próximo inquilino que quiera convertirse en el nuevo hombre del tiempo.



FIN



12 comentarios:

  1. Sorprendente final Federico, mis felicitaciones y agradecimiento por esta interesante y reflexiva historia llena de ingenio, creatividad y sorpresas.

    Finalmente Oscar se convenció de que lo pasado hecho está y no hay forma de cambiarlo, espero que este mensaje tan real nos sirva a todos.

    Es una pena que Oscar se quedara sumergido en un limbo espacial, atrapado en el tiempo desde el instante en que metió esos dos goles, mas que para su dicha, al parecer para su desgracia.

    Tal vez el próximo inquilino tenga mejor suerte y nunca encuentre el libro, pero espero que lo haga para que puedas regalarnos una segunda edición.

    Como siempre ha sido un grato placer leerte amigo de la oscuridad y de las luces que deslumbran.

    Abrazos y mis respetos para ese adictivo libro y para ti.

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    1. Te agradezco la lectura atenta y los comentarios tan reflexivos, Harolina.
      Me alegra mucho que te haya parecido así el relato.

      No tengo planeado escribir una segunda parte, pero sí estoy trabajando en otra historia para publicar por capítulos.

      Abrazos desde mi limbo espacial.

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  2. Un final sorprendente y muy elocuente a la vez, como toda la historia al completo. El protagonista se ha dejado vencer a la tentación de revivir y cambiar un pasado que es mejor dejarlo como está y paga con su vida este deseo irrefrenable.
    Podríamos, como metáfora, decir que, a veces, al destinar demasiado tiempo a pensar en lo que hicimos y pudimos hacer de otro modo, nos olvidamos del presente y de lo que todavía tenemos por delante.
    Ha sido un placer haber leído estos 14 capítulos tan entretenidos.
    Un abrazo.

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    1. Excelente lectura la tuya, Josep.
      Es una alegría para mí que te haya parecido un placer leer la historia y el haberte sorprendido.
      Gracias por los comentarios.
      Abrazo!

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  3. Hola
    Era complicado que algo bueno saliera de todo lo mal que lo estaba haciendo Oscar, ha sido un final inesperado, pero como siempre y como en la mayoría de tus historias genial.

    Perder tu vida a los 45 años, por revivir unos días de tu pasado, quien sabe si valga el precio que pagó Oscar pues aunque es complicada esa parte donde converge el tiempo y no sabes exactamente que pasa con él, Oscar muere dentro de uno de sus viajes al pasado, pero no esta presente para darse cuenta que ya murió, por lo que queda atrapado en el recuerdo de su nacimiento, eso me parece mas que genial. No podía esperar algo menos trágico que quedar atrapado en el tiempo en un circulo del que nunca podrás salir. Por lo que aprendí es: ¡nunca confíes en un libro! jajajajaja

    Como siempre encantadora tu historia, extrañaba de ti un poco estos finales oscuros y trágicos que te caracterizan.

    ¡saludos!

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    1. Muchas gracias por las palabras, Tere.

      Es cierto; Oscar estaba en un momento de su vida en el que se suelen cuestionar muchas decisiones, pero debió haberse enfocado en su presente.

      Te prometo que pronto subiré muchas más historias con finales oscuros y trágicos.

      Saludos!

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  4. Un cuentazo!! Fatal este capìtulo, me encantò como fuiste describiendo los ùltimos momentos del pobre Oscar. Se que volverè a leerlo tranquila, en casa no veo un libro sobre un pedestal...Te felicito!! por tantos cuentos maravillosos! que nos regalàs-

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    1. Me alegro mucho de que te haya parecido así.

      Cuidado con leerlo demasiadas veces; no vayas a terminar como el pobre Oscar.

      ¡Hasta el próximo cuento, Raquelita!

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  5. La guinda del pastel para un relato inolvidable. La estrofa en la que Oscar nace de nuevo es sencillamente extraordinaria.
    Me quedo con esta frase: "no existen los objetos malos, la bondad y la maldad está en los seres humanos", tan real, audaz y elocuente.
    He disfrutado, reflexionado, y me he emocionado más de una vez.
    Gracias por haber nacido, Pibe.
    ¡Abrazo, Federico, mi buen amigo de las letras!

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    1. Gracias a ti por las palabras y por haber seguido el relato en forma tan atenta, Edgar.
      Una verdadera alegría que lo hayas disfrutado, amigo de las letras.

      ¡Otro abrazo para vos, pibe!

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  6. Qué final más triste, Federico. Aunque se veía venir... Pobre Óscar. Tanto quiso recibir momentos que al final desperdicio lo que de verdad importaba, el ahora. Fíjate si hubiese pensado en su madre antes!
    Una historia diferente, pero muy buena :) Gracias por los ratitos de lectura. Un abrazo fuerte!

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    1. Muchas gracias por haber seguido la historia, Carmen!
      Así es, fue todo un desperdicio lo que hizo Oscar con su vida.
      Me alegra mucho que te haya parecido así.

      Otro fuertr abrazo para ti! :)

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